Diario público
Algorítmos de dirección única

Por Roque Farrán

Es indudable que las nuevas tecnologías de la información (TICs) vienen produciendo desde hace años un conjunto de transformaciones en todos los ámbitos de la vida, incluso, sino fundamentalmente, en nuestras formas de leer y escribir. Roque Farrán recurre aquí al viejo género literario del Diario pero dispuesto sobre la red social Facebook como un modo de experimentación y análisis de lo que estas transformaciones generan en nosotros. Entre ellas, la redefinición de la intimidad

 

Apelando a la función anamnética del dispositivo Facebook, cada mañana repaso lo que escribí ese mismo día en años anteriores; generalmente no me gusta. Pero hay días que sorprendentemente pareciera estar inspirado a pesar de tratarse de años muy distintos. Hay cierta sincronicidad en juego que escapa a las intenciones o determinaciones contextuales. Esa es la suerte del 3 de julio, según parece. Comparto desde el primer post al último: 10 años de escritura fragmentaria que dan sus razones a leer. Lo gracioso es que en uno de ellos, Ana Trucco Dalmas, una lectora atenta me comenta: “Yo creo que algunas de tus reflexiones podrían colocarse una tras otra en un libro, a la manera ‘calle de mano única’ de Benjamin.” Le hice caso, pero por ahora no es un libro, sino algo más breve.

3 de julio de 2012

Primer post:

En un ciclo casi ritual he vuelto a entregar mis papeles al Conicet, como desde hace ya varios años, y siempre vuelvo en estas circunstancias a recordar la primera vez: aquel momento tan doloroso para mí en que se me iba una vida y cifraba un deseo, momento que truncó la circularidad inexorablemente. Entonces, ¿de qué ritual se trata (en) esta relación anómala con el Estado? Podría creerse ingenuamente que es un simple trámite, pero la vida y la muerte se hallan imbricadas, ante todo, en este acto.

Segundo post:

No es que esté lleno de contradicciones, como si fuera yo mismo una especie de recipiente a ser ocupado por ellas o sus contrarias: las coherencias; más bien soy esas mismas contradicciones, me juego en ellas y esa es la única coherencia posible.

3 de julio de 2013

Primer post:

Mi única ambición es producir un texto absolutamente fractal, esto es, que cada parte del mismo se replique infinitamente. El problema de la fractalidad en un texto, a diferencia de lo que sucede con las imágenes pictóricas o las fórmulas matemáticas, es que lo que se replica allí es el sentido, esa dimensión fronteriza tan difícil de captar. Casi lo logro.

Segundo post:

Pensar no es a favor ni en contra de nadie, ni de nada; no requiere calificaciones, ni objetivaciones ni subjetivaciones; resulta apenas de encontrar un punto neutro desde el cual repartir manos a diestra y siniestra, aleatoriamente; como en el Aikido, cada quien sólo caerá por su propia fuerza o peso relativos.

3 de julio de 2015

No se asusten ni horroricen: así como el cuerpo tiene ostensibles agujeros, el pensamiento también los tiene; sólo que no se encuentran allí donde uno se imagina. Es más, decir que “los tienen” es poco decir, ellos se organizan en torno a los agujeros, son esos agujeros. De allí también que la función crítica no pase por afirmar algo así como “el rey está desnudo” o “el saber está en falta” (lo que se rasga tras las vestiduras) sino en recorrer y mostrar esos mismos orificios en su materialidad concreta, singular, inexpugnable. Además, nadie entiende en qué consiste un verdadero agujero hasta que no realiza el nudo de la manera conveniente: el que expone su impenetrabilidad esencial.

3 de julio de 2016

Claramente Borges es mujer, así que no existe, como el conjunto de todos los conjuntos que no se pertenecen a sí mismos, y todas esas paradojas lógicas que a él le gustaba relatar; tiene razón Sarlo, aunque ella existe demasiado, según la función trascendental que cumplen los medios hoy día; ergo, hay que romper con Sarlo como nombre propio que maximaliza el sentido común reinante, y repetir a Borges, su gesto lógico de escritura.

3 de julio de 2017

Me desperté pensando que varios estamos en busca de la efectividad del decir, que haya consecuencias respecto a lo dicho, y que no se olvide tan fácilmente: reencontrar el punto de incidencia de la palabra en un mundo desquiciado donde pareciera que da lo mismo decir cualquier cosa. No es un esfuerzo poético ni profético, no es mero pragmatismo o conceptualismo, se trata de encontrar el punto efectivo donde se juega y anuda una vida.

3 de julio de 2018

El mito fundacional del capitalismo es que la “acumulación originaria” se puede seguir replicando a distinta escala, indefinidamente. Así, cada individuo cree que se hace a sí mismo sólo a través del trabajo, el esfuerzo y el ahorro que le dan la posibilidad, luego de haber invertido en algunos medios de producción, de ofrecer generosamente trabajo a otros y reproducir la cadena de oportunidades. Eso alimenta el espíritu ético del capitalismo. Seguramente, como todo mito habrá tenido su momento de verdad, pero es insostenible en el tiempo: ya nadie puede seguir creyendo esa imbecilidad del empresario de sí y el esfuerzo individual que nos salvará a todos, cuando en las altas esferas del poder económico se ejerce la más absoluta, despiadada e improductiva especulación conservadora; para ellos ya no hay ningún esfuerzo, ni riesgo, ni invención. Lo único que nos puede salvar, en este instante de peligro que se prolonga indefinidamente, es entender que cada práctica se encuentra enlazada solidaria y necesariamente a otras; que todo lo que hacemos repercute a su vez en otros y por ende el trabajo, el esfuerzo, el capital, la generosidad y las oportunidades se deben enlazar simultáneamente en cada acto, sea cual sea, y no de manera sucesiva, jerárquica y encadenada, esperando siempre una retribución a cambio. Pues es esa lógica lineal del valor de cambio, harto predecible, aplicada a toda escala (transversal a las clases y niveles de producción) la que ha hecho posible el emerger de una clase parasitaria y especulativa que vive gracias al excedente que no se consume -ni consuma- en el acto.

3 de julio de 2019

“Dejar morir en las calles, y hacer vivir en la ilegalidad”, esa es la fórmula terrorífica del neoliberalismo vernáculo. Nuestra respuesta tendría que ser contundente: “No dejar morir a nadie por simple descuido, y dejar de vivir por decisión propia cuando lo deseemos en verdad”. Nadie nos obliga a nada: ni a ser (o hacer) sumisos ni a ser (o hacer) canallas. Solo mediante un cuidado extremo y un coraje decidido por la verdad, que dejen absoluta libertad para decir y decidir en cada caso, sobre la vida/la muerte, podremos librarnos de la imbecilidad canalla que nos consume a diario: esta gubernamentalidad de nuevo cuño basada como siempre en temores y esperanzas ancestrales.

3 de julio de 2020

Es fundamental la escritura. Animarse a escribir para pensar, para formarse y transformarse. Es falsa la dicotomía entre ensayo literario y artículo riguroso. Es un chantaje a la escritura y sus efectos de formación-transmisión. Se puede escribir siendo claro, citando aquellas textos que nos han marcado y no haciendo una mera recopilación de información inútil o alusiones antojadizas, dejando también zonas oscuras, opacidades irreductibles o puntos abiertos a seguir desarrollando luego y no por solipsismo o enigmatismo; se puede escribir nombrando a otros que nos acompañan en la escena de pensamiento, aunque no pensemos lo mismo, sin destruirlos o rebatirlos completamente, sin que sea una cuestión de deuda o favores; se pueden exponer planteos personales o aspectos biográficos que hacen al concepto, sin necesidad de infatuarse, etc. La rigurosidad, la sistematicidad y la consistencia no tienen por qué medirse en términos de cantidades, estandarizaciones discursivas o transparencias intencionales, pueden ir de la mano de la invención de un modo singular de entrelazar los conceptos e implicarse en el asunto tratado. No dejemos que nos sumerjan en ese chantaje que envilece y empobrece el pensamiento: la producción de conocimientos en ciencias sociales y humanas requiere de la invención de las formas de escritura.

3 de julio de 2021

Me llama la atención que se siga invocando a la historia como juez absoluto que decidirá en algún momento si nos absolverá o nos condenará. No hay nada de eso. Si no nos transformamos a nosotros mismos en el presente, con los recursos materiales que disponemos, poco importa lo que suceda después. Lo más seguro es que todo se disuelva en la nada. Así que aprendamos mejor a ejercitarnos en la pérdida absoluta sin reparos, como verdaderos materialistas, porque nuestras ilusiones del presente son parte del mecanismo de postergaciones indefinidas que alimenta la posverdad.

3 de julio de 2022

Cristina ha hablado varias veces ya de los “funcionarios que no funcionan” y ha sugerido también el lógico temor que embargaría a aquellos inhibidos en sus actos por supuestas persecuciones políticas, judiciales o mediáticas. Más acá de las capacidades técnicas o las fidelidades políticas, siempre cuestionables, me pregunto: ¿qué hace que podamos sostener un lugar, una función, una fórmula éticamente?

Spinoza concluye su Ética afirmando que la virtud es rara y arduo el camino para alcanzarla, pero no imposible. Cualquiera puede poseer el verdadero contento del ánimo y ejercer la libertad con sabiduría. Quizás el mayor problema, no obstante, no sea la diferencia entre el ignorante que se encuentra zarandeado por afectos que desconoce y entonces invoca el libre albedrío, por un lado, y el sabio que conoce adecuadamente la causa necesaria de lo que le afecta y actúa en consecuencia, por el otro; sino la existencia de una tercera figura: el manipulador que, sabiendo lo que le afecta, no hace nada para remediarlo; porque este último hace más daño aún que el ignorante.

Como el banal funcionario del mal que invocaba Arendt, el “más papista que el Papa” sobreactúa su rol porque se identifica al lugar asignado sin cuestionarse lo que puede o no hacer y cómo eso limita la potencia de obrar. Ejercer un cargo sin creérsela en absoluto, sin invocar relaciones de fuerza que nos exceden o repeticiones insensatas que se nos imponen, exige seguir el deseo en función de su causa: potencia de existir en acto y no mera supervivencia fantaseada. Encontrar el deseo, despejar su causa, puede acaecer en cualquier lugar, tiempo o circunstancia; involucra sueños varios, ejercicios repetidos y prácticas diversas. Lo importante es no estar distraído justo cuando el encuentro crucial se produce, para poder seguir las consecuencias inexorables que se desprenden de ello: atravesar el fantasma y captar su constitución.

 

Córdoba, 3 de julio de 2023.

 

 


RoqueFarrán: Filósofo, investigador Independiente del Conicet, entre sus últimos libros: La razón de los afectos, El giro práctico

 

 

 


Imagen de portada: @user5812043 en Freepik.

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