Semana del pensamiento nacional
Pensamiento nacional: soy un gil avivado

Por Ernesto Mattos

La imagen de la carrera de economía, plagada de números y gráficos, da la sensación de una disciplina neutral, ahistórica, objetiva. Ernesto Mattos pone el foco en las corrientes de pensamiento que dan forma a las carreras de economía, y rescata las ideas del pensamiento nacional, que sirven para avisarse que esa formación tiene muy poco de ahistórico y objetivo.  

 

¿Existe el pensamiento nacional? Un profesor de historia del pensamiento económico de la facultad en ciencias económicas de la universidad nacional de buenos nos decía: “El pensamiento nacional es una nota al pie en la historia universal.” Con el tiempo otro autor, Arturo Jauretche, de Lincoln, bonaerense y abogado, llego a mis lecturas de esas clases tipo “catacumbas” en las que se leía lo que la carrera no admitía, lo no académico, y que esbozaba la idea de que el universal es siempre mirado desde “acá”. Desde la orilla, desde el Río de La Plata, desde el continente suramericano. La nación como eje de pensamiento y no el pensamiento universal: como imposición a la nación. Adaptar “el pensamiento, la reflexión” en vez de adoptar. En ello, la elaboración de un pensamiento que de cuenta de los desafíos por delante. Ante unas ciencias sociales particularizadas, hoy es necesario un pensamiento sistémico: historia, filosofía, economía y política.

En este primer párrafo se condensa primero, una filosofía inconclusa y una zoncera. Una caja de herramientas constituidas desde la realidad propia y sus procesos históricos y productivos. Un tratar de explicar el sistema capitalista desde el lugar periférico. Retomando tradiciones que lo intentaron como el estructuralismo, la teoría de la dependencia o la escuela cepalina que fueron retomados bajo otros preceptos, con debates pendientes y que tal vez deban ser puesto en consideración ¿Existe o hay un sistema de ideas en la región que den cuenta de nuestro desarrollo económico-social y político? El punto fue que, si era una nota al pie para muchos y para otros, era necesario construir ese universal desde “aquí”, había que encontrar algo que los conectara  ¿En qué manual estaba? No había manual. No lo hay y recuperar esas ideas para constituir una idea, un sistema, es lo que permite resistir el avance de ciencias sociales tan parcializadas y tan “presentes” en vez de históricas. Surge de ello otro dilema a la filosofía inconclusa y la zoncera: la parcialidad de las ciencias sociales. El registro ahistórico conceptual, el sistema de ideas de características nacionales pasa a ser un universal, sin piso, lo que Rodolfo Günter Kusch planteó como el “estar siendo” en contraposición al “ser”. Se dejaron de lado los análisis de ciclos históricos y económicos donde la discusión del poder -económico, político; nacional e internacional-, ya no se trata de explicar el mundo y sus crisis sino el caso particular y ahistórico de una zona geográfica.

Filosofía inconclusa y parcialidad de las ciencias sociales

Uno de los pensadores poco estudiados en la carrera de economía -en la Universidad de Buenos Aires- es Rodolfo Günter Kusch. Recientemente se realizó una modificación del plan de estudios de la carrera de Lic. en Economía que pasa a tener orientaciones y a fusionar materias, cambios que no apuntan a sumar reflexión sino a formar profesionales para el mercado. Mantener una formación de reflexión sistémica queda relegada.

Para los clásicos, la formación de los profesionales o técnicos fue en la tradición liberal británica para la conducción de la Nación. Conducir las artes del comercio y la administración pública.

Entre los escritos de Kusch pueden destacarse: La seducción de la barbarie: análisis herético de un continente mestizo (1953), América profunda (1962), Indios, porteños y dioses (1966), De la mala vida porteña (1966), El pensamiento indígena y popular en América (1971), La negación en el pensamiento popular (1975), Geocultura del hombre americano (1976) y Esbozo de una antropología filosófica americana (1978). En estos textos uno puede ir comprendiendo la necesidad de la noción “estar siendo” en contraposición al “ser”. Ese ser arrojado a la nada. El ser y la nada. Tampoco es una contraposición tajante sino más bien una evolución del pensamiento y la reflexión que precisa construir el autor para comprender la región, el territorio, el continente suramericano y dar los primeros pasos en esa idea. La fusión del libro Popol Vuh y La fenomenología del espíritu. Esa fusión entre el pensamiento andino-caribeño de las comunidades y la filosofía eurocentrista es el intento de Günter. En la actualidad   ¿Se debate sobre filosofía latinoamericana y caribeña?

Un último intento de algo parecido, en Argentina, fueron las clases de José Pablo Feinmann que fue profesor en Filosofía de la UBA, entre 1968 y 1974, siendo uno de los creadores de las Cátedras Nacionales que dieron un nuevo impulso a la carrera, en esos años, al bajarla del limbo abstracto y sumergirla en los problemas sociales e históricos, concretos, de nuestra realidad. En 1973 con la impronta de la gestión Puiggrós en la Universidad de Buenos Aires, Feinmann fundó el Centro de Estudios del Pensamiento Latinoamericano (CEPL), dependiente del Departamento de Filosofía de la UBA.

El dilema, para avanzar en un pensamiento nacional y latinoamericano, sigue siendo cómo sistematizamos nuestra historia, lo que somos y que queremos ser. Este continente diverso en pensamiento político e histórico, que es una extensión del pensamiento eurocentrista, tiene una particularidad. Es una colonia en primera instancia, pero es un “ser en sí” para luego ser un “ser para sí”. El proyecto de los liberales en el continente suramericano tiene una impronta que pasa de ser sofismo a ser zoncera. El otro proyecto es el de los Kusch y Feinmann. Esta transmutación es la adaptación del pensamiento y no adoptar “el pensamiento”, como viene del barco. Kusch va a plantearnos la idea del estar aquí, estar siendo, la contemplación, la unificación de lo urbano y rural, como totalidad. Para Günter el hombre de los andes comprende a su casa como un todo, una extensión con la tierra y las montañas. En cambio, el hombre no andino, comprende lo público y lo privado, lo urbano y lo rural. Por ello esta sutil diferencia en el pensamiento nos llevó a aceptar la idea de una “economía” separada de origen “economía política”. Mi profesor obtuvo ese título. Nosotros somos meramente una parcialidad, solamente “economistas”.

Una breve mención a los antecedentes de esa situación entre la creación de la carrera de economía política en 1958 en Argentina, y la crisis de una teoría que arrojó sensatamente en la periferia otra forma de abordar los desafíos del continente suramericano. El punto de inicio son los neoclásicos: Marshall, Stuart Mill  y Menger. Ellos impusieron, a comienzos del siglo XX, al resto de las universidades, la formación de los “economics”. La economía sin política. No obstante, en esos primeros treinta años del siglo XX el debate centrado entre Keynes y el resto de los intelectuales, como Hicks, tuvieron distintas síntesis. Keynes no es keynesiano, sino un neoclásico que propuso la noción de desempleo involuntario, cuando la explicación que imperaba desde la teoría neoclásica era que el desempleo podía ser “voluntario”.

En la periferia, la crisis de 1929 profundizó la industrialización por sustitución de importaciones. El referente máximo de este período hasta la creación de la carrera en 1958 fue Raúl Prebisch, que comenzó sus primera pasos bajo la influencia del pensamiento neoclásico, que trabajó en los anuarios estadísticos de la sociedad rural argentina, y que luego escribirá un libro titulado Introducción a Keynes.  Prebisch es el claro en su libro Hacia una dinámica del Desarrollo Latinoamericano (1963), donde expresa que creía que todos los problemas del desarrollo se resolvían por el libre juego de las fuerzas de la economía internacional o de la economía interna. Pero cuando vino la gran depresión mundial, aquellos años de zozobra lo llevaron a ir desarticulando paso a paso todo lo que se le había enseñado y a arrojarlo por la borda. Era tan grande la contradicción entre la realidad y la interpretación teórica elaborada en los grandes centros, que la interpretación no solo resultaba inoperante cuando se llevaba a la práctica, sino también contraproducente. Esta es la emergencia que a cada intelectual periférico, latinoamericano y caribeño le urge. Pero no confundir antropología con filosofía o estadística con economía política. Las primeras son unas formas de registro, las segundas una forma de reflexión necesaria para ese pensamiento situado nacional y latinoamericano. No alcanzó la autocrítica de Raúl. El desembarco y refuerzo del pensamiento neoclásico (Marshall, Piguo, Walras, Pareto, Hicks, Jevons) y sus distintas vertientes: austriaca (Von Hayek y Menger) y luego monetarista (Milton Freidman) iniciaba una “revancha”, que ocurría en países centrales, ante la corrección de Keynes a la teoría neoclásica que generó los años dorados (1945-1975) del capitalismo: el Estado como planificador, resolviendo las desigualdades sociales imperantes y generador de una identidad nacional. La noche de los bastones largos de 1966 coincide con el ingreso fuerte de materias en la carrera de la economía que van a ir consolidando el perfil del profesional de economía más matemático que político. Va perdiendo sentido lo “político” en la economía argentina, se pierde el sentido de la conducción nacional como lo habían planteado los liberales nacionales británicos como Adam Smith, David Hume, David Ricardo o James Stuart Mill. Que tuvieron como premisa cómo pensar una comunidad y alcanzar la felicidad conjunta.

Sin embargo, al trabajo de Kusch y Feinmann, hay que sumar el trabajo realizado por Enrique Dussel, recientemente fallecido y que nos dejó una obra necesaria, para pensar y reflexionar de forma sistémica, que se publicó como El pensamiento filosófico latinoamericano y del caribe y “latino” (1300-2000). Del cual, sumado a la idea de un pensamiento estructuralista o teoría de la dependencia nos aporta la noción de “Filosofía de la Economía”, como idea centro, una estructura definida que se sintetiza en:

“Entenderemos aquí por “filosofía de la economía” los componentes filosóficos formales presupuestos, principios, finalidades y efectos o consecuencias, de un contenido (ontológico, antropológico, ético, político, sociocultural, epistemológico) que contribuyen a conformar la vida económica de las sociedades y comunidades latinoamericanas y del caribe. Dicha vida económica puede ser analizada a varios niveles: a] A nivel estructural (formaciones sociales complejas, sistemas económicos o modos de producción, modelos de desarrollo); b] A nivel de los procesos históricos-políticos de tales estructuras: dinámica (externa e interna), escala (nacional, regional, local), tipo de conflictos (clase, etnia, región, género) y actores (uno de ellos el Estado, sus políticas económicas); y c] A nivel socio-cultural, tomando en cuenta el modo como las propias comunidades y organizaciones sociales participan, experimenta, piensan e imaginan las relaciones económicas, que normalmente no es el modo como lo imaginan y postulan las teorías. Los sujetos de la reflexión “filosofía de la economía”, por tanto, son filósofos y economistas, intelectuales situados más allá de esas dos fronteras disciplinarias, y también comunidades y movimientos sociales, de los grandes relegados por la reflexión académica tradicional. El carácter “latinoamericano” es tanto de los “componentes filosóficos” como de la “economía” y reconoce la tensión inevitable en un discurso que debe identificar lo que hermana y distingue a las sociedades latinoamericanas entre sí. Como puede notarse, la complejidad del tema es indiscutible y exponerla, aunque sólo fuera en sus rasgos gruesos podría constituir todo un programa de investigación aún no realizado[1]”,

Esta investigación aún pendiente pero que tiene antecedentes teóricos permitirían avanzar en un pensamiento nacional, latinoamericano y del caribe, situado.

Por lo tanto, los clásicos parten su análisis de los factores productivos: tierra, trabajo y capital con sus retribuciones, la renta de la tierra, el salario y el beneficio del capital. Diferente al pensamiento neoclásico y liberal que critica Keynes, que logra sintetizar esa crisis como: el darwinismo económico, el libre comercio y el individualismo. Dichas nociones formaron técnicos burocráticos para la conducción de la Nación Latinoamericana, adeptos al libre comercio como desarrollo, y solo hemos obtenido una estructura productiva similar a la de la época de la colonia. No son solo las burocracias, sino que el análisis del poder político, los antagonismos y alianzas entre agentes sociales, se hace necesario.

Zoncera nacional

¿Qué es una zoncera? ¿Cómo la identificamos? No es tarea sencilla, por eso cuando a Jauretche le decían ¿Usted dejó de ser zonzo? No, solo soy un gil avivado. En esto condensa la idea. El trabajo de Jauretche siempre fue metódico y con un uso riguroso de las fuentes. Investigación y demostración para concluir en que algo de verdad había en la zoncera, pero también había algo de mentira. Es la adaptación del sofismo, que llegó desde los barcos pero que se transformó en las pampas en zoncera, que cumple un papel, impedir el razonamiento, reemplazado por consignas repetidas incesantemente por los multimedios de la comunicación hasta convertirlas en lugares comunes del pensamiento social. Asiain[2] lo sintetiza al explicar que mareados por el bombardeo mediático terminamos atentando contra nuestro “bolsillo”, pero si sumamos la cantidad de personas afectadas por la zoncera, entonces obtenemos que la suma de los bolsillos de los azonzados se transforma en la propia economía nacional. Por ello la zoncera sirve sólo a ciertos sectores minoritarios de la sociedad que se benefician de la desorientación de las mayorías “azonzadas”. Lo fundamental es analizar la zoncera ¿Lleva tiempo? Sí, porque hay zonceras económicas, políticas, sociales y seguimos buscando vamos a encontrar. Todas ellas son construidas desde la “intelligentzia” y amplificadas por la maquinaria comunicación y sostenida en los espacios de educación superior como criterio de académico y no académico. Es el resultado de la colonización pedagógica por cumplir la función de transpolar los valores falsamente universales (valores de la Europa, el país de la Libertad estadounidense o la diplomacia británica) en valores nacionales, invisibilizando la dominación colonial.

Un ejemplo de ello, una zoncera económica madre en este siglo XXI, es la definición de economía que se enseña/repite en todas las aulas de las universidades nacionales públicas, y también en las privadas. La cual dice que el objetivo de la economía es estudiar la administración de los recursos escasos. Con ese criterio y definición estamos formando un abogado, economista, ingeniero, docente de secundaria, arquitecto, sociólogo, politólogo o diseñador, que no dudarán en no hacer un hospital, una ruta o construir un puente ¿Por qué? Porque los recursos son escasos. Luego del recorrido que realizamos, analizando los desafíos de la filosofía inconclusa y la parcialidad de las ciencias sociales, parece que desde la economía todo está resuelto: no hay plata. Lo que subyace a esa definición es la construcción de una sociedad basada en el darwinismo económico, el individualismo y el libre comercio. Keynes caracterizó así al pensamiento neoclásico, pues es claro que lo que se enseña en economía, y que es dominante es el pensamiento neoclásico matematizado en la periferia. Que convive con el pensamiento crítico que muchas veces llega en la forma de marxismo. Pero esto nos vuelve a poner sobre la mesa las diversas “zonceras e intelligentzia”. Para demostrar por qué es zoncera madre lo que planteamos al principio del párrafo, es porque ya David Ricardo[3] definió en las primeras hojas de su libro que el objeto de estudio de la Economía Política sería las mercancías reproducibles que pudieran aplicársele trabajo. Un paño, un vino o un libro. En cambio, las mercancías que no sean reproducibles y que no puedan aplicársele trabajo, pero que sean útiles y escasas, eran casos especiales. Por ejemplo, un cuadro de arte, un Picasso, no son el objeto de estudio de la economía política.

Sin el método Jauretche se reinstalaron nuevas zonceras, y otras que vienen desde el fondo de la historia. Una segunda zoncera de índole política-histórica es “lo novedoso de Milei”, que no tiene nada de novedoso: es la histórica oligarquía, liberal conservadora rioplatense, en el caso argentino la ganadera. En el caso de Chile se condensó en el libro El ladrillo que fue el programa económico de Pinochet, tras el golpe de 1973, uno de sus autores Sergio Castro fue Ministro de Economía y Hacienda entre 1974-1982. En el caso argentino fue con Martínez de Hoz, Ministro de Economía (1976-1980), en su libro Bases para la Argentina moderna 1976-1980” donde esas ideas tuvieron el mismo tronco del pensamiento neoclásico (siglo XIX) y sus vertientes más actualizadas (monetarismo y escuela austriaca) que podemos definir en: a) El anticomunismo, b) El fin del desarrollismo y de un estado de reformas regulador de la economía y promotor del desarrollo e integración social, y c) un mesianismo de mercado que sacraliza los valores de la libertad y lucho individual, eficiencia y competitividad, y entrega la economía de manera absoluta a las demandas de la división del trabajo, los capitales y los mercados internacionales. La escuela austriaca pertenece a la corriente heterodoxa de la economía, y por ello plantear la discusión entre ortodoxos y heterodoxos complica el análisis y vuelve oportuno retomar los aportes de centro-periferia, desarrollo-subdesarrollo, dependencia-liberación y teología de la liberación, que son corrientes complementarias y propias de pensamiento económico latinoamericano.

Cada país tiene sus zonceras y en el caso argentino queremos recordar a uno de los giles avivados, Arturo Jauretche, por sus aportes al pensamiento nacional que requirió tiempo y dedicación, formación y relectura de muchos clásicos. Estos aportes sirvieron para debatir en su tiempo, y ahora sirven para no dejarse convencer tan fácilmente ante verdades universales, porque la intelligentzia está preparada para crear zonceras para todos lados y para todos los gustos.

 

 


Ernesto Mattos. Economista (UBA) y Director del Instituto de Estudios para el Desarrollo Productivo y la Innovación de la Universidad Nacional de José C. Paz. Docente de Economía (UNPAZ) y Macroeconomía y Política Económica (UNAJ) y miembro de la Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche.

Twitter: @mattosernesto

 

 


[1] Gutiérrez, G. (2011). La filosofía de la economía. En Enrique Dussel, Eduardo Mendieta y Carmen Bohórquez (Eds.). El pensamiento filosófico latinoamericana, del Caribe y “latino”, (pp. 595-606). México: Siglo XXI editores.

[2] Asiain, A. (2014). Manual de Zonceras Económicas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Peña Lillo. Ediciones Continente.

[3] Ricardo, D. (1959). Principio de Economía y tributación. México: Fondo de Cultura Económica.

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