Dossier especial 2001
El Medio justifica el fin político: La experiencia Indymedia

Por Marilina Winik

El colectivo medio-activista Indymedia fue el primer medio argentino 100% digital. Algo insólito y revolucionario hace veinte años, cuando la conexión a internet era telefónica –solo algunos podían conectarse desde las casas – la comunicación se daba por mail y msn. No había blogs ni plataformas. Los buscadores no colectaban big data y la navegación en internet era un poco a ciegas y a tientas en un mar de páginas y foros cambiantes. “Cubríamos marchas, piquetes y asambleas desde una perspectiva no convencional. Corríamos tras las represiones policiales-institucionales, éramos un medio que aguantaba el tiempo necesario tras los apremios ilegales que llevaron a muchxs compañerxs a las comisarías, visibilizábamos lo que ningún medio hegemónico se atrevía a mostrar como las tomas de tierras desde dentro o las ollas populares y sus asambleas” recuerda la socióloga Marilina Winik. Indymedia era un colectivo variopinto. Lo integraban periodistas, artistas, fotografxs, cineastas, sociólogxs, antropólogxs, politólogxs y militantes sociales. En el medio de la hecatombe post 2001, ¿cómo se batallaba contra lo omitido/sesgado/ideologizado por los grandes medios de comunicación desde las trincheras de los cyber-cafés abiertos 24 horas?

Foto de Nicolás Pousthomis.

Escribir sobre mi paso por Indymedia, es sobreponer un Yo en un “nosotros” que, aunque parezca inverosímil ya nos llamábamos “nosotrxs”.

Quienes participamos de esa experiencia, vivimos contextos comunicacionales extraordinarios (momentos que luego nos enteramos que eran “vanguardistas” ya que se encontraban en la convergencia de lo local-global al compás de la Internet y las Nuevas Tecnologías Infocomunicacionales).

Si se quiere, Indymedia funcionó como un engranaje comunicacional entre una red global que cimentó un modo de informar sucesos mundiales en interacción con la ciudad de Buenos Aires.

Vale entonces reflexionar acerca de las potencias, problemas y desafíos en los modos de experimentación mediactivista e interrogarse sobre los aportes, en el post 2001, que el colectivo Indymedia ofreció a esa “nueva realidad”, que no era una “nueva normalidad”.

Localidad

Diciembre de 2001 fue un escenario convulsionado de amasijo social, económico, político que, a pesar de las múltiples interpretaciones de los acontecimientos producidos, me permito caracterizar a aquella época como un momento en que las personas nos vimos en una tremenda soledad por el abandono de los líderes nacionales, lo que se denominó “crisis de representación”.

Tras un largo proceso de deterioro, se desencadena específicamente el 19 y 20 de diciembre de 2001 una revuelta social como nunca antes lo había experimentado. En esa desolación nació la inquietud de participar en un espacio de comunicación para intervenir de manera orgánica e interpretar los hechos de aquella realidad de manera colectiva. Así es que sorprendentemente localicé a Indymedia Argentina. El contacto fue inmediato. Fui convocada a un encuentro en momentos de formación incipiente de aquel medio-activista. Para la mayoría, era nuestra primera reunión. La sensación de pertenencia fue inmediata, casi como un encastre de piezas de rompecabezas. El dispositivo mediactivista se puso en marcha de inmediato: cubríamos marchas, piquetes y asambleas desde una perspectiva no convencional. Corríamos tras las represiones policiales-institucionales, éramos un medio que aguantaba el tiempo necesario tras los apremios ilegales que llevaron a muchxs compañerxs a las comisarías, visibilizábamos lo que ningún medio hegemónico se atrevía a mostrar como las tomas de tierras desde dentro de los propios protagonistas o las ollas populares y sus asambleas. Todo evento que implicase una manifestación de reivindicación de injusticias sociales, Indymedia transmitía del lado más acuciante, la gente desposeída, desesperada, desocupada, hambrienta…

¿Cuál era la práctica inhabitual que hacía que el Medio sea un fin político? Por empezar, Indymedia era uno de los primeros medios, sino el primero, en ser 100% digital. Esto que hoy está naturalizado, en aquel momento fue una innovación de avanzada. Era una construcción integralmente digital, es decir, su soporte no precisaba de la impresión en papel. Esta aparición era en cierto modo, tan chocante, insólita como revolucionaria. El nuevo siglo aportó otras lógicas, con usos tácticos de los medios digitales que venían de un incipiente desarrollo en los países centrales, e Indymedia en Argentina fue quizás la primera experiencia consolidada en trabajar de esa manera formando parte de esa red global.

El mediactivismo planteó nuevas maneras de construcción de la comunicación en los espacios políticos. Los usos de tecnologías abiertas, de plataformas cooperativas, del espacio público común fueron innovadoras. El colectivo de Indymedia generó su propia táctica para legitimarse en los distintos movimientos sociales. Algo que ni los medios masivos ni la izquierda tradicional habían hecho. Indymedia fue la concreción de una táctica de constituirse un medio de la acción política y no un instrumento para la acción política.

Con esa premisa, el colectivo Indymedia fue una herramienta muy poderosa que tuvo la potencia de ser y de dar la voz narrativa a una innumerable cantidad de colectivos, comunicadorxs, artistas, feministas, militantes sociales, pueblos originarios, medioambientalistas, que encontraron maneras singulares de participación, además de un lugar común de conversación, discusión y construcción de subjetividad militante. Pero, además, y así como en cada localidad, Indymedia era centro de convergencia de diversidades políticas que accionaron en conjunto.

Las prácticas políticas mediactivistas involucraron, no solo al periodismo tradicional, sino que dio lugar a pensar y actuar la comunicación desde otras lógicas artísticas y creativas. Fue por eso que la composición del colectivo era transdisciplinar ya que involucraba a periodistas como a una amplia gama de artistas, fotografxs, cineastas, pero también sociólogxs, antropólogxs, politólogxs, militantes sociales, que pudieron aportar otras miradas a la tarea contrainformativa. De esta manera, el colectivo participó, creó y se involucró en distintas actividades que estaban por fuera de todo encuadre periodístico.

Por mencionar un ejemplo contundente, el área de “video” de Indymedia fue invitada a participar en el festival de cine de Toulouse, en Francia en 2003, con una muestra propia donde se exhibió el material producido “en contexto”. El documental “Compañero cineasta piquetero” ha sido un producto peculiar: con tan solo una cámara, un joven sin ningún conocimiento ni formación audiovisual logró expresar y narrar su historia de vida y su conversión en “piquetero” en una localidad específica (Lanús). “Para muestra basta un botón”. Ese documental fue el testimonio en primera persona de miles y miles de pibes y pibas padeciendo los avatares de una realidad sociopolítica insoportable.  Tras un novedoso medio comunicacional como lo era la lente de una simple cámara se plasmó una experiencia única e inigualable que recorrió, no obstante, el mundo entero. Se estaba iniciando un momento fundacional para un medioactivismo hasta entonces desconocido.

Globalidad

La creación de los Independent Media Centers (por sus siglas IMC, Centros de Medios Independientes) se produjo en el contexto de la organización de la contracumbre de la Cumbre de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Fue en ese marco que se libraron las batallas de colectivos antiglobales en Seattle (1999) ya que, para interferir en la realización de la cumbre, diversas redes de activistas organizadas a través de la web, tuvieron el objetivo de crear acciones directas para imposibilitarla. Desde cortes de calles, manifestaciones, huelgas, grupos pacifistas hasta las columnas de los black blocks fueron algunas de las acciones directas llevadas a cabo en esos días, no sin represión y agitación callejera en la ciudad del grunge.

Hay acontecimientos que dejan marcas en el pensamiento y en los cuerpos de ciertas generaciones. La subjetividad “activista antiglobal” es una de esas trazas que permitió crear nuevos imaginarios. Devenires autónomos y radicales caracterizaron una manera de hacer movimiento entorno a idearios vinculados con el deconstruir las jerarquías, crear autónomamente sin Estado y sin mercado, además de romper ideológicamente con un régimen político neoliberal.

En ese contexto, la red de medios alternativos creados para contrarrestar lo que hoy se conoce como fake news producidas sistemáticamente por los medios masivos de comunicación en el marco de la Cumbre, aportó mucho material para demostrar que aquella era un fiasco, una estafa para los pueblos.

Indymedia, ante ciertos eventos se convirtió en un “Centro de medios” temporalmente constituido ya que podía visibilizar otros tipos de noticias desde un sentido mediactivista. Y a partir de aquel acontecimiento se formó una red de redes de comunicación independiente. De esta manera, la red de comunicación pasó de ser un proyecto temporal a convertirse en una red global de comunicación digital que construyó colectivos de contrainformación alrededor de todo el mundo.

Con respecto a la organización colectiva, cada sede local se manejaba con independencia de las demás, no había una “bajada de línea centralizada” que determine los pasos a seguir de manera vertical. Sin embargo, las webs de todas las sedes de Indymedia estaban reunidas en un portal general, y eran alojadas en un servidor de Estados Unidos.

Pero en términos de sentido, Indymedia hizo un aporte clave en el contexto de la descentralización del saber, que hoy día nos parece insignificante ya que existen las redes sociales, pero que en su momento fue fundamental: la implementación de la lógica 2.0 antes de la existencia del concepto. La posibilidad de interactividad -subir notas, fotos, audios y comentar abiertamente- que tenían quienes participaban, era única en su temática en un contexto web donde la lógica predominante no la contemplaba.

Hace veinte años, la conexión a la Internet era telefónica, no se habían diseminado aun ni siquiera tecnologías tipo blog. Un momento de la Internet ciberpunk, donde la navegación era fortuita y anárquica, donde las páginas se hacían artesanalmente, donde los buscadores no colectaban big data, pero sobre todo sin el uso de redes sociales ni plataformas.

Tanto en Seattle (OMC, 1999), en Davos (2001) como luego en Génova (G8, 2001) que tuvo como corolario la muerte atroz y alevosa del activista antiglobalización Carlo Giulani, los medios independientes construyeron nuevas formas de expresión colectiva y participación comunitaria. El siglo XXI llegó, haciendo un uso táctico de los medios, apelando al compromiso colectivo y desmercantilizado. Para ello, se crearon formas de circulación y producción de la información que utilizaron nuevos espacios, tecnologías y estrategias de colaboración totalmente disruptivas y que se manifestaron como victorias para el movimiento antiglobal. En el caso de Seattle, la cumbre efectivamente fue interrumpida gracias a la potencia activista, en común-unidad. Eso que produjo la temporalidad de ser una confluencia espacial y específica para un acontecimiento, armó las bases para que brotara una red de colectivos locales que se apropiaron de la idea propagando nodos por Estados Unidos y Europa primero; y luego surcaron los océanos para llegar a América del Sur.

Indymedia Argentina

Sin logueo o suscripciones previas, la web de Indymedia Argentina era visitada por todo el abanico activista (y por los Servicios también), ya que todxs podían participar en tiempo real, además de comentar artículos y noticias. Lo que actualmente es algo “habitual”, hace veinte años era una innovación de corte “democrática”. La construcción colectiva funcionaba como un centro de noticias sin ser una agencia. La misma lógica propuesta por la web era la de promover a través de un gran foro la horizontalización para que las diversas voces tuvieran cobijo. Aquello que era omitido/sesgado/ideologizado por los grandes medios de comunicación, en Indymedia se visibilizaba a partir de los relatos de cada participante de manera abierta, libre y “empoderada” (algo que en ese momento era de vanguardia, hoy una moda).

Como proponía el banner central, Indymedia construyó colectivamente una herramienta política/poética que dio lugar a que “cada persona fuera un/a corresponsal”, parafraseando a Rodolfo Walsh.

Fueron épocas de generosa y prolífica espontaneidad coyuntural, donde la web funcionaba como un acto antropofágico de una de las herramientas del imperialismo.

No obstante, el espacio editorial era lo que producía el colectivo, estaba alejado de las agendas mediáticas. Sin embargo, en ocasiones, las mismas fueron citadas y hasta replicadas en los grandes medios. La diferencia central era el tipo de organización y funcionamiento: voluntario, militante y mediactivista. Nadie cobraba plata por estar dentro del colectivo.

No todo era publicable. El colectivo editorialista de Indymedia cumplía la función de proteger, borrar del scroll aquellos comentarios sexistas, racistas, insultos, acciones evidentes de los servicios de inteligencia, agravios personales y todo tipo de situaciones consideradas violentas por “la política textual”. Además, editorializaba y producía coberturas vinculadas a los movimientos sociales en auge. Pero también en el offline organizaba muestras de videoactivismo, fotos, talleres de periodismo en los barrios, charlas, intercambios, etc.

En el contexto de crisis total, de desidia total, de incertidumbre total, Indymedia fue un pequeño refugio en una montaña virtual y militante donde convivían movimientos muy disímiles albergados en los albores del recambio digital. Los movimientos que entonces carecían de herramientas disponibles o “recursos humanos” para generar espacios, comisiones y proyectos de prensa, utilizaban el sitio. En ese sentido, por su mera existencia, Indymedia ayudó a dinamizar lógicas autónomas. Con el correr de los meses, comenzaron a formarse comisiones de prensa y a publicar contenidos desde su particular óptica ideológica. Eso facilitaba en el mediano plazo, el efecto de desvanecimiento del colectivo, ya que a medida que pasaba el tiempo -y con el advenimiento de otros sistemas de publicación como los blogs-, cada movimiento fue creando sus propios medios. Sin embargo, en ese breve lapso, gran parte del “campo de lucha popular y de izquierda” lavó platos, cocinó guiso, durmió en cuchetas y cantó los grandes éxitos mancomunados en el fogón virtual.

El Medio es un fin político: el lado B de la información

En el inicio del articulo me preguntaba por las potencias, problemas y desafíos en los modos de experimentación mediactivista y los aportes que hizo el colectivo Indymedia en Argentina.

El cambio de siglo llegó con nuevos desafíos respecto a los medios de comunicación y el rol que tuvieron las tecnologías digitales, siendo parte del campo de las batallas políticas. Los movimientos antiglobalización construyeron un espacio anticapitalista en red que tuvo como novedad que su conexión se desarrollara a través de Internet. En ese sentido, Indymedia fue una bisagra epocal que potenció el mediactivismo encarnado en los movimientos de contrainformación y que fueron una trinchera para las organizaciones sociales, entendiendo a la comunicación no como una mercancía, sino como un derecho humano.

Pero claro, la Internet no es la misma que la que utilizamos en la actualidad: usábamos el messenger, y los foros, el email, entre otras herramientas hoy vetustas. No todxs teníamos Internet en las casas, entonces se trabajaba en distintos “cyber-cafés” que normalmente estaban abiertos toda la noche.

Y aquello se hizo masivo… sacamos fotos y las publicamos en tiempo real en cualquier circunstancia, escribimos posteos, opinamos, comentamos en la red de otra persona, transmitimos en vivo. Sin embargo, la comunicación digital descentralizada de la cultura hegemónica tuvo a Indymedia como uno de los hitos vanguardistas más relevantes en los inicios de este “modo de vida infocomunicacional”. Fue una de las primeras redes de comunicación que ayudó a difundir el lado B de la cultura digital, pero también experimentó y motorizó maneras de intercambio lejos de los egos e individualismos tan característicos de las participaciones virtuales de nuestra actual cotidianeidad.

Fin de ciclo: la fragmentación de lo común

No recuerdo exactamente cuáles fueron los motivos reales por los cuales dejé de participar de Indymedia, y aunque creí que ese momento nunca llegaría, el ciclo se cerró. En el medio se habían desarrollado muchísimos colectivos temáticos y territoriales, la red argentina estaba fortalecida y hasta algunos colectivos continúan en acción. Los movimientos sociales habían logrado tener sus comisiones de prensa, y así la prensa independiente obtuvo protagonismo. Pero el colectivo fue desvaneciéndose para avanzar en otras búsquedas…la “pacificación” de la política y de lo político también hizo que no sea necesario estar permanentemente en las calles. Sin embargo, las experiencias que fundaron las prácticas de comunicación asamblearias y horizontales nunca terminaron. La experiencia nos aportó a toda la generación que participamos, una cantidad de recursos simbólicos, contactos con muchas instituciones, ideas de todo tipo, proyectos que luego se fueron desarrollando en el tiempo…

Quizás, esa época vivida no puede representar ni recrear las experiencias de aquel colectivo, pero de lo que podemos estar segurxs es que ha dejado una huella indeleble que palpita dentro de las nuevas maneras de hacer, abriendo nuevos sentidos. Hacer mundo, hacer con otrxs, hacer estallidos, siempre.

 

 


Marilina Winik es Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), maestranda en “Comunicación y Cultura” (UBA). Fundadora de la editorial Hekht y activista cultural en la Asociación CRIA (Creando Redes Independientes y Artísticas). marilinawinik@gmail.com

 

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