Guerra comercial y geopolítica
China vs. Estados Unidos: Huawei y el nucleo de la disputa

Por Nicolás Canosa (UBA/UNLa/OCIPEx) y Gonzalo Fiore Viani (UNC)

Introducción

Actualmente, la confrontación que organiza a las restantes, es decir, el “centro de gravedad” de la geopolítica mundial, es la disputa entre Estados Unidos y la República Popular China. La misma se concentra en la tensión por quien lleva la delantera en el campo de la innovación científico-tecnológica. La “guerra comercial”, en la cual se imponen aranceles a las importaciones de diferentes productos en cada país, es consecuencia de lo afirmado, y no al revés. Esto supone que, a pesar de las “treguas” pactadas en este ámbito, tal como se anunció luego de la reunión bilateral entre funcionarios de los gobiernos liderados por Xi Jinping y Donald Trump en las postrimerías del G20 organizado en Buenos Aires en 2018, la tensión perdurará y será clave para comprender los acontecimientos geopolíticos de las próximas décadas. También será clave para encontrar los puntos de apalancamiento desde los cuales diseñar estrategias nacionales y regionales para desarrollar una política exterior soberana desde el gobierno, en el marco de esta crisis mundial que abre amenazas, desafíos y oportunidades.

El avance de China y la preocupación estadounidense

La crisis mundial y la “amenaza” de la RPCh a los intereses estadounidenses se presenta de manera elocuente y sin rodeos en un documento fundamental de los EEUU: “la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos de América (ESN)”, firmada en diciembre de 2017 por Donald Trump.[1] Allí se expresan los fundamentos políticos de las acciones de esta potencia hacia cada región del mundo, en la cuales está siempre presente la mención al país milenario. También aparece un diagnóstico y las acciones prioritarias (políticas, económicas, militares y seguridad) que el país del Norte planifica desarrollar hacia cada territorio. Desarrollaremos lo que nos compete como continente y haremos unas “pinceladas” sobre las otras regiones.

Haciendo una revisión integral del documento, lo que se destaca es la preocupación de Estados Unidos respecto al avance de China y Rusia como actores de peso que “modifican la balanza de poder”, lo cual implica “consecuencias globales y amenazas a los intereses de Estados Unidos” (p.45). En relación con lo anterior, en el apartado dedicado al hemisferio occidental, el cual refiere a Nuestra América, se evidencia la preocupación por la influencia de la RPCh “que busca poner a la región en su órbita a través de inversiones y préstamos”, y la Federación Rusa, que continua con “sus fallidas políticas de la Guerra Fría” apoyando a Cuba. Ambos países, expresa el documento de la Administración Trump, sostienen al “dictador de Venezuela, buscando expandir sus vínculos militares y venta de armas alrededor de la región” (p.51).

En las acciones prioritarias del ámbito de seguridad y militar referido a nuestro continente, manifiestan: “Construiremos sobre esfuerzos locales y fomentaremos: a) las culturas de legalidad para reducir el crimen y la corrupción; b) apoyar esfuerzos locales para profesionalizar la policía y otras fuerzas de seguridad; c) reforzar la autoridad de la ley y emprender reformas judiciales; d) mejorar la información compartida para apuntar a líderes corruptos y desbaratar el tráfico ilícito” (p.51).

No sorprenden, tampoco, las aseveraciones de Rex Tillerson —ex secretario de Estado de EEUU— previo a su visita a cinco países de la región en febrero de 2018, donde planteó que su país debía revitalizar la Doctrina Monroe. Sus declaraciones no pueden ser tomadas con ligereza, ya que muestran claramente las intenciones de consolidar el dominio sobre un continente riquísimo en recursos naturales claves como petróleo, litio y agua, entre tantas materias primas y alimentos que abundan en nuestra región. El interés que despierta nuestros recursos, nos obliga a diseñar y poner en práctica una estrategia para defenderlos.

Es evidente que la geoestrategia norteamericana, entendida como la “administración estratégica de los intereses geopolíticos” según Brzezinski, consiste en reasegurar esta región para las disputas del porvenir, lo cual es visible en este documento analizado, como así también en las declaraciones de funcionarios de alto rango. Así pues, nuestro continente es un escenario de simultáneas disputas: entre Estados Unidos y la República Popular China (y en menor medida, la Federación Rusa).

En las otras zonas del globo (Indo Pacífico, Europa, sur y centro de Asia y África), las críticas a China son recurrentes y se concentran en: el avance comercial a través de cuantiosas inversiones mediante “prácticas desleales”; las “aspiraciones geopolíticas” en cada región; la modernización militar para limitar la influencia de EEUU; y la adquisición de “tecnología sensible”.

Ciencia, tecnología e innovación: el núcleo de la disputa

Terminada la Segunda Guerra Mundial, EEUU establece en el documento “Ciencia, la frontera sin límites” la centralidad estratégica del desarrollo científico tecnológico. Allí se menciona la importancia de la investigación para fomentar el progreso tecnológico y la necesidad del impulso estatal para tal objetivo. El antecedente directo de este documento fue la creación en 1916 del Consejo Nacional de Investigación, dependiente de la presidencia, conformado por un grupo reducido de científicos, el cual disponía de recursos ilimitados para la “investigación y desarrollo en áreas tecnológicas relacionadas con defensa y tecnología militar”.[2]

En la actualidad, EEUU lidera en materia científico-tecnológica, e invierte una suma considerable del Producto Bruto Interno (PBI) en investigación y desarrollo (I+D). Según datos del Banco Mundial, en 2016 EEUU destinó un 2,74% de su PBI en esta materia, mientras que China un 2,11%.[3] Además, es el país líder en registro de patentes, según la Organización Mundial de Propiedad Intelectual.

Por otro lado, en el informe “Indicadores de ciencia e ingeniería de 2018”[4] del Consejo Nacional de Ciencia de los Estados Unidos, aunque se advierte el acelerado avance chino, en el mismo se sostiene que EEUU sigue teniendo una “fuerte posición competitiva en industrias de base tecnológica” (p. 832), entre ellas se mencionan los ámbitos de ingeniería civil, industrias comerciales intensivas, fabricación de alta tecnología aeroespacial y científica, instrumentos de medida y control e I + D.

Siguiendo la Estrategia de Seguridad Nacional trabajada en el anterior apartado, y en sintonía con lo que acabamos de abordar, el vicepresidente norteamericano Mike Pence dio una conferencia el 4 de octubre del 2018 en el Instituto Hudson de EEUU, específicamente sobre la relación con la RPCh. El rasgo más llamativo del discurso es la preocupación ante el programa “Hecho en China 2025”. Citamos en extensión por la contundencia de lo expresado: “el Partido Comunista Chino ha puesto la mira en controlar el 90% de las industrias más avanzadas del mundo, como la robótica, la biotecnología y la inteligencia artificial. A fin de estar en la cúspide de la economía del siglo XXI, Pekín ha dado instrucciones a sus burócratas y empresas de obtener propiedad intelectual estadounidense —la base de nuestro liderazgo económico— por todos los medios que sean necesarios […] las agencias de seguridad chinas han orquestado el robo masivo de tecnología estadounidense, incluidos programas militares de tecnología de punta.”

Esta preocupación está en relación con la planificación estratégica de China que repercute en una creciente escalada de: solicitud de patentes en los últimos años; producción y exportación de bienes con valor agregado; inversión del Estado en investigación, ciencia, educación y tecnología; crecimiento de graduados en distintas ciencias vinculadas a la innovación.

Otro punto central consiste en haber logrado la transferencia tecnológica, en acuerdo con las empresas transnacionales, que accedieron a un muy amplio mercado interno, cediendo conocimiento que luego ha sido aprovechado por el Estado chino. Según Girado “tanto las políticas de Ciencia y Tecnología como las industriales alentaron la adquisición y asimilación de la tecnología importada como parte de la estrategia general de la modernización tecnológica de China” (p.117).[5] Indiscutiblemente está dando sus frutos.

Photo by FRED DUFOUR / AFP

El caso Huawei

Mientras ocurría la reunión entre Xi y Trump en Buenos Aires (1 de diciembre del 2018)— en Canadá, y por pedido de autoridades norteamericanas, fue detenida Meng Wanzhou, directora financiera de Huawei e hija del fundador de la empresa, la marca china de móviles y equipos de telecomunicaciones que hoy ocupa el segundo lugar en venta de móviles. Lo anterior da cuenta de que la “tregua” anunciada en Buenos Aires no era tal.

Sergéi Lavrov, ministro de asuntos exteriores de Rusia, calificó el suceso como una “política muy arrogante e imperialista que nadie acepta”, mientras que China pidió explicaciones al embajador norteamericano y detuvo posteriormente a ciudadanos canadienses en su país. Públicamente el argumento es la supuesta violación de Huawei a las sanciones de EEUU a Irán. Sin embargo, es posible trazar un vínculo entre este episodio y lo que denominamos el “núcleo de la disputa”.

De las empresas provenientes de China en América Latina, hay una en particular que logró alcanzar una inserción muy importante en el mercado concerniente a la tecnología. Huawei opera en catorce países de la región. Su mayor crecimiento en el continente se produjo a partir de 2017, aumentando especialmente en 2018, y en lo que lleva transcurrido de 2019. En algunos países, incluso, supera el 20% de la participación en el mercado, como por ejemplo en Colombia, donde alcanza el 25%.

Durante el 2015, en Cuba, el gobierno de Raúl Castro —como parte de las medidas de apertura y modernización— lanzó un programa de instalación de antenas de Wi-fi en lugares públicos, especialmente en grandes ciudades como La Habana, Santiago y Villa Clara. En aquel momento, la Compañía Estatal de Comunicaciones cubana celebró un acuerdo para que Huawei sea el proveedor más importante de insumos, antenas y dispositivos tecnológicos para concretar el plan de conectividad. La firma china es, también, la marca más elegida por los cubanos a la hora de adquirir sus smartphones. En Venezuela, a su vez, el gobierno planeaba una fuerte inversión conjunta con Huawei, la china ZTE y algunas compañías rusas, en el marco de su plan de extender la red de 4G por todo el país. A su vez, Huawei es la segunda empresa de telefónica celular más importante en cantidad de ventas dentro de Chile, Perú y Colombia, siendo además, entre las tres primeras en México, país donde ejerce de sponsor de uno de sus clubes de futbol más populares, el América. Por otro lado, tanto en Argentina como en Brasil la empresa no logró llegar realmente al mercado, como sí lo hicieron las firmas estadounidenses o surcoreanas.

Huawei goza de gran aceptación comercial, especialmente en los países de la región de Centroamérica y el Caribe. Para el 2015 —dos años antes de su expansión masiva por el resto de América Latina— ya tenían abiertas cuatro tiendas propias en Guatemala y una en El Salvador. También es sponsor de la selección de fútbol de Panamá, lo que da cuenta de su inmensa inserción en el país caribeño. Su nivel de conocimiento en la región centroamericana es superior al 95%, por lo es una de las empresas tecnológicas más populares. La relación que mantienen gran cantidad de empresas chinas con Centroamérica y el Caribe preocupa especialmente al gobierno de los Estados Unidos, por considerar a la región su “patio trasero”.

El fundador y presidente de Huawei Reng Zhengfei, se ha mostrado convencido en los días posteriores al anuncio de Washington de que sus planes comerciales expansionistas no se verán afectados por las medidas estadounidenses.  Zhengfei confía en que su consolidación es de tal magnitud que es imposible dar marcha atrás.

Zhengfei ya ha declarado también que, en caso de no poder importar hardware de los Estados Unidos, van a fabricar sus propias piezas. Los especialistas creen que no solo las empresas chinas serán afectadas por la guerra comercial, sino también más de 1200 firmas tecnológicas estadounidenses. Huawei es considerado como un actor fundamental para el desarrollo de la naciente tecnología 5G, la cual es clave para la próxima generación de dispositivos inteligentes. El sector de la innovación tecnológica es una de las áreas donde es necesaria en mayor medida la colaboración entre las partes.

Hoy en día, esta empresa es uno de los principales focos sobre el cual EEUU construye el imaginario geopolítico sobre China, y donde concentra sus ataques. Trump prohibió el uso de móviles de Huawei y ZTE (Zhong Xing Telecommunication Equipment Company Limited) en dependencias gubernamentales, medida que fue incluida en la Ley Nacional de Defensa. Lo mismo decidió el Pentágono para sus bases militares. Bajo la acusación de espionaje y de amenaza a la “seguridad cibernética”, EEUU, mediante su Secretario de Estado Mike Pompeo, exigió a sus socios europeos y de Oceanía que no colaboren con Huawei y sostuvo que en caso hacerlo, EEUU reduciría su asociación con ellos.[6] Desafortunadamente para EEUU, su aliado tradicional Gran Bretaña no aceptó sus imposiciones. Por otro lado, Alemania manifestó que “no planeaba cerrar ninguna firma de su red 5G”. Y Francia actuó en el mismo sentido.

Desafíos desde una política exterior soberana

Según Trump, los subsidios que otorga el gobierno chino a la empresa son anti competitivos, por lo que las firmas privadas norteamericanas no estarían en igualdad de condiciones para disputar los mercados contra los chinos. Se acusa al gobierno del Partido Comunista Chino de ceder a Huawei asignaciones enormes para la investigación y el desarrollo, créditos a la exportación, o importantes subvenciones, según voces cercanas al gobierno de Estados Unidos. Trump, además, y como señalamos anteriormente, acusa a las empresas tecnológicas chinas de espionaje en conjunto con el aparato estatal del Partido Comunista. Otra empresa del sector que se ha visto beneficiada por las “subvenciones extraordinarias” del gobierno chino es la tecnológica ZTE. Si bien no han logrado aún un nivel de comercio similar al de Huawei, también han conseguido colocar algunos de sus dispositivos en el mercado latinoamericano, algo que hace tan solo una década podría haber sido impensado. En 2007, en los albores del comienzo de la era del 3G, firmaron el primer acuerdo comercial con Telefónica, en la ciudad de Madrid. Su objetivo fue asociarse para ingresar en países como Brasil, México, o Argentina; sin embargo, su suerte fue dispar.

Meses antes de la cumbre del G20 de junio en Japón, en la cual Trump manifestó que “trataría mejor” y “levantaría sanciones” a Huawei, el presidente de EEUU había prohibido a las empresas estadounidenses llevar adelante negocios con la gigante telefónica china. Esto llevaría a que eventualmente sean inutilizables las principales aplicaciones en los smartphones marca Huawei. Las aplicaciones de What’sApp, Instagram, Facebook o Google podrían dejar de funcionar en el futuro cercano, haciendo que los usuarios de Huawei deban trasladarse a otras firmas. Sumado a esto, los chinos no podrán acceder a piezas de hardware fundamentales para la fabricación de los dispositivos.

Paradójicamente, es la Casa Blanca la que implementa mayores trabas arancelarias, mientras que el gobierno de Xi Xinping aboga en los foros multilaterales a favor del libre comercio internacional. Trump basó gran parte de su campaña en que estaba cansado de “ver perder” a su país frente a los chinos. Para un hombre que ve todo en términos de ganadores y perdedores, estará por verse cuál será el resultado de esta disputa. Por lo pronto, si de algo estamos seguros es que se tratará de un conflicto de largo aliento, y que uno de sus escenarios más importantes será América Latina.

Estamos presenciando una modificación en la balanza de poder, una disputa por el liderazgo geopolítico en las distintas regiones del mundo y un desplazamiento gradual hacia una mayor influencia de la región euroasiática. Esto abre oportunidades, desafíos y amenazas para la región latinoamericana. Los desafíos y oportunidades de esta crisis mundial y disputa entre bloques serán solo aprovechables si partimos de una política exterior soberana, con una planificación estratégica y minuciosa respecto a las dos principales potencias emergentes, China y la Federación Rusa, con las cuales habría que retomar y profundizar las alianzas estratégicas integrales. También, hacia los países emergentes, por ejemplo, India, Indonesia, Vietnam, entre otros.

Por supuesto, sin olvidar que la unidad continental es vital para nuestro futuro. En relación a EEUU, la amenaza consiste en su búsqueda de asegurar la región como su zona de dominio fundamental en el marco de un repliegue de su poderío global; en relación a China y otros países emergentes, consideramos que el problema es no tener una planificación estratégica desde los Estados, con cuadros políticos y técnicos capacitados y con conocimiento de los puntos de complementación para trabajar la relación desde una perspectiva de política exterior soberana.

 

[1] Administración Trump. (2017). Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de América. Estados Unidos: Washington.

[2] Para profundizar sobre este aspecto ver SAMPAT, B. (2007). Recuperado de: https://www.cepal.org/cgi-bin/getprod.asp?xml=/iyd/noticias/paginas/4/31424/P31424.xml&xsl=/iyd/tpl/p18f.xsl&base=/iyd/tpl/top-bottom.xsl

[3] Banco Mundial. Gasto en investigación y desarrollo. Recuperado de: https://datos.bancomundial.org/indicador/GB.XPD.RSDV.GD.ZS?name_desc=false

[4] Informe completo disponible en: https://www.nsf.gov/statistics/2018/nsb20181/assets/nsb20181.pdf

[5] Girado, G. (2017). ¿Cómo lo hicieron los chinos? Algunas de las causas del gran desarrollo del gigante asiático. Buenos Aires: Astra.

[6] Chen, Q. (2019). US allies split on Huawei. Recuperado de: http://www.globaltimes.cn/content/1139706.shtml

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