Dossier Especial
G20 en Argentina

Entrevistas a Leandro Morgenfeld, María Cecilia Míguez, Carlos Bianco, Pablo J. López y Cecilia Nahón

La realización de la reunión del G20 en nuestro país ha trastocado las circulaciones cotidianas y captura la atención mediática de la hora. Más allá de asuetos, restricciones en las calles y anécdotas diplomáticas ¿Qué se pone en juego durante este encuentro internacional?

Bordes consultó a cinco analistas sobre los siguientes interrogantes ¿Cuál es el significado político de la presencia del G20 en Argentina? ¿Cuáles son los intereses del gobierno Argentino en esta cumbre? ¿Cómo impactan las decisiones del G20 en la vida de los pueblos? ¿Qué posibilidades tienen los movimientos sociales y las fuerzas populares de resistir a las políticas del G20 y qué capacidad de establecer una agenda global alternativa? ¿Cuáles serían los principales puntos de esa agenda global alternativa?


“Los movimientos sociales, las fuerzas populares, no solamente resisten las políticas del G20 sino que tienen el gran desafío, y están haciéndolo, de proponer una agenda global alternativa. ”

Leandro Morgenfeld

Doctor en Historia. Profesor UBA. Investigador Adjunto del CONICET. Dirige el sitio www.vecinosenconflicto.com

 

1. ¿Cuál es el significado político de la presencia del G20 en Argentina?

El significado político de la presencia del G20 en Argentina tiene que ver con la apuesta que hizo Macri cuando ofreció a la Argentina como sede, en el 2016, de tratar de usufructuar la reunión del G20 para mostrar hacia afuera y hacia adentro una inserción internacional y un modelo político, económico y social exitoso, que venía a enterrar la mala experiencia populista de los años anteriores. Esos deseos de Macri chocan hoy con dos grandes realidades.

La primera es la crisis del propio sistema global a partir del Brexit, la elección de Trump, la emergencia de distintos dirigentes y líderes xenófobos, racistas, o que impugnan la globalización neoliberal -al menos discursivamente-, a los cuales ahora se suma Bolsonaro. Tiene que afrontar un sistema multilateral en crisis que, por ejemplo, en la última asamblea del G20, en la del G7 de junio de este año o en la de la PEC la semana pasada, no pudo siquiera terminar con una declaración conjunta final consensuada. Lo segundo es tratar de utilizar justamente el encuentro del G20 para legitimar su política de ajuste hacia adentro. Van a decir que el Fondo Monetario Internacional, la OCDE -a la que aspira a ingresar el gobierno de Macri, que Argentina sea aceptada como lo fue Colombia-, los mega acuerdos de libre comercio, esta apertura y desregulación económica, son el único camino posible y es lo que el mundo viene a ponderar como exitoso por parte de la Argentina. Esa es la operación política que, a su vez, legitima un esquema represivo interno. Con la excusa de la lucha contra el terrorismo y las nuevas amenazas globales, remilitarizar la Argentina y ubicar a las protestas sociales, ya sea de docentes, de trabajadores, de estudiantes, de pueblos originarios, de organizaciones ambientalistas, como desestabilizadores a los cuales no hay que darles respuestas, si no reprimirlos oponiéndolos al resto de la sociedad.

2. ¿Cuáles son los intereses del gobierno argentino en esta cumbre?

Los intereses del gobierno argentino en esta cumbre son ahora mucho más modestos de los que tenía originalmente. Hoy en día se contentan, primero, con evitar un papelón como el del fin de semana pasado cuando no pudo jugarse la final de River y Boca; es decir, que no se les vaya de las manos la situación de la seguridad. Que las movilizaciones que va a haber no terminen en un enfrentamiento virulento con la policía, lo cual dependerá del gobierno argentino en relación a garantizar el derecho a la manifestación democrática y no hacer un papelón internacional en ese sentido. Lo segundo es tratar de arribar, aunque sea lo más lavada posible, a una declaración final conjunta, cosa que hoy está en duda porque requiere de una gimnasia lingüística muy aceitada. Ya se filtró un primer borrador -en realidad hay varios dando vueltas- que va a ser sólo de tres páginas, absolutamente ambigua e insustancial, para tratar de contener ahí a todos los países y que no termine como la de Hamburgo, donde finalmente no fue firmada por todos por la negativa de Trump a condenar el proteccionismo y también por la cuestión del cambio climático. Esos son los dos temas centrales a pesar de que no son los que puso el gobierno argentino en la agenda de discusión.

Si evita cualquier escándalo de los que hoy atraviesan el escenario internacional, si logra que se firme una declaración conjunta y que no termine en un gran desastre el tema de la seguridad, el gobierno va a salir a vender el éxito de su gestión en esta cumbre del G20, y va a tratar de usufructuar todas las imágenes de Macri con líderes de todo el mundo como esa reinserción internacional exitosa de la que hablábamos antes.

También va a afirmar o va anunciar algunas cosas muy limitadas que tienen que ver con la ya recurrente promesa de nuevas inversiones y de acercamiento con distintos países, con el avance en negociaciones por los mega acuerdos de libre comercio -que tampoco terminan nunca de consolidarse, como el de Mercosur-Unión Europea, que sigue paralizado-; con que Estados Unidos no sólo va a dar más crédito para nuevas inversiones sino que va a permitir que se exporte carne a ese mercado, que en realidad es una cosa que ya en 2015 ganó Argentina, una cuestión técnica por la cual Estados Unidos también va a exportar más carne hacia el país. Va a anunciar que se va a poner en estudio el tema de las sanciones contra el biodísel argentino. Pero son todas cosas más del orden del marketing que del orden de lo concreto que pueda conseguir el gobierno argentino de acá al fin del G20.

3. ¿Cómo impactan las decisiones del G20 en la vida de los pueblos?

Las decisiones del G20 impactan en la vida de los pueblos porque más allá de los títulos pomposos o muy lindos que puedan sonar en la discusión de las temáticas, en realidad el G20 sigue fundamentalmente con la agenda del G7, de los países más desarrollados, que tiene que ver con la desregulación económica, con la apertura comercial, con darle más derechos y garantías a la inversión extranjera, a las grandes compañías y corporaciones trasnacionales, y menos capacidades de los Estados de regular cualquier actividad económica, menos capacidad los trabajadores de defender sus derechos laborales y los derechos sociales. Este tipo de política económica o de sistema cada vez más desregulado, lo que hace es profundizar las asimetrías, tanto las asimetrías entre países más y menos desarrollados, como las asimetrías en cada uno de los países. Los que más ganan tienen cada vez más y los que menos ganan tienen cada vez menos. Esta es una tendencia histórica del capitalismo, pero profundizada en las últimas décadas a caballo de esta desregulación económica, que es lo que se persigue en estas instancias como el G20. La profundización de un esquema extractivista, en el caso de la Argentina y de la región, de la extracción de los bienes comunes de la tierra, además de consecuencias sociales muy regresivas, provoca o ahonda el desastre ecológico al cual está llevando el sistema capitalista. Así que es absolutamente perjudicial la agenda oficial para la mayor parte de los pueblos, y sobre todo para los pueblos de los países no desarrollados, del tercer mundo, del sur global, o no centrales, como los querramos llamar.

4. ¿Qué posibilidades tienen los movimientos sociales y las fuerzas populares de resistir a las políticas del G20 y qué capacidad de establecer una agenda global alternativa?

Los movimientos sociales, las fuerzas populares, no solamente resisten las políticas del G20 sino que tienen el gran desafío, y están haciéndolo, de proponer una agenda global alternativa. Es decir, creemos nosotros que para construir ese “otro mundo posible” se requieren algunos “NO” importantes, por ejemplo en Argentina cuando le dijimos No Al ALCA, ese mega proyecto hegemónico que Estados Unidos quería imponer en toda la región. Ese No Al ALCA fue muy importante, ese triunfo de los pueblos en el 2005 permitió durante un período avanzar en procesos de cooperación y coordinación política a nivel regional, y también en algunos proyectos de integración alternativa. Con muchos límites, pero fue el momento donde se pudo empezar a construir una cierta coordinación política que permitió vincularse con las potencias de una manera menos asimétrica y menos dependiente, más autónoma. Va a haber además de la movilización del día 30, una semana de acción global con cantidad de actividades donde se van a discutir estas agendas alternativas. En el marco de esa semana de acción global, como se hizo en Mar del Plata en el 2005, y en muchas de las cumbres de este tipo, el 28 y 29 de noviembre se realizó la Cumbre de los Pueblos. Esta Cumbre no sólo critica los ejes de la Cumbre oficial sino que propone alternativas. Entonces tenemos un foro de los pueblos originarios, un foro de los migrantes, un foro feminista contra el libre comercio y contra el G20, un foro sindical, un foro de defensa de la educación pública, un foro de la deuda, un foro de bienes comunes, contra el extractivismo. Es decir en cada uno de los temas de la agenda se proponen una serie de alternativas, de medidas para tomar hacia adelante, de agendas que hay que impulsar desde abajo para modificar este mundo que está en una catástrofe humana y una catástrofe ecológica.

5. ¿Cuáles serían los principales puntos de esa agenda global alternativa?

Dentro de los puntos de la agenda global alternativa, por supuesto que las organizaciones sociales y políticas que participan del movimiento, por ejemplo de la confluencia “Fuera G20 Fuera FMI”, tienen distintas perspectivas. Los que basan su accionar o tienen una impronta específicamente antineoliberal, creen que se puede construir otro modelo distinto al neoliberalismo dentro del orden capitalista. Hay otros que tienen una perspectiva antiimperialista, es decir, la única manera de construir otro tipo de agendas es rompiendo los lazos de dominación imperial. Para eso se requiere un proyecto de integración regional, una cooperación con otros países con similar nivel de desarrollo a nivel global, etc. Hay otro grupo de organizaciones que además de eso tiene una perspectiva anticapitalista, dicen que no se puede construir dentro del capitalismo ese otro mundo que queremos. Y allí hay otra diversidad, hay algunos que tienen una perspectiva más específicamente antiextractivista, otros que tienen una perspectiva feminista, y en muchos casos se vinculan esas distintas luchas o perspectivas. Una agenda global alternativa me parece que tiene que cuestionar no solamente la deriva del capitalismo en los últimos 30 o 40 años, lo que se conoce como el período de fuerte ofensiva del capital sobre el trabajo, la etapa neoliberal de los ‘70 para acá, sino pensar y construir una perspectiva anticapitalista y socialista en términos muy, muy generales. Pero la única manera de pensar que no se sigan apropiando unos pocos de lo que construyen, lo que desarrollan y lo que crean las grandes mayorías en todo el mundo, es pensar en un horizonte postcapitalista.


“La movilización y la organización social es la única garantía para evitar la aplicación de políticas que perpetúan el hambre y la destrucción de nuestros pueblos.”

María Cecilia Míguez

Licenciada en Ciencia Política y Doctora en Ciencias Sociales por la UBA, Docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e Investigadora Adjunta del Conicet. Especialista en Historia Económica y de las Políticas Económicas.

 

1. ¿Cuál es el significado político de la presencia del G20 en Argentina?

Las tres principales economías latinoamericanas Argentina, Brasil y México, estuvieron presentes en el G 20 desde sus inicios en 1999. Recordemos que se trata de un foro que surge para consensuar principalmente políticas respecto de las finanzas internacionales, por eso incluyó como protagonistas a los ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales. La propuesta del gobierno de la alianza Cambiemos de ser sede del G 20 fue de la mano con la de ser también el anfitrión de la OMC, como sucedió el año pasado. El objetivo político era y es presentar una Argentina “abierta al mundo” a contramano del supuesto aislacionismo de los gobiernos anteriores. Este argumento falaz (la Argentina no se encontraba aislada, sí en todo caso relativamente fuera de los mercados de capitales) hace pie en una tradición histórica argentina que condena cualquier tipo de distanciamiento de las potencias tradicionales, calificándolo de aislacionista. Sin embargo, es cierto que el gobierno de Macri fue muy bien recibido en los ámbitos financieros de las potencias y bancos occidentales, constituyó una garantía para evitar el avance de los “populismos” en la región y en particular fue visto por algunos sectores dentro de la UE como la posibilidad de avanzar en el (fallido) acuerdo con el Mercosur.

Una Argentina impulsora del multilateralismo, de la apertura comercial, dispuesta a aceptar todas las reglas de juego de los países del mundo desarrollado, es un anfitrión muy afin a los intereses -aunque sean contradictorios- de esas potencias.

2. ¿Cuáles son los intereses del gobierno Argentino en esta cumbre?

El gobierno de la alianza Cambiemos inscribe la organización del G 20 en una política exterior en clave económica, que es aperturista en términos comerciales, promotora de la desregulación y de la llegada de inversiones extranjeras en condiciones de privilegio, del multilateralismo, aún en el contexto de la crisis de la globalización y de la propia preocupación de algunas de las potencias por el empleo y la guerra comercial. A diferencia de aquella lectura que hiciera el gobierno actual del mundo en 2016, cuando se propuso como sede, el Brexit, Trump, el fracaso de la OMC, son la tónica de esta cumbre internacional. La intención es mostrar la voluntad de acoplarse a las dinámicas de los países centrales (casi tanteando a ciegas un terreno muy complejo y cambiante) a través de gestos de conciliación, considerando que ello podrá redundar en beneficios económicos. Esa estrategia no es nueva en la Argentina, y nuestra historia demuestra que los gestos políticos y diplomáticos de alineamiento no necesariamente devienen en concesiones por parte de las potencias, y sí tienen claros perjuicios en la política internacional del país.

Su agenda no discute en ninguno de sus tres puntos esenciales (“el futuro del trabajo”, “infraestructura para el desarrollo” y “un futuro alimentario sostenible”) las asimetrías del sistema internacional. El objetivo parece ser más bien el de evitar la confrontación y los temas ásperos, para continuar mostrando una agenda “de puertas abiertas”, que significa una Argentina dispuesta a otorgar infinitas concesiones a cambio de muy poco o nada, como lo demostraron sus negociaciones comerciales con Estados Unidos (limones y biodísel) y con la Unión Europea, en oportunidad del fallido acuerdo entre ésta y el Mercosur.

La Argentina pretende ser la interlocutora de una región que ya no discute sino que se acopla a las reglas de juego que discuten otros, y que incluso pueda ser bastión de los Estados Unidos contra Venezuela.

3. ¿Cómo impactan las decisiones del G20 en la vida de los pueblos?

Las recomendaciones del G 20 respecto de la economía global, por ejemplo, tuvieron en efecto un impacto negativo en la crisis que la Unión Europea atravesaba. Eso se vio claramente entre 2011 y 2012, donde se hizo foco en la restricción fiscal y en las reformas estructurales. La Argentina fue a contramano de esas recomendaciones y logró capear de un modo más efectivo la crisis económica que si las hubiese adoptado acríticamente. Se trata de un foro donde se elaboran y promueven los intereses del capitalismo global, hoy totalmente signado por una recrudecida competencia, proponiendo nuevamente ajustes fiscales y reformas laborales que atentan contra conquistas de los trabajadores. Podemos decir que los planes concretos de ajuste y hambre que castigan a los pueblos, se elaboran y justifican también en este tipo de foros.

4. ¿Qué posibilidades tienen los movimientos sociales y las fuerzas populares de resistir a las políticas del G20 y qué capacidad de establecer una agenda global alternativa?

Las cumbres estuvieron marcadas en todas las oportunidades por expresiones sociales contrarias, en algunos casos más fuertemente que en otros. Lo cierto es que más allá de los resultados en el corto plazo, la movilización y la organización social es la única garantía para evitar la aplicación de políticas que perpetúan el hambre y la destrucción de nuestros pueblos. Son también la llave para que los gobiernos locales estén al menos presionados para responder a esas demandas.

5. ¿Cuáles serían los principales puntos de esa agenda global alternativa?

El aporte de los países dependientes como la Argentina en este tipo de foros sólo puede ser relevante en la medida que logre discutir el statu quo de las relaciones en el sistema internacional. Es decir, en tanto logre poner en debate las asimetrías de un orden profundamente injusto. Por ejemplo, en 2014, en la cumbre realizada en Australia, la Argentina había elaborado una propuesta para tratar la problemática de la reestructuración de las deudas soberanas, y al año siguiente, en la cumbre de Turquía, el documento final incluyó un párrafo que refería a esta temática, y a la necesidad de implementar acciones colectivas ante los riesgos que representan los fondos buitres sobre los procesos de reestructuración de dichas deudas. Es un ejemplo concreto donde vemos la diferencia de perfil y de la agenda argentina, que funcionaba en forma conjunta con Brasil, y que sin duda distaba mucho de la actual.

No creo que exista una “agenda global” alternativa. La agenda alternativa no será global, sino de los países oprimidos del sistema internacional y de quienes se vean identificados con esas demandas. Países que se encuentren en situación de paridad o similar respecto de una problemática específica. Y debería incluir la importancia de la recuperación de los resortes soberanos de los Estados nacionales periféricos y -nuevamente-  el tratamiento de las deudas, así como la revisión general de los Tratados Bilaterales de Inversión.

Un eje central sería la protección de los recursos naturales e incluso una discusión de la relación entre las comunidades y la naturaleza, entendida no solamente como recurso. Los países latinoamericanos son en este contexto objeto de la expoliación por parte de las potencias del sistema internacional, incluida China, condenados al monocultivo en muchos casos y a economías extractivas.


“Es harto necesaria una agenda crítica y con reales pretensiones de transformación de la economía mundial, del sistema financiero internacional y del sistema multilateral de comercio, de modo de avanzar a un esquema efectivo de desarrollo global, que contemple los intereses de las mayorías populares en general y de los trabajadores y las trabajadoras en particular. ”

Carlos Bianco

Docente-investigador de la UNQ. Asesor de la CTA de los Trabajadores. Ex Secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería argentina.

 

1. ¿Cuál es el significado político de la presencia del G20 en Argentina?

Argentina forma parte del “G20 de Ministros” desde 1999 y del “G20 de Líderes” desde 2008, algo positivo, ya que nos permite ejercer la representación de los intereses no sólo del pueblo argentino sino también de los países de la región. En abstracto, que la “Cumbre de Líderes” tenga lugar en Buenos Aires no se trata necesariamente de algo problemático. Como podemos recordar, fue justamente durante la “IV Cumbre de las Américas” realizada en nuestro país que nuestros líderes regionales aprovecharon la “localía” para dar vuelta la agenda de discusiones y declarar posteriormente el fin del proyecto de dominación estadounidense sobre la región, el “Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA). Los verdaderos problemas con esta “Cumbre de Líderes del G20” son tres: i) el carácter neoliberal, anti-popular, represivo y entreguista del gobierno de Mauricio Macri, lo que nos asegura que no se van a plantear ni a defender los intereses del pueblo ni de la clase trabajadora argentina; ii) la agenda planteada por el gobierno de Mauricio Macri, que no incluye los debates necesarios de la economía global ni las urgencias particulares de los países periféricos; iii) la presencia en nuestro país de líderes mundiales neoliberales, fascistas y/o anti-populares, cuya máxima expresión son el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el ilegítimo presidente actual del Brasil, Michel Temer.

2. ¿Cuáles son los intereses del gobierno argentino en esta cumbre?

Durante 2018, Argentina detenta la presidencia del G20. En dicho marco, nuestro país ha propuesto una agenda de temas que, si bien no dejan de ser discusiones importantes y relevantes para pensar el largo plazo del sistema capitalista, claramente no toma en cuenta ni la agenda histórica del G20 ni las discusiones más relevantes que están teniendo lugar en el ámbito internacional. Los temas que ha propuesto el gobierno de Macri son “el futuro del trabajo”, “la infraestructura para el desarrollo” y “un futuro alimentario sostenible”. Se trata de una agenda inodora, incolora e insípida, diseñada con el objetivo de tener una presidencia en paz y sin conmoción, lograr una linda “foto de familia” y evitar poner sobre el tapete los visibles conflictos económicos, comerciales y financieros que se observan entre las principales potencias mundiales, entre los cuales se destacan, la guerra comercial, la reversión de los flujos de capital hacia los países centrales, el sobreendeudamiento de la mayoría de los países del mundo, las grandes migraciones internacionales y el deterioro medioambiental.

3. ¿Cómo impactan las decisiones del G20 en la vida de los pueblos?

Durante las primeras “Cumbres de Líderes” del G20 se tomaron decisiones políticas de modo de sacar a la economía global de su peor crisis en casi ochenta años. Las principales potencias llevaron adelante políticas “keynesianas” de salvataje a los bancos para contener la crisis global, estabilizar el sistema financiero internacional y poder sacar rápidamente a la economía del estancamiento económico. Sin embargo, en ningún momento se pusieron en discusión los pilares del neoliberalismo a escala planetaria: libertad de comercio, de inversiones y de finanzas. Durante los últimos años, si bien se superó el pico de la crisis financiera internacional y la economía mundial recuperó el crecimiento -aunque a niveles mucho más moderados que en la etapa previa- la crisis económica no ha finalizado ni mucho menos. En ese contexto, el ímpetu inicial del “G20 de Líderes” se fue enfriando al ritmo de las posiciones encontradas a la hora de pensar recetas para fortalecer el ritmo de crecimiento de la economía mundial. Desde entonces, la gobernanza global se encuentra sin siquiera un timonel. La falta de consensos entre las principales economías ha sumido al mundo en una suerte de anarquía global, en donde prevalecen las disputas entre las grandes potencias, tales como las guerras comerciales, las devaluaciones competitivas y la puja por la captación del exceso de ahorro global. El G20 hoy se trata de un foro absolutamente desacreditado como consecuencia de sus recomendaciones y por la falta de resultados concretos en materia de crecimiento, inclusión y mejora de las oportunidades y de las condiciones de vida de las mayorías a escala global.

4. ¿Qué posibilidades tienen los movimientos sociales y las fuerzas populares de resistir a las políticas del G20 y qué capacidad de establecer una agenda global alternativa?

La Cumbre de Líderes del G20 es un evento de alta relevancia política y económica. Jugar de local en este tipo de reuniones podría haber sido una buena chance para incorporar a las discusiones sobre la gobernanza económica global los intereses más directos de la agenda del desarrollo de los países latinoamericanos. Sin embargo, la agenda propuesta por Macri indica claramente que hemos perdido una oportunidad histórica. Por eso, desde la CTA de los Trabajadores rechazamos la actual Cumbre de Líderes del G20 y nos expresamos en contra del neoliberalismo y el fascismo que pretenden avasallar nuestros derechos como región, como nación y como clase, al tiempo que proponemos una agenda alternativa que tenga en cuenta los intereses de América latina y Argentina en general y de la clase trabajadora en particular.

5. ¿Cuáles serían los principales puntos de esa agenda global alternativa?

Es harto necesaria una agenda crítica y con reales pretensiones de transformación de la economía mundial, del sistema financiero internacional y del sistema multilateral de comercio, de modo de avanzar a un esquema efectivo de desarrollo global, que contemple los intereses de las mayorías populares en general y de los trabajadores y las trabajadoras en particular. Dicha agenda debe contener los siguientes cinco puntos:

  1. La implementación de políticas contra-cíclicas de modo de salir definitivamente de la crisis económica, fundamentalmente a partir del financiamiento y construcción de infraestructuras necesarias para el desarrollo por parte de los Estados nacionales.
  2. La rediscusión del funcionamiento del sistema multilateral de comercio, con el objetivo de evitar las guerras comerciales entre las potencias que afectan negativamente a los países periféricos y ampliar el espacio de políticas para la industrialización.
  3. La determinación de una clara posición en contra de la flexibilización laboral y a favor de la generación de empleo de calidad, de modo de garantizar un piso mínimo e irreversible de respeto por las condiciones de trabajo y los derechos de los trabajadores y las trabajadoras.
  4. El compromiso de los países del G20 con la modificación de las reglas de gobernanza de los organismos financieros internacionales, de modo de que representen el mayor poder relativo, la mayor relevancia internacional y los intereses de los países emergentes.
  5. La lucha contra los procesos de elusión y evasión fiscal a escala internacional, de modo de fortalecer la capacidad de recaudación de los Estados nacionales del G20 y de amplificar el poder de fuego de sus políticas fiscales y sus impactos en materia de desarrollo.

Foto: Federico López Claro
Foto: Federico López Claro

“Una agenda global alternativa debe basarse en una nueva forma de multilateralismo que sirva directamente a los intereses nacionales, reconociendo que el camino al desarrollo sustentable implica rejerarquizar las políticas nacionales para la construcción de sociedades más inclusivas e igualitarias.”

Pablo J. López y Cecilia Nahón

Pablo Lopez es Licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Magister en Historia Económica y de las Políticas Económicas por la Universidad de Buenos Aires y Especialista en Mercado de Capitales por el Mercado de Valores – Universidad de Buenos Aires. Director del Departamento de Economía Producción e Innovación Tecnológica de la Universidad Nacional de José C. Paz.

Cecilia Nahón es Licenciada en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Magíster en Desarrollo por la Escuela de Economía de Londres. Doctora en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede académica Argentina. Actualmente es Profesora y Directora del programa “Modelo G20” en American University. Se desempeñó previamente como Sherpa de Argentina en el G20 y Embajadora de Argentina en Estados Unidos.

 

1. ¿Cuál es el significado político de la presencia del G20 en Argentina?

Ejercer la presidencia del G20 implica una oportunidad valiosa. El país organizador, junto con el organizador del año anterior y del año siguiente, conforman una “troika” para coordinar la agenda. Ser país anfitrión otorga un papel protagónico en la definición de los temas a discutir y la manera que se encaucen los diálogos durante todo el año y, especialmente, en la reunión de líderes.  En el caso de Argentina, implicó una oportunidad política no solo para nuestro país sino para la región, ya que Argentina es uno de los 3 países latinoamericanos en un foro en el que los países del Sur global se encuentran sub-representados. Los países avanzados del G20 poseen una agenda alineada con la liberalización, financiarización y desregulación de las economías a nivel global. No se trata de una agenda de desarrollo que es la que deben impulsar los países latinoamericanos, como lo han hecho, por ejemplo, Argentina y Brasil entre 2008 y 2015. Pero en la actualidad, la presidencia argentina del G20, en tanto país latinoamericano y en desarrollo, representó una oportunidad política perdida para poner sobre la mesa una verdadera agenda de desarrollo, llevando adelante, por el contrario, una agenda lavada y sin especificidad regional.

2. ¿Cuáles son los intereses del gobierno Argentino en esta cumbre?

En este punto se pueden distinguir los intereses del gobierno de aquellos de las mayorías de nuestro país. Para el gobierno, presidir el G20 significa mostrarse integrado a un mundo que lee en clave neoliberal, aunque esta agenda hoy esté en duda por las disputas a nivel global, principalmente entre Estados Unidos y China, y por el quiebre del multilateralismo. Se trató de uno más de los errores de diagnóstico del gobierno nacional. Imaginaron este año de presidencia del G20 como una celebración de la inserción en el mundo de una Argentina aperturista y en crecimiento, pero se encontraron con una economía global fragmentada y una economía local en crisis. El fracaso de esta agenda del gobierno argentino expresa también un divorcio entre sus propios intereses y aquellos de las mayorías populares de nuestro país. Lamentablemente, no se expresaron en las posiciones del gobierno argentino las necesidades de políticas y estrategias específicamente favorables al desarrollo económico y la inclusión social, como las políticas proteccionistas para la diversificación productiva, la regulación a los movimientos de capitales o las estrategias para la generación de empleo de calidad.

3. ¿Cómo impactan las decisiones del G20 en la vida de los pueblos?

El G20 forma parte de una estructura económica y financiera a nivel global. No se trata de un foro aislado, sino que actúa en conjunto con la OMC, el FMI, la OCDE, etc. con una mirada muy favorable a la liberalización, desregulación y financiarización. En respuesta al estallido de la crisis global de 2008, el G20 ofreció un espacio para coordinar políticas expansivas que fueron importantes, tanto en los países avanzados, como en los países en desarrollo, para que no se profundizaran los efectos sobre las economías reales. Los países en desarrollo en ese marco lograron plantear sus contrapuntos con los países centrales, llevando adelante una agenda crítica con las reglas comerciales y financieras a nivel global. Sin embargo, tanto la ola keynesiana como el empuje de los países en desarrollo, que tuvieron un impacto positivo, duraron poco y no generaron reformas de fondo en la arquitectura económica global. Más temprano que tarde, las políticas de “austeridad” se impusieron como norma y los países en desarrollo se fragmentaron dejando de disputar la agenda de los países avanzados. En este contexto, el G20 se convirtió en un espacio para validar políticas de ajuste fiscal, achicamiento del Estado y desregulación financiera, con fuerte impacto negativo en la vida de los pueblos de todo el mundo pero, sobre todo, de los países de menor grado de desarrollo. En los últimos años esta agenda fue adoptada por numerosos países en desarrollo en el marco de una oleada conservadora que incluye también a nuestra región.

4). ¿Qué posibilidades tienen los movimientos sociales y las fuerzas populares de resistir a las políticas del G20 y qué capacidad de establecer una agenda global alternativa? 

La profunda crisis actual ofrece también una oportunidad: la de reconstruir la cooperación internacional con eje en el desarrollo sustentable, sobre los valores de solidaridad, democracia e igualdad. Para ello, los movimientos sociales y las fuerzas populares pueden convertirse en un factor para torcer el rumbo si los mandatarios no están a la altura de las exigencias de su tiempo histórico (como de hecho ocurre). Se vuelve entonces urgente que las grandes mayorías del mundo refunden los términos de su cooperación internacional por fuera de la falsa dicotomía que limita las alternativas al orden liberal hoy en crisis o al desorden global impulsado por Trump. Movimientos como Pueblo-20, que buscan fortalecer y articular los lazos entre los movimientos populares de los países del G20, deben reproducirse y extenderse a todos los países, sobre todo a los del Sur global, para diagramar una agenda alternativa y diseñar propuestas políticas para llevarla adelante.

5. ¿Cuáles serían los principales puntos de esa agenda global alternativa? 

Una agenda global alternativa debe basarse en una nueva forma de multilateralismo que sirva directamente a los intereses nacionales, reconociendo que el camino al desarrollo sustentable implica rejerarquizar las políticas nacionales para la construcción de sociedades más inclusivas e igualitarias. Esto implica imperiosamente, abandonar la tríada de liberalización, desregulación y financierización. Para ello, resulta esencial avanzar en la implementación de una arquitectura financiera internacional que permita una verdadera coordinación entre naciones, de manera que los flujos de capitales transfronterizos no resulten desestabilizadores y fortalezcan los procesos de financiamiento para el desarrollo. Esquemas supranacionales que permitan a los Estados lidiar con situaciones de sobreendeudamiento deben estar también incluidos en los acuerdos financieros globales. A su vez, el mantra del libre comercio debe ser reemplazado por políticas comerciales que permitan integrar y complementar productivamente los espacios nacionales, sin cercenar el desarrollo y respetando la soberanía nacional. Las políticas de “consolidación fiscal” y reforma estructural deben dejar su lugar a políticas de desarrollo del mercado interno y regional, vía inversión en infraestructura, política industrial y desarrollo científico-tecnológico. Un esquema alternativo también implicaría revertir los actuales procesos de desregulación laboral en favor de políticas de redistribución progresiva del ingreso que fortalezcan la demanda agregada y la igualdad. Para ello, es clave recuperar capacidad y recursos estatales, lo que exige dar máxima jerarquía a la lucha contra los paraísos fiscales y la elusión y evasión fiscal a nivel doméstico e internacional, de los sectores de más altos ingresos y de las corporaciones.

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