Poselecciones
El 40%

Por Pablo Martín Méndez (UNLa/CONICET)

Pasadas las elecciones presidenciales, llegan como siempre los análisis. Si bien tenemos mucha tela para cortar, hay un hecho político que al día de hoy acapara gran parte de nuestra atención. Vamos a resumirlo así: ¿cómo hizo la fórmula Macri-Pichetto para obtener el 40% de adhesión del padrón electoral a nivel nacional? El hecho es casi tan curioso como las repercusiones que genera. En lugar de hacer un balance de estos últimos cuatro años y pensar en lo que viene, muchxs estamos tratando de comprender por qué pudo suceder algo semejante, como si primero necesitásemos digerir el dato para poder seguir adelante. Esto no es casual ni tampoco tiene que ver con una postura pesimista. Al contrario, para hacer un balance del gobierno saliente y para pensar nuestro futuro económico, social y político, es necesario interrogar a fondo ese 40%.

Entre todos los análisis realizados y por hacer, aquí elegimos centrarnos en algunas de las estrategias discursivas desplegadas por el gobierno en la última contienda electoral. Se trata tan sólo de un esbozo de análisis, sin ninguna otra pretensión más que plantear ciertos ejes de discusión. A muchxs les ha parecido que la campaña del gobierno fue un conjunto de consignas vacías y desprovistas de sentido. Nosotros estaríamos de acuerdo con eso si no fuera porque las palabras y las consignas siempre vienen cargadas de sentimientos y valoraciones. Quien subestime esto, también estará subestimando una importante dimensión de la política.

Más allá de los datos duros

Retomemos entonces la pregunta que nos hemos estado planteando tras las elecciones: ¿cómo es posible que, con un índice de inflación anual cercano al 60%, más de un tercio de la población por debajo de la línea de pobreza, un desempleo de dos dígitos y un endeudamiento que rompe varios records históricos, el 40% de lxs votantes haya optado por la continuidad del gobierno? La pregunta tiene más de una respuesta. Algunxs dicen que la gente fue engañada y manipulada por los poderes mediáticos, otrxs reprochan la insensibilidad social de los sectores urbanos altos y medios, mientras que muchxs se inclinan a pensar que las elecciones no habrían sido completamente transparentes. Hay sin embargo algunas preguntas que casi nadie se plantea, pues no están tan dirigidas a los otrxs como a nosotrxs mismos, lxs que hacemos preguntas a partir de unos presupuestos básicos.

Al momento de formular preguntas, sigue predominando en nosotrxs un cierto “cuantitativismo”. Invocamos porcentajes, índices y cifras comparativas para demostrar lo mal que van las cosas, olvidando quizá que los datos nunca se leen al desnudo, sino en el marco de una coyuntura política. ¿Cuál es la razón para suponer que, en una sociedad tan polarizada como la nuestra, la gente simplemente iba a rendirse ante las variables numéricas de la economía? ¿Por qué esperar que lxs demás acepten unos hechos brutos sin anteponerles valores, interpretaciones e incluso otras formas de sensibilidad? Habría que dudar de aquellas explicaciones que establecen una relación directa entre las variables económicas y las elecciones políticas, como si, a mayor nivel de pobreza, desempleo, inflación, etc., más optaría la gente por un cambio de gobierno. Pero no, en política no existe ni tiene por qué existir esta clase de “objetividad”. Nadie toma decisiones apoyándose en unos cuantos datos duros como verdad última e irrefutable. Por el contrario, incluso cuando se sufren en carne propia, incluso cuando parecen afectar la más profunda materialidad de los intereses, incluso ahí las variables de la economía se encuentran sujetas a todo un entramado de interpretaciones.

“No hay hechos, hay interpretaciones”, decía Friedrich Nietzsche hace casi un siglo y medio. Esta frase, que en el actual contexto puede parecernos cargada de un total cinismo, funciona perfectamente en política. Sólo a través de un exacerbado interpretacionismo, el gobierno ha podido contener y encolumnar a su electorado, brindándole argumentos para justificar aquello que a muchxs nos resulta injustificable. Así pues, donde unxs vemos exclusión y pobreza, otrxs ven el duro camino hacia una economía de mercado abierta al mundo. Donde unxs señalamos el endeudamiento y especulación financiera, otrxs advierten sobre la necesidad de pagar la fiesta de los últimos 70 años. Más que la famosa “posverdad”, se trata de una batalla irresoluble de verdades e interpretaciones que no terminan de dominarse entre sí. Al menos a ese nivel, no hay datos inobjetables ni tampoco hechos en bruto; al contrario, hay una continua disputa por el sentido que no se da únicamente en los grandes medios, sino también, y sobre todo, en la capilaridad del tejido social. No por nada hemos pasado cuatro años discutiendo con familiares, amigxs y colegas: porque sabíamos que allí se estaba jugando algo muy importante. Llegará el tiempo de hacer un balance de todo lo que perdimos en el camino…

La oposición entre el bolsillo y los valores

Hasta tal punto todo es susceptible de interpretación que el gobierno ha llevado adelante la campaña oponiéndose a sí mismo. A ello responde el intento de diferenciar al malestar económico de “los valores”. Como dijo Macri en uno de sus tantos actos de campaña: “Necesito que cada uno de ustedes exprese esa energía, que se acerquen a sus amigos, familiares, compañeros de trabajo. Todos ellos que están enojados, pero que comparten nuestros valores”.[1] Son valores que en principio pueden parecernos abstractos y generales, como es el caso del republicanismo, la institucionalidad y la transparencia, pero que siempre se definen en oposición a algo bien concreto: el populismo. “Personas que estaban pichadas por la economía –señaló un candidato a Diputado Nacional por la Provincia de Misiones–, hoy están con Juntos por el Cambio porque tienen miedo del retorno del populismo”.[2] Aquí estaría el negativo de los valores que tanto se invocan: en el populismo como condensación del autoritarismo, la corrupción y la imprevisibilidad.

La estrategia no tiene nada de nuevo; de hecho, repone las dicotomías insalvables que desde hace varias décadas viene estableciendo el neoliberalismo argentino y latinoamericano. Lo interesante, en todo caso, son los efectos alcanzados a través de la misma. Indudablemente, el efecto más inmediato ha consistido en desviar el foco de atención de una parte del electorado, hablando sobre la importancia de los valores cuando nada hay para mostrar a nivel económico. Sin embargo, hay otros efectos que no obedecen simplemente a las estrategias electorales, sino a un proyecto político de mayor alcance.

Desde fines del siglo XIX, la distribución de los ingresos y la lucha contra la desigualdad han ocupado el centro de la agenda pública de varios países occidentales, incluyendo la Argentina. Y bien, si nos atenemos a la retórica de campaña desarrollada por el gobierno saliente, parece que esas cuestiones deben ceder ante otras variables más “cualitativas” que cuantitativas. Por eso Marcos Peña –todavía Jefe de Gabinete y diseñador de la última campaña presidencial– pudo decir en su momento que en estas elecciones: “Más que una batalla por el bolsillo, va a ser una batalla por el alma de la Argentina”.[3] Así se ha llamado a sacrificar los ingresos y hasta los niveles de empleo con tal de “no volver al pasado”. Así también se nos ha hablado de eterno “próximo semestre” y de un supuesto “crecimiento invisible”. Aunque estos dichos nos resulten algo risibles, no habría que tomarlos como un mero artilugio discursivo. Lo que esta retórica deja entrever es el proyecto de una sociedad donde la economía ya no esté politizada, una sociedad que, hasta ayer mismo, bien podía parecerse al modelo chileno.

A mediados del siglo XX, Friedrich Hayek advertía que la superioridad de la competencia de mercado no puede medirse ni contrastarse a través de hechos empíricos: “Todo lo que se puede verificar empíricamente es que las sociedades que hacen uso de la competencia alcanzan sus resultados con mayor éxito que otras –una cuestión a la cual, según me parece, responde la historia de la civilización enfáticamente en lo afirmativo–”.[4] De lo que se trata, en simples palabras, es de una sacralización de las virtudes del mercado, un acto de fe. Puesto en los términos del gobierno saliente, se diría también que el orden económico no está sujeto a discusión ni interpretación alguna. Respecto a todo lo demás “Sí, se puede”.

De lo motivacional a lo religioso

Cuando la adversidad económica no sólo se torna irremontable, sino que además queda fuera de toda discusión, no hay más recurso que apelar a la motivación individual. Así lo reflejaban los dichos de Marcos Peña tras la derrota en las PASO: “Va a depender de la actitud de cada uno de nosotros, de ser protagonistas y de trabajar para dar vuelta votos de forma concreta (…) Queremos poner mucho foco en un mensaje positivo, de valores, de identidad y de explicarles a los argentinos por qué votando Juntos por el Cambio podemos vivir mejor hacia el futuro”.[5] En cierta forma, es como si todo se pudiese arreglar sumando unas cuantas voluntades individuales; o todavía más, como si la campaña pudiese descifrarse en términos de una simple contienda deportiva cuyo resultado se puede “dar vuelta”. Habría que preguntarse hasta qué punto este discurso motivacional, más propio de gurúes, coachers y directores técnicos, ha sido efectivo al momento de invisibilizar los resultados económicos del gobierno saliente. Aquí sólo vamos a decir que la estrategia se engarza perfectamente con el llamado a un sacrificio casi religioso.

Se está terminando un gobierno que exigió sacrificios a la población hasta el último minuto, un gobierno que pedía un esfuerzo más para llegar hasta “la otra orilla”, un gobierno que sustituyó la Justicia Social por las “políticas de alivio”. El error sería creer que todo esto fue inocuo. Hay quienes reconocen estar peor que antes, quienes sufrieron el ajuste en carne propia, pero que aun así apoyaron la continuidad del gobierno como única alternativa posible. No es un simple autoengaño ni tampoco un odio enceguecido al peronismo lo que ha guido a esa porción de la población. También hay convicciones que deberíamos contemplar a pesar de no compartirlas, aprendiendo incluso a interpelarlas aunque ello nos demande un infinito esfuerzo.

Cuestión de tacto (y táctica)

“¡No reír, no llorar, no odiar, sino entender!”, decía Baruch de Spinoza, filósofo neerlandés del siglo XVII, a propósito de las reacciones que solemos tener ante los acontecimientos del mundo. Haciendo una brutal extrapolación a nuestra actualidad más inmediata, diríamos también No reír, no llorar, no odiar, sino entender ese 40% de votos que obtuvo la fórmula Macri-Pichetto en la última elección presidencial. Pero aclarémoslo enseguida: a diferencia de Spinoza, no se trata de acercarnos a un conocimiento imparcial y absoluto. Se trata más bien de alcanzar el mayor grado de efectividad política. Pensémoslo bien: ¿a dónde nos lleva la burla, el desprecio o el odio a ese 40%?, ¿En qué contribuye a nuestra capacidad de transformar las cosas?, ¿Obtenemos algo más que la infinita multiplicación de la tristeza y el resentimiento? ¿Quién gana realmente con todo esto?

Pasadas las elecciones, podemos darnos el lujo de pensar un poco más allá de las rivalidades y las divisiones dadas. No están de un lado lxs buenxs y del otro lxs malxs. No todos lxs votantes de Juntos por el Cambio se identifican incondicionalmente con los discursos del gobierno. La subjetividad del electorado es siempre un espacio insondable, más atravesado por la heterogeneidad y la ambivalencia que por unas variables fáciles de disponer a un lado y otro de la grieta. ¿Quién no ha escuchado discursos marcadamente progresistas pero a la vez machistas o paternalistas? ¿Quién no ha conversado con gente que por un lado destila ideas reaccionarias o conservadoras y que, por el otro, desarrolla una admirable insubordinación ante los mandatos de la moda, la medicina, la farmacología y otras tantas formas de injerencia de los poderes económicos en nuestros cuerpos? A veces los puntos de articulación están ahí, dispersos entre la gente, aunque no siempre es sencillo verlos y menos todavía reunirlos en un proyecto común.

Para la Argentina que viene, la política tiene la ardua tarea de visibilizar y articular las innumerables disconformidades respecto al orden de cosas vigente. Sin duda una tarea nada sencilla, pues no sólo requiere de la capacidad argumentativa, sino además de una estética, una sensibilidad y sobre todo una capacidad de tacto. En este punto no hay que deplorar a lxs votantes de la fórmula Macri-Pichetto. Hay que entenderlxs y, al mismo tiempo, saber interpelarlxs. Porque –y aquí no deberíamos tener ninguna duda– con ese 40% en contra no sólo será difícil mantener la gobernabilidad: también será imposible llevar adelante las reformas necesarias en pos de una sociedad más justa e igualitaria.

 

[1] Perfil (09/10/2019). “Mauricio Macri desembarca con la marcha del ‘Sí, se puede’ en Misiones”. Recuperado de https://www.perfil.com/noticias/politica/tras-su-paso-por-neuquen-mauricio-macri-desembarcara-con-la-marcha-si-se-puede-en-misiones.phtml

[2] Infober (24/10/2019). “Personas que estaban pichadas por la economía, hoy están con Juntos por el Cambio porque tienen miedo del retorno del populismo”. Recuperado de https://infoberdigital.com/2019/10/24/muchas-personas-que-estaban-pichadas-por-la-situacion-economica-hoy-esta-con-juntos-por-el-cambio-porque-tienen-miedo-del-retorno-del-populismo/

[3] Infobae (08/04/2019). “Marcos Peña, sobre las elecciones: ‘Más que una batalla por el bolsillo, va a ser una batalla por el alma de la Argentina’. Recuperado de https://www.infobae.com/politica/2019/04/08/marcos-pena-sobre-las-elecciones-mas-que-una-batalla-por-el-bolsillo-va-a-ser-una-batalla-por-el-alma-de-la-argentina/

[4] Hayek, F. (2002 [1968]). “Competition as a discovery procedure”. Quarterly Journal of Austrian Economics, Auburn, Mises Institute, 5(2), p. 10. Recuperado de https://link.springer.com/article/10.1007/s12113-002-1029-0

[5] Perfil (22/08/2019). “Optimismo recargado: Peña dice que van a ganar y pide que cada voluntario ‘convenza a 10 votantes’”. Recuperado de https://www.perfil.com/noticias/politica/optimismo-recargado-pena-dice-que-van-a-ganar-y-pide-que-cada-voluntario-convenza-a-10-votantes.phtml

 

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