Economía y geopolítica
El momento desarrollista

Por Jimena Caravaca
(CIS/IDES/CONICET)

Las ciencias sociales se han ocupado de crisis y estallidos. Estos episodios condensan una serie de problemas y temporalidades que confluyen en un episodio donde se hace visible la trama que los vincula. Existen también momentos, coyunturas particulares que sin tener la urgencia de una crisis ni la tempestividad de un estallido se convierten en algo identificable, en una suerte de etiqueta: el desarrollismo puede considerarse uno de esos momentos. No responde a una crisis sino más bien a un clima de ideas donde se vinculan el Estado, los profesionales, los saberes sociales, y la agenda geopolítica internacional, entre otras cuestiones.

Los años de 1940, pero sobre todo la segunda mitad de esa década, fueron intensos a nivel económico en el plano nacional y regional. Un momento particular en la historia argentina que coincide con la Segunda posguerra, aunque no se explica solamente por ella. Intensos porque se identificaban dos tipos de problemas, independientes entre sí, cada uno de ellos lo suficientemente movilizante por sí solo como para generar replanteos, redefiniciones y reorientaciones. El primero de ellos, coyuntural en principio, aunque terminará produciendo cambios estructurales, era la finalización del enfrentamiento bélico. El otro respondía a circunstancias más generales, no vinculadas al conflicto en sí sino a la condición misma del ser una economía latinoamericana.

En este sentido, si bien la creación de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en 1948, es un hito que merece destacarse, es posible de inscribirse en un derrotero más amplio de reuniones, conferencias y debates regionales que si bien existían desde finales del siglo XIX, se intensificó notablemente hacia los años de 1940.

Solo por mencionar algunos ejemplos, en 1939 tuvo lugar en Guatemala la Primera reunión de ministros de Hacienda de las Repúblicas Americana; en 1942 la Conferencia sobre Sistemas de Control Económico y financiero, en Washington; en 1945 será la Conferencia Interamericana sobre problemas de la guerra y la paz, en México. A estas se sumaron la Primera reunión de Técnicos de la Banca Central, México, en 1946, que tendrá una segunda sesión en Chile en 1949. Las Conferencias Interamericanas, por su parte, sesionarán en 1947 en Río de Janeiro y al año siguiente en Bogotá.

Es en medio de este clima de reuniones regionales cuando toma forma la CEPAL, a instancias de Naciones Unidas. Y desde allí, muy rápidamente, se enunciará una nueva forma de comprender la economía regional a partir de la noción de desarrollo económico. Comienza entonces el momento desarrollista. Lo que interesa particularmente es dar con quienes enuncian el inicio de esta nueva etapa de comprender y actuar sobre el mundo económico de los países latinoamericanos.

Quienes aparecen son los expertos, y fundamentalmente los expertos en red. Porque a la vez que se construía una región, se daba forma a un saber específico para operar sobre ella: la economía, y particularmente, la economía latinoamericana. Es decir, estas reuniones de creciente especificidad se daban a la vez que existían en la región cada vez más instancias de formación profesional en economía y a la vez que se discutían los requisitos de esa formación. Mientras que en los primeros años de la década quienes tenían a su cargo la representación oficial en las reuniones interamericanas eran juristas y/o diplomáticos, hacia el fin de la década, una vez identificado el doble frente problemático, esos espacios se irán convirtiendo en ámbito natural del economista, porque ya había economistas formados que reclamaban ese lugar, y por la existencia de algunas figuras fuertes, que promovieron ese cambio. Entretanto, además, las propias reuniones fungieron como otro de los espacios de formación para esa nueva profesión. Es decir, el ser economista se lograba en las aulas, también en el espacio interamericano, y en redes a veces más informales de intercambio y trabajo conjunto, no institucionalizadas, pero densas y activas. Además, el ser economista fue, gradualmente, un asunto de Estado. La formación universitaria se completaba con la práctica en el Estado, con las manos en la masa, con la puesta en práctica de la teoría en la acción. Esa puesta en práctica generó equipos.

Entre los actores e instituciones clave, sin dudas el argentino Raúl Prebisch es central. Esta centralidad se explica por su capacidad analítica y por su ubicuidad: hasta 1948 fue docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (que se había creado en 1913) en el curso de Dinámica Económica. Allí comienza a delinear una serie de conceptos que luego serán clave en los años de 1950: la díada centro-periferia, ciclo económico; desarrollo. Aquí resulta interesante rastrear las mutaciones del contenido de sus clases, que pasan a estar basadas en el presupuesto nacional argentino antes que en teoría extranjera. Es decir, es en estos años que pasa de posar su atención de la teoría de origen externo a basarse en la realidad local. También porque en tanto gerente del Banco Central de la República Argentina, institución a la que había dado forma en 1935, organizó un sistema de contratación por el cual los mejores promedios de la Facultad de Ciencias Económicas eran reclutados por esa entidad, y porque además, desde el mismo Banco se estableció un sistema de becas para estudiar en el exterior, aunque el mismo Prebisch luego marcaría las limitaciones de esa formación internacional.

Raúl Prebisch

Desde diferentes espacios, discutió cómo debía formarse un economista: en 1948 fue convocado para dar su opinión sobre el plan de estudios del doctorado en economía de la FCE/UBA. De esa instancia interesan al menos dos cuestiones: la reforma del plan de estudios la sugirió en base a una similar que Daniel Cosío Villegas había preparado para México; esto da cuenta de la red de comunicación que se había establecido entre ellos. Cosío Villegas, uno de los creadores del Fondo de Cultura Económica, presidente del Banco de México y uno de los promotores de la creación del Departamento de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1929, fue quien invitó a Prebisch en 1946 a participar como experto en la Primera reunión de Técnicos de la Banca Central. Que Prebisch retome lo sostenido por Cosío Villegas al momento de plantear la reforma de la formación universitaria en economía da cuenta de la red construida entre ellos, que tendrá muchos otros puntos de encuentro, y también de la forma en la que comprendía que la región atravesaba cuestiones similares que impactaban de manera acompasada a todos sus países.

No fue esta la única vez en que Prebisch se expidió sobre cómo debía formarse un economista. En aquel documento que trascenderá como el Manifiesto latinoamericano presentado en 1949 en la Conferencia de la CEPAL se detuvo sobre la necesidad imperiosa de iniciar investigaciones en la región y la dificultad de llevarlas a cabo por falta de personal capacitado técnicamente:

(Existe un) “…número exiguo de economistas capaces de penetrar con criterio original en los fenómenos concretos latinoamericanos. Por una serie de razones, no se logra suplir su carencia con la formación metódica de un número adecuado de hombres jóvenes de alta calificación intelectual. El enviarlos a las grandes universidades de Europa y Estados Unidos representa ya un progreso considerable, pero no suficiente. Pues una de las fallas más conspicuas de que adolece la teoría económica general, contemplada desde la periferia, es su falso sentido de universalidad”.[1]

Para que durante los años de 1950 se discutiera en la región la idea de desarrollo y el desarrollismo haya sido en la Argentina la propuesta económica más invocada para la solución de los problemas nacionales, tuvieron que darse, antes, una serie de cambios en la formación profesional, pero también en la concepción que ubicaba a la Argentina dentro de un colectivo regional al que el documento de Prebisch le dio una identidad común: los países subdesarrollados.

Estos cambios se dieron en el cruce de, por un lado, una coyuntura internacional tan particular como la segunda posguerra y el fin de una era en materia económica. Junto a esto, tomó forma la concepción de que la región compartía características particulares, que es un fenómeno independiente de esa coyuntura. Pero también, es un momento particular del campo de los saberes económicos: la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires tenía ya unas cuantas camadas de egresados, algunos de los cuales, como Prebisch pero no solamente, tenían reconocimiento no solo dentro del campo profesional: Alfredo Gómez Morales, por ejemplo, un graduado de esa facultad había sido ya ministro de asuntos económicos durante el primer peronismo. A la institucionalización local de los saberes económicos se le sumaba un debate internacional, que era a la vez una disputa técnica y una política. Técnica, porque una nueva profesional reclamaba para si el monopolio sobre ciertos temas, temas que hasta entonces habían sido objeto de práctica desde otros espacios profesionales: los abogados políticos que manejaban la economía hasta los años de 1930, fundamentalmente. Pero también política, porque justamente la crisis de 1930 vino a dejar en evidencia las limitaciones de esas herramientas para el quehacer económico.

Es decir, en este encuentro del saber técnico en sintonía con la explosión de organismos internacionales de mediados del siglo XX y con el involucramiento cada vez mayor del Estado en la planificación económica llamado desarrollismo hay cuestiones coyunturales, estructurales y algunos azares. Raúl Prebisch, el “creador” de América Latina como región particular, es decir, subdesarrollada, no conocía el continente ni lo había convertido en su objeto de estudio hasta que un azar lo llevó a México en 1944, invitado por Daniel Cosío Villegas, desde donde dio forma a una red de contactos continentales que sería vital para su experiencia y desarrollo profesional posterior. Entonces, hay azares, coyunturas, limitaciones que deberían contemplarse para explicar este momento tanto como se contemplan el imperialismo, la geopolítica y el rol de los Estados Unidos como potencia económica y política en la segunda posguerra.

 

 

[1] Prebisch, R. (1949). El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas. (pp.13) Recuperado de https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/40010/4/prebisch_desarrollo_problemas.pdf

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