Escritura y cuidado
Escribir, matar y maternar

Por Mercedes I. Bruno

A partir de su propia experiencia entre la escritura, la maternidad y el trabajo, Mercedes Bruno reflexiona sobre las posibilidades para apropiarse creativamente de los modos de ser y hacer contemporáneos, tal como ella misma plantea con la categoría “recepción productiva”, elaborada para analizar la obra de Julio Cortázar en su libro Julio Cortázar ¿es un autor surrealista?

 

 

“El primer deber de una mujer escritora es matar al ángel del hogar”

Virginia Woolf. Una habitación propia (1929)

 

La escritura, como dice Roland Barthes es una “práctica significante”; es poner en funcionamiento una máquina de cuestionar sentido para construir otros sentidos. Es un proceso bello, demandante e introspectivo.

Soy autora del libro Julio Cortázar ¿es un autor surrealista? La recepción productiva. Este libro piensa los vínculos entre la literatura argentina y la literatura francesa del siglo XX, a través de Julio Cortázar. Las obras que se abordan son: Bestiario (1951), Historias de cronopios y de famas (1962) y Todos los fuegos el fuego (1966). Se propone la categoría de “recepción productiva” para analizar cómo Julio Cortázar incorpora, resignifica y fusiona temas y procedimientos del surrealismo francés; a partir de algunas obras de André Breton y Louis Aragon y de autores simbolistas como Charles Baudelaire y El conde de Lautréamont.

Pensar la recepción productiva permite analizar el trabajo sistemático de Cortázar, que concibe a la libertad creativa como eje de su poética y que busca transformar al público latinoamericano; hacer que las personas de Latinoamérica podamos leer a nuestros referentes; nuestras historias.

La llegada del libro se concretó después de un extenso proceso de trabajo, junto con la llegada de mi hijo. Transitar en paralelo estas experiencias fue revolucionario. La idea de adaptar un texto que ya había escrito para mi carrera de posgrado y de publicarlo, se dio al mismo tiempo que la gestación de mi hijo. Llegó el bebé, hermoso, rozagante y risueño. Así que abordé el proyecto de la maternidad y de la publicación en simultáneo. Tenía la computadora al lado de la cunita.

Quiero hacer una pequeña digresión; la maternidad nunca fue mi anhelo, no lo veo como una forma de realización personal, es una elección. Tomé la decisión de ser madre con plena conciencia; después de muchos años de pareja. La maternidad para mí ha sido y es una experiencia absolutamente transformadora y amorosa. Sin embargo, no quiero usar este espacio para contar ese aspecto de la maternidad; sino que quiero enfatizar en el aspecto laboral y/o profesional de una mujer. Desde la perspectiva de alguien que no concibe su trabajo como un “extra” sino que ha pensado su vida, quizás equivocadamente, en función de eso. Como mujer adulta, profesional y con años de experiencia en una tarea específica, vi cómo sucedían y se definían situaciones laborales alrededor mío que se apoyaban en prejuicios. Si bien los prejuicios funcionan en todos los ámbitos, cuando apareció “la maternidad” se materializaron de manera muy significativa y no creo que el caso sea especial, sino que es uno entre un montón. Desde ese lugar, me interesa enfocar este artículo.

Maternar y escribir

La primera etapa de planear y escribir fue amable, la segunda fue mucho más dura. Se acabó la licencia por maternidad y, como corresponde, volví a mi trabajo formal remunerado. Como nos pasa a tantas personas que gestamos y maternamos, regresamos a espacios de trabajo, con un cuerpo que se ha transformado y lo seguirá haciendo. Tenemos que estar muchas horas lejos del bebé y, por supuesto, seguir trabajando en casa, no solo con tareas de cuidado, sino con trabajo profesional. Ese trabajo que nunca se cuenta, pero que existe y es permanente.

Me hice una y mil veces esta pregunta ¿Es posible combinar la maternidad y la carrera profesional? ¿Cómo se relaciona esto con el libro recientemente publicado? Lo políticamente correcto sería decir que sí, que se puede combinar la maternidad con la vida laboral y la búsqueda de la realización personal, pero la verdad es que todavía hoy, en el siglo XXI, es muy complejo. Cuento con una situación privilegiada: casa, pareja, familia que ayuda, formación universitaria y trabajo en blanco ¿Cómo hacen otras personas?

Rápidamente nos llegan algunos nombres a la cabeza para poner de ejemplo. ¿Sabemos “el detrás de escena” de esas historias?¿Cuántas personas maternan, cuánta gente se nos ocurre? Pensemos y problematicemos esa proporción.

Hablaré en femenino, porque de ninguna forma les sucede lo mismo a los varones, más allá de la evidente razón fisiológica. La sociedad patriarcal hace que la demanda sea completamente diferente para las mujeres. Los procesos de gestación son singulares, físicos, psíquicos e intransferibles. Simone de Beauvoir en El segundo sexo (1949) dice “La verdadera mujer es un producto artificial que la civilización fabrica como antes se fabricaban castrados; sus supuestos instintos de coquetería, de docilidad, se insuflan como al hombre el orgullo fálico; él no siempre acepta su vocación viril; ella tiene buenas razones para aceptar menos dócilmente todavía lo que se le ha asignado”[1].

Julio Cortázar ¿es un autor surrealista? La recepción productiva piensa formas de recepción productiva, es decir, de apropiación creativa, de rasgos y procedimientos  de un movimiento estético, social y literario en Europa para crear otro movimiento, distinto, latinoamericano. Los temas centrales son la libertad y el juego. La recepción productiva es una categoría que viene del teatro; significa que alguien recibe ciertas pautas y elige (o no) usarlas, jugar con las reglas. En consecuencia, se crea otra obra, como lo hizo Cortázar. Hablamos de libertad dentro y fuera del arte, dentro y fuera del trabajo; ya sea remunerado o en las tareas de cuidado.

¿Tenemos libertad para recorrer caminos de realización personal, profesional y económica? El humorista argentino, Quino, en la historieta Mafalda; además de los cuestionamientos de la entrañable protagonista; tenía un personaje muy chiquito que se llamaba “Libertad”. El humorista contó en entrevistas que ese personaje representaba a la libertad, porque siempre es más pequeña de lo que uno quisiera. La libertad es una conquista.

Lo personal es político

En algunos espacios se escuchaba “… muy abocada a la maternidad”. Se da por sentado, que dedicarse a un aspecto de la vida, implica excluir a otro. Alguien que trabaja se debería evaluar por el desempeño laboral, no por su situación personal. En esos casos se desplaza el eje de la argumentación a una premisa que no es el punto de partida de la diferencia de opinión. ¿Carecer de ambiciones, profesionales/laborales nos hace mejores madres? ¿Cuántas personas pueden elegir “no trabajar”, es decir, no tener un trabajo remunerado fuera del ámbito del hogar? ¿No tener hijos/as, familia o afectos nos hace mejores en el trabajo/en la profesión?

Mirar con otros ojos

Hace unos años, estaba dando clase y cuando avisé la fecha de parcial se acercó una estudiante y me preguntó si podía traer a sus hijos el día del examen. Me desconcertó bastante la pregunta. Le contesté que se fijara, que el examen era largo, pero que si ella pensaba que iba a poder hacer el examen, no había problema de que trajera a sus hijos. Hice el comentario al pasar, traté de ser empática. Terminó la clase, junté mis cosas y salí.

El día del examen, mientras repartía las hojas de consignas, vi llegar a esa estudiante con sus hijos. Tuve un “shock de realidad”. La estudiante venía por el pasillo con tres hijos pequeños, de distintas edades. Traía sus elementos de estudio, pero también tenía una canasta enorme con comida, juguetes y cositas para que esas infancias “se entretuvieran” más de dos horas. Observé cómo ella se ocupó de que cada niño/a tuviera el juguete y la galletita que le correspondía; recién después… bastante después, pudo enfocarse en resolver su examen.

Yo miraba la situación como en una película, vi cómo esas infancias la llamaban en voz muy bajita, “mamá”… Entonces, solo en ese momento, me di cuenta de que no había entendido ni remotamente lo que esta estudiante me había preguntado. Mi cosmovisión pequeñoburguesa no tenía esa situación en su horizonte de expectativa universitaria. Enfrentar un examen parcial y compartir con un grupo de infantes en el mismo espacio, durante el mismo tiempo. A veces no hay opciones; a veces es más fácil cargar una canasta enorme que pedir ayuda, por vez número mil.

El mínimo gesto humanitario que podía hacer era darle una mano a esa mujer. Me acerqué a las infancias y los llevé adelante del aula para que dibujaran conmigo, mientras su mamá “trabajaba tranquila”, si es que se puede usar la palabra “tranquilidad” en este contexto.

La secuencia terminó muy bien. Las infancias se alegraron porque les pareció que la facultad de su mamá era muy divertida. Ella pudo hacer su examen y terminar bien la cursada. Nunca me había pasado antes, tampoco me volvió a pasar y jamás me sucedió algo parecido con un estudiante varón.

Algo de esa situación, me recordaba a mi infancia. A las veces que acompañaba a mi mamá a la facultad de agronomía. Quizás algo del orden de esos pasillos con pisos gastados y la imagen de los apuntes por todos lados, me hayan hecho un poco lo que soy.

La combinación de la maternidad con intereses que la trascienden no está dada, se conquista día a día, como la pequeña Libertad de Quino. Mi anécdota es un ejemplo que visibilizó lo que sucede en el detrás de escena. Una pequeña muestra en el espacio público sobre aquello que históricamente ha quedado en “el hogar”, en el ámbito de lo privado.

Es lo que muchísimas personas hacemos constantemente para seguir adelante con sueños y ambiciones profesionales/personales/laborales. Es innegable que, en la actualidad, el lugar de la mujer se ha modificado, se han conquistado una significativa cantidad de derechos. Sin embargo, Virginie Despentes que en Teoría King Kong habla de la revolución feminista, nos interpela: “No hemos salido de la condición del artesanado. Tanto política como económicamente, no nos hemos preocupado por el espacio público, no nos lo hemos apropiado. No hemos creado las guarderías necesarias ni los jardines de infancia, no hemos creado los sistemas industriales de trabajo a domicilio que nos  hubiera permitido emanciparnos”. [2]

El concepto de lo artesanal es productivo, porque nos deja en el espacio de lo individual. Seguimos manejándonos con cánones patriarcales y silenciamos este tipo de problemáticas para no ser “poco profesionales”. El problema no es de algunos géneros contra otros, sino de las personas que ocupan los lugares de poder y cómo ejercen ese poder. Rita Segato en una entrevista,[3] sostiene que el feminismo no debe construir a los hombres como sus enemigos “naturales”; porque lo que hay que desarmar es el orden patriarcal, que a veces está encarnado por mujeres. Cuando estás en la trinchera, cuando hay que solucionar un inconveniente doméstico y combinarlo con un momento demandante en el trabajo; “poder” es un verbo, no un sustantivo.

Parafraseando a Virginia Woolf, para ser una escritora hace falta un cuarto propio y una renta; pero también se necesita “tiempo” para dedicar a otro deseo, que Beauvoir llama lo trascendente, en lugar de lo urgente. El epígrafe de este artículo “matar al ángel del hogar”, es provocador. No me gustan los ángeles, son seres etéreos que no van al supermercado, ni se mojan cuando pisan una baldosa suelta; tampoco me gusta la idea de “matar simbólicamente”; quien quiera escribir que escriba sin tener que “matar” a una parte de su persona.

Me gustaría reemplazar la idea de matar por la de construir, conquistar. Fundar acuerdos, pensar colectivamente, problematizar la idea pequeño burguesa del “hogar”, que aparece como un equivalente de la propiedad privada. Animarse a construir un hogar plural, que sea parte de una red de apoyo y contención. Un entramado que permita decidir con libertad a las personas que lo integren. Me gustaría volver a  Woolf, por admiración y agradecimiento: “No es necesario apresurarse. No es necesario brillar. No es necesario ser nadie más que uno mismo”.[4]

Hacer la recepción productiva de los roles sociales heteronormativos, permitir el juego, el error, el deseo, el crecimiento.

Esa sentencia maravillosa de Virginia Woolf, parte de un pensamiento dicotómico: escribir y vivir se contrapone a la vida de hogar, a la muerte. Se opta por “A” para descartar “B”. Sería mejor poder jugar con todas las variables y los espacios, como lo hacen los niños del cuento “Bestiario” que “jugaban de la mañana a la noche en el bosque de sauces, y si no se podía en el bosque de sauces les quedaba el jardín de los tréboles, el parque de las hamacas y la costa del arroyo”.[5]

El juego en la poética de Cortázar no es lo opuesto de lo serio, sino que es una forma de abordar una realidad más compleja, amplia y porosa. Ojalá no tuviéramos que elegir y la conciliación de la multiplicidad cortazariana fuera un principio rector de nuestras vidas, más complejas, más porosas, más humanas.

 

 


Mercedes Inés Bruno

Magíster en Literatura en Lengua extranjera y Literatura comparadas  (Facultad de Filosofía y Letras – UBA). Licenciada y Profesora en Letras (FILO-UBA). Docente universitaria y en escuela media. Escritora e investigadora del Instituto de Estudios Sociales en contextos de Desigualdades (IESCODE). Jefa de Trabajos Prácticos en la Universidad Nacional de José C. Paz (UPAZ) en el Taller de Escritura y Argumentación.

Es autora de  los libros: Historias urbanas en Roma (2010); Un lector…hacia París (2011) y Julio Cortázar ¿es un autor surrealista? La recepción productiva (2023)

 


[1] Despentes, V. (2006) Teoría King Kong. Buenos Aires: Randome House. P. 127.

[2] Despentes, V. (2006) Teoría King Kong. Buenos Aires: Randome House. P. 28.

[3] Segato, R. (2018). “El feminismo no puede y no debe construir a los hombres como sus enemigos naturales” El desconcierto Recuperado de https://www.eldesconcierto.cl/internacional/2018/12/17/rita-segato-el-feminismo-no-puede-y-no-debe- construir-a-los-hombres-como-sus-enemigos-naturales.html

[4] Woolf, V. (2008). Una habitación propia. Barcelona: Seix Barral. P. 11

[5] Cortázar, J. (1994) “Bestiario” en Bestiario. Buenos Aires. Sudamericana. P. 145

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