Vuelve Lula. ¡Viva Lula!
Lula livre

Por Amílcar Salas Oroño (UNPAZ/UBA)

Lula libre. Lula livre. Con “b” o “v”, da lo mismo. Se entiende. Es un significado compartido más allá de la ortografía. Al leerlo, a todos se nos viene a la mente alguna de esas miles de imágenes de su liberación. El personaje en cuestión: sonriendo, abrazado, en andas, exultante. Su nueva libertad personal despierta en otros, terceros, algo medio indescifrable, del orden del alivio y la revancha; algarabía por el fin de una injusticia, proximidad por el padecer de su causa. Lula es uno de esos liderazgos que -no siempre ni en todos sus movimientos- ha generado y genera cercanía. Entró caminando a la prisión de Curitiba, salió caminando. De a pie. Entro más viejo, salió más joven. Al día siguiente volvió al Sindicato de los Metalúrgicos, a su micrófono. Prometiendo un poco lo de siempre: caminar. Caminar Brasil.

Lula siempre entendió que a los de abajo, les toca caminar. Ir al encuentro de los mejores destinos. Tan sencillo y político como eso: ir. Como Evo, otro caminante. El movimiento como principio de toda dialéctica humana. Sin tanto programa, más bien acción. El de programa, programa era más que nada su hermano, el que lo socializó en la política. En la vida de película de Lula, él mismo siempre está, digamos, en un primer plano, yendo. Yendo y viniendo para negociar algo: salarios con la Wolksvagen, que lo reciba el Papa Juan Pablo II, una lista electoral con Brizola o una tregua financiera con el FMI. Manija. Siempre dale que va. Caminando. De punta a punta varias veces el Brasil (y eso que ahí las distancias no son poca cosa): debe ser el político brasileño que mejor conoce su propio suelo, por lejos; quizás por eso mismo hasta hace pocos días estaba preso; alguna relación debe haber. Desde niño que anda deambulando por el país: de Pernambuco a Santos, con su madre y los hermanos, para ver si encontraban a un padre que se había perdido del hogar. Por las rutas del sur, como hace dos años, cuando muy poquito antes de que lo encarcelaran intentaba quebrar la naturalización golpista propuesta por Temer y le balearon el micro; así, sin más, como en una película, pero de cowboys.

Siempre rodeado de compañeros luminosos, capítulos bravos y queribles de ese fértil Brasil contemporáneo que, si no hubiera estado él en el medio, quizás nunca se hubieran cruzado; un perfecto caso de estudio para Laclau: Chico Mendes, Mano Brown y Marilena Chauí en un mismo Partido dos Trabalhadores. No podría ser de otro equipo que no sea del Corinthians, el Timão, el de la Democracia Corinthiana, emblema de la lucha contra la última dictadura; su opuesto, Bolsonaro, es de la contra, el Palmeiras, el equipo de los viejos fascistas italianos que se radicaron en San Pablo. Durante todos estos setenta y pico de años Lula fue y vino, y en el trayecto siempre lo midieron con lupa: qué cuantos gramos de izquierda, qué cuantos de desarrollista, qué cuanto de conservador. No le faltó ni tiempo ni diccionario a la prensa canalla para su campaña de difamación; con Lula hicieron un Doctorado de malos hábitos y zafaduría. Más tarde vendría eso mismo pero bajo un dispositivo más perfecto: Lula paradigma del lawfare, con el encierro del que ahora salió. Unos procesos judiciales absurdos, sin pruebas, con reglas procesales distorsionadas y por las cuales los abogados defensores, con justo argumento, seguirán batallando hasta el final. Ahora salió, pero falta su inocencia.

En el andar se ha metido en tantos lugares del planeta que, más allá del modelo de diplomacia altiva y activa que reinauguró (con la batería de instituciones de integración supranacionales creadas, UNASUR a la cabeza) sin proponérselo se convirtió en un líder mundial, si es que existe algo parecido; bastante menos fugaz que el cantante Bono, por eso también la sentida emoción globalizada de su liberación. Llevó empresas a África, granos a la India, puertos al Caribe; hasta se convirtió en negociador nuclear con Irán. Original, también le fueron con la gimnasia de la comparación: ¡es el Walesa brasileño! ¡el Mandela brasileño! ¡el Perón brasileño! Lula es Lula, punto. Cumpliendo las tareas del momento: si hay que hablar en el Foro Social Mundial y en Davos la misma semana, se habla y listo; que otros carguen con las contradicciones. Si hay que ir a elecciones, se va a elecciones, y si hay que ir a elecciones después de haber perdido tres veces, también; es lo que hay. Ganó dos, y si hubiera competido en la última, quién sabe (seguro que ganaba). Lula está libre, o livre. En un idioma u otro, se entiende. Y el hombre dice que quiere volver a caminar, todo un rock and roll. Brasil necesita como nunca el caminar de Lula, para cortar el oprobio de este tiempo Bolsonaro y frenar las tendencias en curso. América Latina también lo necesita. Y quizás otras latitudes. Vuelve Lula ¡Viva Lula!

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