Por Alejandro Campos (UBA-FSOC)
Desde hace algunos años, en varios países de la región las discusiones en torno al género ascendieron al primer plano del debate público. Especialmente en los últimos dos años, y en el marco de procesos electorales, esos debates se intensificaron, sobre todo en Costa Rica –en ocasión de las elecciones presidenciales-, durante el referéndum por la paz en Colombia y también en Brasil, durante el proceso electoral que desembocó en la polémica elección del militar Jair Bolsonaro a la presidencia.
La intensificación de estos debates estuvo marcada por discursos de odio y estigmatización tanto hacia los activismos feministas como a las comunidades LGTTBIQ+. Y si bien es reciente la mayor visibilización de una ofensiva reaccionaria por parte de distintos actores políticos y eclesiásticos –tanto evangelistas como católicos-, éstos son el corolario de un largo proceso cuyas estrategias iniciales nos obligan a remontarnos hasta los años noventa, años en que las discusiones en torno a los derechos humanos de las mujeres y de las identidades LGTTBIQ+ se hicieron sentir con fuerza en distintas conferencias internacionales organizadas por la ONU.
Este artículo propone un breve bosquejo del cuadro de situación actual respecto al tema, así como dar cuenta del trabajo en torno al rastreo de las huellas de los orígenes del concepto de “Ideología de género”, término al que apelan las diferentes ofensivas neo-conservadoras que se despliegan en todo el mundo, y que encuentran una intensa resonancia en nuestro continente.
Colombia, Costa Rica, Brasil
En octubre de 2016 se celebró en Colombia el plebiscito respecto al acuerdo de paz firmado en La Habana entre el gobierno colombiano y las FARC. Cuando todo indicaba que después de más de cinco décadas de belicismo lxs colombianxs se inclinarían por la paz, durante el tramo final de campaña se coló en agenda un debate inesperado. El acuerdo contemplaba la inclusión de una perspectiva de género que relevaba la especificidad de la violencia sufrida por las mujeres y por la población LGTTBIQ+ por parte tanto de las organizaciones paramilitares como de las FARC. Dicha inclusión no había despertado mayor revuelo sino hasta que grupos conservadores –tanto sectores políticos vinculados al uribismo, como sectores eclesiásticos- la emparentaron con un suceso que poco tenía que ver en el asunto: los manuales de convivencia escolar que incluían la perspectiva de género, así como representaciones de identidades y orientaciones no únicamente heterosexuales. A través principalmente de la viralización en redes se instaló rápidamente una campaña plagada de fakes news en contra de esos manuales, que devino en una campaña en contra de la ministra de educación y del gobierno en su conjunto, acusándolo de querer introducir la “ideología de género”1 en el país: votar por el “Sí” al acuerdo implicaba consentir la introducción de la “ideología de género” en Colombia y apoyar a un gobierno que pervertía a lxs niñxs, igualando la mera representación de identidades no heterosexuales con su promoción2. El propio presidente de aquél entonces, Juan Manual Santos, tuvo que salir a aclarar que su gobierno no promovía esa “ideología”, legitimando, aún sin quererlo, su supuesta existencia. La estrategia finalmente tuvo su resultado, y aún por un estrechísimo margen, se impuso el “No” a la paz.
Un año y medio después, en mayo de 2018, tuvieron lugar las elecciones presidenciales en Costa Rica. En ese marco, un estrambótico personaje, el candidato a la presidencia Francisco Alvarado, cantante y pastor evangelista, se catapultó al tope de las intenciones de voto apelando a un discurso de férrea defensa de “la familia”, cargado de odio contra la comunidad LGTTBIQ+ y la “ideología de género”. Este salto en las encuestas se produjo apenas después de un pronunciamiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (con sede en San José, Costa Rica) a favor del casamiento entre parejas del mismo sexo. Tras resultar triunfante en una primera vuelta, el candidato fue derrotado en el ballotage, cosechando nada menos que el 40 por ciento de los votos, tras haber inoculado una enorme dosis de odio que aumentó los ataques y expresiones discriminatorias.
Pero sin dudas, por su impacto regional, el caso más resonante fue la campaña del militar brasilero Jair Bolsonaro, que comandó una pelea electoral con una
carga de violencia pocas veces vista en la historia de las democracias latinoamericanas. Recostado sobre el poder de las iglesias evangelistas, de fuertísima presencia territorial (más del 30 por ciento de los brasileros se consideran evangelistas) e institucional (la bancada evangelista en el congreso supera ampliamente los 100 diputados), Bolsonaro hizo de la lucha contra la “ideología de género” una de sus banderas. A través de la difusión de fake news con un tinte similar a las utilizadas en Costa Rica y Colombia, apeló al pánico moral que despertaron noticias acerca de los planes educativos “pervertidos” que se implementarían en un eventual gobierno de Fernando Haddad, candidato del PT. Tras resultar electo, creó el Ministerio de la familia, colocando a Damares Alves al frente del mismo, una pastora evangélica, autora de lamentables frases como “Es una nueva era en Brasil: niños visten de azul, niñas visten de rosa”, quien también sostuvo recientemente que “expertos nos dijeron que las niñas son explotadas sexualmente allí (en el Amazonas) porque no tienen bragas (calzones), no las usan porque son pobres”3
Los sucesos en estos tres países están lejos de constituir una excepción. A una velocidad y con una lógica de franquicia, como si se tratara de un merchandaising de protesta, las mismas consignas (“Con mis hijos no te metas”), estética y cartelería (un niño de rosa, un niño de azul) son adoptadas por grupos religiosos de todos los países del continente. Ahora bien, ¿cómo llegamos a esta coyuntura? ¿Cuándo comenzó a incubarse pacientemente el huevo de esta serpiente? 4
Género (y sexo) en la ONU
Durante los años noventa, en el marco de conferencias internacionales de distinto tipo organizadas por la ONU5, los movimientos feministas y LGTTBIQ+ lograron el reconocimiento e inclusión de una perspectiva ligada al género y a la orientación sexual en los sucesivos informes y documentos finales elaborados en aquéllas oportunidades. La brasilera Sonia Correa, activista feminista e integrante de “Sexuality Policy Watch”, ubica el inicio de una inflexión en las estrategias con las que el Vaticano encaraba las negociaciones en estas instancias luego de las conferencias internacionales de El Cairo y Pekín, en 1994 y 1995 respectivamente. Ambas conferencias culminaron con una derrota de las posiciones de la Santa Sede, en tanto los documentos finales y los Planes de
Acción que emanaron de aquéllas marcaron un enorme avance de las posiciones feministas en casi todos los aspectos, incorporando la importancia de los derechos reproductivos, de la implementación de educación sexual en las escuelas, así como el reconocimiento del aborto como un grave problema de salud pública, entre otras conquistas. Según la genealogía trazada por Sonia Correa, es entre estas conferencias y las revisiones pautadas por la ONU cinco años después (El Cairo +5, en 1999 y Pekin + 5, en el 2000) que madura la estrategia vaticana que desembocaría, a comienzos del siglo XXI, en la difusión del concepto de “ideología de género”. Esta torsión estratégica ya se plasma con mayor claridad en documentos pontificios como el “Léxico de 2003” o la “Carta a los obispos”, de Joseph Ratzinger, en 2004. Ya en las instancias de revisión de las Plataformas de Acción de El Cairo y Pekín, puede constatarse un ataque articulado al concepto de género que tiene por objeto eliminar el concepto de los documentos, argumentando que excede la referencia a la desigualdad entre hombres y mujeres. La “Carta a los obispos” será un texto expresamente dedicado a sentar la posición de la iglesia católica en su disputa con los feminismos, y a presentar todos los “peligros” que supone el abandono de una concepción esencialista del género, acusando al feminismo de ser una ideología que “subraya fuertemente la condición de subordinación de la mujer a fin de suscitar una actitud de contestación”6, así como de minimizar las consideraciones derivadas de las diferencias sexuales, “mientras la dimensión estrictamente cultural, llamada género ,queda subrayada al máximo y considerada primaria”. No falta la acusación, tampoco, de que “tal tendencia (el feminismo) consideraría sin importancia e irrelevante el hecho de que el Hijo de Dios haya asumido la naturaleza humana en su forma masculina”7
Un personaje central detrás de estas re-elaboraciones teológicas es la escritora Dale O Leary, de la Asociación Médica Católica de Estados Unidos, autora de “La agenda del género – Redefiniendo la Igualdad” (“The gender agenda – Redefining Equality”), libro dedicado a confrontar contra las posiciones feministas y contra la agenda de la ONU en materia de derechos de las mujeres. Si algo caracteriza a este tipo de publicaciones de las corrientes conservadoras8 es la deslegitimación absoluta de los planteos de los feminismos y de las disidencias sexuales a partir de la estigmatización, apelando a una estrategia argumental de lo más baja, en tanto desestima los planteos focalizándose en las
biografías de feministas a las que se presenta como marcadas por el resentimiento y la frustración, colocando ese supuesto fracaso personal como causa de sus posiciones políticas y su tendencia a generalizar experiencias individuales. Esta re-psicologización de los confilictos políticos entre los géneros implica, obviamente, su despolitización. La bibliografía anti-género parece destinada así a tapiar las puertas y ventanas abiertas con la emblemática consigna nacida de los feminismos de los años sesenta: “lo personal es político”.
En “The gender agenda” ya se encuentran delineados por primera vez todos los frentes de la cruzada anti derechos: defensa de la familia tradicional, ataque a la educación sexual en las escuelas, defensa del binarismo de género y la heterosexualidad, lucha contra la legalización del aborto. El libro gravita en torno a las disputas libradas en el marco de la ONU, mayormente en las Conferencias de El Cairo y Beijing. Este resulta un aspecto importante, porque precisamente la ONU comienza a delinearse como uno de los blancos de este discurso anti – derechos. El organismo no está tanto construido como un “enemigo”, sino como una víctima que está siendo “presa de ideologías peligrosas, que están utilizando el poder y la influencia de la ONU para imponer sus esquemas peligrosos”9, para luego advertir que “la ONU no debe convertirse en un gobierno internacional”10. Quizás proyectando las lógicas y estrategias propias del catolicismo, se habla del “lobby” feminista o del “lobby gay”, y con la connotación más bien elitista y conspirativa del término, se va dando cuerpo a un discurso que presenta a los activismos feministas y de la diversidad sexual como una fuerza que elabora planes más bien ocultos (en más de una ocasión, O Leary menciona que las feministas no son claras respecto a sus intenciones y que la prensa internacional tiende a omitir o soslayar los efectos derivados de las conferencias) que buscan “imponer una camisa de fuerza ideológica en el mundo”11. Esta caracterización tiene el efecto de teñir de un aura conspirativa los “planes” del feminismo, y así el discurso en más de una ocasión se desliza de lo político a lo teológico, y aunque ella misma no hable del “diablo”, sobrevuela su texto la sensación de fuerzas ocultas cuya expansión hay que combatir. Algo de eso ya está presente en la advertencia respecto al peligro de que la ONU se vuelva un “gobierno internacional”, amenaza que según la autora hace tambalear los “derechos de las naciones, el respeto a las diferencias y el derecho fundamental a la libertad religiosa y la libertad de la conciencia”.12
Una antinomia de moda: globalistas vs nacionalistas
“El futuro no pertenece a los globalistas. El futuro pertenece a los patriotas”, lanzó Donald Trump al inicio de su último discurso en la Asamblea General de la ONU.13 Asistimos, en los últimos años, a la mayor crisis del proyecto globalizador, al menos del andamiaje que construyó después de la segunda guerra mundial. En este marco de re-emergencia de discursos nacionalistas (especialmente de las extremas derechas) en todo el mundo, los organismos multilaterales y los bloques regionales son el blanco de las mayores críticas, responsabilizados de erosionar y condicionar las soberanías nacionales (¡como si éstas se vieran limitadas únicamente por los procesos de integración políticos, y no por el accionar económico de las grandes corporaciones!). Poco antes de Trump, habló en la ONU el ex capitán Jair Bolsonaro, en un discurso que apeló más al orden (religioso) que al progreso: “En las últimas décadas, hemos sido seducidos sin saberlo por sistemas ideológicos de pensamiento que no buscaban la verdad sino el poder absoluto (…) La ideología ha invadido nuestros hogares para invertir contra la célula mater de cualquier sociedad sana: la familia. También intentan destruir la inocencia de nuestros hijos pervirtiendo incluso su identidad más básica y elemental, la biológica”, para culminar su discurso con una advertencia a la ONU: “No estamos aquí para borrar nacionalidades y soberanías en nombre de un interés global abstracto”.14
Quizás sea en la figura de este ex capitán que la cruzada anti – género alcance su aspecto más grotesco. Que la más virulenta reacción conservadora y neocolonial se produzca precisamente en Brasil resulta paradigmático, ya que el país tuvo, sobre todo durante el comienzo del primer mandato de Lula Da Silva, un rol protagónico en la promoción de los derechos de la mujer y de las diversidades sexuales en el marco de las conferencias de la ONU. El discurso que encarna este ex capitán condensa a la perfección la agenda anti – género. Al fantasma del comunismo agregó Bolsonaro el fantasma del género, un espectro quizás más adecuado a nuestra época, más eficaz para despertar en sectores de la población –y en un país fuertemente evangelista-, el pánico y la indignación moral.
Ideología de género y neo-colonialismo
Aún cuando pueda sorprendernos la intensidad de las resonancias que encuentran en la sociedad estos discursos reaccionarios, hay varios elementos epocales que permiten comprender la eficacia y la pregnancia de éstos en la sociedad. Por un lado, la progresiva precarización de la vida tiene consecuencias subjetivas que sumen en la frustración a millones de personas. Este sentimiento de frustración y de superfluidad, más que esperar un discurso balsámico, puede estar aguardando la mecha que acabe de encenderlo, que habilite el pasaje al acto de sus fantasías vengativas. Es muy posible que este sentimiento de frustración cale más hondo en los hombres, que han sido socializados creyendo que deben ser los responsables de garantizar el buen pasar de sus familias. En el contexto de esta precarización de la vida, crece la demanda de encontrar una figura que funcione como chivo expiatorio, y el poder se pone al servicio de contornear distintas figuras: feministas, gays, travestis, inmigrantes, pobres, vagos. La proliferación de nuevas expresiones sexuales y genéricas parece detonar el pánico moral en subjetividades precarias y violentas cuya efervescencia busca descargarse sobre todo aquello que haga tambalear los contornos actuales de sus representaciones.
Por otro lado –y excede el marco de este artículo- sería interesante indagar en las capas de sentido que se desprenden de una consigna como “Con mis hijos no te metas”. ¿Qué tipo de angustia se expresa en una frase a la vez amenazante y defensiva como esa? ¿Qué tipo de representaciones y afectividades la sostienen? ¿Puede esta sensibilidad defensiva estar conectada con un sentimiento de impotencia extendido entre las nuevas generaciones de madres y padres? Tal como dice Gilles Deleuze en su “Posdata sobre las sociedad de control”, “todos los adentros están en crisis”15 Y esos “adentros” refieren no solamente a los de las instituciones disciplinarias como la escuela o la cárcel, sino también a la propia interioridad, e incluso al adentro que supone la familia. La omnipresencia de las tecnologías agujerea el “adentro” de la familia, poniendo en crisis su carácter relativamente insular, intensificando la influencia de los vínculos entre pares, probablemente en detrimento de los vínculos jerárquicos intergeneracionales, promoviendo vincularidades más atravesadas por los efectos de contagio que por la transmisión filial. Ante la dificultad de lidiar con efectos epocales, demasiado vastos como para desplegar acciones que permitan contrarrestarlos, no parece descabellado pensar que sea a través del ataque a la
escuela, institución más cercana y reconocible, que pueda canalizarse ese sentimiento de impotencia. Una escuela que estaría abusando de su rol pedagógico, al tratar temas que deberían ceñirse a la educación familiar.
La ESI resulta una herramienta potente, entre muchas otras cosas, porque devela el carácter político de lo que durante mucho tiempo se consideró privado: la sexualidad. Tal como mencionaba antes, gran parte de estas ofensivas conservadoras y neo-coloniales parecen buscar tapiar esa porosidad de los “adentros” en crisis, reaccionando contra la citada consigna (“lo personal es político”) que ha ventilado nuestras sociedades.
El progresivo debilitamiento del patriarcado, su desnaturalización y el develamiento de sus mecanismos, aparece como una enorme amenaza contra el sistema vigente. Y conviene ser bastante claros respecto a lo siguiente: el ataque a las políticas sexuales no es monopolio de los gobiernos de derecha de la región. También otros gobiernos –el caso de Ecuador, durante el gobierno de Rafael Correa, es paradigmático- han estigmatizado este tipo de políticas, lo que condujo en algunos países –como por caso Ecuador y Perú- a la prohibición de manuales inclusivos para la enseñanza de educación sexual. Esto demuestra que un proceso progresista de ampliación de derechos puede sin embargo ser restrictivo en materia de política sexual. La particularidad, no obstante, de estos nuevos gobiernos de derecha es que en ellos se condensan todas las ofensivas conservadoras posibles, buscando reponer un imaginario a la vez racista, patriarcal, clasista y exclusivamente heterosexual, a la vez que anti-ecologista. El arcaísmo de sus discursos jurásicos es propio de su carácter neo-colonial, y persigue el objetivo de una brutal re-jerarquización de todas las relaciones de poder. Si el sistema sexo-genérico (con su rígida segmentación de la sociedad en una esfera pública habitada por hombres y una privada, habitada por mujeres) y la racialización fueron dos dispositivos nodales en la dominación colonial, estos gobiernos y proyectos políticos, en su reivindicación del esquema tradicional de familia, pero también en su ataque a los consensos alcanzados en torno a los derechos humanos y derechos ambientales, muestran su afán de clausurar las líneas de fuga y cerrar todas las rajaduras que se abrieron durante las últimas décadas.
Lo más probable es que el carácter destructivo de las pulsiones que habitan estas corrientes neo-conservadoras destine sus planes al fracaso.
1- La eficacia de este concepto reside, entre otras cosas, tal como ocurre con un concepto como el de “terrorismo”, en su vaguedad. Esta vaguedad le otorga un alto potencial metamórfico, capaz de ser utilizado en diversos contextos y contra distintas iniciativas.
2- La campaña difamatoria incluyó, entre otras cosas, el montaje de imágenes de los manuales con dibujos de un caricaturista “porno” gay de Bélgica. Una retórica con la que insisten estas militancias es la de acusar de “imponer” y “alentar” cuando simplemente se intenta visibilizar y ampliar los horizontes de lo posible, incluyendo representaciones de géneros más allá del binarismo y de orientaciones más allá de la heterosexual. La misma línea argumental han seguido con cada uno de los derechos que tocan intereses de la Iglesia, tal como sucedió con el divorcio, las discusiones en torno a la legalización del aborto y de la eutanasia, acerca de las cuales se advierte sobre la “pendiente deslizante” que podrían provocar estos derechos, alentando las prácticas abortivas, la eutanasia o los divorcios.
3- http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20040731_collaboration_sp.html
4- Para profundizar en los sucesos ocurridos en estos tres países, recomiendo el documental “Género bajo ataque”, disponible en youtube.
5- Las más emblemáticas fueron tanto las de El Cairo (1994), sobre “Población y desarrollo”, y la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Mujer, en Beijing (1995)
6- http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20040731_collaboration_sp.html
7- http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20040731_collaboration_sp.html
8- El referente más “pop” de estas corrientes en Argentina es Agustín Laje, un cordobés autor junto a Nicolás Márquez de “El libro negro de la nueva izquierda”, extraño texto ecléctico, con diseño de tapa “pop”, pretencioso índice academicista, y contenido en extremo panfletario. El libro tiene una amplia difusión y se encuentra hace meses en el top 100 de los más vendidos. Ahí los autores buscan mostrar la “perversión” del pos-marxismo, capturado por las reivindicaciones de las disidencias sexuales y los feminismos. El nivel de arcaísmo de sus discursos puede dimensionarse en la reactualización de un discurso moral – religioso acerca de la homosexualidad como perversión, lo que me parece uno de los rasgos más preocupantes del libro, en tanto ni siquiera apela a un discurso ya de por sí perimido como fue el de la medicina y su enfoque patologizante respecto a la homosexualidad y otras diversidades sexuales, sino que va más atrás en el tiempo, ya que al construir nuevamente a la homosexualidad como perversión busca despertar una indignación moral en torno a las prácticas sexuales no heteronormativas. La eficacia para instalar este discurso a un nivel más masivo y “pop” es un fenómeno al que más vale prestar especial atención. Las estrategias más recientes de Agustín Laje incluyen entrevistas con testimonios de conversión de personas ex LGTTBI+ arrepentidas de su pasado. En estos testimonios se construye a la comunidad LGTTBI+ no sólo como peligrosa en su ideología, sino como una suerte de “mafia” que amenaza a todos aquéllos que se han alejado de sus filas.
9- O’Leary, Dale, “La agenda de género”, 1997. http://www.catolicosalerta.com.ar/nuevo-orden/agenda-genero.pdf
10- Ídem.
11- Ídem.
12- Ídem.
13- https://www.youtube.com/watch?v=7wbg4ajO0mQ&t=42s
14- https://medium.com/@NeoAlberdiman/discurso-de-jair-m-bolsonaro-74-asamblea-general-de-la-o-n-u-315a0a58cb5c
15- Deleuze, Gilles, “Posdata sobre las sociedades de control”, en Christian Ferrer (Comp.) El lenguaje literario, Tº 2, Ed. Nordan, Montevideo, 1991.