Conflicto en Artsaj
Armenia y azerbaiyán: una guerra entre los ecos del genocidio 

Por Juan Pablo Artinian

La guerra en Artsaj, territorio poblado por la comunidad armenia, tiene como escenario la históricamente compleja región del Cáucaso. El doctor en historia, Juan Pablo Artinian, analiza los intereses en juego y las relaciones geopolíticas que se entrecruzan con los ecos del genocidio sobre el pueblo armenio. Genocidio negado una y otra vez por su perpetrador, el Estado turco, potencia que interviene con fuerza en el actual conflicto. 

Una conocida frase señala: “El gran perdedor de las guerras es la verdad.” Puede agregarse también que el otro perdedor es la democracia. En este año 2020 hay una ciudad en ruinas con un nombre en armenio: Stepanakert. Luego de  una  lluvia de misiles y bombas de racimo el resultado fue el esperado: muertos, heridos y edificios destruidosEl 27 de septiembre de este año los cañones de la guerra volvieron a sonar en el mundo. Esta vez en el Cáucaso. En ese rincón del mundo, Azerbaiyán, con el apoyo de Turquía, atacó a los armenios de Artsaj (o según la antigua denominación soviética Nagorno Kharabakh). Desde el proceso de derrumbe de la Unión Soviética a inicios de los años noventa, la cuestión sobre la minoría armenia en ese territorio es una de las más duraderas de la historia, pero es hasta hoy poco familiar para el público. Lamentablemente y ante una nueva catástrofe humanitaria y los peligros de una posible limpieza étnica de armenios, el mundo permanece silencioso.  

La cobertura de los hechos por parte de los medios hegemónicos globales  

Los medios hegemónicos de las potencias describieron, en los primeros días, a la situación como “erupción de violencia” y “choques” entre Armenia y Azerbaiyán. A los 150.000 armenios de Artsaj esa prensa los catalogaba como “separatistas. Toda la retórica de esos medios trataba de mostrar una aparente igualdad entre los países: dos ex republicas soviéticasun conflicto por un territorio y la violencia en plena erupción como un volcán. 

El fenómeno es mucho más complejo. Es importante destacar algunas diferencias claves. En primer lugar, la narrativa de los medios que busca equiparar dos ex republicas soviéticas, perdidas y alejadas de nuestra realidad argentina, como aparentemente equilibradas se derrumba ante una simple comparación. La población de Azerbaiyán es de más de 10 millones de personas. A ello debemos sumar el apoyo de Turquía cuya población es de más de 80 millones de personas y cuya frontera también limita con Armenia. La republica de Armenia, que limita también con Azerbaiyán apenas cuenta con menos de tres millones de habitantes. En términos armamentísticos el presupuesto de Azerbaiyán, cuyos recursos económicos son superiores, producto de sus pozos de petróleo, supera ampliamente al de Armenia. Además, los azeríes cuentan con el apoyo activo de Turquía cuyo ejército es uno de los más importantes de la OTAN.  

El contexto histórico  

La falta de contextualización histórica es uno de los problemas más graves en las crónicas periodísticas sobre esta guerra. La región del Cáucaso implica una de las geografías políticas más complejas del mundo. Diferentes pueblos, grupos étnicos, religiosos y nacionales se encuentran en esa compacta y montañosa región que fue punto de contacto de diversos poderes e imperios a lo largo de la historia. 

La población armenia cuenta con una larga historia que se remonta a la antigüedad con sus primeras entidades estatales en Asia Menor. Fue un pueblo que pasó por momentos de independencia y sujeción a diferentes imperios. Desde el siglo XVI había quedado repartido bajo el poder del imperio ruso, del persa y del otomano. En este último, se encontraba la mayor cantidad de armenios residiendo en las tierras donde antiguamente se habían asentado sus reinos. Sin embargo, durante la Primera Guerra Mundial, Turquía planificó y ejecuto el genocidio contra los armenios erradicando su presencia en el este del imperio otomano. Los pocos que pudieron sobrevivir quedaron repartidos en todo el mundo como diáspora, incluida Argentina. 

Anteriormente mencionamos que había también armenios bajo el poder del Zar, en particular en la región del Cáucaso; serían ellos y algunos sobrevivientes del genocidio los que constituirían la primera república de Armenia en 1918. Con el fin de la Primera Guerra Mundial surgieron en los antiguos confines del imperio de los zares nuevos países, entre ellos Armenia, Georgia y Azerbaiyán. La zona de Artsaj que estaba poblada por armenios desde largo tiempo era fuente de enfrentamientos entre Azerbaiyán y Armenia. Luego del triunfo del ejercito rojo en la guerra civil en 1920, gran parte de la región del Cáucaso volvió a estar en manos rusas ahora bajo el poder bolchevique. La política en torno a las nacionalidades por parte de Moscú seguía en cierta manera el principio de “divide y reinarás”. En el año 1923 Stalin cedió el territorio de Artsaj a la órbita de AzerbaiyánLa situación se mantuvo estable durante la época soviética. Sin embargo, en el año 1977 el Consejo de ministros de la URSS afirmó que Nagorno Kharabakh había sido anexada de forma artificial a la RSS de AzerbaiyánAsí y todo, no se produjeron cambios significativos. A partir del ascenso de Gorbachov y sus políticas de reforma, los armenios de Kharabakh comenzaron a peticionar para volver a estar bajo la órbita de la república socialista de Armenia. En ese clima de tensiones, en el año 1988 hubo una serie de pogromos contra armenios en AzerbaiyánA pesar de ello el movimiento político continuó y en 1991 se celebró un referéndum que arrojó un resultado del 99% a favor de la independencia respecto de Azerbaiyán. Sin embargo, los azeríes anularon la autonomía de Nagorno Kharabakh, violando no solamente las normativas de la Unión Soviética, sino también el derecho de autodeterminación de los pueblos. 

Tras la caída del comunismo se abrió una guerra entre Armenia y Azerbaiyán que finalizó con un alto el fuego en 1994. El conflicto dejó miles de muertos y acusaciones mutuas de atrocidades. Artsaj quedó bajo el control de facto de sus pobladores armenios, pero sin formar parte de la republica de Armenia. Desde el fin de la guerra se ha tratado de forma infructuosa de llegar a algún tipo de solución diplomática entre Armenia y Azerbaiyán bajo los auspicios de Francia, Estados Unidos y Rusia. Sin embargo, en 2016 hubo, una vez más, enfrentamientos militares, así como en julio de este año cuando Azerbaiyán no sólo atacó Artsaj sino también a la república de Armenia. 

Geopolítica  y energía en un mundo multipolar 

Desde el derrumbe de la Unión Soviética el mundo entró en un escenario menos estable de las relaciones internacionales. Si la guerra fría había fijado claras coordenadas y estabilizado la situación internacional con un balance entre dos grandes potencias, ahora Estados Unidos emergió como el único superpoder mundial. Caído el comunismo, el proceso de despliegue del capitalismo en zonas pertenecientes a la antigua Unión Soviética generó inestabilidad y contradicciones cada vez más profundas en todas las regiones. Durante los años noventa desde Europa del este, hasta el Cáucaso la expansión de la OTAN avanzaba sobre lo que ahora parecía una Rusia en claro retroceso. 

Sin embargo, con el ciclo de guerras que se abrieron tras la invasión de Estados Unidos hacia Afganistán luego de los atentados contra las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001, toda la región del Asia Menor se vio asolada por conflictos. Luego de las fallidas intervenciones norteamericanas en Irak y la crisis del 2008 comenzó a delinearse un mundo menos centrado en una única potencia. El ascenso económico de China, sumado al papel de la Rusia de Putin desplegaron un nuevo escenario regional en Asia. Por otra parte, Turquía donde los norteamericanos cuentan con bases militares que fueron utilizadas durante la guerra de Irak, comenzó en los últimos años a jugar el gran juego de una política exterior agresiva. El gobierno de Erdogan, presidente de Turquía, comenzó a alejarse de la tradición secular del país hacia una suerte de nacionalismo islamista. Es importante destacar que no debe pensarse esto desde ópticas simplificadoras de “choque de civilizaciones” y menos aún de las acciones políticas como producto de ideas religiosas. Por el contrario, antes que esencializaciones religiosas o visiones maniqueas, es importante ver el complejo juego de interacción entre los intereses de los actores internacionales de la región en un contexto de cierto grado de aislacionismo del gobierno de Donald Trump en materia de política exterior. 

Asimismo, uno de los factores claves es la cuestión energética. En ese sentido hay que agregar otro elemento al análisis: el claro interés de la Unión Europea por el suministro de energía. El Cáucaso, y en particular los pozos de petróleo azeríes tienen gran importancia, así como el gasoducto que transporta la energía vía Azerbaiyán, pasando por Georgia (esquivando a Armenia) para luego ir hacia Turquía. En un contexto de crisis global, pandemia y elecciones en Estados Unidos, Erdogan decidió lanzar una jugada arriesgada en una región, el Cáucaso, tradicionalmente bajo el arbitrio de Moscú. La jugada de Turquía fue patrocinar a Azerbaiyán en una guerra contra Armenia. Es importante señalar algunas características políticas y económicas de ambos contendientes. 

Estados nación en el Cáucaso: Armenia y Azerbaiyán entre lo global y local 

El conflicto del sur del Cáucaso arrastra los clivajes del escenario posterior a la Guerra Fría. Algunos enfoques han tendido a explicar el conflicto desde la perspectiva de la emergencia de estados nación y las luchas territoriales para definir sus fronteras durante los años noventa. En ese sentido, se ha tendido a ver el factor ideológico, y en particular a los nacionalismos como el eje para explicar las motivaciones del conflicto. Si bien las ideologías nacionalistas han jugado un importante papel, la articulación entre el escenario local, regional y por último global sobredetermina un conflicto entre los dos antagonistas.  

Las características económicas y sociales de los países beligerantes son parte importante del análisis. Así, Azerbaiyán es un país con salida al mar Caspio y una mayor población como mencionamos más arriba. La capital del estado es Bakú y su régimen está basado en el poder de una familia, los Aliev, que gobiernan el país desde los años noventa hasta nuestros días. El poder político pasó del padre al hijo. Sin embargo, el contexto especifico donde Aliev lanza esta agresión contra los armenios de Artsaj muestra más los problemas internos de Azerbaiyán, tanto en términos económicos como políticos. El país depende exclusivamente de la exportación de petróleo. El impacto de la crisis global y la caída de los precios internacionales agrava el descontento no sólo entre las facciones de las elites cercanas a Aliev, sino también entre su propia sociedad civil que sufre los abusos, la falta de libertades y la censura. Las redes sociales sufren censura en ese país y hay un fuerte control de la información por parte del estado. 

Armenia cuenta, como dijimos más arriba, con una población menor y carece de salidas al mar. La capital del país es Erevan. Armenia ha transitado también por un complejo proceso político desde 1991, donde la inestabilidad y la corrupción interna de algunos miembros de la elite, así como los problemas económicos producto del cierre de la frontera de Turquía lesionaron las finanzadurante años. El éxodo de su población se fue acrecentado hacia distintos lugares entre ellos Rusia y Estados Unidos en los últimos años Sin embargo, en 2018, hubo una movilización popular para pedir mayor transparencia y democratización del sistema político. El líder de las protestas era el periodista y editor Nikol Pashinyan, que hoy es el primer ministro. 

La guerra y la sombra del genocidio  

El peligro de esta nueva agresión militar, en un mundo atravesado por la pandemia y la crisis económica global, abre las puertas para que regímenes autoritarios y ultranacionalistas involucrados en esta guerra, como la Turquía de Erdogan, arrastren a los países a una conflagración de mayores dimensiones. Para los armenios la guerra se vive en una marco mental y emocional de supervivencia. De hecho, así fue calificada por los líderes del país. Uno podría preguntarse qué es lo que ha tornado tan dramática la situación. La respuesta se encuentra en el otro vecino de Armenia: Turquía, que apoya directamente y sin pudor a Azerbaiyán. El suministro de armamento, drones y terroristas enviados desde Siria vía Turquía para su involucramiento en el ataque contra los armenios muestra el interés de Ankara en el Cáucaso. Para Armenia y su diáspora en todo el mundo, la entrada de Turquía en el conflicto revive los ecos del genocidio de 1915. Un genocidio que hasta el día de hoy Turquía niega sistemáticamente y que Erdogan amplifica con sus políticas expansionistas hacia la región. En ese sentido, el último punto es crucial ya que el régimen de Erdogan también se encuentra con problemas económicos y descontento interno en su sociedad. Así, las aventuras militaristas de Turquía con su intervención en Siria, en el Mediterráneo y ahora en el Cáucaso generan una desestabilización muy peligrosa para toda la región. 

Amnistía internacional confirmó el uso de las bombas de racimo contra Artsaj que son consideradas armamento prohibido. Mujeres, niños y ancianos fueron asesinados por las bombas; monasterios, iglesias y centros culturales arrasados. Además otra ciudad, llamada Shushítambién fue blanco de ataques de misiles azeríes, donde la histórica catedral fue destruida por bombardeos. Miles de personas perdieron sus casas y son otra vez refugiados teniendo que salir de ArtsajLa posibilidad de negociaciones entre Armenia y Azerbaiyán, bajo el auspicio de Moscú, y el alto el fuego de 72 horas, a partir del 10 de Octubre, por razones humanitarias se muestra frágil. Sin embargo, la muerte de civiles, la destrucción de casas e iglesias muestra los ecos de las políticas de exterminio tan tristemente familiares durante el siglo XX. Esperemos que el nuevo siglo encuentre las herramientas para evitar que la sombra del genocidio no continúe proyectándose sobre el mundo.  

 


Juan Pablo Artinian es doctor en historia por la State University of New York at Stony Brook. Ejerce la docencia en el Departamento de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad Torcuato Di Tella, ha publicado diversos artículos académicos sobre el genocidio armenio y también sobre historia cultural y política argentina. 

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