Igualdad de género
El retorno perturbador del baño

Por Robertino Sánchez Flecha (FSOC-UBA)

“Los baños públicos, instituciones burguesas generalizadas en las ciudades europeas a partir del siglo XIX, pensados como espacios de gestión de la basura corporal en los espacios urbanos, van a convertirse progresivamente en cabinas de vigilancia del género”. Paul Preciado, Basura y género, 2009.

El inodoro patas arriba

Este texto nació inspirado por Fountain de Marchel Duchamp y por un escrito de Preciado titulado Basura y género; con el auspicio de Michel Foucault, Gilles Deleuze y Judith Butler,  -todos ellos, los anormales  de sus días-.

Tal vez sea la sencillez, quizás la procacidad o la genialidad, es que hay algo en La fuente de Duchamp que a primera vista desconcierta. Ese estrépito inicial se agrava cuando el espectador nota que se trata de un urinario puesto al revés sobre un plinto, firmado por “R.Mutt 1917”. Si algo está claro en Duchamp es que lo simple no quita lo complejo.

La complejidad de algo tan sencillo como un mingitorio invertido reside justamente en que esa perturbación desmesurada que produce patea y corre los horizontes artísticos; con algo tan del más acá, Duchamp lleva las fronteras de lo artístico a más allá. A su vez, hay algo de politización de lo extraño en esa obra (y en el readymades en general) que abre un abanico de preguntas en torno a los límites y alcances de un inodoro, pieza central de algo que se muestra tan cotidiano e inocente como el baño. En verdad, es el baño un lugar inocente, al que solo se asiste por necesidades fisiológicas?, ¿a qué responde la separación binaria por sexo de los sanitarios públicos?, ¿la disposición de los mismos, receptores de los excrementos humanos, obedece a criterios arquitectónicos desinteresados?, ¿son los baños públicos un lugar en el que, sin pensarlo, también se juega la abyección?

Ante las inquietudes que despierta la obra de Duchamp, hay un texto del filósofo francés Paul Preciado titulado Basura y género. Mear/Cagar. Masculino/Femenino (Preciado, 2009), en donde realiza una deconstrucción fascinante –por lo sarcástica y lo genial- de los baños públicos, que describe cómo toda unas “tecnologías de género” que operan de manera silenciosa, discreta y efectiva funcionan como una “nueva disciplina fecal” que “exigen la redefinición espacial de los géneros” y actúan como cómplices de la “normalización de la heterosexualidad” y la “patologización de la homosexualidad”[1].

Una aproximación al problema

A partir de la obra de Duchamp y el texto mencionado de Preciado, este artículo se propone analizar cómo los baños público, al separarse de forma binaria y dicotómica, según el sexo biológico, constituyen unas tecnologías de género que legitiman la matriz hegemónica heterosexual. De este modo, se sostiene que los baños públicos, por su disposición arquitectónica, su dimensión de simbólica y su aspecto normativo, son un lugar donde el poder normalizador actúa, circula y ejerce sus efectos, al producir sujetos dóciles que reproducen el patrón heteronormativo.

En los baños públicos, que se bifurcan de acuerdo a la lógica binaria varón/mujer, se pueden detectar prácticas reiteradas que demarcan, circunscriben y diferencian a los cuerpos: Es lo que Butler, siguiendo a Foucault, denomina “ideal regulatorio”[2], es decir, la categoría de sexo es normativa, cuya materialización se impone y se logra mediante ciertas prácticas sumamente reguladas  (Butler, 2002).

Se pude apreciar que es sólo en los baños públicos en donde opera esta separación por sexo, ya que en los hogares los baños son un lugar sin distinción de sexo o género alguna. Pensando en Deleuze, es posible considerar que los baños públicos aparecen como un dispositivo que oscila entre las sociedades disciplinarias y las de control; es decir, por su disposición arquitectónica, hay algo de mini panóptico en los sanitarios públicos y, dado que son éstos un lugar de paso (y no de encierro) funcionan como un conjunto de tecnologías de género que legitiman la matriz heterosexual y la reproducen en el espacio público, algo que opera en las sociedades de control.

Por sus características, los baños públicos consolidan el imperativo heterosexual y obligan a definirte dentro de una lógica genitalocéntrica, la cual se basa en asimilar la genitalidad biológica de las personas con la identidad de género de las mismas. De este modo, las puertas de los baños funcionan como un agente de policía que exige identificación, sin lo cual no se puede seguir circulando o, en el caso de los baños, quedás afuera. No sólo funciona como depósitos de heces, sino que simultáneamente hacen una interpelación de género que reproduce la heteronormatividad y repudia lo otro. ¿A qué baño entran les transgéneres? Los baños públicos no toleran grises, o sea, aquello que esté por fuera del binario genitalocéntrico varón-pene/mujer-vagina.

Esta lógica de los baños públicos produce ciertas prácticas identificatorias, propias del sistema heteronormado, para tolerar algunas identidades sexuadas y excluir otras. De este modo se produce una matriz excluyente que, simultáneamente, genera lo que Butler denomina una esfera de seres abyectos[3].

Este texto se propone reflexionar en torno a esta funcionalidad y disposición de los baños públicos y plantea la necesidad de, siguiendo el deseo de la filósofa norteamericana, politizar la abyección y generar un retorno perturbador de la misma. Si donde hay poder, hay resistencia, subvertir el ideal regulatorio, que también opera al interior de los baños, es una forma de revelarse a ese imperativo. Por eso hay que politizar la abyección a través de la transgresión de la norma, citando mal a la misma, generando prácticas penadas, reproduciendo la anormalidad. En este sentido, la deconstrucción de los baños separados por séxo-género, la propuesta de sanitarios que no respondan a ninguna pauta heteronormativa, que funcionen como un espacio común, será acaso un retorno perturbador de la abyección.

EL PODER Y LOS BAÑOS

Un marco para el análisis

Al hablar de los baños públicos como unas tecnologías del poder para regular, demarcar y circunscribir los cuerpos a un ideal regulatorio que impera por una matriz heterosexual, es importante ahondar en aquellas ideas y categorías que dan marco a esta tesis.

El concepto de poder al que se alude en este escrito proviene de la obra de Michel Foucault, en particular de su etapa genealógica, el momento en el que presenta, describe y analiza la biopolítica.

Fue en su emblemático libro La voluntad del saber donde Foucault amplió su definición sobre el poder e introdujo las primeras ideas acerca de la biopolítica. El autor sostiene que si el lema durante el poder soberano era “hacer morir y dejar vivir”, en la etapa biopolítica se invirtió: “Hacer vivir, dejar morir”[4].

Foucault concibe al poder, más que como represivo, como algo productivo. Es un poder que produce hombres dóciles. En esta etapa, entre el siglo XVII y el XVIII, el poder estableció su fuerza en la vida y a lo largo de su desarrollo. El poder biopolítico se propuso como tarea, entonces, la administración de la vida, para lo cual se establecieron una serie de intervenciones y controles reguladores: “una biolpolítica de la población”[5]. Esto invade enteramente la vida.

A partir de la Biopolítica, Foucault plantea que el poder se ejerce más que se posee, que no hay el poder, sino relaciones de poder y que el poder no es algo localizable en un lugar fijo, sino que es algo que circula. Entonces, con la biopolítica se desarrollan un conjunto de dispositivos y técnicas que no sólo controlan la vida, sino que la administran, la calculan. Surge una tecnología anatómica y biológica, individualizante y especificante.

Este entramado de poder Foucault lo describió al interior de lo que llamó sociedades disciplinarias[6], las cuales, a su vez, serán el telón de fondo de lo que Deleuze denominó sociedades de control. Para Deleuze, las sociedades disciplinarias tuvieron su apogeo a principios del siglo XX y, tras una crisis, dieron paso a nuevas fuerzas que se instalaron lentamente y habilitaron las sociedades de control (Deleuze, 1991).

Al hablar de control, Deleuze se refiere a las formas ultra-rápidas de control al aire libre, que reemplazan a las viejas disciplinas que operan en la duración de un sistema cerrado[7].

El autor de La postada a las sociedades de control señala que los aparatos de control son diferentes “variaciones inseparables”, que forman un sistema de “geometría variable” cuyo lenguaje es numérico[8]. Deleuze sostiene que el sujeto controlado es un hombre “ondulatorio, en órbita sobre un haz continuo”. Mientras que la disciplina era de larga duración, infinita y discontinua, el control es a corto plazo y de rotación rápida, pero también “continuo e ilimitado”. Es ahí, en los espacios abiertos, donde el hombre circula, donde opera el control con sus técnicas.

Esta administración de la vida y producción de sujetos dóciles, que se ejerce en las sociedades disciplinarias y en las de control, produce toda una tecnología política del cuerpo. El cuerpo está también inmerso en un campo político. Las relaciones de poder lo convierten en una presa inmediata, lo cercan, lo marcan, exigen de él signos. Como sostiene Foucault, el cuerpo sólo se convierte en fuerza útil cundo es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido[9]. El poder produce un saber y poder y saber se implican mutuamente. En torno al sexo hay discursos y prácticas que se estableces como apodícticas y se normalizan.

Lectora de la obra de Foucault, es esa concepción biopolítica del poder la que le permite a Butler hablar del sexo como una categoría normativa, un “ideal regulatorio”. El mismo opera tanto en las sociedades disciplinarias como en las de control.

Tomando la teoría de los actos de habla de Austin, la filósofa planteó la existencia de una performatividad del género (Austin, 1981). Según la performatividad del género butleriana, no hay tal cosa como una identidad determinada por el sexo biológico, incluso no hay algo que pueda considerarse como sexo natural, sino más bien que el “sexo-género” forma parte de una construcción. Es la práctica discursiva la que produce los efectos que nombra. Y esto se produce bajo un imperativo heterosexual, en una lógica binaria del sexo biológico: varón, quien posee pene; mujer, quien posee vagina.

Para responder a las críticas que el constructivismo lingüístico francés le hizo a El género en disputa, Butler escribió Cuerpos que importan. Allí amplía su teoría de la performatividad del género e intenta vincularla con la materialidad del cuerpo. El sexo es una construcción ideal que se produce mediante un “proceso en el cual las normas reguladoras materializan el sexo y logran tal materialización en virtud de la reiteración forzada de esas normas”[10].

La autora también argumenta que las normas reguladoras del sexo actúan de un modo performativo que construye la materialidad de los cuerpos, para materializar la diferencia sexual en aras de consolidar el imperativo heterosexual. Butler refiere a que el imperativo heterosexual genera un proceso de “asumir” un sexo para permitir ciertas identificaciones sexuadas y excluir y repudiar otras. Eso da lugar a una matriz excluyente, que produce simultáneamente una esfera de seres abyectos: Aquellos que no son sujetos, pero forman un exterior constitutivo del campo de los sujetos.

Ese campo de abyección son zonas “invivibles” de la vida social que, sin embargo, “están densamente pobladas por quienes no gozan de jerarquía de sujetos, pero su condición es necesaria para circunscribir la esfera de los sujetos”. Entonces, esta concepción de Butler da lugar a que cada sujeto se conforme a través de esta forclusión, esta abyección que genera un exterior constitutivo: “Es un exterior que es interior al sujeto como su propio repudio fundacional”[11].

La obra de Butler permite repensar las categorías que se presentan como tradicionales del sexo, proponen una nueva dimensión de la filosofía de género, a partir de esta reformulación de su teoría de la performatividad. Es muy valioso el aporte de este texto, sobre todo a partir de su apuesta de “politizar la abyección”. Es este aspecto de su pensamiento el que es interesante recuperar para un texto que se propone analizar y deconstruir los baños públicos separados por sexo de acuerdo a la matiz heterosexual. En este sentido, a través de la vinculación planteada entre la materialidad del cuerpo y la performatividad del género, Butler comprende cómo aquello que fue excluido de la esfera del sexo podría producirse como un “retorno perturbador, como la ocasión de rearticular radicalmente el horizonte simbólico en el cual hay cuerpos que importan más que otros”.

Deshacer los baños públicos separados binariamente es deshacer, de alguna manera, el género, es politizar la abyección y producir un retorno perturbador de la misma. Hay que citar mal la norma, subvertirla, transgredirla. Hay que poner al inodoro patas arriba, como La fuente de Duchamp.

Disciplina fecal y control heteronormativo

Allí donde la arquitectura parece simplemente ponerse al servicio de las necesidades naturales más básicas, sus puertas y ventanas, sus muros y aberturas, regulando el acceso y la mirada, operan silenciosamente como la más discreta y efectiva de las tecnologías de género. Los baños públicos, que se presentan como lugares para desechar la basura corporal en los espacios urbanos, se han convertido poco a poco en “cabinas de vigilancia del género”.

En el siglo XX, hendidura entre la sociedad disciplinaria y la de control, el toilette se convierte en un conjunto de técnicas públicas de interrogación, en el que se inspecciona la identificación de cada cuerpo con las normas que regulan, demarcan y circunscriben la masculinidad y la feminidad. En sintonía con Butler, el sujeto se constituye a través de la fuerza de la exclusión y la abyección (Butler, 2002). Esa dinámica se da al interior de los sanitarios públicos a través de una disciplina fecal y un control heteronormativo:

  • Cada letrero, cartel, cada conversación y mirada; la forma y ubicación de los inodoros en cada baña, si sentado o si parado: La construcción del género opera también ahí, apelando a medios excluyentes, fijando una frontera, inculcando repetidamente una norma; lo humano se produce no sólo por encima y contra lo inhumano, sino también a través de una serie de forclusiones, de supresiones radicales a las que se les niega la posibilidad de articulación cultural[12].
  • La separación binaria de los baños responde a la matriz heterosexual que gobierna los cuerpos. La misma, se ha dicho, proviene de considerar al sexo como una categoría normativa, cuyo ideal regulatorio demarca y circunscribe a los sujetos, identifica cuerpos sexuados correctos y otros a los que es renuente y excluye. La norma del sexo ejerce su influencia en que se la “cite” como norma, aquí lo performativo en Butler. La materialización de esto ocurre porque el discurso realiza lo que pronuncia: Estos esquemas reguladores producen y conquistas los sujetos que sujeta. Es decir, esa sedimentación sólo se constituye como ley en la medida en que imponga las citas y aproximaciones llamadas “femeninas” y “masculinas”[13].
  • Cada categoría presume prácticas, “citas”, que corporizan el ideal regulatorio. En la puerta de cada baño público hay un cartel con una figura masculina o una femenina, como antinomia irreversible. Al baño de hombres entran caballeros, que tendrán ciertos atributos y comportamientos acordes a la masculinidad. Para garantizarlo, los retretes masculinos poseen mingitorios, en los que el varón mea erguido, exhibiendo lo “macho”. En el baño de mujeres sucede lo contrario.
  • Hacer pis parado públicamente es uno de los rituales constitutivos de la masculinidad heterosexual moderna. En cambio, en el baño de mujeres el control público de la feminidad hetero se ejerce por la sustracción de toda función fisiológica de la mirada pública (en una cabina cerrada, sentada, reproduciendo la privacidad del baño de casa)[14].
  • La disposición  arquitectónica  de  los  baños  actúa  como  una  auténtica “prótesis” de género que establece y regula las diferencias entre las funciones biológicas.
  • Mientras que los baños de mujeres funciona como un mini panóptico en el que las chicas se vigilan colectivamente, el de varones se presenta como un espacio propicio para la experimentación sexual, insinuará Preciado[15].

Más allá de las características físicas puntuales de cada baño, lo cierto es que son escenarios normativos de producción de la matriz heterosexual. Ir a evacuar sería lo de menos; entre las paredes de los baños se reafirmas los códigos de masculinidad y feminidad en el espacio público, que operaba en la sociedad disciplinaria y se re-adapta a las sociedades de control.

Tras bambalinas de la higiene pública para la recepción de los desechos orgánicos está latente una empresa de tecnología de géneros, que administra la vida de los sujetos, conforme a producir hombres dóciles, que se enrolen en este paradigma normativo.  No se pregunta si se entra para lo “primero” o lo “segundo”, si se está descompuesto o no, lo que importa es la interpelación por el género[16].

Toda “zona invivible” que forme parte de ese campo de seres abyectos queda excluido de los baños públicos. El “exterior constitutivo” se deja en la puerta del baño (o entra silenciado). Cada vestigio de subversión de la norma en el baño puede implicar un acto de discriminación, una burla. Para quienes habitan el mundo de la alteridad, ir al baño pude ser ciertamente tortuoso.

Citar mal la norma

Iván Coyote es un trans canadiense que se hizo mundialmente famoso luego de dar una charla TED en la que contó su experiencia a la hora de ir al baño como transgénero y propuso hagan baños “seguros” para todos, sin distinción de género[17].

Durante su alocución, el canadiense manifiesta la incomodidad que representa ir al baño público siendo trans: No se identifica ni como varón ni como mujer, es trans, ¿a qué baño entra? Ya están preformateados con la matriz heteronormativa, por tanto, la otredad se orina encima o se somete al ideal regulatorio. Por eso, citar desviar la cadena de citas y expandir la significación misma se trata de una politización de la abyección.

En la Argentina está en vigencia la Ley de Identidad de género (Nº 26.743) desde el 2012, la cual se asienta en una concepción cultural sobre los géneros y sexualidades e interpreta que las identidades de género se juegan en el terreno de la significación social y de las representaciones construidas sobre ellas; surge así la noción de “identidad de género autopercibida”. Esta ley es un cachetazo al ideal regulatorio de la matriz heterosexual. Sin embargo, de la legalidad a la legitimidad hay un trecho importante.

Dentro de la batalla cultural se tiene que deconstruir aquellas prácticas sedimentadas que aún operan para gobernar a los sujetos. En ese sentido, la propuesta de baños públicos sin disociación sexo-género parece una apelación a la cita desviada, subvertida; es una resignificación, que politiza la dimensión simbólica y la abyección, haciendo que en un espacio otrora segregado binariamente sea entonces un espacio común para el encuentro con el otro.

El mismo año de la aprobación de la ley de Identidad de género, la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata emitió una resolución en la cual establecía a los baños como un espacio común, sin separación de género. Luego se sumaron la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA, la Universidad de Cuyo y Psicología de la Universidad de Córdoba. En el 2018 también hubo una experiencia efímera en una secundaria de El Talar, en Tigre. En este último caso, un inspector pidió volver atrás con la medida, y la directora del establecimiento presentó la denuncia al INADI por discriminación.

De estos casos citados, es interesante ahondar someramente en el de La Plata, por ser pionero y por plantear algunas ideas interesantes que aportan a la politización de la abyección y la resignificación de la cita. La primera de ellas es la de considerar al baño público como un “espacio de uso común”, en vez de “mixto” o “unisex”; la segunda es que visibiliza las prácticas discriminatorias y politiza la dimensión simbólica; y tercero que entienden a esta propuesta como una “solución transformativa”, Fraser mediante, y no afirmativa[18].

La idea de entender a los baños como un “espacio de uso común” es interesante en principio porque lo ve como una política que no restringe sino que amplía derecho y, luego, porque se desmarca de lo binario a hablar de “común” y no de “mixtos” o “unisex”; se transgrede la cita, se la desvirtúa, ya que la despoja identificación sexo-genérica alguna. Esta decisión surge en el marco de la ley de Identidad de género, que nace a partir de visibilizar y reconocer las prácticas discriminadoras propias del ideal regulatorio del imperativo heterosexual; todo esto termina por politizar la dimensión simbólica en torno a la política del baño, ya que la iniciativa saca el sexo y el cuerpo de la “naturaleza” para ubicarlo en el juego de la producción sociocultural de la significación[19] .

Paula González Ceunink analizó el caso de los baños públicos como espacio de uso común en la UNLP y consideró que era una “medida justa”. Siguiendo la idea de justicia en Nancy Fraser, González Ceunink menciona las nociones de soluciones afirmativas –en cuya resolución de la injusticia reafirma el orden-y soluciones transformativas –proponen un nuevo modelo-. Para la autora, la medida adoptada constituye una solución transformativa de la injusticia cultural a la que estaban expuestas las personas trans que debían concurrir a los baños para varones o mujeres, ya que “la definición del uso común de los baños implica el borramiento de la distinción binaria sexo-genérica, en contraposición a una potencial solución afirmativa de reconocimiento que reafirmaría el sistema” de la matriz heteronormativa[20].

REFLEXIONES FINALES

Baños que importan

A lo largo de estas líneas se analizó a los baños como un espacio público en el que el poder del ideal regulatorio opera mediante un conjunto de prácticas que se rutinizan en pos de controlar, demarcar y circunscribir los cuerpos que gobierna.

A su vez, el escrito describió de qué forma la disposición, arquitectura y rituales de los baños públicos constituyen unas tecnologías de género que reafirman las pautas de la feminidad y la masculinidad en el espacio público. Los baños son escenarios regulatorios que de forma latente reproducen la matriz heterosexual y excluye a aquellas identificaciones sexuadas que se distancian de la norma.

Desde la perspectiva foucaltiana de la biopolítica, se consideró al poder como algo que circula, que se ejerce más que se posee, y que está en todos lados; y cómo las relaciones de poder se inclinan a la administración absoluta de la vida, hasta en lo más íntimo del sujeto, como es ir al baño. Se producen hombres dóciles y productivos, que encajen en un imperativo heterosexual.

El dispositivo del baño es también un mecanismo de control, que oscila entre la sociedad disciplinaria y la de control que postula Gilles Deleuze. Este ideal regulatorio que se registra en el baño, que en su arquitectura tiene trazos de panóptico, se ejerce con una regulación de “formas ultrarrápidas” de control al aire libre, en un espacio público como son los baños.

La producción eficaz de la matriz heterosexuada depende de la separación imperativa y binaria de los baños, siguiendo criterios genitalocéntrico-biológicos. Así, la arquitectura funciona como una “verdadera prótesis de género” que produce y fija las diferencias entre tales funciones biológicas. Se describió, asimismo, dos lógicas antinómicas que operan en los baños de mujeres y en los de varones. Uno de los rituales constitutivos de la masculinidad heterosexual moderna es hacer pis parado. En cambio, en el baño de mujeres el control público de la feminidad hetero se ejerce por la sustracción de toda función fisiológica de la mirada pública.

En consonancia con el enfoque de la performatividad del género de Judith Butler se sostuvo que la construcción del género opera también en el baño, apelando a medios excluyentes, fijando una frontera, inculcando repetidamente una norma; “lo humano se produce no sólo por encima y contra lo inhumano, sino también a través de una serie de forclusiones, de supresiones radicales a las que se les niega la posibilidad de articulación cultural”. En esta línea, se dijo también que la separación binaria de los baños responde a la matriz heterosexual que gobierna los cuerpos. La misma proviene de considerar al sexo como una categoría normativa.

Un retorno perturbador: Politizar el baño

Escapar al régimen de género de los baños públicos es desviar la cadena de “citas” que gobiernan los cuerpos dentro del ideal regulatorio del imperativo heterosexual. Si existe cierto desafío normativo de este artículo, ese es el de desafiar la segregación sexual que la disposición arquitectónica de los baños públicos impone.

Un legado clave de la obra de Butler es su vocación política y la dimensión normativa de muchos de sus textos. A través de la vinculación planteada entre la materialidad del cuerpo y la performatividad del género, la autora se propone comprender cómo aquello que fue excluido de la esfera del sexo podría producirse como un “retorno perturbador, como la ocasión de rearticular radicalmente el horizonte simbólico en el cual hay cuerpos que importan más que otros”.

Se cita a continuación un fragmento de la introducción de Cuerpos que importan: “Politizar la abyección (…) es esencial para crear el tipo de comunidad en la que no sea tan difícil sobrevivir con sida, en la que las vidas queer lleguen a ser legibles, valoradas, merecedoras de apoyo, en la cual la pasión, las heridas, la pena, las aspiraciones sean reconocidas sin que se fijen los términos de ese reconocimiento en algún otro orden conceptual de falta de vida y de rígida exclusión”[21].

La posibilidad de deshacer los baños públicos de la lógica binaria sexo-genérica se presenta como una oportunidad para dar una solución transformativa, que subsane una injusticia sociocultural perenne. El ideal regulatorio no es algo fijo, sino que inestable. Romper y resignificar la cadena de citas que lo sedimentan es abrir el camino para rearticular las fronteras de lo simbólico en torno a cuáles son los cuerpos que merecen ser llorados.

Despojar de toda distinción sexuada binaria a los baños es repolitizar el espacio público y producir una resistencia allí donde el poder obtura la otredad e invisibiliza la segregación sexual. Aquello que fue excluido de la esfera del imperativo heterosexual puede producir un retorno perturbador, expandiendo la significación simbólica, transgrediendo la norma y poniendo al inodoro patas arriba.

Si no es posible deshacer el género todo de un pestañeo, será bueno comenzar por el baño, un lugar excluyente que puede transformarse para propiciar el encuentro con el otro.

 

BIBLIOGRAFÍA

AUSTIN, John. Cómo hacer cosas con palabras, Madrid, Ediciones Paidós, 1982. BUTLER, Judith. Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales del sexo, Buenos Aires, Paidós, 2002.

DELEUZE, Gilles. Posdata sobre las sociedades de control, en Christian Ferrer, El lenguaje literario, Montevideo, Editorial Nordan, 1991.

FOUCAULT, Michel. Historia de la sexualidad. 1 La voluntad del saber, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2002.

————————— Clase del 10 de enero de 1979, en Nacimiento de la Biopolítica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007.

————————— Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2008.

GONZÁLEZ CEUNINCK, María Paula. La política de los baños. Repercusión mediática sobre una medida justa, La Plata, revista Trampas de la comunicación y la cultura, 2013. PRECIADO, Paul. Basura y género. Mear/cagar. Masculino/femenino, Madrid, revista Parole de Queer, 2009.

 

Citas periodísticas y audiovisuales

CLARÍN. Inauguraron el primer baño mixto en una escuela pública bonaerense, Buenos Aires, Clarín, 2018. https://www.clarin.com/sociedad/inauguraron-primer-bano-mixto-escuela-publica-bonaerense_0_SyQTEdtoM.html

COYOTE, Ivan. We all need a safe place to pee, Vancouver, TEDxVancouver, 2015. https://www.youtube.com/watch?v=wUKAVcj9NVA

INFOBAE. Polémica: habrá baños mixtos en la facultad de Periodismo de La Plata, Buenos Aires, Infobae, 2012. https://www.infobae.com/2012/06/06/651821-polemica-habra-banos-mixtos- la- facultad-periodismo- la-plata/

LA NACIÓN. ¿El fin de los baños separados para hombres y mujeres? Las nuevas instalaciones tienden a los mixtos, Buenos Aires, La Nación, 2017. https://www.lanacion.com.ar/2058518-cada-vez- mas- universidades-publicas- instalan-banos-mixtos

LA NACIÓN. La Facultad de Arquitectura de la UBA habilitó baños mixtos, Buenos Aires, La Nación, 2017. https://www.lanacion.com.ar/2051800-para-el- inadi-que- la-uba-tenga-un-bano- mixto-puede-servir-como- modelo-para-otras- instituciones

 

 

 

[1] Véase Preciado, Paul, Basura y género, 2009, p. 1.

[2] Butler, Judith, Cuerpos que importan, 2002, pp. 17-19: “La categoría de sexo es, desde el comienzo, normativa; es lo que Foucault llamó un ideal regulatorio. (…) el ‘sexo’ no sólo funciona como norma, sino que además es parte de una práctica reguladora que produce los cuerpos que gobierna”.

[3] Ibíd., pp. 19-20: “Lo abyecto designa aquí aquellas zonas invivibles, inhabitables de la vida social que, sin embargo, están densamente pobladas por quienes no gozan de la jerarquía de los sujetos, pero cuya condición de vivir bajo el signo de lo invivible es necesaria para circunscribir la esfera de los sujetos”.

[4] Foucault, Michel, La voluntad del saber, 2002, p. 128.

[5] Íbid., pp. 131-132.

[6] Cf. Foucault, Michel, Vigilar y castigar, 2008, pp. 155-261.

[7] Deleuze, Gilles, Posdata sobre las sociedades de control, 1991, p. 7.

[8] Íbid., p. 2.

[9] Foucault, 2008, op. cit., p. 35.

[10] Butler, 2002, op. cit., p. 18.

[11] Íbid., p. 20.

[12] Íbid., p. 26.

[13] Íbid., p. 37.

[14] Preciado, 2009, op. cit., pp. 1-5.

[15] Íbid.

[16] Íbid., Preciado dirá que “cada momento de expulsión de un desecho orgánico sirve como ocasión para reproducir el género (binario, heteronormado)”.

[17] Véase la charla TED “We all need a safe place to pee”, de Ivan Coyote, 2015, en https://www.youtube.com/watch?v=wUKAVcj9NVA

[18] Véase el análisis del caso de La Plata en González Ceuninck, La política de los baños. Repercusión mediática sobre una medida justa, 2013.

[19] González Ceuninck, 2013, op. cit., p. 28.

[20] Íbid., p. 34.

[21] Butler, 2002, op. Cit., p. 47.

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