Por Adrián Dubinsky
Ser consciente de la finitud no anula el dolor por perder a una de las luchadoras más humildes y solidarias de las que se tenga memoria. Las Madres, todas ellas, han sabido construir un sujeto colectivo heterodoxo sin precedentes en el mundo, y dentro de ese colectivo, convergieron diferentes personalidades; todas ellas necesarias y fundantes de un espacio político, social y comunitario con características únicas, novedosas, ingeniosas, potentes.
Dentro de esa sumatoria de formas de ser, sentir y expresarse, Norita Cortiñas se ha convertido en una de esas mujeres imprescindibles, tanto, que su sola evocación alcanza para seguir adelante en estos momentos tan difíciles que vive nuestra patria.
Norita ha dejado de pertenecer al plano que conocemos como realidad, pero acaba de sumarse al plano de la fuerza colectiva y comunitaria, al plano al que acudimos cuando las fuerzas escasean, al plano en el que solo unas pocas existencias logran transformarse en un faro cálido que marca los senderos por los que encontraremos salida a este laberinto. Norita, hoy más que nunca, se ha obstinado en vivir para siempre.
Adrián Dubinsky, Universidad Madres de Plaza de Mayo