Pandemia y Ciencias Sociales
“Una estrategia exitosa de acción debe ser capaz de articular múltiples dimensiones”

Entrevista a Daniel Feierstein 
Por Bárbara Ohanian 

Daniel Feierstein es sociólogo, doctor en Ciencias Sociales e investigador independiente del CONICET. Se desempeña como docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires es director del Centro de Estudios sobre Genocidio de la Universidad de Tres de Febrero. 

Ante el crecimiento de los casos de covid-19 en el país y una nueva fase de reforzamiento del aislamiento físico, el investigador aporta una mirada desde las Ciencias Sociales. Si el virus avanza con la circulación de las personas, entonces resulta necesario comprender cómo se ha llegado a esta instancia luego de cien días de cuarentena en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. 

 

Bárbara Ohanian: ¿Cómo caracterizás de manera general el proceso a través del cual se ha manejado la pandemia desde marzo hasta aquí en nuestro país? 

 

Daniel Feierstein: Creo que ha habido aciertos y errores, inevitables en un contexto de una situación nueva, con un Estado en franco proceso de destrucción y un gobierno que apenas había asumido y estaba recién diagnosticando la situación del propio aparato estatal. 

En una primera instancia ya hubo un gran acierto y un gran error. El acierto estuvo dado por la implementación muy temprana del distanciamiento físico y la limitación de movimientos, que impidió la propagación de la curva de contagios y que muestra la diferencia entre Argentina y otros países de la región que no lo implementaron, como Brasil o México. El gran error remite al modo de gestión del retorno de los miles de argentinos varados en el exterior, que incluyó un cierre muy tardío de las fronteras y una confianza en la responsabilidad ciudadana que no se basaba en indicador alguno acerca de los comportamientos de los sectores medios argentinos. Ello impidió que Argentina (que en ese sentido era comparable a Nueva Zelanda, en tanto país que percibió la amenaza con muy pocos casos en el país) pudiera eliminar de cuajo el ciclo de propagación de contagios y evitar una cuarentena prolongada, con todos los efectos económicos, sociales y psicológicos asociados. 

Pasada esa primera etapa, los tiempos para responder a las necesidades fueron demasiado lentos, producto de lo que comentaba de las enormes dificultades para poner en funcionamiento el aparato estatal. Las ayudas económicas prometidas tardaron en llegar o nunca llegaron además de resultar insuficientes, la logística en muchos casos fue pésima (imposible olvidar las colas en los bancos en su primer día de apertura) y pese a las advertencias de los especialistas y organizaciones sociales, la acción en los barrios populares fue muy tardía. El Programa Detectar fue creado el 5 de mayo y el programa El Barrio cuida al Barrio un poco después, cuando ya se llevaba más de un mes y medio de cuarentena. La estrategia de emergencia de cuarentenas comunitarias sólo eran modos de ganar tiempo mientras se implementaban medidas de otro tipo, pero esas medidas no llegaban y las cuarentenas comunitarias, como era lógico, hicieron agua ante la imposibilidad de mantener aislados a los barrios populares de los focos de contagio en el casco urbano, muy en especial en AMBA. 

La gestión exitosa en otras ciudades grandes como Córdoba o Rosario (articulación con organizaciones sociales, limitación más estricta de movimientos, trazabilidad temprana y eficiente) muestra que había fórmulas posibles e ilumina posibles caminos a futuro. 

 

BO: En los últimos días se ha visto un fuerte crecimiento de casos de covid-19, ante un reforzamiento de la cuarentena ¿cuáles serían las condiciones que debería tener esa decisión? 

 

DF: Las estrategias más exitosas de lucha contra el Covid 19 han alternado dos momentos complementarios (cierres muy estrictos durante un período de incubación, que irían de 15 a 20 días) y aperturas controladas con mucha trazabilidad (esto es, detección temprana y aislamiento de casos y contactos estrechos como modo de controlar los focos). La trazabilidad es posible en una proporción del número de trazadores de los equipos y el número de contagios diarios. Superando esa capacidad, se requiere volver a implementar cierres estrictos como modo de bajar significativamente el número de contagios de modo de volver a controlarlo con estrategias de trazabilidad. 

Al no desarrollar estas estrategias eficientemente, en el AMBA se pasó a una cuarentena que termina siendo vista como eterna y erosionó los apoyos sociales además de no observarse formas de salida. Las aperturas fueron erráticas y sin buenos protocolos ni trazabilidad y por ello la cadena de contagios volvió a hacerse exponencial. La decisión de establecer “fases” y guiarse por los días de duplicación de casos tampoco fue buena, en tanto si los días de duplicación no aumentan, pero la tasa de contagios es muy alta, cualquier sistema de trazabilidad se puede ver de todos modos desbordado. El criterio no era bueno, en tanto no articulaba las dos secuencias y planteaba lógicas de progresión lineal que no son aplicables al modo de progresión de la pandemia. Por el contrario, pensar en dos fases articuladas y en otros indicadores para dar cuenta de esas fases (modelos simulados de crecimiento de casos y contraste tanto con la ocupación del sistema sanitario como con las posibilidades del sistema de trazabilidad) permite medir mejor cuándo resulta necesario el cierre en cada jurisdicción. Además, es mucho más fácil de comprender. El esquema de “fases” lineales ha aportado mucha confusión a la población y la idea de cuánto porcentaje de población se moviliza no ha impactado de modo directo para poder medir las formas de su incidencia en la propagación del contagio, son vínculos demasiado indirectos y poco confiables. 

 

BO: En tu artículo publicado en El cohete a la luna, incorporás la variable de una población que ha sido educada en el individualismo, tal como se observa en ciertos comportamientos de las clases medias porteñas, como un factor para comprender y atender las “violaciones hormiga” a las medidas establecida, que fueron erosionando la eficacia del ASPO. ¿Qué mecanismos considerás que podrían incidir o modificar esas prácticas con miras al problema actual? En otras palabras, ¿qué experiencias de colaboración crees que podrían interpelar a la clase media? 

 

DF: Creo que es uno de los grandes desafíos y no tengo demasiadas respuestas, salvo mirar distintos momentos de nuestra historia. Esta destrucción de los lazos de cooperación se remonta al propio genocidio de los ´70 y de allí en más tuvo varios momentos de profundización (la década de los 90, el macrismo, como dos ejemplos emblemáticos). Sin embargo, la crisis del 2001 es un buen ejemplo donde observar la reemergencia de políticas solidarias en los sectores medios, nacidas muy rápido y con mucha fuerza, aunque desvanecidas con la misma rapidez: las asambleas populares, los clubes del trueque, la colaboración barrial. 

Las sociedades son dinámicas y cuando se transforman las narrativas sobre quienes somos o quienes fuimos, los cambios pueden ser acelerados. El gran desafío entonces es cómo crear una narrativa que interpele a los sectores medios para generar respuestas solidarias y eficaces. La gran dificultad es que esto en general en nuestro país vino de la mano de las movilizaciones y encuentros colectivos (esto eran los fenómenos de las asambleas del comienzo del siglo XXI). Las restricciones a la movilidad que impone la pandemia obligan a pensar cómo reactivar estos procesos sin poder contar con la movilización y el encuentro cara-a-cara. Es uno de nuestros mayores desafíos políticos. 

 

 

BO: Al principio de la cuarentena hubo una serie de casos que funcionaron como “casos testigo” que insinuaron una selectividad inversa del control, donde se sancionó a algunas personificaciones de los sectores medios y altos, pienso por ejemplo en el caso del “surfer” que iba en su auto incumpliendo las medidas de aislamiento y el hombre que atacó al guardia de seguridad de su edificio por instarlo a cumplir la cuarentena. Sin embargo, luego, esa práctica de control retomó su selectividad habitual, recayendo nuevamente en los sectores populares. En el artículo mencionado, planteaste que son necesarias sanciones severas para lxs infractores. ¿Cómo instrumentar controles y sanciones en este escenario donde los sentidos sociales alrededor del aislamiento parecen haber perdido legitimidad y donde pedir más control tiene el riesgo latente de mayor violencia de las fuerzas de seguridad? 

 

DF: Efectivamente en los primeros momentos hubo una fuerte condena social (cuanto menos mediática) de estos comportamientos irresponsables. Creo que los errores en la construcción del discurso oficial y en la implementación de una cuarentena que comenzó a vivirse como “eterna” en el AMBA produjeron este efecto de cansancio y reversión de las formas de canalización de las angustias. Un punto de quiebre estuvo dado en la iniciativa para “bajar el sueldo de los políticos”, que apeló a las décadas de construcción de la antipolítica y que tuvo fuerte impacto en los sectores medios, sobre todo para quebrar una sensación de las semanas previas en relación con el esfuerzo colectivo para lidiar con la pandemia. Fracturado cada barrio entre quienes caceroleaban contra los políticos y quienes salían a enfrentarlos a los gritos, toda la política sanitaria cayó en la grieta. Quizás el punto de inflexión estuvo dado por el proyecto del impuesto extraordinario a las grandes fortunas y algo que fue bastante característico de todo el período kirchnerista: una discursividad que no se encuentra acompañada de acciones. De ese modo, se terminan logrando dos efectos negativos acumulados: se desata una batalla por el sentido, pero sin avanzar en las medidas concretas de su implementación. El proyecto apenas gravaba de un modo mínimo a ciertas fortunas y por una única vez, pero jamás siquiera ingreso al Parlamento para su tratamiento. Su publicidad previa sin capacidad de implementación generó esta situación en la cual se encontró con reacciones adversas a un supuesto que ni siquiera aportó lo que podía aportar en términos de otorgar mayor solidez a las políticas de ayuda. También porque no vino directamente asociado a la implementación de estrategias de acompañamiento económico y social a los sectores más vulnerados, las cuales fueron fallidas, tardías o insuficientes. De este modo es que pudo representarse la idea de “un nuevo impuesto que les saca siempre a los mismos para que roben los políticos”, algo que estaba muy lejos del proyecto pero que no podía oponerse a información fiable al no tratarse jamás el proyecto ni llegar la ayuda que ese proyecto podía proporcionar. 

El abandono de los sectores medio bajos en tanto estrategia de ayuda (el IFE llegó muy tarde a estos sectores y con una cifra que no cubre ni siquiera una parte significativa de la canasta familiar) no permitió que sintieran realmente un acompañamiento estatal que justificara poner en cuestión el discurso antipolítico. Faltó coraje, creo, para encarar sistemas de ayuda más universales y mucho más significativos a nivel económico y gravar de modo más fuerte y efectivo a las grandes fortunas, demostrando que una cosa derivaba de la otra, algo que creo que podría haber incidido en la disputa por el sentido común de los sectores medios y medio-bajos si recibían al mismo tiempo una ayuda económica significativa y un acompañamiento en esta situación de crisis. 

 

BO: En una estrategia de “creación de formas nativas para resolver la trazabilidad”, tal como has planteado en el artículo antes planteado, ¿quiénes serían los actores que podrían llevarla adelante teniendo en cuenta la precarización laboral de muchxs empleados del GCBA y de los municipios? ¿Qué densidad de participación de agentes considerás que sería necesaria y qué preparación técnica seria adecuada? 

 

DF: Todo depende de cuál es el nivel de contagios diarios. En una situación de crecimiento exponencial como la que existe en el AMBA, ningún equipo sería suficiente. Pero la situación de mediados de abril era controlable con la decisión de armar rápidamente estos equipos. No sólo el personal municipal o nacional podría haber colaborado sino, por ejemplo, los miles de estudiantes de carreras de salud tanto de la CABA como del conurbano, donde totalizan decenas y decenas de miles. Sólo se requería (algo que recién se está comenzando a organizar en estos días) poner funcionarios responsables a cargo, contactar con las universidades y poner lo más rápido posible en pie esos sistemas de seguimiento. Dado el nivel de desborde actual, eso no es posible sin un ciclo de incubación de profundas restricciones que permita llevar el nivel de contagios diarios a un número manejable, que en el circuito del AMBA no debiera ser mayor a 200 o 300 casos diarios para permitir una trazabilidad eficaz. Cualquier número superior a ese implicaría una inversión en trazabilidad difícil de imaginar para estas jurisdicciones. 

 

BO: Existen crecientes estudios que advierten sobre el hecho de que esto parece ser el comienzo de un oleaje de pandemias ¿puede ser una oportunidad para prepararnos y proyectar estrategias inmediatas pero también a mediano y largo plazo? En ese sentido, ¿qué opinas sobre la estrategia de la “burbuja social” como un posible medio para comenzar lo que se conoce como el momento de la “danza”, teniendo en cuenta la idiosincrasia argentina y las necesidades de socialización? 

 

DF: Efectivamente lo que han vivido los países asiáticos es una sucesión de pandemias que les han permitido “entrenarse” y es uno de los elementos (entre varios otros) para comprender por qué las respuestas de Corea, Japón, China, Taiwan, Singapur, Hong Kong o Vietnam han sido mucho más eficaces que las de Europa, Estados Unidos o América Latina. El concepto de “burbujas sociales” es algo a explorar, pero lo veo difícil para modos de sociabilidad como las nuestras, habría que pensar y analizar sus posibles adecuaciones a las formas de relación social argentinas. 

 

BO: Tu perspectiva en general busca fortalecer una aproximación interdisciplinaria para abordar los fenómenos; en este sentido, el rol de las ciencias sociales queda claro en tu propuesta. Ampliando las disciplinas que deben intervenir para resolver o modificar el escenario actual, ¿qué lugar considerás que debería ocupar la ecología y el ambientalismo? 

 

DF: Creo que tienen un papel crucial, como tantos otros abordajes. Aquí ha quedado claro el rol imprescindible del modelado y simulación matemáticas, de los abordajes de la sociología de la salud y salud colectiva, de los profesionales en salud mental, de los economistas buscando repensar los procesos de sustitución de importaciones y reconstrucción de la estructura económica en condiciones de encierro. 

Una pandemia de estas características genera infinidad de problemas y articulación de miradas y creo que parte de los errores cometidos se basan en una aproximación durante estos meses que priorizó sólo la mirada médica (un comité de expertos que se integró con los mejores exponentes de una disciplina, la medicina, pero que no incorporó ninguna otra mirada, algo bastante común en otros fenómenos sanitarios como el Chagas, el dengue o incluso el abordaje de la reemergencia de la tuberculosis o el sarampión). La realidad no se divide en taxonomías disciplinarias y los fenómenos (las pandemias, pero no solo las pandemias sino cualquier otro fenómeno real) son complejos e involucran infinidad de dimensiones. Cualquier estrategia exitosa de acción debe ser capaz de tomar en cuenta y articular dichas dimensiones para poder construir cursos de acción efectivos y viables. 

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