Modelos de desarrollo
La fábrica de cerdos

Por Guillermo Folguera

En su artículo del 2 de junio, “El virus y el meteorito” el Doctor en Biología Guillermo Folguera se preguntaba cómo habíamos llegado hasta acá -hasta la pandemia y el aislamiento social-; y mencionaba como una de las causas, el modo de producción de alimentos. En los últimos días, firmó una carta y fue parte del debate público para oponerse a un proyecto de producción de chanchos para exportar a China. Aquí sus razones: 

Cinco puntos sobre el proyecto 

1. Información, ¿qué información?

La Cancillería argentina, cuyo máximo representante es el conocido Felipe Solá, anunció el 9 de julio de este año el avance de un proyecto con China para aumentar la producción de cerdos. Hasta entonces y desde entonces, ninguna información precisa fue señalada. La cantidad mencionada multiplicaba por varias veces la producción de cerdos en nuestro país. Dónde, cómo, cuándo tampoco eran datos públicos. Lo único: China invertiría para ser su comprador usando nuestro territorio. Diferentes instituciones estatales, movimientos sociales y productores en el rubro, señalaron desconocer el proyecto en cuestión. Para colmo, a partir de la gestación de una campaña masiva de denuncia, la propia Cancillería modificó sus propias declaraciones como quien intenta borrar el pasado cambiando los datos anunciados. Sí, recuerda a la novela 1984.  

La falta de información y la celeridad del caso no es sólo un problema de tipo comunicacional, se trata de la propia naturaleza de un proyecto de este tipo. Oscuridades y apuros, suelen responder en estos casos más a las propias demandas de empresarios y gobernantes de turno – que se frotan las manos- que a las maneras de cuidar el bienestar público; así como de minimizar los efectos perniciosos que un proyecto así presenta. Y entonces, se impide la percepción del problema y la reflexión colectiva. No se sabe, entonces de qué podemos hablar. En el debate público del miércoles 29 de julio, Silvia Vázquez dijo: “El paso siguiente tiene que ser ese acceso a esa información (…) No puede dar para más, para que sigamos girando como en falso, a partir del conocimiento de algo que en definitiva no sabemos (…) hubo una primera información que hablaba de 9 millones de toneladas, luego una segunda información de 900 mil toneladas, no sabemos de qué plazo se está hablando, son un montón de preguntas”. La claridad de sus palabras contrasta con el hecho de que es la Directora de Asuntos Ambientales de la misma C 

Cancillería que avanza con el proyecto. ¿Y entonces? ¿Si no sabemos las características del proyecto entonces de qué hablamos? Quizás podemos buscar otras experiencias similares. 

2. Otras granjas industriales

La búsqueda por proyectos similares aterriza en un caso emblemático que ocurrió al norte de Chile, en la localidad de Freirina. Conversar con esa comunidad resulta obligado para comprender lo que está en juego en nuestro país, así como volver a sus imágenes y relatos. ¿Qué pasa cuando a un pueblo se le ponen estas megagranjas industriales al lado? La respuesta es que básicamente se vuelve un escenario invivible. Olores, contaminaciones de napas, pérdida de fertilidad de los suelos, son tres de las primeras consecuencias señaladas una y otra vez por la comunidad de Freirina. También, el uso de agua para dar de beber a tantos animales, en un lugar donde este recurso es más bien escaso. La rebelión del pueblo surgió en el 2012 y motivó que la empresa salga eyectada. Y al irse, la imagen reproduce lo que dejan estos emprendimientos en su despedida: el desastre se acentúa, el territorio vuelve a ser sacrificado. El territorio de Huasco fue sacrificado.  

En el caso de Argentina también la experiencia de los feedlot marcó experiencias parecidas. Conversar, por ejemplo, con productores de la comunidad de Saladillo es acercarse al fenómeno de diferentes tipos de contaminaciones, olores. Formas encubiertas de expulsar a una comunidad. Sea porque Freirina está en Chile, sea porque las empresas involucradas serán otras o bien porque los feedlot tienen sus propias historias, ninguna de estas experiencias son consideradas o mencionadas por los actores que están impulsando y/o defendiendo este proyecto. Y entonces se da lugar a un lenguaje publicitario que promete dólares y trabajo, pero que oculta otras consecuencias del proyecto. ¿Y entonces qué es de lo que sí podemos hablar? Quizás podemos intentar con experiencias del mismo “tipo”.     

3. Este “tipo” de proyecto tan conocido

¿Tenemos en nuestro país experiencias similares de producción? Por supuesto que hay muchos proyectos “parecidos”. Grandes emprendimientos, de carácter empresarial o en convenio con el Estado, con gran impacto socioambiental. También que hacen de los bienes comunes (tales como el agua o la tierra) meras mercancías y cuyo fin es la exportación de algún commodity.  

El proyecto agroindustrial, que en la historia de Argentina tuvo una nueva versión desde la aparición del paquete tecnológico a mediados de la década de 1990 -con el propio Solá como uno de los protagonistas-, es un ejemplo de eso. El paquete tecnológico que involucró a la soja RR y al glifosato fue el primero (no el único) en impactar masivamente sobre territorios y cuerpos. Las promesas de alimentar el mundo o de disminuir la cantidad de químicos se reconocieron falaces. La concentración en la propiedad y uso de la tierra sólo aumentó desde entonces. Los pueblos de Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Buenos Aires, Chaco, Santiago del Estero muestran hoy cuerpos plagados de enfermedades, en las que el Estado no se ha encargado siquiera de registrar o alertar.  

Casos parecidos presenta la megaminería, que, bajo las promesas de inversiones y supuestas fuentes de trabajo, consiguió la aceptación de zonas de sacrificio que se expandieron en toda la región cordillerana, con comunidades que aún resisten su ingreso como en los casos de Mendoza y Chubut. Estos proyectos por supuesto que no son los únicos: la pesca industrial, la extracción de hidrocarburos, la predación forestal o las formas de extractivismo urbano engordan una lista de prácticas con características similares. Y, sin embargo, posiblemente se señale que, al tratarse de cerdos, otro bien distinto es el escenario; por lo que tampoco permiten incluirla como antecedentes a considerar. Y entonces qué. Entonces quizás podamos pensar el escenario actual y obtener alguna información de ello.  

4. Un contexto de discusión peculiar

Estamos viviendo a nivel mundial y a escala local, una situación de pandemia. Esta pandemia, presumiblemente de origen zoonótico, ha traído junto con angustias, empobrecimiento y muerte, medidas de aislamiento obligatorio durante meses. En nombre de la salud, muchas de estas medidas encontraron legitimidad social para la protección colectiva buscando no saturar los ya degradados sistemas hospitalarios. Pero entonces, un proyecto así, irrumpe bajo la pregunta acerca de qué características la asocian al origen y expansión de una (otra) zoonosis. Y la respuesta es directa, sólo para mencionar algunas de ellas: la pérdida de la biodiversidad; el hacinamiento de animales; el incremento de las poblaciones urbanas; el incremento del uso de químicos y antibióticos; la mala alimentación y una deteriorada salud en las poblaciones vecinas. Todas esas son consecuencias esperadas en proyectos de este tipo. Todas,también, promueven la aparición de nuevas zoonosis.  

¿Y entonces por qué se hace? Por parte de aquellos que están propiciando el proyecto se menciona la palabra “oportunidad”. La muerte masiva de cerdos en China y el deseo de aquellos gobernantes por invertir en nuestro país se presenta como una oportunidad única para los empresarios y gobernantes locales. Pero la zoonosis y las muertes de cerdos del país oriental no hacen sólo a la oportunidad, sino que expresan la naturaleza misma del proyecto. Argentina está trayendo a su territorio lo que China quiere justamente evitar a partir de sus experiencias recientes y de los riesgos asociados. Sólo se está hablando del proyecto por las oportunidades comerciales que ofrece a algunos sectores concentrados, pero en ningún caso se habla de las consecuencias que están en juego y menos aún, de lo delicado del presente contexto pandémico.  

5. Una peculiar dicotomía

Los defensores del proyecto parten de una situación sin dudas cierta: hay un escenario social muy grave que necesita ser aliviado y en la que el Estado argentino debe mover sus propias piezas. Ahora bien, a partir de ahí construyen una peculiar dicotomía entre dicha estrategia y el vacío. O, dicho de otra manera: megagranjas o nada. Y este segundo paso es abiertamente falaz. Primero, porque un problema no se resuelve con la aparición de otro. Segundo, porque los riesgos tienen que considerarse de algún modo. Y tercero, porque las alternativas deben mencionarse. Por ejemplo, el Estado argentino podría fomentar un tipo de emprendimiento que responda a otras lógicas de producción y en las que los beneficiados directos no sean grandes empresarios, sino pequeños productores. De hecho, según los datos que se mencionan en la actualidad, más del 90 % de los productores de cerdo en Argentina tienen menos de 50 madres y el 50% de la producción está en posesión de 100 personas. Sólo 100. Cuando se habla de generar fuentes de trabajo, en general no se mencionan los efectos que estos proyectos suelen tener sobre los pequeños productores. La dicotomía entre desarrollo y ambiente, ha mostrado traer aparejado sucesivos desastres. Otra alimentación y otras formas de producción no son meramente discursos, sino que son prácticas efectivas, numerosas experiencias agroecológicas así lo muestran marcando alternativas en las que el Estado podría ayudar a multiplicarse. Un proyecto de gran escala que reproduce las mismas lógicas que nos trajeron hasta acá, no hace más que consolidar nuestro territorio como una gran zona de sacrificio.  

 


Guillermo Folguera es investigador del CONICET y miembro del Grupo de Filosofía de la Biología. Cursó en dos facultades de la Universidad de Buenos Aires. En la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales se doctoró en Biología; y en Filosofía y Letras, obtuvo el título de Licenciado en Filosofía. Es docente de la UBA y participó de numerosas conferencias internacionales.  

 

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