Ni Una Menos
El feminismo salva vidas

Por Mariela Peller (UBA-CONICET)

Hoy salimos nuevamente a las calles a gritar Ni Una Menos

Hoy, 3 de junio de 2019, vamos a marchar por quinta vez al grito de “Ni Una Menos”. Un grito masivo y feminista que estalló en 2015, pero que comenzó a gestarse muchísimo antes. Hoy vamos a marchar de Congreso a Plaza de Mayo, nos vamos a poner el pañuelo verde, vamos a pintar nuestros rostros con glitter verde y violeta, vamos a bailar, vamos a correr, vamos a cantar bien fuerte mientras se nos pone la piel de gallina cada vez que bajamos y subimos eróticamente nuestros cuerpos al son de: “Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven, abajo el patriarcado se va a hacer, se va a caer, arriba el feminismo, que va a vencer, que va a vencer.”

Hoy cuando vuelva de la marcha sé que voy a recibir el llamado telefónico de mi mamá que quiere corroborar –como en todas las otras marchas feministas– que estuve ahí poniendo el cuerpo por ella y por mí (y por quienes ya no están). Sé también que cuando le diga “sí, ma, fui a la marcha, estaba llenísima”, voy a sentir su suspiro de alegría y agradecimiento por sentir que la tarea fue realizada.

Llegué al feminismo en un aula de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, allá por el año 2005, cuando era estudiante de Sociología. Decidí cursar una de las poquísimas materias sobre género que había en la Facultad en esa época. Las docentes me abrieron la cabeza cuando explicaron que no solo la clase social determinaba la posición subordinada de algunos sujetos en la estructura social. Leer a autoras feministas me ayudó a entender mi vida y mi historia. Y me dio herramientas para poder actuar en un mundo que discrimina, invisibiliza, violenta y mata a las mujeres.

Soy la hija de una mujer que se divorció de su marido por miedo a morir asesinada por violencia de género, en los años en que todavía no existía el término femicidio. Soy la hija también de ese hombre que ejerció la violencia contra mi madre. De niña fui testigo de esa violencia. Y también de muchas otras que engarzadas armaban el entramado social que impedía que mi mamá se separe: violencia económica, simbólica, institucional, familiar, psicológica. Pero se separó y sobrevivió. Y esa fue la primera lección feminista que una mujer me dio. Como muy bien ha recordado la feminista negra, Audre Lorde, muchas de nosotras no estábamos destinadas a sobrevivir. Y por eso seguir viviendo es nuestro primer triunfo. El feminismo está acostumbrado a alimentarse de estas pequeñas victorias.

Esta historia que narro es la mía y la de mi madre, pero podría ser la de cualquier otra mujer hoy. Podría ser la historia de trans, travestis, lesbianas, bisexuales. Podría ser la de una mujer pobre, una mujer negra, una mujer gorda. Hace pocos días, se presentó en el Congreso de la Nación el Registro Nacional de Femicidios, elaborado por el Observatorio “Ahora que sí nos ven”, que indica que en Argentina en lo que va de 2019 hay un femicidio cada 25 horas y que, en los últimos 4 años, ocurrieron 1.193 femicidios en el país. Cifras espeluznantes.

Para que estar vivas deje de ser un trabajo arduo y cotidiano, hoy salimos nuevamente a las calles al grito de #NiUnaMenos, #BastaDeFemicidios, #BastaDeLesbicidios, #BastaDeTravesticidios, #BastaDeViolenciaMachista, #VivasNosQueremos.

Foto: Romina Smiraglia
Foto: Romina Smiraglia

Decir “no” como trabajo político

El primer Ni una menos, realizado el 3 de junio de 2015, nos unió bajo el grito de basta de femicidios. Su antesala fue una maratón de lecturas y performances, realizada el 26 de marzo de 2015 en los jardines del Museo del Libro y de la Lengua en la Biblioteca Nacional, que se había denominado justamente “Ni Una Menos”. La actividad había sido organizada con escritoras, periodistas, activistas y víctimas de la violencia de género, tras el femicidio de Daiana García y el tratamiento nefasto del mismo por parte en los medios de comunicación.

Ese primer 3J –que aconteció solo unos días después de la maratón de lectura– fue impulsado por organizaciones sociales, sindicales y barriales autónomas de mujeres y feministas. La manifestación fue convocada principalmente por redes sociales y tuvo como eje principal el repudio al femicidio de Chiara Páez (de 14 años y embarazada de 2 meses) sucedido el 11 de abril de ese año en la provincia de Santa Fe.

A esa manifestación de 2015, la sucedió una oleada de expresiones y protestas del movimiento de mujeres en Argentina, entre las que se encuentran las marchas aglutinadas bajo la consigna “Ni una menos”, pero a las que también se han sumado los “Paros de mujeres”, realizados desde 2017 los 8 de marzo (8M),  que afectan las actividades productivas y de reproducción de la vida cotidiana, facilitando la participación y visibilización del lugar subordinado de las mujeres en la sociedad, la discriminación que sufren en los mercados de trabajo y el no reconocimiento del trabajo doméstico. Estas fechas novedosas se agregan a las fechas claves ya existentes del movimiento de mujeres y el feminismo como son el 28 de mayo (día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, durante el cual en 2004 se lanzó la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito) y el 25 de noviembre (día Internacional de Eliminación de la Violencia contra las Mujeres).

Si en 2015 nos unimos contra los femicidios, en años subsiguientes se incorporaron nuevas consignas evidenciando la multiplicidad de las violencias machistas contra las que es necesario decir “no” año tras año. Si en 2015 decíamos “no” a los asesinatos de mujeres, en 2016 nos hicimos oír, pero esa vez transformando el grito en la positividad del #VivasNosQueremos. En 2017, los ejes de la protesta fueron el trabajo y la economía en un contexto de neoliberalismo, evidenciando los lazos entre precarización, pobreza y patriarcado, como también la discriminación de las mujeres en los ámbitos laborales. En 2018, nos convocó especialmente la posibilidad de aprobación de la Ley por Aborto Legal, Seguro y Gratuito, porque sin #AbortoLegal no hay #NiUnaMenos.

La continuidad de estas manifestaciones públicas exhibe que el movimiento de mujeres y el feminismo están cada vez más organizados para denunciar y poner fin a las diversas formas de violencia machista, a la impunidad, a falta de escucha, a la falta de intervención y de resolución de casos de violencia por parte de la justicia y el estado. Como señala Sara Ahmed, decir “no” es un acto político para el feminismo, principalmente, porque decir “no” públicamente es un acto de habla que no les está permitido a cuerpos vulnerables y vulnerados. Tomar la palabra o poner el cuerpo para decir “no” se torna en estas circunstancias una acción política de suma valentía.

Este 2019 nos convoca con fuerza decir “no” al gobierno macrista que nos ajusta y hace retroceder nuestros derechos. Que nos endeuda cada vez más y nos empobrece tanto simbólica como monetariamente. Quitando la Educación Sexual Integral de las escuelas, suspendiendo las jubilaciones a las amas de casa, dejándonos sin trabajo, destruyendo nuestros salarios, llevándonos a vivir en la pobreza. Por eso hoy, en 2019 año electoral, marchamos y tomamos la palabra para gritar: “Ni una menos por violencias sexistas, económicas, racistas, clasistas a las identidades vulneradas. Aborto legal ya. Abajo el ajuste de Macri, el FMI y les Gobernadores”.

Foto: Andrés Di Giovanni
Foto: Andrés Di Giovanni

Transmisión y lazos feministas: #MiraComoNosPonemos 

Este trabajo político de acumulación de “nos” tiene una larga historia, que es muy anterior al 3 de junio de 2015. Se remonta a los Encuentros Nacionales de Mujeres que se vienen sucediendo desde 1986, se remonta a los inicios de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito, se remonta a los feminismos de los años setenta y los ochenta, se remonta también a las protestas de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, entre muchas otras genealogías posibles. Podemos trazar líneas de memorias diversas para eso que hoy llamamos Marea Verde o Marea Feminista. Así, las manifestaciones recientes retoman experiencias organizativas elaboradas desde los movimientos de mujeres y los feminismos en el país que, tras la recuperación de la democracia, vienen visibilizando las diversas violencias a las que son sometidas las mujeres y las disidencias sexuales.

Una de las particularidades de este momento del feminismo en Argentina, es la masividad que tiene entre las jóvenes, entre las pibas, como suelen denominarse ellas mismas. Unas pibas que llenan de esperanza al movimiento feminista y que no paran de reconocer admiración por las que vinieron antes, por las pioneras. En este cruce generacional vemos aparecer de forma renovada algo que el feminismo viene poniendo en práctica hace rato. La trasmisión de saber entre mujeres.

Una mujer –generalmente de más edad y con más experiencia– hace feminista a otra mujer. La salva del patriarcado, la ayuda a sortear la violencia, a sobrevivir en un mundo machista y hostil. A veces sin quererlo intencionalmente –como mi mamá conmigo– pero la mayoría de las veces con un deseo explícito de ayudar y salvar a otras. El feminismo siempre se tejió y se sostuvo alrededor de trazar lazos generacionales. Las feministas italianas de los años setenta y ochenta nombraron bellamente esa práctica: affidamento. Una relación de confianza entre dos mujeres, en la que la más joven pedía ayuda a la mayor para poder conseguir algo que quería. Una alianza entre una mujer que deseaba algo y otra que poseía cierto saber que posibilitaría su concreción. Fue una práctica que intentó dio fuerza a las mujeres y creó genealogías simbólicas femeninas.

En Argentina en 2018 un hecho conmovió al país por su repercusión pública y mediática. El 11 de diciembre de 2018 el colectivo de Actrices Argentinas convocó a una conferencia de prensa en la que acompañó a la actriz Thelma Fardín en su acusación penal y pública contra el actor Juan Darthés por haberla violado cuando ella tenía 16 años y el 45. El patriarcado ha tejido una historia de violencia que no escucha los “no” de las mujeres, que convierte los “no” de las mujeres en “sí”.

Este acontecimiento implicó la puesta en funcionamiento de lazos feministas en varias direcciones. Por un lado, supuso el acompañamiento de la víctima en su denuncia. Es decir, que implicó un primer momento de creencia en el dolor de la otra. #YoSiTeCreo dijeron las actrices argentinas. Pero a ese primer momento de creencia le siguió la indignación colectiva. #MiraComoNosPonemos marca el pasaje de una experiencia de dolor individual a un grito colectivo de indignación y potencia. Porque ya no es la posición de alguien que padece sino la de alguien que actúa, que reacciona y que intenta no quedar atrapada en el lugar de víctima, escapar de la victimización y la re-victimización a la que quieren conducirnos los discursos mediáticos y judiciales. Para dejar de ser víctimas de las múltiples violencias machistas, hoy salimos a la calle a gritar: #NoEsNo, #MiraComoNosPonemos, #NosMueveElDeseo, #YoTeCreo.

Foto: Andrés Di Giovanni
Foto: Andrés Di Giovanni

La Marea Verde

El año 2018 fue un año clave para el feminismo. El reclamo por aborto legal y la posibilidad de aprobación de una Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) se instaló en el Congreso Nacional. Este acontecimiento es a la vez causa y efecto del enorme crecimiento del movimiento de mujeres y feminista en el país. En los días en que se discutía sobre el aborto en el Congreso de Nación las calles se tiñeron de verde. El pañuelo como símbolo de esa lucha pasó a ser portado no solo en marchas, encuentros colectivos y “pañuelazos”, sino que se ató en mochilas y carteras para que nos acompañara en todo momento, como una forma de exhibir una posición política y una pertenencia.

El pasado 28 de mayo se presentó por octava vez el proyecto de Ley de Interrupción del Embarazo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Nuevamente, en la Ciudad de Buenos Aires, la presentación fue acompañada por una enorme movilización y por pañuelazos en todo el país y en todo el mundo.

Recordemos que, con el estado actual de la legislación sobre aborto en Argentina, fue posible el horroroso hecho de que en febrero de este año le realizaran una cesárea a una niña de 11 años que había sido violada y que había solicitado una Interrupción Legal del Embarazo (ILE).

Por todas las niñas a las que se les impone la maternidad y por todas las muertas por abortos clandestinos que se incrementan día a día, hoy salimos juntas a gritar otra vez: #QueSeaLey, #AbortoLegalYa, #NiñasNoMadres, #LaClandestinidadMata.

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