Por María Laura Bagnato
El problema de los cuidados se ha convertido en los últimos años en uno de los ejes centrales de movimiento feminista. La reciente publicación del libro de Luciana Cadahia República de los cuidados. Hacia una imaginación política de futuro publicado por la editorial Herder es una importante contribución para dar cuenta de la significación política de los cuidados, y su vínculo con la tradición populista y republicana. La politóloga Laura Bagnato comparte aquí su lectura de este libro y sostiene que “este enfoque permite considerar los cuidados como prácticas que abarcan el cuidado de uno mismo, de los demás y de la naturaleza, y que, por ende, nos devuelven a la preocupación por lo común.”
Sobre el libro República de los cuidados. Hacia una imaginación política de futuro de Luciana Cadahia, de Editorial Herder
Reflexionar sobre los cuidados en tiempos de desprotección y de necesidad por garantizar la sostenibilidad de la vida de todos se nos presenta como una tarea urgente. Desde los feminismos, especialmente en los últimos años, hablar de cuidados implica visibilizar las tareas realizadas por feminidades que, a pesar de ser esenciales para la reproducción de la vida, a menudo no son reconocidas ni remuneradas. Esto incluye el cuidado de niñeces, de personas que necesitan apoyo debido a la edad avanzada, enfermedades o discapacidades, así como la gestión y organización del hogar. Además, abarca los cuidados asociados a las labores de profesionales de la salud, trabajadoras domésticas, mujeres a cargo de comedores populares, redes de apoyo y organizaciones de mujeres y disidencias, así como docentes que acompañan a sus estudiantes en todos los niveles educativos. También creemos que los cuidados requieren la intervención activa del Estado, que, mediante políticas públicas, puede asegurar condiciones justas para el acceso a derechos fundamentales como la salud integral, el trabajo, la alimentación, la identidad, la vivienda, la educación y una vida libre de violencias por razones de género, entre otros.
No obstante, a partir de la problematización que nos ofrece la filósofa argentina Luciana Cadahia en su nuevo libro República de los cuidados. Hacia una imaginación política de futuro, identificamos dos dificultades principales en la discusión sobre los cuidados. La primera está relacionada con la diversidad de interpretaciones del término “cuidados” dentro de los feminismos. Estas interpretaciones, a menudo influenciadas por el sentido común, resultan ser poco precisas, como señala Karina Batthyáni.[1] En este punto, es relevante incorporar la perspectiva de la economía feminista, que aporta una visión crítica sobre la valoración y distribución del trabajo de cuidados en la economía.
La segunda dificultad, vinculada a la anterior, es la necesidad de recuperar la dimensión política de los cuidados. Este enfoque implica considerar los cuidados como prácticas que abarcan el cuidado de uno mismo, de los demás y de la naturaleza, y que, por ende, nos devuelven a la preocupación por lo común. Es decir, ¿cómo construir una posibilidad de vida en común que sea alternativa al neoliberalismo en nuestras repúblicas?
En este contexto, el libro de Cadahia se nos presenta como una herramienta imprescindible en tiempos que me animo a caracterizar por un olvido estatal, social, político, económico y afectivo del papel fundamental que los cuidados cumplen en nuestra vida.
Publicado por la editorial Heder, el libro invita a explorar posibles articulaciones entre las perspectivas feministas y las teorías republicanas y populistas, planteando preguntas y caminos para reinstaurar los cuidados como un tema central en la teoría política y devolverlo al ámbito de la discusión pública.
El libro parte del reconocimiento de las transformaciones impulsadas por los feminismos en el campo de lo popular, así como de las nuevas conexiones sensibles que estos feminismos propician entre pueblo y vida. Su objetivo es examinar las interrelaciones entre las políticas de cuidados, el antagonismo y la dimensión conflictual y plebeya de las instituciones. Y busca elaborar una comprensión del conflicto desde una perspectiva innovadora que integre el feminismo, el republicanismo y el populismo y que permita sortear las discrepancias de estas tradiciones de pensamiento y lucha política. Para el despliegue de estas inquietudes, el libro se organiza en ocho capítulos:
En el primer capítulo, titulado “Feminismo y campo popular”, se aborda el desafío de construir un lugar de enunciación desde una perspectiva que es simultáneamente feminista y latinoamericana. Este desafío implica un ejercicio de pensamiento a contracorriente, que busca no solo disputar la hegemonía predominante, sino también confrontar la subalternización histórica y actual.
Desde esta posición “extraña y controversial”, el feminismo no se limita al contenido de las ideas, sino que también redefine la manera en que se asume la actividad filosófica. Este enfoque transforma las coordenadas políticas, epistémicas y simbólicas, permitiendo cuestionar los sentidos comunes establecidos en los espacios de legitimación de saberes y prácticas políticas.
Dos deseos fundamentales impulsan esta propuesta. El primero es superar la fragmentación o segmentación de las luchas emancipadoras, un desafío crucial para la creación de un movimiento más integrado y coherente. El segundo es la reinvención de nuestras repúblicas, buscando radicalizar las formas de vida hacia una mayor fraternidad desde una perspectiva feminista.
En este contexto, la autora argumenta a favor de conservar los términos “mujer” y “feminismo” en el ámbito académico, tanto en términos estratégicos como posicionales. Estos términos son claves para articular políticas y luchas por la emancipación, subrayando la importancia de reconocer y abordar el papel histórico y político en la configuración de estas dinámicas. Asimismo, reflejan la paradoja entre opresión y emancipación. En ese sentido, al situarnos en esta posición excéntrica, podemos cuestionar y redefinir las estructuras establecidas, promoviendo una visión más inclusiva y transformadora del pensamiento filosófico y político.
A través de la elaboración de una genealogía latinoamericana del feminismo, de sus demandas históricas y la construcción de sus especificidades, se identifica que, en la actualidad, el campo feminista enfrenta dos grandes desafíos: la necesidad de articular la pluralidad de feminismos latinoamericanos con las luchas del campo popular, y la de repensar el vínculo entre el feminismo y el Estado, alejándose de las lógicas consensuales del neoliberalismo.
En ese sentido, Cadahia se pregunta cómo pensar el feminismo dentro del campo popular y la capacidad de configurar una democratización feminista y popular. Para responder esto, recupera el concepto de negatividad que, tal como lo abordan autores como Laclau y Butler, ayudan a pensar la emancipación. Dicho de otra manera, asumir la negatividad como una cuestión elemental de la praxis social permite abordar la conflictividad. Es decir, la capacidad para pensar los antagonismos y su papel en la organización de las luchas por la emancipación.
En su dimensión plebeya, se reflexiona sobre la necesidad de entender lo doméstico en su dimensión conflictual. En la modernidad, lo doméstico no es una propiedad exclusiva de las mujeres, sino un espacio al que han sido confinadas junto con otros sujetos oprimidos, excluidos de la propiedad. Esto nos interpela a pensar cómo estos sujetos oprimidos se han rebelado históricamente contra este dispositivo de la domesticidad. Cuestionándolo no tanto como espacio sino como un tipo de lazo social.
Entonces, lo doméstico se presenta como el reverso obturado de la república, que es aquello que atañe a todos. La propuesta es entonces concebir un devenir público de lo doméstico como una forma de organización política que problematiza la idea de propiedad estructurada por una concepción oligárquica de lo público. En ese sentido, para la autora, las diversas experiencias de lo popular han ido cultivando, en su hacer cotidiano, una idea alternativa de lo público.
La disputa por la cosa pública inaugura una nueva escena republicana en la que los cuidados juegan un papel central. Pensar lo público desde una perspectiva feminista y popular implica trabajar, de forma negativa, la cosa pública de otra manera. Se trata de revertir las lógicas de despojo neoliberal a través de mediaciones institucionales del campo popular. En lugar de permitir que los Estados sean capturados por el neoliberalismo, el objetivo es restituirlos a un uso común: el de los pueblos.
La tarea es marcar una frontera antagónica de manera diferente, donde un Estado de los cuidados se nos presente como la oportunidad histórica para superar las inercias estatistas y “dinamitar” los resabios patriarcales que reactivan experiencias neofascistas más recientes y, que, experimentamos en nuestra actualidad.
En el segundo capítulo, la autora aborda la necesidad de cuestionar y desarmar ciertos prejuicios arraigados en las teorías clásicas sobre las experiencias de los fascismos. A través de una crítica a algunas teorizaciones feministas que tienden a reforzar asociaciones tradicionales entre el líder y el pueblo, la autora propone una visión alternativa para entender la coyuntura actual, caracterizada por nuevas formas de autoritarismo. En este sentido, recupera la noción de “nación plebeya”, la cual permite reflexionar sobre lo común en medio de la heterogeneidad de identidades, necesidades y disputas. El objetivo es desmantelar la narrativa del mundo libre, predominante en la actualidad de nuestras democracias, que sostiene que la libertad implica una ausencia de interferencia. En un contexto neoliberal con desigualdades extremas, esta narrativa erosiona las posibilidades de una vida más equitativa y justa, especialmente para los sectores populares.
En relación con esto, la autora sugiere que uno de los interrogantes cruciales para entender el ascenso de estas nuevas formas de autoritarismo está relacionado con el despojo cultural, material y político que sufren los sectores más humildes, quienes, a menudo, llegan a identificarse con políticos cuyas acciones agravan su vulnerabilidad. Donde las experiencias actuales de desposesión y dificultad están condicionadas por las ficciones oligárquicas de no interferencia estatal, que privilegian a unos pocos a expensas del sacrificio de la mayoría. En este contexto, la disputa central radica en el concepto de libertad. Y por ello, se torna necesario y urgente reconectar esta idea con la interdependencia, los cuidados institucionales y la vida en común.
Este enfoque nos lleva al tercer capítulo, donde Cadahia explora la desconexión entre los problemas de la república y los cuidados. Para ello propone no solo hacer un uso heterodoxo y feminista del archivo filosófico occidental. Sino que, a partir de recuperar los aportes de Michel Foucault sobre los cuidados, debemos volver a la filosofía como inquietud de sí. Filosofía como práctica de cuidado. Entonces es la vía foucaultiana la que nos permitirá conectar y comprender los cuidados en clave republicana. Es decir, pensar los cuidados como problema público y como inquietud por lo común. Esto, por otro lado, supone que no basta solo atarlo como algo inherente a las mujeres, sino que necesitamos ampliar su significado. Es decir, politizarlo y comprenderlo como un problema que nos afecta a todos. En ese sentido, tenemos que pensar los cuidados como prácticas y, por tanto, posibles de transformación, ancladas en las relaciones materiales de existencia. Parafraseando a la autora, cuidar no es hacer algo por los otros sino con esos otros.
En el cuarto capítulo, “La aurora republicana (o el despertar de la fraternidad)”, Cadahia se pregunta si nos es posible recuperar el entusiasmo por la filosofía como una forma de lucidez. Es más, la lucidez aparece en el texto como una fuerza transformadora de la realidad. Con una propuesta a contracorriente que nos invita a corrernos o dejar atrás la actitud de desencanto aprendido de la filosofía, la autora entiende la lucidez como aquello que nos permite sostener la tensión dialéctica entre el desencanto y la lucidez. Para esa recuperación de nuestra disposición hacia el entusiasmo reflexivo y militante, se propone analizar el primer programa de un sistema del idealismo alemán de Hegel, Hölderlin y Schelling. Allí la autora destaca algunas claves para desenterrar la posibilidad de un futuro.
Por otro lado, la cuestión del entusiasmo viene acompañado por una revitalización de la imaginación fraterna, la fantasía, la religiosidad republicana y el mito. Necesitamos volver a imaginar un trabajo público y colectivo de las cosas. Para ello, en vez de obsesionarnos en no repetir el pasado, deberíamos poder encontrar en él la posibilidad de pensar y construir nuestro futuro común.
Específicamente, la cuestión del mito (de la mano de Gramsci), aparece como la posibilidad de configuración de una fantasía concreta dispuesta a constituir una voluntad colectiva. Es decir, la posibilidad de configuración de un deseo colectivo. Y de la mano de Mariátegui, el mito no solo pondría en movimiento una fantasía concreta, sino que sería aquel insumo que nos permitiría configurar nuevas formas de percepción que nos orienten hacia un fututo posible. Que, en el contexto actual, es el entusiasmo filosófico y militante la clave no solo para comprender nuestra actualidad; sino, en palabras de la autora, la posibilidad histórica de (re)ligar las consignas del feminismo con las del republicanismo y de lo popular. Necesitamos de un “nuevo entusiasmo” que nos permita direccionarnos hacia una re-invención fraterna de lo humano.
En el quinto capítulo, titulado “¿Es el feminismo una forma inaudita de humanismo?”, la autora examina el abandono del humanismo como un problema del pensamiento filosófico, pero subraya que el término ha continuado presente, especialmente a través de las apropiaciones plebeyas del derecho.
Cadahia propone reconsiderar el alcance político del término “humanismo” y su aplicación práctica. Aboga por un “uso profano” del humanismo, es decir, liberarse de su uso restringido y marginal dentro del ámbito filosófico para desarrollar una interpretación renovada y plebeya del concepto.
Una cuestión central que atraviesa el capítulo es si la filosofía feminista puede ofrecer la fuerza necesaria para redefinir una nueva humanitas popular. La autora nos invita a replantear la relación entre feminismo y el campo popular, descubriendo cómo ambos emergen de los mismos sustratos. Es crucial, en este sentido, aceptar “la ausencia de pueblo como un signo de nuestros tiempos”, al mismo tiempo que debemos “hallar en las ruinas del significante pueblo aquello que se resiste a desaparecer”.[2]
Para abordar esta cuestión, la autora sugiere abandonar el antiguo vínculo entre la filosofía y lo popular y reconfigurar el problema del humanismo con nuevas claves de lectura, basándose en los aportes de Gramsci y de De Martino. En el contexto actual, es fundamental revisar cómo estos autores nos ayudan a entender que la crisis de lo humano no solo amenaza nuestra condición actual de fragilidad y vulnerabilidad, sino que también sirve como una estrategia de poder del capitalismo contemporáneo.
El capitalismo se manifiesta como una ficción occidental que promete garantizar nuestra existencia, pero que en realidad puede llevarnos a la desaparición. Este sistema pone en riesgo no solo la humanidad y la presencia del sujeto, sino también del mundo en general. Es esencial, entonces, examinar cómo el “entre” que da forma a los hombres y al mundo; que junto con ciertos usos plebeyos que escapan a los rituales mágicos del capitalismo, nos introducen en el terreno de los usos comunes.
En relación con lo anterior, la propuesta de Ernesto De Martino se resalta como aquella capaz de mostrarnos cómo las contradicciones entre lo arcaico y lo progresivo presentes en lo popular pueden revelar formas de futurabilidad. Reconoce la inteligencia de lo popular como una capacidad para reelaborar materiales propios y de “alta cultura”, llevándolos a lugares novedosos e inauditos. En este sentido, la producción de nuevas formas culturales dentro de una comunidad actúa como una estrategia pedagógica.
En este contexto, y siguiendo la propuesta de Cadahia, debemos preguntarnos si el feminismo es “una fuerza histórica capaz de hacernos experimentar la crisis de nuestra presencia y, al mismo tiempo, la posibilidad de una nueva articulación más allá del patriarcado”.[3] Como señala la autora: “Si la magia del capitalismo no ha hecho otra cosa que proponer diferentes usos de lo arcaico bajo las formas de una presencia garantizada, la magia del feminismo puede ayudarnos a negociar la humanitas que pone en juego la ficción histórico-arcaica de lo humano”.[4] Ahora bien, esta batalla solo podrá ser asumida plenamente cuando comprendamos que se libra en el ámbito de lo sensible, a través de su reparto y resignificación.
El sexto capítulo, titulado “Estado de los cuidados” está coescrito con Paula Biglieri y aborda un diagnóstico crucial sobre las condiciones de vida en la actualidad. Las autoras analizan cómo, cada vez más, nuestra existencia está marcada por la incertidumbre y la fragilidad. Aunque esta realidad no es nueva, la pandemia de COVID-19 la evidenció de manera tangible, revelando no solo la imposibilidad de garantizar nuestras vidas, sino también las limitaciones del modelo neoliberal y de nuestros Estados (también neoliberales) para hacerlo. Esta experiencia global no nos condujo a la construcción de sociedades más justas y equitativas, como se podría haber esperado.
En cambio, ha propiciado la proliferación de fuerzas y discursos reaccionarios y fascistas, que han encontrado una oportunidad para construir una narrativa que justifica opresiones y desigualdades. Esta narrativa se basa en una concepción de libertad que, según las autoras, “termina por naturalizar una lógica sacrificial capaz de interpelar a las mayorías vulnerables y hacer que estas exijan, como garantía de sus libertades individuales, la propagación de su propia vulnerabilidad”.[5] Cadahia y Biglieri advierten que la disputa se da entre lo público plebeyo y lo público oligárquico, inaugurando una nueva escena pública de los cuidados y la posibilidad de configurar lo común (¡ahora es cuando!).
Además, en este contexto, muchas voces académicas y militantes (incluidas algunas feministas) tienden a optar por el repliegue y la retirada como respuesta. Sin embargo, para Cadahia y Biglieri, esta opción no es viable, pues está en juego la capacidad de imaginar nuestro futuro y sus condiciones. Para contrarrestar estas disposiciones, las autoras retoman las nociones de sedimentación y reactivación elaboradas por Laclau.
En cuanto a los objetivos del capítulo, las autoras subrayan la urgencia de pensar el Estado y lo público desde una perspectiva feminista, republicana y populista. Esto implica que “el feminismo no solo no debe renunciar a lo público, sino que debe radicalizarse para pensar lo común”.[6] Para ello, es necesario desmontar la falsa dicotomía entre lo público y lo privado, entendiendo que lo privado no es una esfera distinta de lo común, sino “todo aquello que nos ha sido despojado de lo común”.[7] Superar esta falacia requiere generar dinámicas y disputas que permitan revertir las lógicas de despojo neoliberales. Debemos, parafraseando a las autoras, liberar al Estado de la captura neoliberal y restituirlo al uso de lo común y de los comunes.
En el séptimo capítulo, la autora explora la dimensión afectiva en el contexto de la política, una dimensión frecuentemente subestimada pero fundamental en las acciones emancipadoras, tanto en las experiencias republicanas de independencia como en los procesos populistas recientes en América Latina.
Se distancia del giro afectivo contemporáneo y recupera la teoría populista de Laclau para examinar cómo los afectos intervienen en la política. Según Laclau, la nominación y las operaciones significantes están íntimamente ligadas a los afectos, los cuales hacen posible la operación de significación.
La conexión entre significante y significado, tal como lo desarrolla la autora recuperando a Laclau, es contingente y variable, lo que significa que el acto de nombrar produce identidad. En particular, el concepto de “pueblo” es central en esta discusión. La lógica política está profundamente influenciada por el significante “pueblo”, y el conflicto radica en la interpretación de lo que realmente significa cuando se usa este término.
La autora también pone de relieve la importancia de la retórica en la política. La apelación a la retórica tiene el propósito de deshacer los prejuicios asociados con los afectos y reinstalarlos en el centro del pensamiento político a través de la teoría populista. El populismo, en este sentido, actúa como un espacio donde los afectos se manifiestan con fuerza transformadora, mostrando su papel central en la configuración de la política. Dicho de otra manera, es en el populismo donde los afectos son evidentes porque este es un escenario colectivo que pone en juego el drama inherente a la institución del orden simbólico en la política. Esta escena revela la fragilidad, la contingencia y la posibilidad de dislocar cualquier orden, ya sea plebeyo u oligárquico. Y la resistencia al populismo a menudo surge de la propuesta de enfrentar la inestabilidad inherente a todo orden simbólico en el ámbito político. Finalmente, los significados clásicos permanecen en disputa por los significantes, y es en esta arena donde se fragua la posibilidad de un futuro para nuestras repúblicas y, porque no, una imaginación republicana del futuro.
En el octavo y último capítulo, titulado “La conspiración de la naturaleza”, se nos invita a recuperar el valor de la pregunta ingeniosa a través de un regreso a los problemas de la retórica. Este enfoque se basa en la recuperación de los aportes de Gramsci, destacando la importancia del humanismo retórico como praxis filosófica.
Esta perspectiva retórica y humanista nos permite, por un lado, entender las raíces retóricas de varios marxistas heterodoxos que la autora exploró en capítulos anteriores, como Gramsci, Mariátegui y De Martino. Y, por otro lado, nos ofrece una nueva forma de investigar el carácter enigmático del lenguaje y el tipo de vínculo que establece con la realidad.
Además, en lugar de relacionar la retórica únicamente con la ontología (el ser de las cosas), nos invita a vincularla con la poesía. Es decir, con la capacidad de expresar un tipo de ordenamiento ligado a la acción humana a través de la fantasía, la imaginación y el ingenio (la inventio); tres formas de revelar la realidad. El objetivo es desarrollar una filosofía ingeniosa donde el pensamiento poético nos permita entender el carácter metafórico de la realidad.
En este contexto, términos como feminismo, populismo, pueblo o república se han formado como imágenes de nuestra imaginación política colectiva contemporánea. Y como sugiere el texto: “Hagamos de las imágenes luminosas los sortilegios que necesitamos para inventar nuevos enigmas”[8], donde lo común contemple los afectos, la posibilidad de lo humano y de nuestras repúblicas.
Ahora bien, reconocemos que todo ejercicio de lectura es un recorte arbitrario sobre una búsqueda personal y colectiva a preguntas que nos otorguen nuevos sentidos, interrogantes y perspectivas sobre problemas que creemos de relevancia. En este caso, se trata de devolver a los cuidados al centro de la escena de lo político y de nuestra vida cotidiana, donde es fundamental pensar el Estado y sus instituciones, como agentes que garanticen condiciones de vida más igualitarias, dignas y donde la libertad sea posible para todos.
Es en el reconocimiento de nuestra relación de necesidad mutua e interdependencia (también con la naturaleza), que vamos a tener condiciones y opciones para poder elegir qué queremos ser y hacer.
Particularmente me interesa el gesto de intranquilidad y malestar del que nace esta reflexión. Es más, es desde la incomodidad, la urgencia y la necesidad del presente ante la falta de perspectivas y opciones, que necesitamos nuevas preguntas y conexiones teóricas para poder transformar nuestra práctica. Y es la incomodidad, como señalan algunas compañeras feministas, un afecto que nos anima a movernos. Con-movernos para cambiarlo todo.
Incomodidad lúcida, entusiasta, ingeniosa y feminista con la que Cadahia nos propone repensar, desde una profunda preocupación por lo común, las condiciones de posibilidad de nuestras repúblicas y nuestras vidas en ellas. Donde los cuidados de la vida común tienen que estar en el centro de nuestras discusiones, reflexiones y prácticas.
En suma, desde una perspectiva feminista heterodoxa, irreverente, republicana y populista, Luciana Cadahia nos invita a transformar las condiciones de posibilidad del pensamiento, de la reflexión filosófica, de la política, de los afectos y, por supuesto, de nuestra práctica; donde los cuidados ocupan un lugar central para pensar la posibilidad de la vida común. Es decir, sobre el futuro de nuestras repúblicas.
Laura Bagnato es politóloga (UBA). Docente e investigadora UNAJ-UNPAZ-FSOC-UBA. Integrante del Programa de Estudios de Género de la UNAJ. Directora del proyecto de investigación (UNAJ investiga 2023): Cuidados y Universidad: debates, estrategias, y perspectivas desde la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ)
[1] Batthyáni Karina (2020). Miradas latinoamericanas a los cuidados. Buenos Aires/México. Clacso, Siglo XXI.
[2] Cadahia, Luciana (2024). República de los cuidados. Hacia una imaginación política de futuro, Barcelona, Editorial Herder, p. 100
[3] Cadahia, Luciana (2024). República de los cuidados. Hacia una imaginación política de futuro, Barcelona, Editorial Herder, p. 114.
[4] Cadahia, Luciana (2024). República de los cuidados. Hacia una imaginación política de futuro, Barcelona, Editorial Herder, p. 114
[5] Cadahia, Luciana (2024). República de los cuidados. Hacia una imaginación política de futuro, Barcelona, Editorial Herder, p. 121
[6] Cadahia, Luciana (2024). República de los cuidados. Hacia una imaginación política de futuro, Barcelona, Editorial Herder, p. 127
[7] Cadahia, Luciana (2024). República de los cuidados. Hacia una imaginación política de futuro, Barcelona, Editorial Herder, p. 128
[8] Cadahia, Luciana (2024). República de los cuidados. Hacia una imaginación política de futuro, Barcelona, Editorial Herder, p. 163