BREXIT
El ascenso de los nacionalismos euroescépticos

Por Tomás Bontempo (UNTREF) y Nicolás Comini (UBA)

No es en Baker Street 221 B. La famosa residencia de Sherlock Holmes, el notable personaje de Sir Artur Conan Doyle. Esta vez el caso se resolvió por la vía electoral y nos sitúa en la segunda residencia más famosa de Londres, Downing Street 10. El centro neurálgico del anuncio que pone fin a una relación iniciada en 1973 cuando el Reino Unido fue una de las primeras incorporaciones a la fila original de países que conformaban la Comunidad Económica Europea, luego de que diez años antes el presidente de Francia, Charles De Gaulle, vetara su ingreso.

Mientras brindaba una corta conferencia en donde anunciaba su renuncia, el Primer Ministro conservador, David Cameron, parecía no salir del asombro de un electorado que fue mayoría en Gales e Inglaterra  y que arrojó un 52% a favor de apartar a las islas del que se auto percibía como uno de los proyectos integradores más ambiciosos del globo. Al cual Escocia e Irlanda del Norte, ya avisaron, quieren seguir perteneciendo, siendo tal vez el inicio de un proceso del cual tendremos aún más interrogantes que certezas ante sus efectos potenciales.

Sin embargo, la oscilación británica frente a Europa no es un fenómeno del nuevo siglo. En 1975, solo dos años después del que señalamos como su año de ingreso, el Reino Unido había hecho un referéndum, aunque en esa ocasión se decidió por la permanencia, alcanzando el 67% de los votos.

No obstante, en este referéndum los acontecimientos y el contexto fueron diferentes. El descontento de parte del Partido Conservador y del UKIP (United Kingdom Independence Party), se suma al de otros partidos también insatisfechos con la supuesta política migratoria europea de puertas abiertas y otras consideraciones impuestas por la supranacionalidad en donde el famoso lema de “la culpa es de Bruselas” parece tener más vigencia que nunca. El Frente Nacional de Francia, la Liga Norte en Italia, el Partido de la Libertad en Austria, Amanecer Dorado en Grecia y Ley y Justicia de Polonia son otros de los casos más emblemáticos.

El poder de los acontecimientos pone nuevamente en el centro de los debates a los procesos de integración regional. En este caso a la Unión Europea (UE) en medio de un contexto marcado por la crisis económica, migratoria y ahora político institucional, que parece evidenciar un nuevo auge de los nacionalismos y que pone en jaque la posibilidad de un destino político común.

 

Afuera y adentro: ¿Quién se quiso ir y quién se quiere quedar?

La polarización en el Partido Conservador sobre estar o no estar, ser o no ser parte de la UE, proviene de la época de la mismísima Margaret Thatcher. Sin embargo, luego de varios gobiernos laboristas, el partido volvió a ser gobierno en el año 2010 y junto con otros temas relevantes como la crisis económica y migratoria, la permanencia en la UE se convirtió nuevamente en un tema de agenda partidario.

Fue por ello que Cameron propondría la realización del referéndum sobre el tema si su partido lograba la mayoría parlamentaria en el 2015, situación que contra todos los pronósticos de las encuestas electorales finalmente se produjo. El resultado fue la palabra cumplida del premier y el retiro del Reino Unido de la UE votado por el 52% de sus ciudadanos.

Sin embargo, el mismo voto reflejó una polarización interna por partida doble. La primera de ellas es generacional. Demográficamente hablando, la fortaleza del voto por el “leave” hizo mella en las mayores franjas etarias: entre los 50 y 64 años el 54% votó por irse y se eleva a 61% en mayores de 65 años, mientras jóvenes de entre 18 y 24 votaron por la permanencia en una abrumadora mayoría de 75%, y un 56% entre 25 y 49 años. La segunda polarización es geográfica. En Irlanda del Norte el voto por el “remain” fue del 55%, mientras en Escocia llegó hasta el 62% y en Gibraltar –territorio en disputa con España- alcanzó un aplastante 96%. Londres, el centro neurálgico de las finanzas internacionales, votó en favor de la permanencia en cerca de un 60%.

Casi inmediatamente terminados los comicios, la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, declaró acerca de la posibilidad de que su país llamé a un segundo referéndum de independencia y dijo que “la gente de Escocia ve su futuro como parte de la UE.”[I] Para ello ya se han iniciado conversaciones con Fabián Picardo, Primer Ministro de Gibraltar, en las que se expresó sumarian también a Irlanda del Norte para permanecer en la UE, apelando al antecedente de Groenlandia que entró en 1973 como parte de Dinamarca y posteriormente se retiró. Esta situación ya ha llevado a parte de la prensa a hablar del Reino “desunido.”[II]

La pregunta más apropiada en este caso seria, ¿qué sucede el día después? Pues lo propio es afirmar que nada es automático. Por supuesto que el golpe político a la UE está más que dado y resulta a esta altura prácticamente irreversible. Pero desde la legalidad y los aspectos técnicos, se manejan otros tiempos.

El próximo paso que debe cumplir el Reino Unido es notificar al Consejo Europeo su deseo, como lo estableció el mandato popular, de retirarse de la UE. A partir de ello deberá, como en el caso de Groenlandia, celebrarse un nuevo acuerdo que establezca los mecanismos para llevar adelante dicho proceso. Aunque antes de ser aprobado por el Consejo debe serlo por el Parlamento europeo. Una vez que dicho acuerdo entre en vigor o a lo sumo dos años posteriores a la notificación, todos los tratados dejarán de ser aplicables al Reino Unido. Al menos esto es lo previsto en el art. 50 del Tratado de la UE (Lisboa) para la retirada voluntaria y unilateral de un Estado miembro.

No obstante, las aguas no solo están alborotadas en el norte sino que el resto de Europa sigue en vigilia y amenaza con un efecto dominó. Marine Le Pen no se quedó atrás y declaró “¡Victoria de la libertad! Como lo he estado pidiendo durante años, ahora necesitamos tener el mismo referendo en Francia y los otros países de la UE”. Y claramente, no es la única. El líder del Partido por la Libertad de Holanda, Geert Wilders, expresó: “¡Hurra por los británicos! Ahora nos toca nosotros. ¡Llegó la hora para un referendo holandés!”[III] Recordemos que había sido precisamente en estos dos países que en el año 2005 se había rechazado por referéndum la aprobación de la constitución europea.

Mientras tanto, y paradójicamente, Nigel Farage, líder del UKIP habló en el Parlamento Europeo (PE) donde mencionó la posibilidad de un tratado de libre comercio, de cooperación y de ser “su mejor amigo en el mundo”. Al tiempo que ratificó que esperaba “hablar aquí por última vez como representante de un país miembro”[IV]. Demás está decir que no faltaron los silbidos, desaprobaciones y otros comentarios con lógicas cuotas de ironía y cinismo.

Por su parte, ya hubo reunión de los Cancilleres de los países fundadores del bloque en donde se estableció un documento con posibles reformas que permita a los miembros de la UE mayores márgenes en caso de ser anhelados. Algo así como una flexibilización de la Unión. Sin embargo, la canciller alemán dejo en claro un mensaje y expresó que “Vamos a garantizar que las negociaciones no se celebren según el principio de ‘me quedo con la mejor parte’. Tiene que haber y habrá una gran diferencia de si un país quiere ser miembro de la familia de la Unión Europea o no”[V].

Sin duda la UE apuesta a marcarle la cancha al Reino Unido, de forma que este no vea factible ningún tipo de negociación con el objetivo de obtener mayores beneficios usando al referéndum ya hecho como una carta a favor. Pero no sólo Merkel fue contundente con los isleños al señalar que no habría negociación alguna antes de la notificación, también se expresó de esta forma, el premier belga, Charles Michel, quien manifestó que no aceptará “estar sometidos a un chantaje infinito del Reino Unido”. Aunque no todos piensan igual. Es el caso de la presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaite, quien al ser consultada sobre el supuesto caso de que el Reino Unido no active formalmente el artículo del Tratado de Lisboa dijo: “Bienvenidos, bienvenidos de vuelta”[VI].

 

¿Crónica de una salida anunciada?

Hace sólo dos años hubo ciertas pistas importantes sobre los acontecimientos actuales con motivo de la celebración de las elecciones europeas. He aquí algunas de ellas, las cuales provienen primeramente del propio escenario electoral: el crecimiento de los partidos euroescépticos y de extrema derecha que según el PE llegaron a sumar 128 eurodiputados.

En el Reino Unido la gran sorpresa había sido el avance notable de un partido hasta ese momento sin representación en el parlamento nacional, precisamente UKIP, actual promotor del Brexit. En ese momento UKIP obtuvo más del 27% de los votos, más de un 20% de lo que había logrado cuatro años atrás, superando a los laboristas que consiguieron un 25% y los conservadores con casi un 24%.

Otro caso indudablemente atrayente fue el francés, en donde con el 25.41% de los votos, lo que representa 24 escaños en el europarlamento, el Frente Nacional de Marine Le Pen logró contar con un tercio de los diputados franceses presentes en el PE. Mientras el socialismo obtuvo un escaso 13,97%, lo cual llevó a que le atribuyeran “el peor resultado electoral de su historia”. La líder del Frente Nacional que no ha dudado de catalogar a la UE como un “feudo de burócratas y tecnócratas” y de proponer un referéndum para retirar a Francia del Euro, exigió al presidente Hollande “una política para los franceses, que no sea dirigida desde fuera por comisarios que no se han sometido al sufragio universal, y que defienda los intereses y la identidad de Francia”[VII].

Ahora bien, otro dato curioso surgía del Eurobarómetro estándar de primavera de 2014[VIII], el cual evidenciaba que luego de la realización de las elecciones europeas aumentó notablemente el porcentaje de personas consultadas que creía que efectivamente su voz era tenida en cuenta en la UE pasando de un 29% en noviembre de 2013 a un 42% en el 2014. No obstante, también se había registrado un aumento de un 5% en el optimismo de los ciudadanos sobre el futuro de la UE. Si combinamos este con el de 2015[IX] se evidencia que los ciudadanos siguen exponiendo optimismo (58%) sobre el futuro de la UE. Sin embargo, a la hora de señalar sus preocupaciones principales, los europeos establecen a la  inmigración como prioridad con un 38 %, seguido de la situación económica con 27 % y el desempleo con 24 %. El primero de estos fue un tema que gravitó con especial importancia en la campaña del “leave” y algo que refleja el fuerte crecimiento de UKIP en el plano político británico.

Además, teniendo en cuenta los estudios señalados y cruzándolos con los resultados de las últimas elecciones europeas, resulta interesante explorar la posibilidad de la siguiente  relación: ¿Cómo combinar el ascenso de los partidos de derecha antieuropea que representan una mentalidad hermética y excluyente anclada en las más retrogradas perspectivas nacionalistas con el crecimiento de las personas que creen que su voz es tenida en cuenta y que incluso tiene un mayor optimismo sobre el proceso de integración europeo?

Sin lugar a dudas, no hay una sola lectura de lo sucedido y la realidad es más compleja que las propias categorías institucionales. Los resultados son similares a los de una década atrás, pero diferentes a los de 2009, lo cual demuestra la existencia de una ondulación dinámica del ideal integrador, pero que refleja también algunos de los condicionamientos que se impondrán en la agenda política para gestionar la gobernabilidad del proyecto integrador al cual se le presentan complicados desafíos del cual el Brexit es tal vez su indicador más actual y representativo.

Consideraciones finales

Los hechos vuelven a dejar en claro un dato esencial: Europa refleja en su interior la existencia de un continente marcadamente diverso, en el cual interaccionan y en ocasiones se superponen  distintas identidades, tanto locales como nacionales y que por supuesto como lo demuestran las circunstancias entran constantemente en una fricción de menor o mayor envergadura.

No obstante, la existencia de múltiples identidades parece, en este caso, desembocar en un proceso en el que Europa no se redefine complementaria sino negativamente, en un  “nosotros, los europeos” y un “ellos, los británicos”. Cada uno deposita en el “otro” la cuota de culpabilidad de la crisis vigente con el correspondiente traspaso de responsabilidades entre los órganos supranacionales y los gobiernos nacionales y las críticas sobre una ya asimétrica libertad de movilidad física de las personas dentro del bloque, marcada además por la llegada de los refugiados de las zonas de conflicto en las cuales Europa dista de ser un observador pasivo.

La situación refleja el accionar de partidos políticos euroescépticos que han avanzado en los últimos años y que presentan un considerable componente xenófobo. Incluso la inmigración es uno de los principales temas de preocupación y estuvo entre los primeros en la campaña del referéndum, para que el Reino Unido pueda establecer su propio orden fronterizo.

Pero apelando nuevamente al Eurobarómetro del año 2010, remarcamos que en el mismo se les consultó a los europeos, qué significaba para ellos la UE. A pesar de que la incorporación en el año 2004 de países de Europa del Este fue determinante en este punto, y sobre todo en el Reino Unido donde vive más de un millón de polacos, el resultado fue que para el 45% de los encuestados aquella institución representaba “libertad para viajar, y estudiar en cualquier lugar de la unión”[X], dado que la mayoría de los europeos tienen incorporada la acción de moverse a piacere. No solo en términos laborales sino también educativos, ya que el proyecto de integración logró construir amplios esquemas de cooperación propiciados desde las agencias europeas y con las universidades de los países miembros.

Finalmente, nos queda interrogarnos si el Brexit llegará o no a concretarse. Si realmente los partidarios de la salida tienen un plan B o ni siquiera ellos imaginaban semejante situación. ¿Podría el Reino Unido llamar a un nuevo referéndum que postergue o anule la decisión, o será la UE capaz de negociar que éste permanezca dentro del proyecto integrador? ¿Cómo estimulará esto a otros miembros a hacer lo propio? El futuro aún es incierto, pero probablemente las pistas sobre estas y otras cuestiones comenzarán pronto en Downing Street, pero esta vez con Theresa May quien como una de sus primeras medidas inició reuniones con varios de sus pares de la región y renunció a la presidencia del Consejo Europeo que el Reino Unido debía ejercer en el 2017.

 

[I]ABC. “Escocia plantea un segundo referéndum de independencia”. En: ABC, Madrid, 23 de Junio de 2016.

[II]RT. “Reino desunido: El caos generado por el Brexit”. En: RT, Moscú, 29 de Junio de 2016.

[III]BBC. “El mundo reacciona al Brexit: la Unión Europea pide actuar rápidamente y la extrema derecha exige referendos”. En: BBC, Londres, 24 de Junio de 2016

[IV]Clarín (2016). “El promotor del Brexit ahora quiere un acuerdo de libre comercio con la UE”. En: Clarín, Buenos Aires, 28 de Junio de 2016

[V]Página 12. “Merkel: “Habrá una diferencia palpable entre ser y no ser parte de la familia europea. En: Pagina 12, Buenos Aires, 28 de Junio de 2016.

[VI]Página 12. “Con cara de pocos amigos”. En. Página 12, Buenos Aires, 29 de junio de 2016

[VII]Mora, Miguel. “El Frente Nacional se convierte en la primera fuerza política francesa”. En: El País, Madrid, 26 de mayo de 2014.

[VIII]Comisión Europea. Eurobarómetro Primavera 2014. Realizado entre el 31 de mayo y el 14 de junio de 2014. Disponible en: http://europa.eu/rapid/press-release_IP-14-861_es.htm

[IX]Comisión Europea. Eurobarómetro Primavera 2015. Realizado entre el 16 y 27 de Mayo de 2015 en 34 países (miembros y candidatos).

[X]Comisión Europea. Eurobarómetro. “Public Opinion in the European Union”. Nº 73, Bélgica. 2010

 

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