Por Gustavo Ruggiero
A un siglo del nacimiento del pedagogo y filósofo brasileño, el Doctor en Educación Gustavo Ruggiero, autor de “Paulo Freire, pedagogía Rebelde” (Ediciones UNGS, 2021) se pregunta por qué su pensamiento no se desactualiza y qué nos diría en estos tiempos de aula-pantalla el maestro pernambucano para pensar la educación en clave emancipatoria.
Un amigo de Paulo Freire, el profesor Carlos Torres cerró su aporte a la biobibliografía1 mejor escrita sobre el maestro pernambucano, expresando que se puede estar a favor o en contra de Freire, pero que sin lugar a dudas, lo que no se puede hacer es ignorarlo. Y efectivamente, es casi imposible que su figura pase desapercibida. Solo una voluntad política decididamente autoritaria, como es el caso del actual gobierno de Bolsonaro, que busca eliminar el nombre Paulo Freire de cualquier estampa institucional, puede sostener tamaño absurdo. Los escritos de Freire fueron traducidos a más de cincuenta lenguas; sus libros recorren todos los continentes; las citas académicas lo ubican en el tercer lugar mundial en las ciencias sociales. No es posible hoy, no saber algo de Paulo Freire. Pero eso que sabemos, ¿qué es? ¿Cómo ingresa el nombre Paulo Freire en nuestras vidas educadoras?
Es probable que quienes se encuentren con Freire en la intimidad de la lectura de sus libros o en la escucha atenta de su voz en alguna producción audiovisual, experimenten la sensación de amplificar sus mundos. La lectura del mundo, que siempre es anterior a la lectura de la palabra, se verá sin dudas afectada por esa experiencia de lectura o de escucha. Porque las palabras de Paulo Freire van al corazón de nuestras existencias: no hay retórica de circunstancia en su forma de hablar, de pensar y de escribir. Otro amigo suyo, el pedagogo Moacir Gadotti ha dicho que con Freire la poesía consiguió visa permanente para transitar los textos científicos.2 Es una voz cargada de ternura, que sabe que la pedagogía debe jugar el difícil juego del equilibrio entre la creación y la prescripción. Y entonces, sus palabras educadoras generalmente invitan, no dan órdenes. Pero al mismo tiempo, sus palabras educadoras, filosóficas y políticas, denuncian. No ceden ante un orden desigual y opresivo. A veces, incluso, son palabras de rabia. Cómo llegan estas palabras a nuestras vidas educadoras, nos preguntamos hace un momento al comenzar esta escritura. Llegan cuando nuestras voces, nuestro pensamiento y nuestra práctica educadora, busca caminos de emancipación. No llegan antes.
Paulo Freire caminó por muchos caminos de emancipación. A veces, caminos obligados por el exilio y la persecución política; otras veces, pudo elegir esos caminos. Diseñó, por ejemplo, planes y políticas de alfabetización; debatió al interior de los movimientos sociales; escribió inspirado por las luchas de esos movimientos pero también por una urgente necesidad existencial. Admiró a Ernesto Guevara y a Amilcar Cabral. Fundó junto con otras personalidades de su tiempo el Partido de los Trabajadores en Brasil. Leyó a fenomenólogos, existencialistas y marxistas y en ellos encontró inspiración para elaborar algo más que una metodología alfabetizadora; Paulo Freire logró construir una verdadera teoría del conocimiento. Todos estos caminos, son caminos que algunas y algunos educadores también han transitado y otros comienzan a transitar. De modo que nuestro encuentro con Freire contribuye principalmente a la tarea de saber algo más sobre nosotros mismos. Nos ayuda a sostener un trabajo de elucidación, que como diría el filósofo Cornelius Castoriadis, es el trabajo de pensar lo que hacemos y a saber lo que pensamos.3
En este particular año en el que se cumplen 100 años del nacimiento de Paulo Freire, los homenajes se multiplican y afortunadamente, con él, ocurre algo distinto que con otros personajes conceptuales. No se edifican monumentos ni se vacían de sentido sus citas. Tampoco se suscitan esas polémicas interpretativas, por cierto bastante estériles, que suelen caracterizar a la academia contemporánea. Por el contrario, parece que cada vez que alguien menciona su nombre, o trae una cita suya, el efecto es el de recordarnos que podemos volver, una vez más, a pensar la educación en clave emancipatoria. Entonces, ¿cómo leer a Freire?; ¿leerlo para explicarlo o para pensar junto con él?; ¿leerlo para “aplicarlo” o para comprender nuestras prácticas? Paulo Freire no pasa de moda, porque cada vez que se reinventan las prácticas emancipatorias, su pensamiento se vuelve un pensamiento compañero y camarada. Camina junto a los y las que aún estamos en la senda. Su vida educadora inspira otras vidas antes que volverse un modelo que no nos permite movernos de los imperativos. Y si su pensamiento no se desactualiza, es sencillamente porque las opresiones de clase y de género, o de raza y religión, aún dañan nuestras vidas. Y la historia puede tener momentos de encierro, pero jamás se clausura. La pedagogía, podríamos decir que también, cuando quiere, es el intento de romper la clausura del pensamiento.
Pero el tiempo que hoy transitamos es un tiempo cifrado por un sino trágico. Es un tiempo donde la vida está acechada en una magnitud tal, que pone en jaque la propia trama social. Incluso antes de la pandemia, el planeta todo venía asediado por un sistema económico y social depredatorio: el capitalismo, sencillamente, no puede reproducir la vida. De modo que al pie de un nuevo tiempo, quienes estamos en las escuelas, en instituciones de formación docente o en las universidades, nos preguntamos por la forma de lo escolar y por la educación que vendrá. Los debates actuales parecen ir colaborando, en una notable sincronicidad discursiva, en la gestación de una subjetividad que ya acepta como irrevocable un futuro digitalizado, virtualizado y organizado por la inteligencia artificial. ¿Hacia dónde ir? No lo sabemos bien. Por eso en nuestros fantasmas, es decir, en nuestro trabajo de imaginación política, traemos con cierta urgencia a algunas figuras que nos ayuden a comprender qué podemos hacer hoy para que mañana se haga lo que hoy no se hace. Pensamos entonces que la perspectiva de una educación popular, es decir, de unas prácticas educativas inspiradas en la posibilidad de una radical igualdad, tienen en un Paulo Freire o en un Simón Rodríguez, unas invenciones por hacer. Pensar con ellos es pensarnos. Es compartir un común posible. ¿Qué nos podrían decir sobre este tiempo de aulas-pantallas? El maestro de Simón Bolívar, el Sócrates de Caracas, nos diría que inventamos o erramos. El maestro de Pernambuco, amador de todo cuanto hay en nuestro planeta, nos diría que nuestra vocación ontológica de ser más no puede detenerse; que sea lo que sea que hagamos finalmente, se deba al deseo de producir belleza porque este mundo la necesita. Y si su pensamiento no se desactualiza, es sencillamente porque las opresiones de clase y de género, o de raza y religión, aún dañan nuestras vidas.
Crear inéditos viables, diría también Freire. Producir las situaciones límites en las que, principalmente los oprimidos se desidentifiquen con la perspectiva del mundo de los opresores que llevamos con nosotros. Tal vez por eso una de las lecturas que más conmueve a Freire es Piel negra, máscaras blancas de Frantz Fanon. Educar es un acto político, sin lugar a dudas. Pero lo es, principalmente, porque todo acto educativo conlleva el problema de la violencia epistemológica tácita entre quien enseña y quien aprende. Educar es un acto político porque es un acto de conocimiento del mundo que heredamos y del mundo por venir. Una educación emancipatoria, permite comprender esos mundos e historizarnos, porque solo hay historia donde hay tiempo problematizado.
No hemos nombrado hasta aquí, aquel libro tan asociado al nombre Paulo Freire: Pedagogía del oprimido. Si este breve ensayo logra en quien lo lee un efecto positivo, tal efecto debiera ser el deseo de leer o releer al propio Freire. Hay que volver sobre Pedagogía del oprimido. Una de las virtudes de la escritura bien lograda es ser leída más de una vez. Y la escritura de Freire no sólo es profunda sino amorosamente rebelde. Por eso convoca a su lectura. De modo que leerlo hace bien. Nos lleva a las profundidades del alma humana, tanto como a la posible/imposible vida en común. Decíamos en el párrafo anterior que el inédito viable es una figura del pensamiento propuesta por Freire para volver inteligible el trabajo de creación política. Y ese trabajo, del que la pedagogía no puede separarse, debe estar decididamente encaminado a luchar por otro mundo, porque el que tenemos no está bien así como está. La pobreza, la desigualdad, la injusticia, la depredación ambiental, tienen como correlato lo que el filósofo Castoriadis llamó avance de la insignificancia.4 La privatización de la vida, el deterioro de lo público, la indiferencia y la apatía política, el narcisismo y la vida sostenida en el consumo, nos dejan un mundo feo. Sin embargo, Freire piensa que quienes padecen la opresión, si bien tienen cercadas sus posibilidades de transformación del mundo, no dejan de percibir que las cosas podrían ser de otro modo. Esa percepción puede evadirse o incluso puede convertirse en miedo a la libertad. Los obstáculos para transformar el mundo son visibilizados como situaciones límites. Pero esos obstáculos no son invariantes sociales. La relación entre inédito viable y situación límite, entonces, es una relación tanto epistemológica como política. Hay que tomar distancia para comprender las situaciones de opresión. Alejarse del objeto para acercarse. Pero además, hay que intervenir para superar las situaciones límites. Para hacer otra cosa de nuestras vidas oprimidas. Si las situaciones límites logran ser problematizadas, entonces puede haber cierta inteligibilidad sobre las causas y los efectos de la opresión. El inédito viable es la elaboración de ese proceso. Porque es inédito, todavía no se lo vive. Pero ya se lo sueña y es posible.
Es cierto que no es la educación la que puede cambiar el orden del mundo. Eso es trabajo de la política. Pero nuestras prácticas educativas pueden contribuir tanto a la consolidación de un miedo a la libertad como a la creación de inéditos viables. Nos preguntamos en este tiempo, también inédito pero no viable, de enfermedad y muerte, qué forma tomarán nuestros sistemas formales de educación; qué contenidos “priorizar”. Son preguntas difíciles de responder porque decidir de antemano es parte de la lógica vigente. ¿Cómo decidir qué forma escolar y qué contenidos enseñar sin grandes debates sociales y sin deliberaciones en pequeños círculos de cultura en las comunidades educativas? Si se trata de decisiones “expertas”, entonces no hace falta pensar con Freire. Si la nueva forma escolar solo requiriese de dispositivos tecnológicos y conectividad, entonces, como diría Dailan Kifki, estamos fritos, la lucha ya está perdida.
¿A quiénes escuchar, entonces, en medio de tanto ruido y con tanto humo que el bello fiero fuego no se ve? A todes; creo que diría Freire. Porque no alcanza ni un poquito con la democracia representativa. De hecho, habría que preguntarse si en sentido estricto la democracia representativa es democracia. Un viejo anhelo de Freire fue democratizar las escuelas. Tal vez podamos comenzar, de una vez por todas, esa tarea pendiente. Porque en las escuelas podemos sostener tiempos distintos; tiempos liberados del tiempo de las mercancías y de la política convencional. Tiempos de creación colectiva de una inédita forma de lo escolar. Inédita, pero viable.
Gustavo Ruggiero es profesor universitario en Filosofía por la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y obtuvo el grado de Doctor en Educación por la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER). Tiene una amplia trayectoria en escuelas secundarias del conurbano bonaerense y en formación docente. Actualmente trabaja en el Instituto del Desarrollo Humano de la UNGS y en el Instituto de Formación Docente N°112 de San Miguel, Provincia de Buenos Aires. Es autor de Paulo Freire. Pedagogía Rebelde (Ediciones UNGS, 2021). IG: @ruggiero.gustavo
1 Gadotti M. y Torres, C. (comps.)(2001). Paulo Freire: una biobibliografía. México: Siglo XXI.
2 op. cit.
3 Castoriadis, C. (2008). La institución imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Tusquets.
4 Castoriadis, C. (1997). El avance de la insignificancia. Buenos Aires: Eudeba.