Economía y solidaridad
¿Parte de la solución?

Por Mariano Dottori (UBA)

Economía y Clubes de Trueque en el Siglo XXI

El primer Club de Trueque del que se tienen referencias nació en Bernal en 1995. Estaba compuesto por unas veinte personas, vecinas y vecinos del barrio, que buscaban alternativas a los mercados tradicionales, y tenían fuertes ideales asociados a la solidaridad y la reciprocidad entre miembros de una comunidad. Seis meses después, eran ya 60 personas las que participaban en estos encuentros semanales. La actividad creció lentamente en otros lugares de la provincia de Buenos Aires, y tomó conocimiento público a partir de entrevistas televisivas a sus fundadores. Distintas estimaciones hablan de alrededor de 120.000 participantes y 400 clubes en todo el territorio argentino hacia el año 1998 y cuatro años más tarde, en los momentos más dramáticos de la gran crisis de principios de siglo, se calcula que más de 2.500.000 personas participaban en las reuniones en unos 5.000 puntos de encuentro a lo largo y a lo ancho de nuestro país.

Suele considerarse la aparición de los Clubes como resultado efímero del estallido económico, social y político de fines del siglo XX y comienzos del XXI, pero este tipo de fenómeno existe desde antes de ese momento, y perduró aún después de él. Por supuesto, la aparición y posterior finalización de la crisis marca el cambio de escala, y constituye la principal causa de la masificación de este tipo de prácticas y su cuasi desaparición posterior. Luego del año 2003, diversas razones  generaron una caída abrupta en la cantidad de nodos y en el número de asistentes a las reuniones. Hoy en día, la actividad deja de estar latente y vuelve a tomar estado público, con un lento pero sostenido crecimiento.

La cuestión de fondo puede debatirse alrededor de la siguiente pregunta: ¿Puede una institución inspirada en los Clubes de Trueque mejorar el bienestar de las sociedades de manera sostenible en el tiempo? El principal objetivo de este artículo, es proponer un marco para que tan importante tema cobre mayor relevancia en la agenda política y económica de nuestra contemporaneidad.

En primer lugar, definamos esquemática e idealmente qué es un Club de Trueque: es una institución que permite a sus participantes intercambiar diversos productos a cambio de otros, en ámbitos alternativos al mercado formal. A continuación, describimos de modo arquetípico un encuentro “ideal” de trueque, para luego comentar sus principales características.

Supóngase una organización que establece relaciones sociales con algunos de sus vecinos o amigos cercanos, y que detecta que algunas de las necesidades de estos individuos pueden ser satisfechas a través del intercambio de productos entre ellos. Organiza, entonces, los sábados por la tarde, de 16 a 19 horas, encuentros a los que asisten, digamos, 30 prosumidores. Unos llevan empanadas, otros dulces de alguna fruta de estación, otros algunos alimentos que pudieran haber cultivado ellos mismos, otros ofrecen clases de guitarra, etc. Todos distribuyen sus productos sobre pequeñas mesas provistas por la organización y comienzan a trocar. Turno a turno, cada persona ofrece sus productos al resto y cierran las diversas transacciones voluntarias. Para ello, utilizan vales impresos por la organización del club, previamente entregados a cada prosumidor con anterioridad al encuentro. Cerca de las 19 horas, cada individuo volverá a su hogar con menos de lo que le sobraba y más de lo que le faltaba. Durante el encuentro, no es raro encontrar que los prosumidores intercambian no sólo sus productos, sino que adicionalmente, generan lazos de confianza y ayuda mutua, discuten sobre las elecciones del año siguiente, el clima y quien sabe cuántas otras cosas más. El evento se repite el sábado siguiente.

diferentes bonos de clubes del trueque

A grandes rasgos, podemos identificar cinco elementos básicos que componen el encuentro:

  • Prosumidores/as: Son las personas que asisten al club con sus productos para ser intercambiados. Llegan con su dotación inicial y se retiran después de haberla intercambiado por otros elementos que resulten más convenientes a sus necesidades. Adicionalmente, también son quienes producen esos productos iniciales.
  • Productos: En principio, cualquier bien o servicio que un/a prosumidor/a hubiera transformado con su trabajo y que pudiera ser útil a algún otro prosumidor.
  • Espacio físico dónde ocurre el intercambio: Privado o público, todo evento tal y como lo describimos aquí ocurre en un espacio físico, sea una plaza, una casa particular, etc.
  • Elemento que facilita el intercambio de los productos: Inherente al funcionamiento del intercambio, existe un instrumento que facilita el mismo. Generalmente papel moneda generado por la organización del evento, con marcas de seguridad que reduzcan las posibilidades de falsificación.
  • Organizador/es u organizadora/s: Aquellas personas encargadas de organizar los encuentros, establecer fecha, hora y duración de las reuniones, y también velar por su buen funcionamiento general.
  • Frecuencia: La duración de cada feria está acotada a un período determinado de tiempo más reducido que en los mercados tradicionales.

Como podemos observar, este fenómeno posee diversas aristas. Observaciones económicas, sociológicas, antropológicas y políticas. También podrían considerarse estudios psicológicos o enfoques desde el ámbito de la salud. Resulta así un fenómeno que cruza diversos campos del conocimiento que requiere un enfoque multidisciplinario. Es que, en efecto, las reuniones que describimos funcionan con un sentido de unidad, en donde las diversas esferas sólo pueden considerarse como niveles de estructuración del análisis y no como subdivisiones del fenómeno en sí.

Tal y como han sido diseñados y aplicados, los clubes de trueque han funcionado bajo una doble perspectiva: una específica de necesidades materiales; y otra de necesidades de socialización. Emergieron, además, como actividad privada de sus integrantes, en los bordes de la regulación estatal. Entender estas distinciones permite esquematizar el análisis de los Clubes de Trueque en Argentina de una manera simple: la esfera de la socialización tuvo primacía mientras el contexto económico se mantuvo “razonablemente bien” (mientras el desempleo resultó bajo). El número de adherentes a la red se mantuvo en niveles reducidos en estos momentos. Cuando la crisis se hizo insostenible y, sobre todo, el desempleo aumentó considerablemente, la satisfacción de necesidades materiales cobró vital importancia y tomó el centro de la escena. Durante esos años, el crecimiento de clubes, asistentes y transacciones resultó exponencial. Aquí aparecieron dificultades de funcionamiento intrínsecos al cambio de escala y, en consecuencia, problemáticas relacionadas con la opinión pública y la regulación estatal.

¿Cómo es posible que una institución que cobijó a tantas personas a principios del siglo XXI en nuestro país no sea tópico de debate público? ¿Y si los Clubes de Trueque fueran parte de la solución y nuestra miopía no nos permitiera siquiera considerar la cuestión?

En efecto, nuestra descripción arquetípica de una reunión de trueque no hace más que evocar viejas ideas sobre el intercambio de productos. Un tema en apariencia inmutable desde hace siglos. Algo así como observar una película en blanco y negro, lenta, muda, y de la que ya conocemos el final. Tomemos por caso el punto de vista económico y encontraremos dos sesgos principales que generan esta miopía.

En primer lugar, desde un punto de vista macroeconómico, la aparición de los Clubes de Trueques resulta solo la emergencia sintomática de una crisis económica, social y política con pocos precedentes. Una respuesta arcaica y rudimentaria, sólo para sectores desprotegidos y en momentos de desesperación. Resultaría desde este lugar mucho más importante entender la crisis, sus orígenes, finales e implicancias, que comprender uno de sus residuos, resultado menor, efímero e irrelevante. Diría cualquier macroeconomista tomado al azar: “Evitemos las crisis y no veremos este tipo de efectos en la economía”.

En segundo lugar, la microeconomía más tradicional supone, en términos generales, que en el intercambio de mercancías operan individuos aislados que consideran sus preferencias sin mirar a otros consumidores. Desde este punto de vista, es imposible reconocer los Clubes de Trueque como fenómeno en sí mismo, ya que en ellos existe un importante factor de relacionamiento social, incluso constitutivo de la misma experiencia, que es imposible de analizar partiendo desde la idea de la “racionalidad de los agentes”. No se trata de negar la capacidad de cálculo y raciocinio de los agentes, sino más bien de matizarlos, teniendo en cuenta que, al momento de tomar decisiones, los individuos no centran su atención solo en ellos mismos, sus perspectivas, preferencias y expectativas, sino que también toman en cuenta e interpretan las conductas que observan en el resto de los agentes.

Desde los trabajos pioneros de Kahneman y Tversky en los años ’80 hasta el arribo del libro Nudge de Thaler y Sunstein en 2008, la economía del comportamiento descubrió lo que todos ya conocíamos: los agentes no son absolutamente racionales, sino que deciden en ocasiones de manera rápida, “visceral” si se quiere, y que incluso pueden ser influenciados por el contexto en que deciden.

Este punto de vista permite formular la cuestión desde otra óptica. Por un lado, porque considera un tipo de agente económico distinto al tradicional, que no sólo se deja orientar por la maximización de su interés, sino que también toma en cuenta el contexto social en el que opera. Las reuniones que describimos más arriba, son un claro ejemplo de este tipo de acercamiento. Por otro lado, porque considerando este tipo de agentes, aparece un fenómeno adicional, que la literatura llama “pequeño empujón” (“nudge”), y que implica que la conducta de los individuos puede ser influenciada positivamente si se generan las condiciones apropiadas. Implica reformular la “arquitectura de la elección” para que a través de esa reformulación puedan lograrse mejores resultados que los obtenidos con anterioridad. El ejemplo de la donación de órganos permite ilustrar esto último: cuando por default se es no donante, la mayoría de la población permanece voluntariamente como no donante. En cambio, cuando por default se es donante, la mayoría permanece voluntariamente donante. En ambos casos se enfatiza la palabra “voluntariamente” Previo a la economía del comportamiento, la teoría económica simplemente desconocía este tipo de fenómenos, dado que no poseía herramientas para comprenderlos.

No apuntamos aquí a considerar los Clubes de Trueque como reemplazo al mercado formal, ni tampoco sugerir que podrían ser la solución a todos los problemas de las sociedades. Pero sí deberíamos preguntarnos si una institución semejante no podría convertirse en una política pública para modificar los patrones de decisión de los individuos, y los dote de mayores alternativas de intercambio económico y social, incentivando la producción y el consumo, aún a pequeña escala. Los efectos positivos que el Club del Trueque produjo en el bienestar de la población en la década pasada son estímulo suficiente para considerar esta cuestión, tanto desde una perspectiva teórica como también desde la factibilidad práctica para su implementación.

Foto: Rodrigo García-LaNueva. Bahía Blanca 2018.
Foto: Rodrigo García-LaNueva. Bahía Blanca 2018.

Esta potencial institución no debería considerarse exclusivamente para “gente pobre”, ni provechosa sólo en tiempos de crisis. Si bien más participantes acudirían a las reuniones en épocas de alto desempleo, no debería existir razón para que individuos en “buenas” condiciones socioeconómicas no pudieran o desearan intercambiar sus productos en organizaciones de este tipo. Adicionalmente, el énfasis en las relaciones sociales no es azaroso. Este otro aspecto tendría más peso que el anterior en épocas de bajo desempleo, pero incluso en este escenario, no debe despreciarse el efecto positivo que lazos sociales más profundos podrían generar en los integrantes de los clubes.

Bosquejemos un último punto referido a la teoría económica. Ya desde La riqueza de las naciones de Adam Smith sabemos que el trueque directo es imposible y que es el dinero el elemento que debe facilitarlo. Nada que nos sorprenda demasiado: la división del trabajo nos hace más productivos y especializados, y debemos encontrar una forma de intercambiar lo que producimos por otros elementos que no producimos. El dinero es, desde este punto de vista, el “aceite” que permite el funcionamiento de la “maquinaria”. Sin embargo, ¿ el dinero no es también un escollo para el intercambio? ¿No ocurre en repetidas ocasiones que la falta de dinero hace imposible el intercambio? Piénsese en un contexto en que Juana posee una mercancía para ofrecer en el mercado, pero no encuentra demanda para ella. Piénsese luego en Juan, que tiene el mismo problema. ¿No puede pensarse acaso que la falta de dinero en tanto medio de circulación es en este caso un obstáculo para el intercambio de mercancías? Lo que debemos facilitar es que Juan y Juana se encuentren y puedan intercambiar sus mercancías, aún ante la ausencia de dinero. Más allá del dinero.

Los Clubes de Trueque nos engañan con su nombre, porque en ellos no ocurre “trueque directo”. Existe un facilitador del intercambio, sí, pero al que tampoco podemos referirnos como dinero ya que los bonos de descuento que allí se utilizan no funcionan ni como medio de atesoramiento, ni mucho menos como medio de pago (dos de las funciones clásicas del dinero). La clave distintiva en este sentido es ubicar al prosumidor en el centro de la escena. Aquel individuo que produce y consume al mismo tiempo, en un mercado alternativo al formal, pequeño, en dónde en paralelo al intercambio de productos se generan poderosos lazos comunitarios.

Para finalizar, consideramos que tres grandes hipótesis deben cumplirse para aseverar que esta potencial política pública que podría mejorar el bienestar de la sociedad. Primero, que la creación de un ámbito de intercambio de productos alternativo al formal reduciría necesidades insatisfechas de la sociedad. Segundo, que los nexos sociales fundados hacia dentro de la comunidad mejorarían el bienestar de sus integrantes y, tercero, que es posible generar consensos para organizar y regular la actividad.

El Club del Trueque aparece todavía asociado a la idea de síntoma de enfermedad terminal. Algunos sectores tratarán de esconderlo debajo de la alfombra por ese motivo. Otros tratarán de darlo a conocer por la misma razón. El derrotero teórico corre en paralelo a la urgencia de nuestra época. En tiempos difíciles que caen dentro de grietas profundas, es imprescindible derribar muros que evitan la planificación de soluciones innovadoras. La propuesta queda explícita: en vez de entender al Club del Trueque como símbolo de fracaso colectivo y recurrente, considerémoslo como parte de la solución.

 

Imagen de portada: https://www.artelista.com/obra/7416063678600445-mercado4.html

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