Naturaleza, ambiente y sociedad
Estado, mercado, globalización y aspectos socioambientales

Por Viviana Inés Granado (UNPAZ)

Breve análisis de sus vínculos 

De acuerdo a Durkheim la sociedad debe ser analizada como “una cosa”, un cuerpo orgánico donde la cabeza es el Estado y el cuerpo es la Sociedad. 

Actualmente en el siglo XXI, los mercados siguen un modelo neoliberal en el cual los países  latinoamericanos (del Sur), se van empobreciendo al no implementar otras acciones diferentes a la explotación de sus recursos naturales (RRNN), que si bien elevan el nivel de vida de las personas, no llevan necesariamente a ser sustentables en el tiempo. Sin embargo si se generaran además acciones hacia un desarrollo industrial, esto llevaría a un crecimiento económico de los países de Latinoamérica (LA). 

Muchos problemas ambientales surgen a nivel local y posteriormente se proyectan de forma global afectando a todo la Tierra. En este contexto los países más afectados, sin duda, son menos desarrollados y sus poblaciones más marginados y pobres. De este modo, la globalización vista como un proceso económico, social, político y cultural, expresa el modelo capitalista de las últimas décadas del siglo XX. 

Los países de LA, son muy ricos en biodiversidad debido a la variedad de ecosistemas que existen. Estas características positivas en RRNN, generó que los países fueran exportadores de materia prima y se ampliara la frontera agropecuaria. El reemplazo de selva y otros ecosistemas, por cultivo de soja trajo aparejado serios problemas ambientales difíciles de revertir. Los bienes y servicios que nos brindan los bosques, selvas, y monte son importantes para tener una mejor calidad ambiental la cual deriva en una mejor calidad de vida de los pobladores de esas regiones ecosistémicas impactadas. 

Las problemáticas ambientales ocurren por acción del Hombre por lo tanto hay una vinculación estrecha entre sociedad y ambiente 

Asimismo, como expresan Azamar Alonso y Carrillo González1, estos últimos 30 años aumentaron los recursos primarios debido a un cambio estructural en los modelos productivos. Las inversiones extranjeras directas dirigidas a proyectos ambientales, generaron impactos negativos en la economía de los países LA llevándolos a un endeudamiento económico importante. La deuda ecológica originada se relaciona con las actividades extractivistas por los países del Norte y corresponde al Estado resolver el dilema de saldar esta deuda externa sacrificando los RRNN del país.  

Cuando el Estado está ausente o mira hacia otro lado, aparece en escena la sociedad. Ante una problemática ambiental la sociedad reacciona en defensa del medio ambiente. El nuevo modelo económico, de acuerdo a Thorpe y Aguilar Ibarra2, que surge a partir de las décadas de los setenta y ochenta, llevó a que una gran parte de los países de LA utilizaran sus RRNN para producir bienes mercadeables y exportaran productos no tradicionales. Se hizo uso y abuso de la naturaleza, creando conflictos ambientales en los cuales se encuentran al menos dos actores: uno que es el que genera el impacto negativo y otro que es el que toma conciencia y actúa en consecuencia ya sea defendiendo o protegiendo su territorio.  

Estos conflictos ambientales derivados de la relación sociedad/naturaleza, no deberían ser encasillados en un “ecologismo de pobres”, dado que no existen ricos malos y pobres buenos sino que los conflictos o problemas ambientales son complejos e involucran distintas dimensiones;  no saben de rango social. Así los ecologistas del primer mundo defienden la naturaleza por su valor intrínseco, los ecologistas pobres la defienden porque es su sustento. 

Pero también vale recordar que la deuda ecológica es, en esencia, responsabilidad de los países industrializados del Norte, sus instituciones, la élite económica y sus empresas por la apropiación gradual, por el control de los recursos naturales, así como por la progresiva destrucción de habitas causada por los patrones de consumo y producción, afectando a la sostenibilidad local y, en una clara proyección, el futuro de la humanidad toda. 

Basados en esta mirada, los pueblos en el Sur son acreedores de esta deuda y los deudores los países más ricos. Esta deuda tiene como base el actual modelo de producción industrial, el consumo desmesurado, la generación exhaustiva de residuos, la emisión de gases de efecto invernadero, así como el capitalismo salvaje y el libre mercado. 

Siguiendo en esta línea de pensamiento, todas las personas con independencia de su nivel socio-económico, son afectadas. Sin embargo la adaptación y/o mitigación a estos problemas ambientales globales, sí dependen del nivel socioeconómico. Los países en desarrollo de LA tienen escasos recursos económicos para enfrentar los impactos negativos y en consecuencia las medidas de adaptación y/o mitigación a los mismos es baja e  ineficientes.  

El capitalismo, exacerbado por el neoliberalismo desde 1980 en adelante, no puede soportarse sobre la política del consumismo voraz, como si los bienes naturales fueran infinitos. Lo anterior ha llevado al agotamiento de los bienes naturales, a su sobre explotación, y a que los ciclos de la reproducción de la vida choquen con la dinámica del capital. En tal sentido, una economía racional significaría producir lo necesario. Pero el mercado no va en esa línea; abusa de la extracción de recursos y genera un sobreconsumo. El crecimiento económico conlleva un consumo mayor de materia y energía. Pero ya no hay energía barata disponible que sostenga un nuevo ciclo expansivo de la economía. Por eso, de manera esencial se requiere tender a un modelo energético basado en fuentes de energía renovables. El problema es que a esto se oponen los intereses cortoplacistas y los poderosos lobbies energéticos. Y de igual forma, otro camino es transformar los residuos en recursos mediante el reciclado, el problema es que eso choca con los productores y envasadores, las marcas y los distribuidores, ya que los grandes lobbies quieren más consumo pero con menos empleo. 

En esencia, lo que estamos viviendo es una contraposición entre el derecho a la propiedad privada de las clases más adineradas con el derecho a la vida encarnado en asistencia sanitaria, o educación, o un medio ambiente limpio. 

No alcanza con consumir menos, cuidar los cursos de agua, los bosques, los glaciares o la naturaleza en su conjunto, si al mismo tiempo no se atacan las causas que están en las formas de la producción capitalista, asentada por siglos en la explotación de la fuerza de trabajo y la depredación de la naturaleza. El trabajo es el padre de la riqueza, y la tierra la madre, sostenían los clásicos de la Economía Política, una disciplina científica que surgió para fundamentar el moderno modo de producción capitalista. 

Por eso la necesidad de criticar al capitalismo, no solo sus efectos. El diagnóstico es fundamental para encarar procesos realistas de solución. De lo contrario, solo deambularemos por senderos marginales que no conducen a resolver el problema. Una vez identificado el problema es que se puede pensar en modificar la realidad, la que no puede hacerse de inmediato, ya que requiere de un complejo proceso social que incluye la asunción de la conciencia colectiva sobre lo que está provocando el problema y los modos de operar para su modificación. 

Este es un tema actual y trascendente, porque la responsabilidad está en la hegemonía del capitalismo mundial y aún cuando se aprueben tratados internacionales, que además EEUU no suscribe, resulta imposible resolver el tema. 

No alcanza con discursos o protocolos de denuncia, sino acontece una dinámica social de organización y movilización contra las causas del calentamiento global y el cambio climático. No hay forma de mitigar el efecto devastador mientras subsista el régimen del capital. 

Se impone la discusión por el cambio de las relaciones sociales de producción y su efecto depredador sobre la naturaleza, que incluye en su seno a la especia humana. Se trata de un tema sustantivo para Nuestra América, en tanto territorio históricamente condenado a la provisión de materias primas y “recursos naturales”, que, si visibilizáramos como “bienes comunes” de la actual y futuras generaciones, a otras conclusiones se arribarían. 

El tema ambiental proviene desde de la conquista y colonización, agudizado en años recientes con la suba de los precios de las materias primas, aun con el retroceso actual, donde se recicla el papel subordinado de la región por vía del deterioro de los términos de intercambio en el sistema de relaciones internacionales. 

Nuestros países generan riqueza y excedente económico vía explotación de bienes comunes en beneficio de la reproducción del gran capital transnacional que define el ciclo económico, es decir, la producción, la distribución, el cambio y el consumo. Remito al petróleo, gas, cobre, agua,  tierra, oro, litio, a la biodiversidad, o a diversos materiales que se acumulan en nuestro suelo. 

Resulta imprescindible enfatizar en que los “recursos naturales” son bienes comunes, que pertenecen a la humanidad, pero que, al estar asentados en nuestros territorios, la soberanía en su cuidado y gestión es imprescindible, lo que demanda una mirada local, sí, pero sobre todo regional, de una respuesta conjunta e integrada. 

Nosotros como ciudadanía de estos países y como consumidores y consumidoras de todos esos recursos, también somos responsables y deudores de la deuda ecológica. Nuestro bienestar es a costa del bienestar de otros. Esta realidad debe servirnos para repensar y cambiar el modelo de desarrollo que tenemos. 

Finalmente deseo terminar con un párrafo de Antonio Brailovsky (Memoria Verde 1991): “La década del 70 fue la de solitarios grupos ecologistas que anunciaban catástrofes en las que nadie creía. La del 80 fue la de la ampliación de la conciencia individual sobre el tema: mucha gente comenzó a preocuparse por lo que antes era el hobby de unos cuantos excéntricos. En los próximos años comenzaran a aparecer nuevas respuestas organizativas…”  

Ya comenzamos… 

 

Bibliografía 

 

Comentarios: