70 años de la gratuidad universitaria
Una locura hermosa

Por Mauro Benente (UBA/UNPAZ) y Darío Kusinsky (UNPAZ)

A 70 años del desarancelamiento de la Universidad

En el marco de una serie de entrevistas que mantuvo con Tomás Eloy Martínez en Madrid, una mañana de marzo de 1970, Juan Domingo Perón recordaba: “La conquista más grande fue que la Universidad se llenó de hijos de obreros, donde antes estaba solamente admitido el oligarca.” La remembranza hacía mención a una medida revolucionaria: la supresión de aranceles universitarios, decretada el 22 de noviembre de 1949. Esta decisión implicó, tal como relataba Perón en un discurso dirigido a médicos y médicas el 10 de diciembre de 1949, abrir “las puertas de la universidad.” La universidad es una institución medieval que comenzó a cobrar mayor protagonismo con el tránsito a la modernidad, y en ambos momentos –a pesar de su nombre, que alude a lo universal- fue concebida como una institución de puertas cerradas. Una Universidad con puertas cerradas es aquella que se erige como un dispositivo de reproducción del orden social, de formación de los hijos de las élites, de consagración de los destinos preasignados por la estratificación social. Con la apertura de la universidad, con la gratuidad, aquella institución elitista, distinta y distante de los sectores populares, se transformó en un dispositivo ya no reproducción de los destinos de los y las jóvenes, sino en uno que permite, al menos parcialmente, transformarlos radicalmente.

La apertura de puertas de la universidad, que no se reduce aunque incluye el desarancelamiento de los estudios, representa una medida absolutamente revolucionaria. Estas ideas estaban muy claras en el modo en que Ernesto “Che” Guevara concebía las transformaciones que debía tener la Universidad. A muy poco de iniciarse el proceso revolucionario en Cuba, el 28 de diciembre de 1959, el “Che” recibió, no a nombre propio sino en nombre del pueblo, el doctorado honoris causa de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Central de Las Villas. No era la primera vez que analizaba los contornos de la Universidad en la Revolución, ya que el 15 de octubre de aquel año, en la Universidad de Oriente, había rechazado las aproximaciones excesivamente liberales de la autonomía universitaria. En su intervención de la Universidad de Las Villas, el “Che” se preguntaba cuál debería ser la función de la universidad, y como artículo primero ponía de relieve: “que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo.” Esta Universidad pintada con los distintos colores del pueblo, con su generosa paleta de tonalidades, se opone a la universidad monocromática de los privilegios. Y esta universidad pintada de pueblo es, necesariamente, una universidad de puertas abiertas. El pueblo, decía el “Che”, “está hoy a las puertas de la Universidad, y la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca.”

Esta mirada revolucionaria sobre una universidad pintada de pueblo y con las puertas abiertas, que el “Che” avizoraba como la tarea hacia futuro, en Argentina suponía una mirada hacia el pasado, hacia un derrotero de procesos históricos que fueron dando forma a una Universidad plebeya. Esta mirada hacia el pasado mostraba dos grandes momentos de apertura de puertas: la reforma y el desarancelamiento. Pero esta contemplación hacia un pasado que fue coloreando la universidad plebeya, debe complementarse con un tercer momento, el de la cercanía de las universidades, porque las universidades pintadas de pueblo, pero enclavadas en los grandes centros urbanos, tan distantes de los barrios populares, observadas a la distancia, tanto no se diferencian de las universidades monocromáticas de los privilegios.

La apertura de puertas de la Reforma

La Reforma de 1918 incorporó la autonomía, la libertad de cátedra, los concursos docentes, y la participación estudiantil en el gobierno de las universidades. Este elenco de transformaciones institucionales ha sido de gran relevancia para nuestro diseño universitario, pero la Reforma no se ha limitado a estas modificaciones, sino que inició un proceso de sedimentación de significantes que postulaban la urgencia de abrir las puertas de la Universidad. En el número 10 de La Gaceta universitaria, los reformistas sostenían que “la Revolución –porque esta es la palabra– que acaba de realizarse en Córdoba no es sino una de las tantas manifestaciones de la renovación que se anuncia.” La revolución suponía que se abrieran las puertas de la Universidad, para que los universitarios se transformaran en catalizadores de transformaciones sociales y políticas. La apuesta era abrir las puertas de las Universidades para que desde allí se contribuyera a un proceso emancipatorio. Es así que Mariátegui, un ferviente lector de los sucesos cordobeses, en su trabajo La reforma universitaria, entendía que el movimiento de la reforma distaba “de proponerse objetivos exclusivamente universitarios y (en) que, por su estrecha y creciente relación con el avance de las clases trabajadoras y con el abatimiento de viejos principios económicos, no puede ser entendido sino como uno de los aspectos de una profunda renovación latinoamericana.”

Esta apertura de puertas de la Universidad marcaba más una dirección de salida que de entrada, más un sendero que hacía transitar a los universitarios –casi no había universitarias- hacia el pueblo, que el pueblo hacia la Universidad. Quizás haya sido por este camino unidireccional que, el desarancelamiento de los estudios superiores –vital para el ingreso del pueblo a la Universidad- no integró los elementos constitutivos de la Reforma. En este sentido, cabe subrayar que, en el Congreso de la FUA de julio de 1918, a partir de un proyecto de resolución redactado por Del Mazo y Dante Argido se discutió una resolución encomendando la gratuidad de los estudios, pero no fue aprobada. De la misma manera, el 2 de agosto de 1918, cuarenta y cinco días después del emblemático 15 de junio, el gobierno de Yrigoyen –aliado estratégico de los reformistas- presentó un proyecto de Ley Orgánica de la Instrucción Pública que, si bien no llegó a sancionarse, respecto de la educación superior, reconocía el cobro de aranceles.

Perón inaugura las clases en la UTN, 1948

La apertura de puertas del peronismo

El 21 de octubre de 1946 el presidente Juan Domingo Perón y el secretario técnico de la presidencia Figuerola presentaron el Plan Quinquenal, que dentro del Capítulo III incluía la “gratuidad de la enseñanza universitaria.” Sin embargo, en la propuesta de articulado, la gratuidad no era universal, sino que estaba destinada a quienes no pudieran costear los estudios. Si bien el desarancelamiento universal no estaba incluido en este Plan, ni en la primera Ley universitaria del peronismo –la n° 13031, sancionada el 26 de septiembre de 1947-, ya en el Plan se subrayaba que la universidad “ha demostrado su absoluta separación del pueblo y el más completo desconocimiento de sus necesidades y de sus aspiraciones.” Este divorcio se explicaba tanto por el carácter reaccionario de buena parte de los planteles docentes, como por la “falta de acceso de las clases humildes a los estudios superiores.”

El diagnóstico del peronismo suponía continuar el camino de la Reforma de abrir las puertas de la Universidad, pero transformando la mano única de la Reforma en una avenida de doble mano, en la que la Universidad se acercara al pueblo, pero también el pueblo ingresara a la Universidad. En este sentido, el desarancelamiento plasmado en el Decreto N° 29337, dictado el 22 de noviembre de 1949, permitió el ingreso del pueblo a la universidad y con ello un exponencial crecimiento de la matrícula: si en 1947 había 51.272 estudiantes, en 1955 el número ascendió a 143.542, y la tasa de 0,8% de los habitantes estudiando en la universidad representaba el número más alto de América Latina. El decreto del desarancelamiento coloreó de pueblo a la hasta ese entonces Universidad monocromática de los privilegios, y alcanzó ese doble movimiento entre pueblo y universidad. Permitió, como bien pintó el diputado Bustos Fierro al momento de describir la política universitaria del peronismo, que “el pueblo se haga universidad y la universidad se haga pueblo.”

La Universidad de puertas abiertas y pintada de pueblo, está cerca

Sin dudas, para que la Universidad tenga las puertas abiertas, para que se pinte de pueblo, es fundamental el desarancelamiento. Pero con ello no alcanza para que las Universidades se nutran de toda la paleta de colores del pueblo. Por una parte, es necesario que existan condiciones materiales que permitan que los y las estudiantes puedan efectivamente dedicar parte de su tiempo al estudio. Estas condiciones materiales se logran, fundamentalmente, con un modelo económico que no precarice las vidas, sino que permita que cada uno y cada una cuente con las necesidades básicas satisfechas. Y a modo de complemento, con políticas sociales –como fuera el Plan Progresar- que subsidien parte de los estudios superiores. Pero, además, es importante que la Universidad esté cerca, en muchos sentidos, pero fundamentalmente en un sentido geográfico. Una Universidad pintada de pueblo, pero situada a mucha distancia de los barrios populares, a lo lejos, se percibe muy parecida a la Universidad monocromática de los privilegios.

Esta política de proximidad, de hacer que los colores del pueblo brillen, no en cualquier sitio sino cerca del pueblo, tuvo un gran hito y dos antecedentes. El primer antecedente fue el Plan Taquini, desarrollado entre 1971 y 1973, marco en el cual se crearon 12 Universidades nacionales. El segundo antecedente fue el desarrollado entre 1988 y 1995, en el cual se establecieron 10 Universidades nacionales. El gran hito fue el período 2003 y 2015, con la fundación de veintitrés universidades nacionales e institutos universitarios. Este hito no solamente se tradujo en un crecimiento exponencial de la matrícula universitaria, sino que habilitó que, como sucede en las denominadas Universidades del Bicentenario, las aulas estén repletas de estudiantes que, casi en un 80%, son primera generación de universitarios y universitarias.

En una intervención en noviembre de 2015, el Presidente Macri dijo ”¿Qué es esto de universidades por todos lados? […] Basta de esta locura.” Esto de las Universidades por todos lados es la hermosura de los colores del pueblo brillando cerca del pueblo. Para quienes gustan de los tonos monocromáticos de la Universidad elitista, las universidades por todos lados son una locura. Para quienes tenemos el compromiso académico y político de pintar las universidades de pueblo, de abrir sus puertas para “el pueblo se haga universidad y la universidad se haga pueblo”, es una locura hermosa.

 

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