Entre imaginarios, territorialidades y horizontes
La geografía que tenemos y la que queremos tener

Por Rodrigo Javier Dias

¿Por qué la Geografía nunca ha salido de la estantería de la divulgación científica (como sí lo hicieron la Filosofía, la Sociología o la Historia), ni ha logrado trascender más allá de lo cartográfico y localizacional? ¿Por qué no se concreta el pasaje definitivo de los enfoques tradicionales hacia los críticos, surgidos hace ya varias décadas? El docente y escritor Rodrigo Javier Dias plantea estas preguntas y la necesidad de debatir cuanto antes las territorialidades virtuales. 

 

Qué me contestarían ustedes, lectores, si yo les preguntara ¿qué es la Geografía? Algunos me dirán que es la ciencia que estudia la Tierra, otros expresarán que es “eso” que nos garantiza aprender de memoria todos los países, sus capitales, banderas y la ubicación y nombre de todos los accidentes que dentro de un recorte territorial específico se encuentren, y algunos –la minoría- dirán que es una herramienta útil para comprender los procesos y fenómenos que se despliegan sobre la superficie de nuestro planeta. Alguno, quizás, levante los hombros y las palmas de las manos en señal de perfecta ajenidad respecto al asunto. Y lo mejor de esta cuestión es que en cada uno de los casos, tendrán un porcentaje de razón.

¿Es eso un problema? La respuesta es mucho más compleja de lo que a simple vista parece. Les invito a analizar, en los párrafos siguientes, los debates en torno a la Geografía actual.

Los Imaginarios

El primer cuestionamiento en torno a la Geografía surge, en buena parte, de las construcciones colectivas que se han generado y arraigado sobre la misma. La representación de lo que es la Geografía suele ir de la mano con una concepción tradicional y anticuada que la idealiza como un gran compendio memorístico, cuyo conocimiento transforma a los especialistas en una suerte de enciclopedia Encarta que los habilita a responder preguntas del estilo “¿cuál es la capital de?” con la misma celeridad que desenfundaría un pistolero random en una película de algún lejano oeste.

Esa concepción no nació sola, claro está. En gran parte, los espacios de la enseñanza geográfica a nivel global estuvieron bajo el predominio de estas formas repetitivas, memorísticas y conductistas que contribuyeron no solo al imaginario colectivo sino también a recluir durante un buen tiempo a la disciplina en el casillero del conocimiento meramente auxiliar y complementario.

Las áreas de producción académica tampoco hicieron un gran esfuerzo para revertir la situación. Las principales corrientes teóricas, desde su institucionalización hasta bien entrado el siglo XX, se dedicaron a abordar el estudio del espacio pensándolo desde dos vertientes diferentes: la abstracción y el reduccionismo. Los enfoques deterministas, posibilistas y cuantitativistas (en orden cronológico de aparición) se convirtieron en líneas de pensamiento a través de las cuales se podía “ordenar” los espacios mundiales, aunque no resultaban suficientes para interpretar los procesos que los originaban. El ostracismo al que fue empujado el enfoque antropogeográfico del determinismo luego de la Segunda Guerra Mundial; la transición recorrida por el posibilismo, que pasó de pensar en el análisis regional como una solución divina a replegarlo tras ser señalado como un concepto obstáculo para el desarrollo de la Geografía; o la inviabilidad manifiesta de los modelos y sistematizaciones de escritorio que pregonó el cuantitativismo no hicieron más que reflejar la incapacidad real de comprender los fenómenos que se desplegaban sobre la Tierra, consolidando así un “tradicionalismo teórico” que se aparejaba y retroalimentaba con la forma en que se enseñaba en las aulas.

Esta tendencia iniciaría un proceso de cambio con la llegada de las denominadas corrientes críticas, tanto en la renovación teórico-epistemológica de la Geografía como también en los aspectos didácticos y pedagógicos de su enseñanza. La búsqueda de un sujeto reflexivo, crítico de su contexto y emancipado se convirtió en el objetivo fundamental de los nuevos modelos educativos, de los diseños curriculares y también de las nuevas generaciones de docentes y formadores en las últimas décadas del siglo XX.

En simultáneo, el desarrollo teórico de la Geografía nos mostraba el surgimiento de una tríada de corrientes orientadas a recuperar el terreno perdido. Tras décadas de predominio de abordajes que marginaban del escenario al actor colectivo y principal de todos los procesos, la humanidad, la Geografía Radical (sustentada por el materialismo histórico), la Geografía Humanística (construida alrededor de la fenomenología y el existencialismo) y más recientemente la Geografía Postmoderna (alimentada por el giro cultural dado por la misma Geografía) serán las nuevas líneas de pensamiento y acción dominantes que buscarán problematizar todos los impactos territoriales del capitalismo neoliberal globalizado y dar voz y participación a aquellos colectivos tradicionalmente obliterados por los sectores hegemónicos.

Estas alternativas críticas cuentan ya con varias décadas en su haber y una buena cantidad de “victorias” pedagógicas, didácticas y epistemológicas en sus espaldas. Sin embargo, es imposible asegurar que los enfoques críticos se han convertido en el denominador común de la enseñanza y el pensamiento teórico contemporáneo. Muy por lo contrario, estas formas antiguas, desfasadas, permanecen vigentes e incluso han adquirido nuevos bríos, traccionando negativamente el potencial que las Geografías Críticas poseen, y reafirmando los imaginarios que operan sobre ella.

Y si a esto le sumamos la tendencia actual que nos marca el retorno a los contenidos geográficos vulgares, anticuados y de escasa elaboración que abundan hoy en ese vasto universo que es la web, el panorama parece aún más complejo pero encierra a su vez un desafío: ¿cómo disputar esos territorios?

Las Territorialidades

Detengan un segundo la lectura. Respiren, observando todo a su alrededor. Intenten ver esa efímera construcción que han generado. ¿No pueden identificarla? Permítanme colaborar.

En mi caso, me encuentro sentado en el comedor de mi casa, con la computadora sobre un extremo de la mesa. Con una luz adecuada y música a volumen intermedio para acompañar, he construido un buen espacio para la escritura. Podría decir que he delimitado un territorio personal del cual hago uso, ejerzo mis reglas (luz, volumen, tranquilidad) y me aseguro que nadie traspase sus “límites”. A través de mi intención de territorializar mis necesidades laborales he construido un territorio.

Esa materialización de la territorialidad, sin embargo, no es eterna. Tampoco tendrá la misma extensión ni geometría la próxima vez que me siente a escribir. Y lo más importante, debo saber antes que nada que esa territorialidad está solapada, yuxtapuesta con otras. La de mi casa, la de la comisaría, la del municipio, pero también la de los que transitan por la vereda, de los que esperan el colectivo y de los que venden el diario en la esquina. Cada una con sus intereses específicos, su extensión, geometría y temporalidad propia. Interactuando. Tensionando. Construyendo y transformando.

Si tuviéramos que determinar para esta compleja actualidad cuál es el concepto que mejor ilustra el potencial geográfico, sin lugar a dudas es la dualidad entre una acción, la territorialidad, y su resultado, el territorio. El espacio geográfico se produce y reproduce en base a la continua alteración de las territorialidades. Lejos de pensar en su concepción más tradicional e ingenua, que acercaba el territorio a un mero sustrato sobre el cual nos paramos, hoy este concepto goza de un potencial enorme para interpretar la amplia diversidad de fenómenos que se despliegan sobre su superficie.

Es así como los enfoques críticos de la Geografía han sabido dotar al territorio de un repertorio de acciones y expresiones, convirtiéndolo en un concepto cambiante. Navegar en las profundas aguas de la territorialidad y el territorio nos permitirá identificar procesos derivados de su dinamismo como la desterritorialización y la reterritorialización[1] (productos nacidos al calor de la globalización del neoliberalismo), así como también configuraciones específicas y particulares, resultado de su continua interacción, tales como la multiterritorialidad, la transterritorialidad o la aterritorialidad[2].

Todas estas acepciones dan cuenta de una densidad tan compleja como interesante, fiel reflejo de un momento en el cual la transdisciplinariedad y la transversalidad de los abordajes enriquecen el campo de las Ciencias Sociales en general y el de la Geografía en particular. Pensar en esta aceleración e intensificación de los procesos territoriales es también identificar aportes de la Filosofía, de la Sociología, la Ciencia Política y la Economía, entre otras, que se cristalizan en cada territorialización y le otorgan sentido e identidad a cada recorte analizado. Pero aún hay un nivel más de análisis.

La creciente expansión de la web, las plataformas y las redes sociales, potenciadas a la máxima expresión por el tiempo de pandemia, ha servido para terminar de definir la existencia de una nueva categoría: la de las territorialidades virtuales. Estos espacios son, desde su mismo inicio, campos de disputa que en la actualidad han maximizado sus posibilidades de influencia e injerencia, permeando desde lo intangible hacia lo más profundo de todos los órdenes de nuestra existencia. La Geografía, por si acaso fuese necesario aclarar, no escapa a eso.

Es a partir de esto que cobra sentido la referencia realizada unos párrafos más arriba: lo virtual, para lo geográfico, ha oficiado como un disruptor dentro de su desarrollo como ciencia desde dos factores complementarios. En primer término, al desdibujar las propuestas y abordajes críticos de la Geografía dentro de un mar de planteos tradicionales y una alivianada utilización de su nombre y sus conceptos. En segundo lugar, la imposibilidad de escapar de los imaginarios que la preceden ha marginado a la Geografía del actual y sostenido proceso de masificación de la divulgación de diversas Ciencias Sociales, atrapándola a perpetuidad bajo el foco de lo toponímico, localizacional y enciclopédico.

Es esa territorialidad algo “ajeno” para las Geografías Críticas. Y paradójicamente, su inacción en este campo no hace más que abrir la puerta para el retorno de los enfoques tradicionales. Siendo hoy la Territorialidad y el Territorio una conceptualización ideal que podría servir como estandarte para la divulgación masiva de esta nueva (aunque no tan nueva) Geografía, vemos como en lo inmediato la misma Geografía no puede delimitar ni disputar su propio territorio. Entonces, ¿qué alternativas quedan?

Los Horizontes

Para los que estamos insertos en las formas críticas de pensar, hacer y enseñar Geografía, la noción respecto a qué Geografía queremos y cuál tenemos es clara. Sin embargo, el porcentaje de “conocedores” sigue siendo pequeño. Lo vemos a diario en las redes, en los medios, en la web y en producciones escritas: la Geografía nunca ha salido de la estantería de la divulgación científica ni ha logrado trascender más allá de lo cartográfico y localizacional.

Tomen cualquier libro, el primero que encuentren en cualquier librería que tenga la palabra Geografía en su título. Verán que la alusión al término es más para atraer por su extrañeza que por contener en sus páginas algo que la vincule a la Geografía tal como la pensamos. Naveguen por la web y busquen algún portal que prometa contenido geográfico. En muchos casos verán historia, en otros un anecdotario de hechos y en otro un compendio de lugares vinculados por una razón particular. Entren en algún grupo perdido de Facebook que hable de didáctica geográfica. En todos ellos encontrarán un lugar común, la recurrencia a lo tradicional; y un diagnóstico, el de sabernos estancados en el mismo sitio mientras vemos crecer exponencialmente la divulgación y masificación de otras Ciencias Sociales bajo sus abordajes críticos. ¿Por qué nosotros no?

La respuesta que surge, impostergable, es que para poder construir y masificar una Geografía acorde a la que queremos tener (y no como la que tenemos) es necesario cumplir con la premisa del saber/enseñar/Geografía. Por un lado implica el saber enseñar, las artes de lo pedagógico y lo didáctico, y por el otro emerge el saber Geografía, el desafío del conocimiento que proponen lo teórico y lo epistemológico.

Sin ambos extremos, el resultado es tan parcial como peligroso, y nos conduce al punto de partida: tenemos una vasta oferta geográfica pululando por doquier pero tanto los promotores como los observadores somos incapaces de discernir si lo que vemos responde a esa Geografía que queremos. Y ningún círculo académico geográfico presenta interés por salir a dar esa disputa de sentidos en favor de lo crítico en el campo de la virtualidad. Muy por lo contrario, se advierte un encierro en lo institucional que roza peligrosamente la elitización, con su correspondiente segregación, de un diminuto círculo de geógrafos erguidos sobre un pedestal aparentemente inamovible cuyo discurso refleja con fidelidad la idea del intelectual legislador que caracterizaba Zygmunt Bauman. ¿Cómo pretender, entonces, salir a “competir”?

Los tiempos recientes vieron emerger una serie de espacios alternativos, outsiders de la academia, que exploraron las posibilidades latentes de la virtualidad. Sin el expertise en el manejo de redes ni la tracción de un influencer (quizás sea una personalidad que reúna ambas características lo que nos falte para dar el salto cualitativo), se promovió la divulgación de una Geografía crítica desde diferentes ángulos: videos con temáticas teóricas específicas, seminarios de formación y actualización, podcasts, newsletters e incluso la producción literaria en un arco que va desde lo didáctico y epistemológico –como el libro “Argentina, entramado de Geografías en disputa”, del año 2022-, hasta la ficción mezclada con una buena dosis de Geografía –como lo son los libros “Desde el Infierno urbano, editado en 2021”, y “Trashumantes”, de reciente edición-.

Quizás no parezca, o en efecto no sea suficiente. Pero es un punto de partida esperado, reclamado y necesario para comenzar a repensar los espacios geográficos. La virtualidad hoy representa la mejor posibilidad que tenemos para proyectar a la Geografía y colocarla a la altura de otras ciencias que ya se han posicionado tanto en la rotación de medios y redes como en el imaginario colectivo bajo sus enfoques renovados, tales como la Filosofía, la Sociología o la Historia.

No obstante, aún falta mucho por hacer. A pesar de estos espacios, estamos lejos de concretar el pasaje definitivo de los enfoques tradicionales hacia los críticos y, por ende, de terminar de resquebrajar los monolíticos imaginarios que contrapesan el potencial de la Geografía. Lo importante es saber que los oxidados mecanismos de la maquinaria geográfica, luego de un largo período, han comenzado a aflojarse. Solo resta seguir aceitándolos haciendo la Geografía que queremos.

 


Rodrigo Javier Dias es docente, escritor e investigador. Creador y director de “Un espacio geográfico”. Licenciado en Enseñanza de las Ciencias Sociales con orientación en Didáctica de la Geografía por la Universidad Nacional de San Martín, Profesor de Geografía por el Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González”, con especializaciones en geografía de África y Oceanía, geografía de Asia y geografía de la República Argentina, y maestrando en Sociología Política Internacional por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Docente de grado en la Universidad Autónoma de Entre Ríos y en formación docente en el IFDC Luis Beltran, Río Negro. Es también miembro de SAPLAT – Sociedad Argentina de Planificación Territorial.

 


IG: @un.espacio.geografico (Instagram) TW: @espacio_geo82 (Twitter) Youtube: www.youtube.com/@UnespacioGeografico

Mail: rjdias082@gmail.com


[1] Cuando hablamos de reterritorialización y desterritorialización (RT y DT de ahora en más), hacemos mención a uno de los fenómenos más característicos que emergen de las dinámicas del capitalismo neoliberal globalizado. Vinculados con la acumulación por desposesión y los ajustes espaciales (spatial fix) procesos identificados y trabajados por David Harvey, será Rogerio Haesbaert, geógrafo brasileño contemporáneo, quien los desarrolle con mayor precisión. Por DT entendemos a aquel fenómeno que implica la modificación del área de influencia de un proceso productivo y/o de las sociedades que lo habitan. A través de este fenómeno, un recorte espacial específico puede verse modificado por la llegada de una nueva actividad productiva o bien por el traslado de aquellos que lo habitan hacia nuevos horizontes productivos. La RT es la resignificación de un espacio a través de la llegada de un nuevo modelo productivo, o bien del arribo de una población a un nuevo lugar de trabajo. En ambos casos esta reterritorialización oficia como un cierre –transitorio, nunca definitivo- al proceso iniciado por la desterritorialización. Lo llamativo de estas dinámicas es que son procesos que pueden darse perfectamente sin la necesidad de desplazamiento.

[2] En este caso la complejidad se incrementa, puesto que al hablar de multiterritorialidad decimos que es la posibilidad de experimentar simultánea o sucesivamente distintos territorios, reconstruyendo constantemente el propio, al referirnos a transterritorialidad debemos pensar en un sujeto o una comunidad que ha reconstruido positivamente su territorio a partir de la fragmentación de múltiples territorialidades. Finalmente, al mencionar la aterritorialidad (concepto desarrollado por Alastair Bonnett) nos referimos a una porción de territorio que no es reclamada por nadie, que han sabido mantenerse por debajo del radar de los intereses del capital o bien que es resultado –o sobrante, mejor dicho- de otros procesos de reterritorialización. Todas estas definiciones forman parte del libro de mi autoría “Geografías de lo Cotidiano: un ensayo sobre la teoría, la evolución y la actualidad del pensamiento geográfico”, de próxima edición.

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