Elecciones 2023
Milei y un mundo de nuevas experiencias

Por Javier Burdman

“El capitalismo global está cambiando. Hay nuevas contradicciones, nuevos desafíos, y los partidos políticos existentes no consiguen dar respuestas”, sostiene Javier Burdman. De acuerdo con su mirada, “los nuevos liderazgos de ultraderecha son una respuesta a la crisis de solidaridad y de confianza propia de las sociedades contemporáneas”, cuyas vivencias  no encuentran representación en las prácticas y discursos políticos tradicionales.

 

A los votantes de Milei no se los puede “ir a buscar”, ni se los puede “perder”, como se iba a buscar o se perdían votantes en otras épocas. Son votantes nuevos que operan con lógicas nuevas, extrañas a las formas políticas establecidas. Los motivos del resultado electoral van mucho más allá de los errores y problemas particulares de las fuerzas políticas tradicionales. El capitalismo global está cambiando. Hay nuevas contradicciones, nuevos desafíos, y los partidos políticos existentes no consiguen dar respuestas. Las nuevas tecnologías cambiaron la forma de comunicar, pero también (para muchos) de trabajar, de vender, de alquilar, de volverse conocido o famoso. Hay nuevos problemas, nuevas perspectivas, nuevas angustias y nuevos odios. Si te roban el celular perdés tu principal herramienta de trabajo. Si gestionás un Airbnb, te da odio que el Estado se quede con parte de los dólares que el turista está dispuesto a darte. Los partidos tradicionales, en Argentina y en casi todo el mundo, no están preparados para hablarles a muchas personas en un lenguaje que conecte con sus vivencias.

Los nuevos movimientos sociales, el feminismo, el anti-racismo, el indigenismo, LGBTQIA+ y demás interpelan a grupos específicos, pero no ofrecen pertenencia comunitaria ni vínculos de solidaridad para quienes no están incluidos en ellos. La proliferación de formas de vida alternativas choca con los modelos establecidos y amenaza a muchos que crecieron con la promesa de estar en el centro de la escena con relegarlos a un papel secundario. A ellos, las nuevas derechas les ofrecen contención. Hay una escasez de visiones integradoras que transformen modelos tradicionales (de masculinidad, de ser blanco, de heterosexualidad), en lugar de condenarlos.

En perspectiva histórica, es probable que el antecedente más claro a la actual situación sea la década del 30. En aquel entonces surgieron y se expandieron a lo largo del mundo movimiento radicales con ideas aparentemente disparatadas, a menudo abiertamente contrarias a los valores morales más elementales. ¿Qué ocurría? Nuevas experiencias, nuevos desafíos, nuevas angustias: multiculturalismo, desocupación, incertidumbre. La promesa de paz universal dio lugar a la guerra total. La expansión del capitalismo dio lugar al desempleo. El cosmopolitismo abrió el camino a crisis de refugiados. Nuevas ideologías pusieron en cuestión las jerarquías tradicionales. En este clima, los ideales burgueses que, hasta entonces, habían articulado las preferencias políticas de la mayoría, entraron en crisis. Si el deseo de paz lleva a la guerra, si el crecimiento económico lleva al desempleo, ¿por qué no confiar en el que promete guerra y descalabro económico?

Al igual que en los 30, cambios en el capitalismo global modifican los vínculos de solidaridad que articulan individuos con grupos. Las nuevas tecnologías se basan en individuos aislados, no en organizaciones. El trabajo de chofer de taxi, dependiente de una licencia y atravesado por regulaciones, es reemplazado por el chofer de Uber, sin regulaciones, sin licencias, sin sindicatos. El empleado de hotel, perteneciente a una empresa y a veces a un sindicato, es reemplazado por el propietario que pone su departamento en alquiler por Airbnb, o por el no propietario que gestiona el alquiler de alguien más en soledad. Un gestor, una app y un turista, sin regulaciones, licencias, sindicatos ni instituciones. Son nuevos trabajos sin lazos comunitarios que vinculen al individuo aislado con un grupo.

Siguiendo la perspectiva histórica, los nuevos liderazgos de ultraderecha son en gran medida una respuesta a la crisis de solidaridad y de confianza propia de las sociedades contemporáneas. La pérdida de credibilidad en las instituciones se expresa en la proliferación de noticias falsas y en la desconfianza hacia el conocimiento científico. Agrupaciones inarticuladas ocupan el rol que antaño tuvieron instituciones como el periodismo y la ciencia, con sus múltiples reglas y protocolos. Los votantes de Milei no necesitan liturgias ni procedimientos para entenderse. Solo necesitan una voz que conecte sus experiencias, sufrimientos y odios individuales con un sentido general y grupal.

Esto significa que el problema no es eminentemente político, en el sentido habitual de la palabra. No hay estrategia de último momento que permita persuadir a los votantes de Milei, porque su lógica política es diferente. Para movilizarlos políticamente dentro de las formas más convencionales, es decir, para movilizarlos en términos de intereses, valores o identidades, es necesario, antes que nada, restituir un mundo común. Es necesario, en otras palabras, dar lugar a lazos de solidaridad que vinculen a los individuos con una comunidad. Mostrarle al chico de Rappi que su actividad tiene lugar, y es tenida en cuenta, en un sistema de relaciones sociales que va más allá de él, su teléfono y el que hace el pedido. Esto, claro está, no se hace de un día para el otro. Requiere nuevas visiones ligadas a nuevas formas de movilización.

Es posible que toda respuesta local sea indefectiblemente defensiva y limitada. Los cambios en el capitalismo global superan la capacidad de reacción de fuerzas políticas que quedan siempre atrás de los hechos consumados. Sale Airbnb y en pocos años se hace casi imposible pagar un alquiler en Buenos Aires, Berlín y Nueva York. Sale Tinder y buscar pareja se vuelva una actividad solitaria que transcurre en la comodidad del hogar. Emprendedores de Silicon Valley determinan nuestra forma de vida más que cualquier autoridad política. Hasta que no surjan nuevas visiones globales que aspiren a influir y encausar el proceso de cambio, las demás fuerzas políticas podrán tal vez contener el poder de convocatoria de las nuevas derechas, pero no disputarlo.

 

 


Javier Burdman es investigador asistente del Conicet en la Universidad Nacional de San Martín y docente de ciencia política en la Universidad Torcuato di Tella. Desarrolló su trabajo doctoral y postdoctoral en Estados Unidos, Alemania y Francia. Ha publicado varios artículos sobre filosofía política moderna, y recientemente el libro The Shadow of Totalitarianism: Action, Judgment, and Evil in Politics (SUNY Press, 2022).

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