12 de febrero de 1984. Muerte de Cortázar
Julio Cortázar: un escritor revolucionario

Por Mercedes I. Bruno (UBA /UNPAZ)

El 12 de febrero se cumplen treinta y cinco años de la muerte de Julio Cortázar (1914-1984), prolífico escritor argentino. Su obra es extensa y diversa; escribió cuentos, novelas, poemas, artículos periodísticos, comics y también hizo teoría sobre su propia obra.

Es un autor fundamental de la narrativa fantástica latinoamericana; si bien la transformación de la noción de novela se da en Rayuela (1963), la experimentación y la búsqueda son constantes en la obra de este autor. A través de la necesidad de un lector cómplice y/o activo, construyó un público lector latinoamericano que se empezó a sentir reflejado en la literatura que leía.

Como si toda esa enumeración no fuese materia suficiente para páginas ensayísticas; no es lo que quiero destacar de Cortázar en este artículo. Me llegó la oportunidad de homenajear, en su aniversario de muerte, a un escritor notable, que es mi preferido y que también es el culpable de que haya estudiado francés. Aunque abunde, mi admiración hacia él, tampoco será el eje de estas líneas. Me gustaría compartir aspectos menos conocidos de Cortázar: como ser humano y como intelectual del siglo XX.

El proyecto universalista de Cortázar

Cortázar fue maestro de escuela y profesor universitario, a pesar de renegar del academicismo. Era amante del jazz, del boxeo, de los viajes y de los gatos. Tenía un gran sentido del humor y creía en una realidad mucho más amplia, que la realidad medida y lógica que rige al  sistema capitalista. Esta idea de “realidad ampliada” se vincula con una concepción de lo fantástico como una parte más de lo real.

“Ese sentimiento de lo fantástico como me gusta llamarle, porque creo que es sobre todo un sentimiento incluso un poco visceral, ese sentimiento me acompaña a mi desde el comienzo de mi vida, desde muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a escribir, me negué a aceptar la realidad tal como pretendían imponérmela y explicármela mis padres y mis maestros. Yo vi siempre el mundo de una manera distinta.” [1]

En su obra se destaca lo fantástico y también la fusión de los componentes anteriormente enumerados. Si hablamos estrictamente de literatura, Cortázar combina la tradición literaria rioplatense, con autores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Macedonio Fernández, Roberto Arlt y Horacio Quiroga, con el humor característico de la literatura  anglosajona y la literatura francesa. En cuanto a las vanguardias europeas,  su influencia más notoria fue  el surrealismo y un autor, que nació en Uruguay pero que vivió en París, llamado Isidore Ducasse o su alter ego, El  Conde de  Lautréamont. Nos interesa este vínculo para pensar la poética de ambos autores.

El objeto de este artículo es, a través de un breve análisis de los cuentos “Reunión” y “El otro cielo” del libro Todos los fuegos el fuego (1966), obtener una semblanza del proyecto estético y político de Cortázar.

Tanto Cortázar como Lautréamont son latinoamericanos que abordan la literatura francesa explicitando su condición de extranjeros. La crítica Leyla Perrone-Moises [2]refiere que los autores latinoamericanos en Europa deciden qué poética emplear porque nunca se consideran legítimos herederos de la tradición europea. Lautréamont produce su obra en un francés brutal; en cambio Cortázar elige escribir en español. Sus personajes hablan como cualquier porteño de la época:

“El español es mi lengua de escritor y hoy más que nunca creo que la defensa del español como lengua forma parte de una larga lucha en América Latina que abarca muchos otros temas y muchas otras razones de lucha. La defensa del idioma es absolutamente capital”.[3]

Cortázar es un autor argentino en Europa durante el siglo XX, él construye una nueva forma de ser escritor e intelectual, que trasciende el aspecto literario. Su lengua de escritura es el castellano como parte de una postura ideológica. Se define como sudamericano y busca construir un público latinoamericano que lea a autores de su continente.

Buenos Aires y París en una misma manzana

En el cuento “El otro cielo”, Buenos Aires y París son ciudades duplicadas. Los personajes entran y salen de una ciudad a otra cuando atraviesan la Galería Güemes y la Galería Vivienne respectivamente. El protagonista del cuento es un corredor de bolsa de clase media argentino con un entorno burgués, un buen trabajo y de novio con una “buena chica”. Él se enamora de Josiane, una prostituta, que vive en la Galería Vivienne. El corredor de bolsa experimenta junto a ella, la amenaza de un asesino de prostitutas y un erotismo desenfadado. A través de ese personaje, Cortázar parodia varios  prejuicios: en primer lugar, ridiculiza las opciones tranquilizadoras de los sectores medios; en segundo lugar, se burla del prejuicio de la mirada de los europeos con los americanos. El narrador le pregunta a Josiane: “Tenés miedo de un chico ¿O todos los latinoamericanos te parecemos unos orangutanes?”[4]. Desde la mirada eurocéntrica, Latinoamérica es “lo otro”, tan extraño y riesgoso como un asesino. Cortázar es un autor que mantiene esa “otredad” como parte de su poética. La crítica subraya la condición de Cortázar de escribir para un público argentino que es el único público capaz de validar su mensaje.  David Viñas[5] reconoce una yuxtaposición entre Buenos Aires y París, en donde el autor buscaba la universalidad a través de la eliminación de las fronteras, y el abordaje de temas que excedían lo estrictamente literario. La revolución cortazariana se inicia con el imaginario del viaje. Cortázar viaja a Europa y escribe desde París para lectores argentinos. La novedad de la poética de universalidad de Cortázar, que señala Viñas, es que él escribe desde la condición del extranjero sin  volver, a diferencia de lo que había sucedido  tradicionalmente en la literatura argentina. Cortázar no vuelve a Buenos Aires, así como el corredor de bolsa de “El otro cielo” tampoco vuelve a las galerías; ambos enfrentan el límite y se deciden por la opción más tranquilizadora. El protagonista del cuento, después de haber experimentado “ser otro”, vivir entre la marginalidad y la pasión, decide volver a la rutina, volver a sentarse con su madre y su novia en un sillón del living, sostener una vida burguesa y gris, que es presentada en el cuento como una forma cobarde de “sobrevivir”. La pregunta corrosiva que nos plantea esta lectura es sobre “la vida real” y “la vida fantástica”, en cuál de las dos somos capaces de vivir, o más aún ¿es inevitable separar esos mundos como si nada tuvieran que ver uno con el otro?

“Reunión” y el compromiso político

El cuento “Reunión”, que inaugura la serie política en Cortázar, se presenta como un diario de campaña de Ernesto Guevara e inscribe, en el paratexto, un epígrafe de La Sierra y el llano.[6]  El narrador es un alter ego del Che  que busca encontrarse con Luis (Fidel Castro). Los nombres propios son modificados, pero la alusión es evidente. Años más tarde, Cortázar refiere la anécdota que el escritor Roberto Fernández Retamar le había contado a Ernesto Guevara que un argentino que había escrito un cuento en donde él era el protagonista; que el Che lo leyó y dijo “está muy bien pero no me interesa”.[7]

La crítica  identifica a “Reunión” como el inicio del despertar político y de una nueva propuesta literaria. No obstante, Cortázar rechaza la idea de viraje en su carrera, tanto como la idea del escritor comprometido:

“llegó el día en que frente a una injusticia cualquiera […] tuve la necesidad de sentarme a la máquina y escribir un artículo protestando por esa injusticia, me sentí obligado a no quedarme callado, sino a hacer lo único que podía hacer, que era o hablar en público si se trataba de reuniones o de escribir artículos de denuncia o de defensa según los casos. Y eso, en el fondo, es lo que termina por llamarse compromiso”.[8]

Cuando Cortázar explicitó su compromiso fue criticado por poner fines propagandísticos a su literatura. Sin embargo, él defendió la libertad creativa como su principal poética literaria. Se compromete con una causa política de izquierda, pero no adopta literariamente al realismo como forma de reflejo de lo social. Declaró que su verdadero compromiso ideológico era con la literatura de calidad. Encontramos la idea del escritor revolucionario en contraposición al escritor comprometido o panfletario. La postura en contra de la literatura comprometida fue criticada por algunos autores contemporáneos, como Mario Benedetti, quien le cuestiona la falta de compromiso. Cortázar muestra su compromiso ideológico, político y estético produciendo una literatura que valga la pena como tal y que contenga un mensaje que no sea exclusivamente literario. La obra de Cortázar busca una revolución a través de la literatura, a través de la formación de un público lector latinoamericano en la década del 60 y 70, que empezaba a leer a sus compatriotas como una literatura de valor, y no como una literatura alternativa a  la europea. En la transformación del lector pasivo en un lector cómplice que construye el texto durante la lectura;  la elección del idioma español es  parte de una poética estética, política y revolucionaria.

Cortázar pondera la libertad como escritor y como referente de la intelectualidad latinoamericana. Reivindica la posibilidad del error y de cambiar la manera de pensar. Esta búsqueda le permite experimentar con múltiples géneros literarios y discursivos: el cuento, la novela, las instrucciones, los ensayos, las cartas, los diarios, los artículos periodísticos. Cortázar decide fusionar las premisas poéticas de vanguardias europeas, como el simbolismo y el surrealismo, con la tradición literaria rioplatense; construye a través de la fusión una poética bicultural (argentina y francesa) y universal.

A pesar de que el autor renegaba de la categoría, Cortázar es un escritor comprometido. Se considera al compromiso, no como una limitación o un condicionamiento político partidario, sino como una concepción dinámica de la obra y de la vida, una experimentación constante para producir buena literatura.

“Por mi parte, creo que el escritor revolucionario es aquel en quien se fusiona indisolublemente la conciencia de su libre compromiso individual y colectivo, con esa soberana libertad cultural que confiere el pleno dominio de su oficio. Si ese escritor, responsable y lúcido, decide escribir literatura fantástica, o psicológica, o vuelta hacia el pasado, su acto es un acto de libertad dentro de la revolución, y por eso es también un acto revolucionario”.[9]

La obra de Cortázar es cuestionadora; se pregunta por la literatura, por el autor y por el lector. Es una literatura revolucionaria tanto en la forma como en el contenido.

La llegada de Cortázar al canon de escritores latinoamericanos modifica el foco eurocéntrico de la crítica literaria sobre el surrealismo y da cuenta de su obra como parte de la productividad del movimiento fuera de Europa. Los cuentos analizados son un ejemplo de una obra que representa un paso más allá de la vanguardia, porque a partir de la fusión, Cortázar hace que la propuesta tanto estética como política sea inclusiva, en tanto incorpora a Latinoamérica. Los conceptos de realidad ampliada, de tiempo subjetivo, de pasaje entre lo latinoamericano y lo europeo, multiplican las posibilidades poéticas.

Cortázar consideraba que un escritor argentino podría “operar en la realidad” cuando se purgara de comodidades y se sometiera a una lenta meditación sobre nuestra realidad y sobre nuestra palabra. Entiende que, a partir del boom, la literatura latinoamericana amplió sus horizontes y equipara su recorrido literario al de otros autores latinoamericanos:

“[…] lo que me sucedió en el terreno individual y privado es un proceso que en conjunto se ha ido dando de la misma manera […] de lo más privilegiado, lo más refinado como actividad literaria, a una literatura que guardando todas sus calidades y todas sus fuerzas se dirige actualmente a un público de lectores que va mucho más allá que los lectores de la primera generación que eran propios grupos de clase, sus propias elites”.[10]

En Cortázar, la idea de realidad ampliada produce una literatura ampliada, es decir una literatura compleja que evidencia, desde Europa, el compromiso con Latinoamérica y con las problemáticas universales de la humanidad. El compromiso y la revolución incesante primero estética y luego política, dan cuenta de un autor humano y perfectible. Un autor que vivió la libertad como una premisa poética y una praxis vital, y así transformó las vanguardias a la manera argentina.

 

 

[1] Cortázar, J. (1982) El sentimiento de lo fantástico en Conferencia dada por Julio Cortázar en la Universidad Católica Andrés Bello. Recuperado de http://www.juliocortazar.com.ar.

[2] Perrone-Moises, Leyla. (1993) “Lautréamont et les rives américaines” en La cuestión de los orígenes. Lautrèamont & Laforgue. Montevideo: Academia Nacional de Letras, 1993, pp. 43-50.

[3] En este artículo se citará la siguiente edición indicando entre paréntesis el autor y el número de página. Cortázar, J. (2014). Clases de Literatura. Berkeley, 1980. Buenos Aires: Alfaguara, p. 104.

[4] Cortázar, J. (2004) Todos los fuegos el fuego. Octaedro. Buenos Aires: Alfaguara, p. 128

[5] Viñas, D. (1971) “Los premios” a “Rayuela”. En De Sarmiento a Cortázar. Buenos Aires: Ediciones Siglo XX, 1971, pp.  122-132 y 199-211.

[6] La sierra y el llano (La Habana: 1969) es una antología en la que los principales líderes de la guerrilla como Fidel Casto, Camilo Cienfuegos, Ernesto Guevara escribieron episodios de sus memorias.

[7] Cortázar, J. (2014). Clases de Literatura. Berkeley, 1980. Buenos Aires: Alfaguara, p. 35.

[8] Prego, O. (1997)  Julio Cortázar. La fascinación de las palabras. Buenos Aires : Alfaguara. (pp. 212)

[9] Cortázar, J. (1970). Algunos aspectos del cuento en Diez años de la revista “Casa de las Américas”.  Recuperado http://www.literatura.us/cortázar/aspectos.html.

[10] Cortázar, J. (2014). Clases de Literatura. Berkeley, 1980. Buenos Aires: Alfaguara, p. 25.

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