Por Mariana Altieri
La vigencia estratégica de una posición de avanzada en el Atlántico Sur (y la reafirmación británica de defenderla)
El Reclamo argentino por la Soberanía de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes lleva 188 años ininterrumpidos, de los cuales ya pasaron 55 desde que se aprobó la resolución 2065 de las Naciones Unidas que insta a las partes a negociar para resolver el conflicto y 39 dolorosos años desde que nuestros combatientes volvieron a la patria continental dejando a 650 compañeros aguardando en el suelo (y en las aguas) de las islas.
La disputa de soberanía por las Islas Malvinas1 entre la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, es una de las más antiguas que sobreviven en el presente sin resolución. En este sentido, desde las corrientes de estudio del conflicto internacional es posible calificarla como “Disputa Territorial Prolongada”. Estas disputas son aquellas que con más de 10 años de duración (y un promedio de 40/50 años) se vuelvan cada vez más resistentes a la resolución, o a los intentos de resolución, y permanecen en el tiempo2.
En el Caso de Malvinas la constante negativa a entablar conversaciones que abarquen el diferendo de soberanía por parte del Reino Unido ha desembocado en el estancamiento de la cuestión en un estadio de paz negativa, es decir que no hay hostilidades manifiestas pero el conflicto de fondo permanece. A lo que debemos agregar que la permanencia del statu quo por sí misma beneficia la posición británica ya que las cuestiones de hecho se refuerzan así mismas a lo largo del tiempo, sobre todo si son ocupaciones territoriales.
Esta situación ha pasado por diversas etapas a lo largo de su historia, desde el enfrentamiento bélico en 1982 hasta los acuerdos de Madrid y el intento de negociación bajo el “paraguas de soberanía”3, pero el status territorial de la ocupación británica ha permanecido. Y el reclamo de soberanía argentino también.
Un Enclave estratégico
Sin embargo, en Argentina sabemos que la “Cuestión Malvinas” implica mucho más, y no solamente en referencia a la perdida perla austral y la integralidad territorial truncada de la nación argentina; sino en términos estratégicos de la importancia del Atlántico Sur en el marco del tablero mundial.
Cuando definimos el reclamo por las Islas Malvinas incluyendo los “espacios marítimos circundantes” nos estamos refiriendo a un espacio oceánico de enormes proporciones y riqueza en recursos naturales que puede apreciarse en toda su magnitud en el nuevo mapa bi– continental de la República Argentina que incluye la plataforma continental4 elaborado por La Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA).
Las islas Malvinas son sin duda un enclave estratégico para los británicos, en el cual han asentado la Comandancia Marítima Militar del Atlántico Sur desde donde controlan la cadena de islas que les permite asegurar su dominio sobre la zona: Ascensión, Santa Elena y Tristán de Cunha, de camino hacia la península antártica, incluyendo Georgias y Sándwich del Sur.
Durante décadas, el Reino Unido ha protegido las vías marítimas vitales en la zona, ya que este posicionamiento estratégico le permite el patrullaje, monitoreo y despliegue sobre las costas atlánticas de Suramérica y África y los puntos de apoyo logístico necesarios para mantener su presencia en la Antártida5, y las conexiones bi–oceánicas tanto hacia el pacífico como hacia el océano indico.
Esto no es casual, ya que los océanos se han convertido en el presente siglo en el teatro privilegiado de la competencia por el poder6 y el Atlántico Sur podría convertirse en una zona de disputa en el futuro inmediato. Robert Kaplan señala en su último libro, que hace muchos años que una armada no pelea realmente con otra armada en una batalla naval; sino que, como ha sostenido Till, la gran función de dicho poder es proporcionar el control o dominio7 del mar allí donde sea requerido y por el tiempo necesario para llevar adelante sus propósitos. “Así como Mahan demostró que los océanos son el gran recurso común o –bien colectivo- de la civilización, el poder naval – para proteger las flotas mercantes- siempre ha sido el factor determinante en las luchas políticas (…)”8
El aceleramiento de la descomposición del sistema de gobernanza global en el cual se basa el orden liberal internacional triunfante de la guerra fría pone de manifiesto el retorno de las “esferas de influencia” y el posicionamiento de los grandes poderes en la disputa por el reacomodamiento del poder mundial, especialmente en aquellos espacios, como los océanos, donde la ocupación no se detenta sino que se ejerce9.
Efecto BREXIT
La salida definitiva del Reino Unido de la Unión Europea es un síntoma más del reacomodamiento de poder mundial que estamos viviendo en estos años bisagra de la segunda década de siglo XXI. Sin adentrarnos en la disputa global es importante observar como el Reino Unido, que nunca se consideró realmente europeo, se alinea como potencia statuquista y socio privilegiado de la política exterior de Estados Unidos para reconfigurar su nuevo rol frente al ascenso de China.
Desde allí Londres enumera las piezas que todavía le quedan de lo que una vez fue su gran expansión imperial y declara, en su nueva estrategia de defensa10, que protegerá los territorios británicos de ultramar con la fuerza si es necesario. (De allí también su renovado énfasis en el armamento nuclear11)
Estos territorios, herencia de la que fue la reina de los mares y sigue siendo el poder naval de mayor envergadura en el atlántico sur, constituyen puntos nodales en el control del tráfico marítimo y bases de avanzada que permiten al R.U (y también a la OTAN) el despliegue rápido en escenarios muy alejados de la metrópoli.
Sin embargo, más que una amenaza, como se leyó en la prensa, las declaraciones del primer ministro Boris Johnson están más cerca de intentar un gesto frente a los residentes británicos de Malvinas que se sienten abandonados tras un acuerdo post brexit que nos los contempla.
Las Islas Malvinas no cuentan con un acuerdo específico que mantenga los beneficios comerciales que implicaba su pertenencia a la UE, como si consiguió Gibraltar, por ende, el límite a los alcances del acuerdo comercial afectará fuertemente la economía de las islas cuya población vive en gran medida de la exportación ictícola a Europa, especialmente a través del puerto de Vigo en España. Además, perderán la asistencia financiera que recibían a través de múltiples programas que abarcan desde infraestructura a cuidado del medio ambiente, todo lo cual recaerá sobre el RU, que no deja de ser la metrópoli de la cual dependen. Ya afectada por la caída del precio internacional del petróleo que volvió inviables los desarrollos de las cuencas cercanas a las islas, (especialmente de la conocida como “Sea Lion”) los habitantes de Malvinas apuestan a que el RU pueda llegar a algún tipo de acuerdo especial en su nombre que “mantenga el statu quo”.
La diplomacia argentina, por su parte, solicito a las autoridades de la Unión Europea y a cada uno de los países que la integran que las islas sean consideradas territorio en litigio en lugar de británico, y ahora tiene (tenemos) el desafío de la oportunidad.
Nuestro desafío
Durante 188 años hemos logrado mantener activa la disputa y sostener la vigencia del reclamo de soberanía argentino sobre las Islas logrando incluso el convencimiento y la consecución del apoyo de la comunidad internacional y los organismos multilaterales; y más allá de los vaivenes de política exterior de las diferentes administraciones, el reclamo por la resolución de la Cuestión Malvinas es una política de estado. Sin embargo, no podemos dejar de destacar que todo ese esfuerzo no demanda únicamente el sostenimiento del statu quo (es decir, impedir que la cuestión avance hacia algún tipo de forma que beneficie a nuestro adversario). Es por esto que la disputa por la recuperación del ejercicio pleno de la soberanía de las Islas del Atlántico Sur implica no solo sostener la estrategia vinculada al derecho internacional como herramienta de reivindicación soberana, sino también elaborar una política de despliegue sobre el Atlántico Sur que la refuerce y acompañe.
Ese será nuestro desafío.
Mariana Altieri: Especialista en Geopolítica e investigadora de la Cuestión Malvinas. Profesora en la UBA y en la UNDEF y Directora Ejecutiva de Fundación Meridiano de Estudios Internacionales y Política Exterior. maltieri@fundacionmeridiano.com.ar. Integrante del Centro de formación profesional GENERA.
1 Cada vez que se nombre a las Islas Malvinas o a las islas del Atlántico Sur en términos genéricos se estará haciendo referencia al diferendo completo que incluye la Cuestión Malvinas: Islas Malvinas, Georgias del Sur, sándwich del sur y espacios marítimos circundantes
2 Para ampliar el estudio sobre las características de las disputas territoriales y su irresolubilidad se recomiendan los trabajos de Paul Hensel y Ron Hassner. Ver: Hassner, R. E. (Winter de 2007). The Path to Intractability: Time and the Entrenchment of Territorial Disputes. (2. b. Technology, Ed.) International Security, 31(3), pp. 107–138; Hensel, P. R., & McLaughlin Mitchell, S. (2017). From territorial claims to identity claims: The Issue Correlates of War (ICOW) Project. Conflict Management and Peace Science, 34(2), 126–140. 3 Para profundizar en la Historia de Malvinas y en las estrategias de Política Exterior Argentinas se recomienda: Bologna, A. B. Compilador (2017). Malvinas y la construcción de un reclamo soberano: pasado, presente y futuro. La Plata: Universidad Nacional de La Plata.
4 La República Argentina es poseedora de una inmensa plataforma continental, la quinta más grande del mundo, con posibilidad de explotación sustentable de valiosos recursos. Tal y como está plasmado en la presentación para el reconocimiento de la plataforma continental desde las 200 millas hasta el límite exterior presentado ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar –CONVEMAR- en el año 2009, que arroja un total de 1.781.885 km2, incluyendo tanto el sector antártico como las islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur.
5 Para ampliar sobre este tema se recomienda la lectura de Altieri, M. A. (2020). “Acerca de la importancia del Atlántico Sur y de Malvinas como enclave geopolítico”. En Magnani, E. y Barreto, M (Eds.), “Puntos axiales del sistema de defensa argentino. Los desafíos de pensar la defensa a partir del interés nacional” (pp. 35-64). Rosario, Argentina: UNR Editora. pp. 65-85.
6 Para ampliar sobre este tema se recomienda la lectura de Altieri, M. A. (Diciembre de 2018). Nuevas Dinámicas del Poder Naval en el Siglo XXI: la competencia por el control en el espacio marítimo. (U. N. Instituto de Relaciones Internacionales, Ed.) Relaciones Internacionales, 2(55), 197- 211.
7 Actualmente “Control del Mar” y “Dominio del Mar” se utilizan de forma indistinta. Sin embargo, es relevante señalar que el término “Dominio del Mar” fue originalmente plateado por los grandes pensadores del poder naval dando lugar a innumerables debates respecto de la medida de dicho domino, en cambio el concepto “control del mar” es más actual y hace énfasis en que dicho control se persigue en función de otros objetivos y se ejerce circunscripto geográfica y temporalmente. Se “controla el mar” en áreas limitadas por periodos de tiempo definidos, pero en esencia nunca se lo “domina”.
8 Kaplan, R. (2012). La Venganza de la Geografía, Cómo los mapas condicionan el destino de las naciones. (L. M. Dios, Trad.) Barcelona: RBA Libros S.A., pág. 88.
9 Una de las características del escenario naval actual es que grandes poderes terrestres, que además son potencias emergentes potencialmente revisionistas del statu quo, están tornando sus recursos materiales hacia el mar en un esfuerzo por volverse potencias navales. Para mas información lease Goldrick, J. (abril de 2001). The Medium Power Navy in the 21ST Century. The Naval Review, 89(2), 103-110.
10 Estrategia de Seguridad y Defensa del Reino Unido presentado al Parlamento por el Primer Ministro Boris Johnson en Marzo de 2021 denominada “Global Britain in a competitive age The Integrated Review of Security, Defence, Development and Foreign Policy”
11 El Gobierno británico anuncio que elevara el techo máximo de su arsenal de ojivas nucleares de 180 a 260, lo que supone un aumento de casi 45% de su capacidad actual