Por Roque Farrán
El Ministerio de Educación de la Nación ha resuelto considerar a la filosofía como área estratégica, junto a otras más previsibles (Alimentos, Ambiente, Computación e Informática, Energía, Petróleo y Gas, Minería, Movilidad y Transporte y Ciencias Básicas). En principio, se trata de una definición acotada a las becas “Manuel Belgrano” que se otorgarán a estudiantes de bajos recursos para realizar tecnicaturas o estudios universitarios. Es una excelente noticia que ya ha comenzado a producir efectos. En un artículo reciente, publicado en Página 12, D’Amico, Tossi, Penelas y Morgade, expresan al respecto: “Se trata de un acontecimiento que conmueve a la comunidad filosófica argentina y la obliga a dar un profundo debate para dar sentido al desafío de que el Estado Nacional considere a la disciplina como estratégica para el desarrollo del país.”[1] No puedo estar más de acuerdo y me sumo con ganas a este debate aportando desde lo que vengo trabajando hace tiempo: la formación del sujeto.
En el artículo citado, lxs autorxs hacen hincapié en la importancia del pensamiento crítico, en la facultad de conocer e inventar conceptos para pensar los problemas actuales, y sobre todo en la dimensión epistémica y la capacidad de argumentación que brinda la práctica filosófica. Si bien todos los puntos señalados son fundamentales para la formación ciudadana, considero que la dimensión epistémica-argumentativa también debe nutrirse de posicionamientos políticos decididos (como muestran en acto lxs mismxs autorxs) y una reflexividad ética que permita ejercitarse y ponerse a prueba a sí mismo en cada práctica (no como una calificación moral adquirida). Es decir, la filosofía habilita un ejercicio de la crítica en inmanencia que implica dimensiones epistémicas, éticas y políticas al mismo tiempo (como formuló claramente Foucault). La filosofía no solo como capacidad cognitiva o de discernimiento, sino como forma de vida, nos permite situarnos en la complejidad inmanente a los procesos sociales y la vida en común.
Como señalan lxs autorxs la filosofía ha aportado recientemente en nuestro país a la elaboración de leyes importantes para la transformación socio-cultural, tales como “la Ley de Identidad de Género o la “Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo”; pero quisiera indicar otro tipo de problemas que atañen al conjunto de la humanidad y a los cuales la práctica filosófica también puede ayudar a delimitar. Por supuesto, se trata de problemas de gran calado que atraviesan nuestra constitución local y muestran lo que podemos aportar en nuestra singular lectura y práctica filosóficas.
Tras leer y escuchar abundantes debates de distintos autores, disciplinas y tradiciones, considero que hay tres problemas acuciantes en la actualidad que se retroalimentan y agravan mutuamente:
- La inminente extinción masiva de especies que afecta al planeta y el cambio climático.
- La inteligencia artificial y el descarnado gobierno algorítmico de las almas.
- La cada vez más creciente dificultad para organizarnos políticamente y ofrecer una alternativa deseable a la descomposición actual.
Lo que tienen en común estos problemas y sus dilectos diagnosticadores es que suelen ignorar el mismo punto: la constitución efectiva del sujeto. Las acusaciones cruzadas de individualismo, consumismo, egocentrismo o narcisismo, no permiten pensar que el problema no se soluciona estigmatizando o condenando la pobre figura de la consciencia en la que nos hemos estancado, sino haciéndose cargo de la transformación necesaria de los sujetos implicados.
No se trata solo de argumentaciones o explicaciones. La cuestión de los afectos resulta crucial para orientarnos en estos problemas. La magnitud de los mismos y la angustia que generan no tendrían que llevarnos a la desafección o el espanto. Los afectos nos permiten orientarnos respecto a los tres problemas y anudar sus posibles respuestas. Enriquecer las explicaciones con composiciones y anudamientos virtuosos.
- Podemos ejercitarnos en modos más templados de asumir la transformación incesante de la materia, la insignificancia del lugar que ocupamos en el cosmos, y aun así apreciar nuestra singularidad existencial y cultivar modos de goce ligados al presente. Las tradiciones antiguas, el estoicismo y epicureísmo, nos brindan valiosos ejemplos de tales ejercicios espirituales, como supieron apreciar Hadot y Foucault.
- Podemos admitir que las computadoras piensen, lean y escriban, incluso mejor que nosotros, pero no por eso suponer que pueden saber y gozar del ejercicio de los saberes, lo cual es siempre un cultivo que requiere del cuerpo real y el lazo social (transferencias simbólicas y reconocimientos imaginarios). En esto Lacan y el psicoanálisis han sido clave para ayudarnos a delimitar la singularidad del sujeto escindido en la era del conocimiento.
- Podemos desilusionarnos una y otra vez de toda movida o programa político progresista y fascinarnos con la ultraderecha, pero necesitamos entender que la efectividad de las prácticas políticas opera siempre en coyunturas específicas y con relaciones de fuerza puntuales, que nuestra lectura e intervención, por modestas que sean, tienen que contribuir a aumentar la potencia de obrar y no consolarse en amonestar o enjuiciar moralmente. El gran aporte del peronismo como movimiento político y filosófico a la vez pasa por entender, en sus mejores momentos, las relaciones de fuerza reales y la posibilidad de transformación social de una manera integral.
No hay ninguna garantía, pero se puede vivir mejor, pensar y sentir mejor, incluso al borde de la muerte o la extinción masiva. Creo que lo peor sería dirigirnos al final como estultos, enfurecidos o distraídos, que nada quieren saber de sus condiciones materiales de existencia. La gran enseñanza filosófica, su modesto aporte a la sociedad en su conjunto, pasa por ahí.
Roque Farrán: Filósofo, investigador Independiente del Conicet, entre sus últimos libros: La razón de los afectos, El giro práctico
[1] https://www.pagina12.com.ar/525371-la-filosofia-como-area-estrategica-del-estado-argentino
Ilustración de portada: de Gerd Altmann en Pixabay