Conversación con Gabriela Diker, rectora de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS).
Por Laura Saldivia Menajovsky (IDH-UNGS), con la colaboración de Luciano Rossi (IDH-UNGS)
Nos reunimos con Gabriela Diker el 25 de julio de 2016, una tarde de invierno, lluviosa, muy lluviosa, propicia para una amena y pausada conversación sobre la decisión del sello editorial de la Universidad que conduce relativa a la publicación de dos libros que se apartan de aquellos hasta entonces publicados. Yo Nena, Yo Princesa y Niñez Trans. Experiencia de reconocimiento y derecho a la identidad son libros originales tanto por la temática que abordan como por la forma de hacerlo[1]. El primero de ellos consiste en un diario personal que registra la lucha de la mamá de una niña transgénero por el reconocimiento de su identidad de género autopercibida en diversos ámbitos (familiar, escolar, vecindario, Estado). El segundo libro reúne reflexiones y relatos de aquellxs activistas y profesionales que de diversas maneras estuvieron involucradxs en la lucha referida. Las ganas de dar cuenta del proceso que condujo a tales publicaciones, de los diversos registros que realizan, como así también de sus implicancias, fueron la excusa para esta conversación que sin dudas rompió con la monotonía de una lluvia sin aliento.
Laura Saldivia Menajovsky – En tu presentación del libro “Yo nena, yo princesa” destacás que “es un relato en primera persona, indiferente a las reglas y la estética de la producción académica”. ¿Cuáles son esas reglas de producción académica con las cuales contrasta el libro?
Gabriela Diker – Cuando digo que es indiferente a esas reglas quiero decir que es indiferente a cierto modo de presentar la producción académica que en general tiene algunos rasgos en común. El primero de ellos es el distanciamiento con el objeto. Yo Nena, y aunque en menor medida también Niñez Trans, presentan dos características que atentan contra tal distanciamiento. Por un lado, están escritos en primera persona, lo que, especialmente en Yo Nena acentúa casi brutalmente el tono íntimo del relato. Por otro lado, se trata de dos textos comprometidos políticamente, y eso los coloca muy lejos del distanciamiento y de la asepsia que requiere el discurso académico. Además, un segundo rasgo del texto consiste en su urgencia; es decir, se plantea algo que es urgente resolver, que es nada menos que el sufrimiento, el sufrimiento de lxs niñxs. En contraposición, la producción académica tiene otro ritmo, es resultado de un proceso de investigación que por lo general es largo, y en tal sentido, está obligado a ser un poco indiferente a la urgencia del sufrimiento o de los problemas. En tercer lugar, hay una diferencia sustantiva en relación con las reglas y procedimientos de validación. Por regla de validación me refiero tanto a una validación de pares como a una validación metodológica a las que un texto académico está obligado a someterse. Estos dos libros no proponen ninguna regla de validación, y no podría haberla ya que proponen otro tipo de registro. De hecho no presentan una descripción sustentada documentalmente, datos comparativos, ni siguen ninguna metodología reconocible, y por supuesto sería absurdo que intentaran hacerlo, ya que proponen otro registro: el relato de una experiencia vital, en un caso, y de la práctica de distintos profesionales que se cruzaron en la vida de Luana, en el otro, con sus sufrimientos, sus fracasos, y con las perplejidades que se les presentaban a la par que producían un conocimiento nuevo. En este sentido, estos libros se escriben en un registro que queda sustraído del modo en el cual el conocimiento académico afirma y valida lo que es verdadero y lo que es falso. Los términos de lo verdadero y de lo falso no se aplican a ese registro. En todos esos sentidos se juega lo del distanciamiento de esos dos libros.
Yo Nena presenta una singularidad desde el punto de vista estético referida al tipo de escritura que no me parece menor: es un libro que está muy bien escrito, sorprendentemente bien escrito. Leí los manuscritos, los miles de archivos que tenía Gabriela (Gabriela Mansilla, la autora) en su computadora y descubrimos una escritura muy potente que era imprescindible conservar, que hacía al contenido del relato. Por decisión muy acertada de Pablo Bonaldi (vicerrector UNGS), no lo mandamos a corrección de estilo. Pablo personalmente hizo la lectura y correcciones mínimas de algún que otro error de sintaxis o de redacción, pero queríamos conservar “eso” que sin dudas es forma y contenido: un relato crudo, sin ornamentos, que te sumerge en una historia sin preámbulos y que, por alguna razón, genera inmediatamente empatía. A su vez, el uso de los dibujos realizados por Luana (la protagonista de seis años) fue una decisión editorial que le ofrecía al lector un poco de carnadura acerca de quién era Luana, lo que ella misma transmitía, algo que también permitió que estuviera presente en todo el proceso editorial y produjera lo que produce en los lectores.
LMS – Además, en ambos libros -aunque más marcado en Yo Nena– existía una inmediatez entre la escritura y el proceso que se cuenta. Esa inmediatez temporal permitió reflejar con una cercanía inusual lo que estaba sucediendo.
GD – Claro, reflejaba lo que estaba pasando en ese momento, y es muy raro encontrar libros con esa característica. Todas esas diferencias con la cuestión académica han hecho que su publicación bajo el sello de la editorial de una universidad produzca un efecto adicional: el de conmover las formas académicas de mirar y trabajar el tema de la niñez trans. Creo que ese mismo libro publicado en una editorial no universitaria no hubiera producido ese efecto. Lo pusimos en la estantería de los libros universitarios, circunstancia que ha generado una gran combinación. No sólo abre un nuevo campo de problemas en las agendas académicas sino que conmueve la estantería misma.
LMS – En tu presentación en Niñez Trans utilizás una idea de Rancière relativa a la “interrupción” que los dos libros producen “en el pensamiento y en las prácticas”. ¿Podrías profundizar el alcance de esta idea?
GD – Tomé la idea de interrupción en el sentido de interrumpir o detener “eso” más de lo mismo en lo que se estaba pensando o haciendo contra toda evidencia. Me gusta mucho ese modo en el que piensa Rancière la vida intelectual en distintos trabajos, en el sentido de que hay vida intelectual cuando se interrumpe lo conocido. Cuando uno lee en especial Yo Nena, no seguís pensando lo mismo; el lector se transforma, sea un lector académico, profesional, o no. Hay algo que se interrumpe en esa inercia de la interpretación.
LSM – Recién ahora -algo ausente en tu presentación al libro- te referís a la idea de “transformación”. Creo que en lugar de “interrumpir” o “suspender”, diría que “derriba”; las personas salen transformadas de esa experiencia, no vuelven a ser las mismas. Lo que me generaba ruido antes de esta charla es que la idea de “interrupción” parecía ser sólo por un tiempo. Ahora veo que enarbolás una idea de “interrupción” como de quiebre, como de algo a lo que no se vuelve.
GD – Tal cual, no es una suspensión, no se puede volver a lo mismo. Por ejemplo, si pienso a nivel de las prácticas profesionales, es bastante probable que el libro te deje sin herramientas. Yo Nena no te dice por dónde seguir, te dice por dónde no seguir, te deja desnuda. Sin dudas, la experiencia de Yo Nena es de ruptura. Pero también uno asiste al proceso de los profesionales que intentan salir del desconcierto y construir algunas herramientas que permitan pensar el asunto de otro modo, algo que Niñez Trans muestra de una manera muy linda. Como yo había seguido muy de cerca todo el proceso de Yo Nena, y había conocido a Luana, tuve el privilegio de ver cómo un conjunto de gente estaba inventando y proponiendo nuevos modos de abordar un problema mientras estaban inmersos en él.
LSM – Además del aporte que genera Niñez Trans a ese estado de derrumbe de puntos de referencia que desencadena Yo Nena, ¿qué otros registros te parecen que son iguales o distintos entre los dos libros?
GD – En Niñez Trans me parece que ha habido un registro de la «afectación», ello en el sentido de que el investigador se deja interpelar por su objeto de estudio de una forma subjetiva, por ello el resultado de su investigación no es plana, apática, geométrica o rígida. Lo que hay ahí son profesionales e intelectuales afectados por el propio saber que producen, por su propia práctica, algo que a los académicos muchas veces nos pasa por un costado. No son muchas las ocasiones, y es muy constatable, en las que uno se deja traspasar por eso que lee, por eso que piensa. Considero en el sentido más estricto que no hay pensamiento si no hay afectación. Lo que provoca Niñez Trans es una disposición a dejar un registro de esa afectación. Y de esa afectación sale un conocimiento nuevo. Por eso me gusta el entendimiento que hace Rancière de vida intelectual, que no necesariamente se superpone a la vida académica. [2] De hecho, uno puede pasar por la academia y ser muy exitoso y producir cosas valiosas, pero siempre con mucha ajenidad, sin haberse visto afectado ni traspasado por eso. El problema cuando uno no se ve afectado, cuando no hay afectación, cuando no hay una «experiencia negativa» no se pone en discusión el sujeto cognoscente. Entonces se continúa viendo el mundo bajo las mismas coordenadas de lo que es visible, pensable, enunciable, sin poner en discusión esas coordenadas, encorsetando al pensamiento. Cuando uno se deja afectar, estallan las líneas de visibilidad, de lo que es enunciable, y se ponen en discusión las reglas mismas del juego. En eso consiste el gran y nuevo aporte del libro, que permite un pensamiento nuevo, no más de lo mismo. Lo que es impresionante de Niñez Trans, y también lo logra Gabriela Mansilla en su libro, es la interpelación ineludible que se produce a niveles muy profundos.
LMS – Algo que tiene de genial Gabriela Mansilla es que no solo lo pudo “afectar” a través del libro, sino que lo hace cada vez que da una charla. Es una habilidad muy destacada que tiene para producir esa interpelación.
GD – Sí, produce ese efecto. Ahí es más esperable, uno puede decir que viéndola y escuchándola es más fácil la empatía, producir algo afectivo. En la letra es más difícil. También es algo que logra en el documental[3], que hace esa opción de asepsia en la puesta en escena, donde lo que hay es puro relato, el relato en primer plano. El documental es muy próximo a la estética del libro, produce una sensación muy parecida, no hay enmascaramiento, no hay camuflaje, no hay distracciones. Es la cosa misma.
LSM – Yo Nena es un registro en primera persona, con cierta simultaneidad en el tiempo entre la escritura y los hechos que relata, mientras que Niñez Trans consiste en el testimonio de varias personas que tuvieron algún tipo de participación en esa experiencia, y fue escrito una vez que Luana ya había obtenido su cambio de nombre. Además, Yo Nena ofrece un registro mucho más íntimo, el de la afectación personal, mientras que el registro en Niñez Trans tiene una lejanía un poco mayor en el sentido de que tiene una aspiración más académica, brinda unas herramientas distintas de las que brinda Yo Nena para la investigación científica. Ahí es donde Niñez Trans pareciera realizar un puente entre el canon de la investigación académica y el registro más personal.
GD – Sí, Niñez Trans operaría como un puente -igual hay que ver si finalmente funcionará como tal. Claramente no es ni una cosa ni la otra. Ello porque los que hablan son profesionales que han actuado, no hablan en tanto investigadores, y en algunos casos incluso hay una conceptualización de alguna forma muy primaria (acá estoy pensando en los pequeños artículos que escribe la directora y la maestra del jardín de infantes al que fue Luana). Me parece que son profesionales poniendo en juego un saber de registro académico pero traspasado por la práctica. Ahí hay algo que los investigadores logramos menos.
LMS – De hecho en la presentación que hiciste de Niñez Trans en la última feria del libro decías que había que pensarlo como insumo para la investigación científica. Por supuesto Yo Nena también tiene esa característica, pero a Niñez Trans le falta esa vuelta de tuerca que tendrán que hacer el día de mañana los investigadores, si es que ese puente efectivamente se puede hacer.
GD – Creo que Niñez Trans pasa en limpio una agenda de nuevos temas, nuevos problemas, y una agenda de nuevos profesionales, temas que también les corresponde a las universidades trabajar.
LMS – Como rectora, ¿de qué forma pensás que la publicación de estos dos libros impacta en la agenda de la investigación de la universidad y, luego, en su aplicación al quehacer cotidiano, a nivel docente y administrativo?
GD – Diría que el impacto en las agendas de investigación es algo que nos está resultando distante todavía; la lógica y el funcionamiento propio de los campos académicos y científicos, indica que cuanto más sólidos son esos campos, más interna es la definición sobre lo que es relevante, los problemas sobre los que se trabaja, etc., razón por la cual es mucho más difícil incidir externamente. Dicho de otro modo, dado que los criterios de relevancia, de pertinencia y de validez son internos a los campos, es difícil la intervención externa. Ahí estamos incidiendo menos, quizá, por un exceso de respeto incluso, por el modo en el cual cada investigador define su propia agenda de investigación -que tampoco es una producción individual, ya que ella dependerá de su propio campo. Sí creo, en cambio, que impacta en otras cosas que hace la universidad y que, quizá de manera más indirecta, logre llegar a las agendas de investigación. Impacta en una agenda de formación que, por ahora también es más oblicua, dado que se expresa menos en las carreras, es decir, en la formación de profesionales, pero sí más a través de otro tipo de propuestas de formación, como es el caso de la diplomatura en género[4]. Cuando ésta se creó no incluía el tratamiento de cuestiones vinculadas a la transgeneridad. Incluso en algún punto reforzaba, a mi juicio, el binarismo de una manera solapada porque el asunto central eran las mujeres. Hoy en día ese programa de formación está mucho más abierto a las personas y temáticas transgénero.
La publicación de estos libros con la consecuente visibilidad de la temática también comienza a impactar en otras áreas, incluso en la vinculación con personas trans que se acercan a la universidad por las razones más variadas, lo que está llevando a que el tema se transforme en una política institucional. Por ejemplo, en el último Consejo Superior votamos una Resolución[5] que habilita el procedimiento para inscribir o para modificar los datos documentales de la persona en función de su género autopercibido, aun cuando el DNI no sea modificado. Desde que se sancionó la Ley sobre el Derecho a la Identidad de Género no habíamos avanzado en el procedimiento para su aplicación concreta en la universidad. La ley establece el procedimiento a seguir respecto de documentación sensible como títulos y diplomas, por ello queda abierto a que cada institución universitaria cómo hacerlo. Por ello la aprobación de la Resolución es un trabajo de enorme significancia que tiene muchos efectos no solo para estudiantes sino también para trabajadores docentes y no docentes. Para su aprobación se trabajó con muchas áreas de personal de la universidad, y tiene efectos no solo en los procedimientos administrativos, sino también sobre la predisposición de la institución a pensar la transgeneridad como un tema de relevancia. Procesos como el de la sanción de esa Resolución se incrustan en la política institucional, y creo que en eso consiste la perspectiva de género. Tiene un impacto tal que seguramente transforme a la universidad de maneras profundas que habrá que registrar. De todos modos, no es que estemos avanzamos en nuestro modo de mirar las cosas en bloque y que a partir de ahí observemos todo de la misma manera. Por ejemplo, la universidad está ahora discutiendo su estatuto; el estatuto original dice, “El rector, el director, el secretario”, y un colega sugirió que el nuevo estatuto debería decir “Rector/a, director/a”. No es la equis aun, claro, pero algo se va avanzando.
LSM – Es interesante lo que decís sobre que no se avanza en bloque, en el sentido de que todas las instancias no se transforman de golpe. Por ejemplo, los baños siguen segregados por género…
GD – Sí es cierto. En el tema puntual de los baños, en la construcción de la escuela secundaria proyectamos que los baños no tengan identificación de género, cuidando que cada baño fuera cerrado, con tabiques, individuales. Para los arquitectos fue un asunto, pero finalmente se adaptaron al pedido. Creo que construir baños degenerizados es otra iniciativa que seguramente contribuya a poner en discusión otras cuestiones sobre el género. Pero también entiendo que son procesos que llevan su tiempo, y probablemente pocos fenómenos sean tan duros, tan persistentes como los de género. Yo misma como rectora mujer he constatado eso con mucha paciencia. El problema es cuando los límites psíquicos y mentales se convierten en límites institucionales y políticos.
Junto con más lluvia la conversación fue llegando a su fin, pero no así los temas de discusión, muchos de los cuales no llegamos a abordar pero que sin dudas lo serán en el futuro. La transgeneridad ofrece un nuevo lente a través del cual observar, vivir y entender la realidad que nos atraviesa en todas sus dimensiones. La experiencia de la Editorial de la UNGS relativa a la publicación de Yo Nena, Yo Princesa y Niñez Trans es tributaria de esa nueva mirada razón por la cual es imperativo contarla, analizarla y difundirla.
[1] Mansilla, Gabriela (2014). Yo Nena, yo princesa. Buenos Aires: Universidad Nacional de General Sarmiento. Pavan, Valeria (comp.) (2016). Niñez trans. Experiencia de reconocimiento y derecho a la identidad. Buenos Aires: Universidad Nacional de General Sarmiento.
[2] Rancière sostiene que todo hombre, perteneciente o no al ámbito académico, puede medir su propia capacidad intelectual y decidir de qué manera utilizarla, ya que el conocimiento se encuentra emancipado de la mecánica de la sociedad y de la institucionalización formal del saber. Además, la transmisión o generación de conocimiento, según este autor, es independiente de la efectiva posesión del saber, o en otras palabras, es posible enseñar lo que se ignora. Rancière, J. (2009). El maestro ignorante. Buenos Aires: Libros del zorzal.
[3] Documental “Yo Nena, Yo Princesa”, dirigido por María Aramburu y Valeria Paván, 2014.
[4] Diplomatura en Géneros, Políticas y Participación, dictada por la Dirección de Formación Continua de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
[5] Resolución del Consejo Superior de la UNGS del 20 de julio 2016.
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