Elecciones municipales en Brasil
Sobre fascismos y maricas

Por Amílcar Salas Oroño

El pasado domingo 15 de noviembre se realizaron las elecciones municipales en Brasil. En esta nota, Amílcar Salas Oroño analiza los resultados del evento electoral y traza una cartografía sobre los espacios políticos brasileños, sus posibilidades y tensiones de cara al futuro.  

Elecciones bolsonaristas  

La semana previa a las elecciones municipales del domingo pasado, Bolsonaro se despachó con una frase de su marca: “tenemos que dejar de ser un país de maricas”. Lo dijo a propósito del natural miedo que sienten los ciudadanos y ciudadanas frente a una pandemia que no encuentra punto de sosiego. Una pandemia descontrolada en un país periférico, y el lamento por los cientos de miles de muertos; para Bolsonaro, cosa de maricasEn las elecciones del domingo salió perdedor y quizás tenga que ver con aquello.  

Fueron para Bolsonaro unas elecciones atípicas: como el año pasado había decidido no seguir afiliado al partido que lo llevó de candidato a la Presidencia en el 2018, el Partido Social Liberal (PSL)estas elecciones municipales las transitó sin partido. No tenía por lo tanto, como “medirse” él mismo; resultado: salió a “bendecir” candidatos. De los 13 candidatos a Intendentes que apoyó sólo dos se eligieron y otros dos pasaron al balotaje (el próximo 29 de noviembre)M. Crivella en Río de Janeiro con muy pocas chances de vencer y el Capitan Wagner en Fortaleza, uno del líderes del motin policial en Ceará de este año, que tendrá en su contra no sólo la máquina municipal sino también la estatal, hoy en control del Partido dos Trabalhadores (PT). Bolsonaro, además, decidió empujar (evidentemente no para arriba, sino para abajo) las candidaturas de 45 concejales en todo el paísde los cuales tan sólo se eligieron 7.  

Su hijo Carlos (el supuesto estratega para las redes sociales del gobierno) volvió a elegirse concejal de Rio de Janeiro pero sacando 34 % menos de votos que la ultima vez, en 2016 (cuando el padre todavía no era Presidente); salió segundo (la última vez fue el más votado) detrás de un concejal del Partido del Socialismo y la Libertad (PSOL), el mismo partido del que era Marielle Franco cuya viuda, justicias históricas mediante, fue elegida concejal este domingo. Perdió Bolsonaro, y es de esperar que para las próximas elecciones algunas cosas cambienpor ejemploque retrocedan los numeroso episodios de violencia política que se constataron durante la campaña (en casi todos los distritos del país), y que también disminuya el crecimiento de las candidaturas policiales fueron más de 6700 los miembros de las fuerzas de seguridad y fuerzas armadas (en actividad o retiro) que se presentaron  

Bolsonaro y los ángulos del círculo rojo 

¿Cuáles serán entonces los sostenes de un Bolsonaro derrotado? Con sus sectores evangélicos afines quizás la relación sigua firmeaunque de ida y vuelta (no exenta de reclamos), más allá del fiasco del candidato Celso Russomanno en San Pablo, que dejó algunos interrogantes sobre la fortaleza del vínculoCon los militares generales el Capitan Bolsonaro empieza a sentir también movimientos de distancia: si bien durante estos meses continuaron las incorporaciones militares a la gestión del Estado ya son más de 6000 los militares en el gobierno las posiciones frente a la Amazonia, respecto de las relaciones con China o la sugerencia reciente de recurrir a la “pólvora” para resolver problemas (con EEUU) incomodan cada vez más al alto escalón de las FFAA. Lo hacen saber de distintas maneras, con las conexiones que tienen a mano y que de muy buena manera se prestan para la tarea: no hay editorial, ni columna de opinión (o esas secciones del chisme político) de los últimos tiempos de O Globo, Estado de Sao Paulo o Folha de Sao Paulo que no trate el asunto de esta “disconformidad”, de una “salida ordenada del gobierno” o incluso dándoles la palabra a los militares generales para corregir los dichos del propio Presidente, como pasó la semana pasada con el Comandante del Ejéricto, Edson Leal Pujol    

Además, en estos años de gobierno hay dos tipos de recursos políticos claves que Bolsonaro perdió. Uno territorial: se distanció de tres gobernadores que le fueron piezas fundamentales para su victoria en el 2018, y donde se concentra más del 40% del electorado del país: Joao Doria en San Pablo, Wilson Witzel (ahora fuera del cargo) en Río de Janeiro y Romeu Zema en Minas Gerais, que empujaron la onda del “outsider” (que ninguno de ellos era, aunque así se presentaran) sobre la que se subió el propio Bolsonaro; en sus apoyos mutuos, se cruzaron votos para sus respectivas victorias.  

Ahora ya no cuenta ni con ese respaldo ni tampoco con otro recurso antes efectivo: la posibilidad de instalar un discurso “regenerador” de la política, de un “nuevo arte de gobernar”, no corrupto, proyectando ese carácter de “mito” atribuido por sus seguidores. El desastre de su gestión (no sólo en materia sanitaria, sino también en el área económica, ambiental, etc.) le ha quitado cualquier referencia positiva al respecto. Y sobre la cuestión de la corrupción, peor todavía; seguramente sea éste el elemento que lo termine desbancando del cargo. Hay varias posibilidades, siendo la más complicada el esquema de “recaudaciones irregulares” que, partiendo de su hijo Flavio (ahora senador) abre toda una podrida red de contactos con negocios inmobiliarios de lavado de dinero, vínculos con milicias parapoliciales y muertes dudosas de sicarios. Investigaciones judiciales que, ya estando denunciado el hijo, no tienen como no llegar hasta el padre (que era el verdadero beneficiario del esquema). 

Espacios políticos: ordenamientos para el “comienzo del fin” bolsonarista 

¿Por qué Bolsonaro es el principal derrotado en estas elecciones municipales? Porque el Presidente quedo expuesto a su total desconocimiento sobre cualquier materia que tuviera que ver con resguardar la salud colectivasu irresponsabilidad para orientar las protecciones y los derechos y deberes de una comunidad. Como nunca, quedó en evidencia su completa ignorancia para administrar un Estado como Brasil. Ahora entendemos mejor que le fuera tan funcional una campaña presidencial como la del 2018 en la que, cuchillada mediante, ya no participó en ningún debate o confrontación de argumentos con nadie. Ahora la pandemia lo expuso a tener que lidiar con gestión: Bolsonaro sale de estas elecciones pase lo que pase en los balotajes políticamente aislado, desconectado de cualquier bloque político con el cual construir mayorías parlamentarias para viabilizar sus medidasindicar cuadros burocráticos, instalar nuevos temas y clivajes en la agenda política. Solo tendrá un poco de gobernabilidad y recorrido de tiempo a fuerza del prebendalismo que construya con algunos sectores, y hasta que esos mismos sectores vean conveniente sostenerlo o no.  

En términos del sistema, tras la elección del domingo se consolida un espacio de derecha/conservadora que puede ser más elitista/autoritaria o neoliberal/pragmática según los partidos que compongan los bloques internos. Y que seguramente se prepara, durante estos dos años que le quedan de mandato a Bolsonaro, para ir generando un reemplazo. Partidos que habían sido desplazados por la “onda bolsonarista” en el 2018 y que hoy vuelven a recuperar terreno, ocupando más espacio: en las ciudades grandes (de más de 200.000 habitantes, que es donde habrá, según los casos, balotajes) por el momento el partido que más eligió fue el Partido de la SocialDemocracia Brasileña (PSDB) (en 9, dos capitales), luego el Movimiento Democrático Brasileño (MDB) (8), el Partido Social Democrático (PSD) (6; dos capitales, entre ellas Belo Horizonte) y los Demócratas (DEM) (5; tres capitales, Salvador, Curitiba y Florianópolis). Todavía este espacio puede vencer en San Pablo (PSDB), Rio de Janeiro (DEM), entre otras capitales, aumentando su victoria y, sobre todo, el control sobre distritos muy poblados. 

Si las 5 ciudades más importantes del país quedarán en manos de ese espacio de derecha/conservador en las segundas 5 ciudades en importancia el espacio progresista puede llegar a vencer. En todos estos casos habrá balotaje, con posibilidades para el Partido dos Trabalhadores (PT) o el Partido Socialista Brasileño (PSB) (en Recife), parel Partido Democrático Trabalhista (PDT) (en Fortaleza), para el PSOL (en San Pablo y Belem) y el Partido Comunista do Brasil (PCdoB) (en Porto Alegre); en ningún caso está definido, salvo Recife. Pero es importante ver ponderadamente los dos espacios políticoshasta ahora el espacio democrático se alzó tan sólo con dos Intendencias entre las 100 ciudades más importantes del país, el espacio derecha/conservador 41. 

En el espacio progresista/democrático/centroizquierda hay un retroceso del PT y en menor medida del PSB y un ligero avance del PSOL. De vencer el PSOL en San Pablo, colocaría a G. Boulos como una figura determinante para el espacio progresista/democrático. Sin embargo, el partido todavía sigue siendo poco estructurado nacionalmente: tan sólo eligió 4 intendencias por el momento este año; cuestión que puede llegar a ser resuelto más adelante con alianzas o acuerdos políticos.  

De no obtener ninguna intendencia más, por el momento el PT gobernará una porción muy inexpresiva de la población del país. Ha vencido en 189 Intendencias, que son bastante menos que las que obtuvo en 2016, que a su vez era la mitad de lo que tuvo en 2012. En ese sentido, se confirma una tendencia a la baja. Donde hay una mejor performance es en las ciudades no capitales, en el 2016 obtuvo una; este año podría llegar a dos de más de 200.000 habitantes, entre las 100 más importantes, donde el PT disputa el balotaje en distintas regiones del país, lo que señala una presencia todavía gravitante del partido a nivel nacional: tiene chances en Contagem y Juiz de Fora en Minas Gerais, en Feira de Santana en Bahía, en Diadema y Guarulhos en San Pablo, en San Gonzalo en Rio de Janeiro, entre otras. Sacó un poco más de votos que la última municipal, pero tendrá menos intendencias; aunque quizás sean esas intendencias políticamente más importantes, incluso frente a las presidenciales del 2022.   

Que sucederá de aquí en adelante, entre ambos espacios políticos, es difícil proyectar; hay que tener en cuenta que el sistema político brasileño está por el momento hiperfragmentado, y cuando es así, las temporalidades políticas tienen ritmos de desenlace inesperadoshay 12 partidos diferentes gobernando las 27 unidades de la Federación (y ninguna fuerza política con más de 4 gobernaciones; y los 4 principales Estados en manos de diferentes partidos); hay 24 partidos con representación en la Cámara de Diputadas (y ninguna fuerza partidaria alcanza más del 15%). Y aún un Presidente como Bolsonaro que vino con un encargo preciso de las elites y los bancos: continuar el reacomodamiento neoliberal de la economía brasileña iniciado con M. Temer (privatizaciones de Petrobrás, Embraer…; Enmiendas Presupuestarias para el gasto público, Reforma laboral; Grupo Lima, etc.) pero ahora con una legitimidad electoral que Temer no tenía.  

El sistema, el fascista los maricas 

Para Bolsonaro había (y hay) que hacer “vida normal”: es una “gripezinha”. Las alertas, las protecciones, las medidas del cuidado son “todas demostraciones de histeria”: “si los brasileños pueden nadar en las alcantarillas y no les pasa nada, podrán sobrevivir a este resfriado miserable”. En ese primer conjunto de definiciones acerca de lo que era la pandemia y lo que los brasileños y las brasileñas son, dichas por los meses de marzo y abril, las consultoras de opinión ya registraban una extrañeza y preocupación en la ciudadanía. Había una figuración del exabrupto ya conocida, pero la banalización de la muerte generaba asombro en los entrevistados; no sólo la banalización, sino la extrema vulgaridad y displicencia para con la cuestión de la pandemia. Casi todo el resto de la clase política incluso la derecha/conservadora, que preparó su llegada y lo había acompañado (y lo acompaña) en la Presidencia tomó distancia. Pero Bolsonaro prosiguió como si nada: “al virus hay que enfrentarlo como un maldito hombre, no como un niño”. Y, por supuesto, una referencia permanente: “aquí no hay espacio de débiles”.  

Los muertos pasaron a contarse por miles, por decenas de miles y en menos de tres meses por centenas de miles. Bolsonaro seguía replicando absurdamente los mismos tags de Trump contra la ciencia. Y se vino el tiempo electoral y, entonces, ya sabiendo que sus posiciones cada vez se volvían más aisladas (sumado a una situación económica y social nada prometedorasla última semana de campaña fue arremeter aún más contra las vacunas, contra la organización de los recursos sanitarios y el señalamiento de que, en el fondo, todo tiene que ver con no ser “un país de maricas”. Y ese mismo 10 de noviembre, cinco días antes del comicio, ya la frase se había convertido unas horas después en las redes sociales, en los medios tradicionales, en boca de candidatos, comunicadores, analistas, y en los votantes en general en su confirmación como respuesta. El resultado del domingo fue (y seguramente lo continuará siendo en el balotaje) un clarísima respuesta: “sí, claro, maricas!. Después, por supuesto, vendrán las tensiones señaladas entre y por los espacios políticos, disputas que podrán encontrar reglas y parámetros de resolución, nunca exentos de los intereses de las clases dominantes. Pero terminar con el fascismo es una necesidad histórica, más en estos tiempos. Y en ese sentido, no deja de tener algo agradable de “comienzo del fin” esta elección 

 

 


Amílcar Salas Oroño es Licenciado en Ciencia Política (UBA), Magister en Ciencia Política (USP-Brasil) y Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Profesor en la UNPAZ e investigador en CELAG, CCC y IEALC-UBA.

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