Elecciones en EEUU
El fenómeno Sanders

Por José Itzigsohn
Departamento de Sociología
Brown University

¿Se delinea “la Grieta” también en EEUU?

La atención de los observadores de las elecciones norteamericanas se enfoca en la candidatura de Donald Trump. Esto es natural dado que Trump se ha asegurado la candidatura a la presidencia por el Partido Republicano y por esto tiene chances de convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos. Sin embargo, la candidatura de Trump no es el único aspecto interesante de las actuales elecciones primarias. Un elemento mucho más alentador desde el punto de vista de una posición de izquierda es la candidatura del senador Bernie Sanders.

Bernie Sanders, o simplemente Bernie para los que lo apoyan, es senador por el estado de Vermont. Fue elegido senador como candidato independiente (es decir, ni Demócrata ni Republicano), aunque esta aliado al Partido Demócrata en el senado. Anteriormente fue diputado por el estado de Vermont y alcalde de la ciudad de Burlington en ese mismo estado. Bernie Sanders es un candidato diferente del molde de los políticos norteamericanos, dado que se autodefine como socialista democrático. Esta definición solía considerarse como suicida para cualquier candidato a presidente de Estados Unidos. Pero Bernie no sólo se define como socialdemócrata sino que hizo campaña proponiendo, entre otras cosas, el acceso universal a la salud, la educación universitaria gratuita, el aumento de impuestos a los sectores de más altos ingresos y la imposición de mayores controles sobre el sector financiero y Wall Street. Bernie también rompió con las tradiciones del establishment político norteamericano al criticar a Israel y no comparecer frente al American Israel Public Affairs Committee (AIPAC, organización de lobby pro-Israelí). Bernie, como todos los políticos norteamericanos, es pro-Israelí, sin embargo se diferencia de los anteriores por su crítica a la actual política del gobierno de Israel.

Estas son sólo algunas de las posiciones en las que Bernie ha ido a contracorriente del sentido común de la política norteamericana. De acuerdo a este sentido común cada una de estas posiciones podría haber hundido su candidatura presidencial y, sin embargo, Bernie ha disputado las elecciones primarias palmo a palmo frente a una reconocida y popular integrante del establishment político norteamericano, como es Hillary Clinton. Si bien Hillary será la candidata Demócrata, los resultados electorales de Bernie superaron todas las expectativas imaginadas al momento del lanzamiento de su candidatura hace poco más de una año. Durante su campaña Bernie consiguió politizar y movilizar a un gran número de jóvenes y desplazar hacia la izquierda el debate político en el interior de su partido.

Quienes apoyan la candidatura de Hillary, aseguran que las propuestas de Sanders carecen de toda factibilidad; entienden que de ser elegido debería enfrentarse a un congreso dominado por los Republicanos y abocado a imposibilitar la legislación de sus políticas. Si bien Bernie reconoce la certeza de tal análisis, afirma que lo que EE.UU. necesita es una Revolución Política. Sanders sostiene que para conseguir esto es necesario cambiar las fuentes de financiamiento electoral, reemplazando las arcas de Wall Street y las grandes corporaciones por los aportes de votantes comunes. De este modo, Sanders ha conseguido recaudar importantes sumas de dinero –cualquier campaña electoral norteamericana las necesita- en forma de numerosas contribuciones de pequeñas fracciones de dinero. Además, Sanders sostiene que para llevar a cabo una revolución política en los EE.UU. es necesario expandir la participación ciudadana mediante la movilización del voto de los sectores desafectados: jóvenes, minorías raciales, pobres y trabajadores. Una intensa participación popular en el proceso electoral y en la política en general forzaría al congreso a discutir su agenda en otros términos.

Es importante recordar que el voto en Estados Unidos no es obligatorio y que no todos los ciudadanos en edad de votar están empadronados, sino sólo aquellos que se registraron para votar. Los dos grandes partidos norteamericanos no compiten a través de la movilización masiva del voto popular; sino a través de la movilización focalizada. Es decir, dirigen sus esfuerzos a movilizar exclusivamente a sus simpatizantes, a aquellos que tienen un record de votación que suponen les es favorable. El Partido Republicano, además, intenta consistentemente dificultar el voto de los sectores afines al Partido Demócrata. Además, cada 10 años, luego de los censos nacionales, se rediseñan los distritos electorales y este proceso tiende a crear distritos electorales seguros para los políticos electos. La revolución política que propone Bernie está dirigida a expandir la participación electoral, a través de la movilización de aquellos que no suelen acudir a las urnas con objeto de volver competitivos procesos electorales que carecen de competitividad.

Bernie efectivamente consiguió movilizar a grandes sectores de votantes y ganó consistentemente el voto de independientes y jóvenes, así como del sector más liberal (en términos norteamericanos, de centro izquierda) del Partido Demócrata. Sin embargo esto no alcanzó. Su última esperanza destinada a demostrar al Partido Demócrata la superioridad de su candidatura, estaba depositada en un triunfo en el Estado en California, esperanza frustrada tras el triunfo de Hillary Clinton. Para comprender la victoria de esta candidata es necesario recordar que, a diferencia de Argentina, las elecciones primarias norteamericanas no consisten en sufragios nacionales, abiertos y obligatorios; sino que se trata de un proceso que se extiende durante un periodo de seis meses en los distintos Estados, cada uno de los cuales adopta sus propias reglas particulares. Se distinguen tres tipos de elecciones primarias: en primer lugar, las primarias abiertas permiten a todo ciudadano que se ha registrado para votar participar en el sufragio del partido de su elección (como en Argentina, los votantes pueden participar en las primarias de un solo partido); en segundo lugar, las primarias cerradas habilitan tan sólo el sufragios de quienes se han inscripto previamente como identificados con uno de los partidos; lo que no significa afiliación en el sentido argentino puesto que tal figura no existe en EE.UU. y, en tercer lugar, la modalidad “caucus” reúne a los miembros de cada partido a discutir en su interior y elegir alguno de sus candidatos..

Sanders triunfó en aquellos estados que desarrollan sus elecciones primarias mediante la modalidad Caucus, esto es, donde la disputa electoral es resuelta por ciudadanos más activamente comprometidos con el debate y la participación política. En tales estados los activistas de esta fracción demócrata se movilizaron y consiguieron resultados positivos para su candidato. Quien también alcanzó resultados satisfactorios en aquellos estados que resolvieron tal sufragio mediante primarias abiertas donde los ciudadanos registrados en calidad de independientes- es decir, no inscriptos en los dos grandes partidos norteamericanos- están habilitados para emitir su voto en las primarias de uno de los dos partidos. En estos casos, Bernie consiguió la adhesión de un alto porcentaje de la población desilusionada de la política norteamericana con su crítica al establishment, al sector financiero de Wall Street y a los fragmentos sociales más enriquecidos. Un gran número de independientes y de miembros del ala liberal del Partido Demócrata asimilan a Hillary Clinton con lo que entienden prácticas corruptas de políticos del establishment. Más precisamente, consideran que estos últimos “están comprados” con el dinero de grandes corporaciones. En tal sentido, la candidatura de Hillary se vio perjudicada por sus cercanas vinculaciones a Wall Street y las disertaciones que brindó para grandes corporaciones financieras poco antes del lanzamiento de su candidatura presidencial, por las cuales, percibió cientos de miles de dólares.

Pese a esto, Sanders no alcanzó resultados satisfactorios en los sufragios de los estados del sur desarrollados al inicio del proceso electoral primario. Para entonces, gran parte de los electores demócratas desconocía su figura, o tan sólo lo reconocían como senador de un pequeño estado del norte de fuerte tendencia liberal. En las elecciones primarias cerradas; esto es, en aquellos estados donde tan sólo están habilitados para sufragar en las primarias del Partido Demócrata aquellos que se han registrados como simpatizantes de tal partido; Sanders perdió por escasa diferencia. Los electores claramente identificados con este partido inclinaron sus preferencia hacia la candidatura de Hillary Clinton. Cabe preguntarse, que hubiese sucedido si todos los estados desarrollaran su proceso electoral primario mediante la modalidad de primarias abiertas.

Ahora bien, más allá de dichos resultados electorales, es preciso preguntar ¿Cuáles son los cambios de largo alcance de las tendencias políticas norteamericanas en las cuales ellos se inscriben y, en alguna medida, manifiestan? En otros términos, ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad que habilitan la emergencia de una candidatura de izquierda liberal en un país como los EEUU de fuerte tradición conservadora? Luego de las amplias e intensas movilizaciones del movimiento por los derechos civiles y del movimiento contra la guerra en Vietnam durante los años ’60, se produjo una desmovilización de los sectores más progresistas de la sociedad norteamericana y una reacción política de la derecha. Reacción, esta última, encabezada por la figura de Ronald Reagan; destinada a dar batalla contra las políticas sociales progresivas y de acción afirmativa introducidas en los años 1960’s. Desde los años ’80 y hasta la actualidad, los Estados Unidos han vivido bajo la hegemonía de esta reacción conservadora. Una de las consecuencias más importantes de esta reacción fue la construcción del sistema carcelario más grande del planeta, institución que encierra entre sus muros población mayoritariamente afrodescendiente y latina de bajos ingresos, fracción social que luego es marginada de la vida civil y excluida de la vida política.

Las razones del triunfo de la hegemonía conservadora van más allá de los límites de este artículo. Sin embargo, es importante señalar que en los últimos años comienza a vislumbrarse un cambio de dirección en la tendencia política norteamericana. Estas corrientes de cambio se expresaron, en un primer momento, en la gestación del movimiento Occupy Wall Street que organizó en el año 2011 numerosos acampes con objeto de cuestionar la desigualdad y la excesiva concentración de la riqueza en la sociedad norteamericana y, en un segundo momento, en el surgimiento del movimiento Black Lives Matter abocado a cuestionar la violencia y el abuso policial contra la población negra. Movimiento, este último, inicialmente ignorado en la campaña de Sanders, quien insistía que la resolución de los problemas de pobreza y exclusión económica resolvería la problemática de la juventud negra y latina pobre, esto es, de la población más fuertemente expuesta a la violencia policial. Sin embargo, tras numerosas críticas sobre este punto en los inicios de su campaña, Sanders hizo suyas las demandas de acabar con la violencia policial contra las poblaciones de color. Ambos movimientos capturaron el imaginario de numerosos jóvenes que crecen en una sociedad opulenta caracterizada, paradójicamente también, por la exclusión y la violencia cotidiana. De este modo, podemos comprender el surgimiento de Sanders como el emergente de corrientes subterráneas que al tiempo que crearon los mencionados movimientos se vieron afectadas y revitalizadas por los mismos, sin su análisis no es posible comprender el fenómeno Sanders.

El “efecto Sanders” excede su candidatura, ello se expresa en la incorporación a la vida política de amplios sectores sociales para los cuales “la política” y “los políticos” denotaban, hasta hace poco, malas palabras. No es posible saber qué consecuencias específicas acarreará el movimiento inaugurado por Sanders; ello depende, en gran medida, de las acciones concretas que desarrollen sus seguidores. Ellos deberían (deberíamos) imitar y multiplicar la estrategia que precedió a su candidatura presidencial. Este candidato demócrata fue, primero, alcalde municipal, luego, diputado y senador; su empresa alcanzará resultados positivos en la medida en que quienes lo apoyan comiencen a ganar posiciones en elecciones locales y congresionales que le permitan generar una base política y organizativa que retome y sostenga las propuestas de Bernie. En este sentido, ya estamos asistiendo al surgimiento de candidatos progresistas en numerosas elecciones locales.

Las limitaciones que Barak Obama encontró en su intento de modificar el sistema de prestación de salud norteamericana, evidencian la dificultad actual de gestar cambios significativos de corte progresista desde candidaturas presidenciales. Los críticos de Sanders no se equivocan cuando señalan que dicho candidato, de haber ganado las elecciones presidenciales, no hubiese podido concretar la mayoría de su agenda. La factibilidad de tales intentos se hará más efectiva si intentamos introducir los cambios mediante la alteración de las instituciones de la vida cotidiana y la influencia en lo que, siguiendo a Gramsci, entendemos como sentido común. Así lo comprendió claramente la derecha evangélica norteamericana y, mas actualmente, el Tea Party; espacios ambos abocados a conquistar elecciones locales para concejales, miembros de juntas escolares y representantes estatales. En un sistema federal como el de Estados Unidos, que delega poderes importantes a los estados y autoridades locales, la derecha -mediante la invocación de tal estrategia gramsciana- ha conseguido transformar muchos aspectos de la vida cotidiana, tales como los planes escolares de estudio, la viabilización o inviabilización del acceso al aborto, la implementación políticas sociales, la sindicalización de los trabajadores y la implementación de políticas ambientales. De este modo, ha conseguido también una gran influencia dentro del Partido Republicano (aunque dicha ascendencia no es absoluta, en tanto Trump no representa el candidato predilecto de la derecha evangélica, ni del Tea Party, ni de establishment del partido). La izquierda debería imitar la experiencia conservadora. Aprovechar el impulso y la energía generada por Sanders para construir poder y sentido común desde abajo, introducir cambios significativos en el Partido Demócrata siguiendo la misma estrategia, de manera que el próximo Sanders alcance mejores posibilidades electorales y constituya una base política sólida que facilite la concreción de políticas progresistas en caso de ser elegido.

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