Perú
Entre la crisis institucional y el golpe lento 

Por Fernanda Daniela Díaz

Perú vive días decisivos. El candidato de izquierda, Pedro Castillo, obtuvo los votos necesarios para acceder a la presidencia el 28 de julio, pero la oposición y los poderes concentrados del país pretenden negar su legitimidad. De acuerdo con Fernanda Daniela Díaz, ”se está llevando a cabo un golpe de estado lento por parte de una alianza entre la elite peruana, los sectores económicos más poderosos y la clase gobernante -avalados por los grandes conglomerados mediáticos-, que no quieren perder sus privilegios y ponen en debate el funcionamiento del sistema democrático”. En este contexto, se reavivan el racismo y el miedo, con el objetivo de debilitar a quien tarde o temprano será presidente y deberá sortear los obstáculos más peligrosos para afirmarse en el poder. En esta nota, Díaz analiza no sólo las raíces de lo que está sucediendo sino también sus posibles derivas.   

 

El Perú vive días de zozobra ante la incertidumbre generada por la dilación en la proclamación de Pedro Castillo como nuevo presidente de la República. En ese marco, se generó una serie de etapas dentro del proceso posteleccionario tendientes a ganar “tiempo” y así no sólo manchar a Castillo sino también intentar debilitar lo más que se pueda a su gobierno entrante, sin ni siquiera darle la posibilidad de realizar la transición o transferencia de poder. 

De esta manera, consideramos que se está llevando a cabo un golpe de estado lento por parte de una alianza entre la elite peruana, los sectores económicos más poderosos y la clase gobernante -avalados por los grandes conglomerados mediáticos- que no quieren perder sus privilegios y ponen en debate el funcionamiento del sistema democrático peruano, al no respetar la voluntad de su pueblo y las instituciones, en un contexto signado por las graves consecuencias de la pandemia y la crisis económica que azota a su gente. 

Sin embargo, la crisis político institucional constituye un punto cúlmine en un derrotero de crisis que ha llevado a que el Perú en los últimos 5 años tenga 4 presidentes, pero en este derrotero la idea de Democracia, de funcionamiento republicano, se encontraba indemne, lo peligroso es que el actual desarrollo de acciones llevada a cabo por Keiko Fujimori, como cabeza visible de esta alianza golpista, pone en duda a todo el sistema democrático y la idea de representatividad que subyace en una elección. 

Pánico por el cambio y el miedo al Otro 

Ahora bien, el impedimento del acceso legítimo al poder de Castillo nos muestra a un país dividido, fisurado entre dos proyectos de pensar al Perú desde lo económico, lo político y social pero también desde lo cultural y simbólico. Nos parece importante detenernos en el análisis sobre los procesos simbólicos que dejó esta elección y que se siguen replicando en forma todavía más agudizada en la post elección. 

Desde lo simbólico lo que primó fue el pánico al cambio y el miedo al Otro, pero esto no es nuevo en la historia del Perú. A lo largo de la historia se produjeron alianzas cívico-militares para frenar procesos de democratización o cambios del sistema, lo podemos encontrar en la génesis con los golpes en la época del Virreinato y ya en el siglo XX desde 1920 hasta la actualidad. Con la resistencia ante el cambio se activan estas alianzas golpistas.  

Castillo tiene una reivindicación de clases en su discurso, refiere a lo popular, lo rural, a otra concepción de Estado, que reclama reformas y cambios en el sistema político actual. Castillo llegó con la promesa de una Asamblea Constituyente, de una nueva reforma agraria, mencionó la necesidad de una Ley de Medios, propuso redefinir la relación con las grandes empresas transnacionales (con la retención del 70% de los ingresos para ser canalizados en planes de educación y salud)… frente a esto, se activa el pánico en Lima. 

Los dispositivos de la alianza cierran filas con Keiko, quien realiza el fraude de instaurar la idea de un fraude con todo el aparato mediático, el poder económico y político. En esa misma línea, lo que atravesó a toda la elección y la postelección fue el miedo. Miedo a lo rural, al mestizo, al Otro que personaliza la barbarie. La civilización y barbarie del Facundo de Sarmiento en clave siglo XXI. Miedo al Otro, en los término de la otredad de Edward Said, pero también miedo foucaultiano como recurso de poder activado por las elites, recurso de poder que se vio claramente a lo largo de la campaña, en el ballotage y en la post elección con el intento de implementar una serie de “cucos” que pegaron fuerte en una parte del electorado: cuco al marxista, al terrorista, a la dictadura comunista, el cuco a convertirse en Venezuela y ahora en la post elección el cuco a la incapacidad política de Castillo de llevar adelante una presidencia porque no es de la ciudad, ni blanco, ni “culto” en términos occidentales, ni proviene del establishment limeño. Racismo y operación de miedo en estado puro activado por la alianza golpista. 

En esta crisis notamos tres etapas. La primera con la campaña electoral hasta la primera elección. Allí el pánico no se había instaurado, más bien primaba el miedo al Otro, pero como un proceso en ciernes. Lo que había era un bajo nivel de debate pero siempre entre candidatos del establishment, el status quo no se tocaba, todos tranquilos y por si acaso se atacaba a la candidata de izquierda Veronika Mendoza. 

La segunda etapa inicia con la contienda Keiko Fujimori vs Pedro Castillo hasta el resultado de la segunda vuelta que da como ganador al profesor. En esta etapa se activan fuertemente el racismo y el miedo como factor desestabilizante y comienza a surgir el pánico al cambio. 

El pánico se da en todo su esplendor en la tercera etapa, la postelectoral. Allí todo el aparato de poder activa la alianza del golpe lento con la judicialización de la elección. Primero se presenta la idea del fraude, luego la carta del personal retirado de las Fuerzas Armadas, la gran mayoría fujimoristas, que le piden a sus pares que no reconozcan a Castillo como presidente, la presentación de las falsas pruebas de fraude para dilatar el tiempo, los pedidos de nulidad ante el Jurado Nacional Electoral (JNE) que son rechazados, el intento del Congreso (que ya es saliente) para votar a los integrantes del Tribunal Constitucional y así pasan las semanas y se acerca el 28 de julio, fecha clave no sólo por la celebración del Bicentenario sino porque es la fecha de toma del poder del nuevo Ejecutivo. 

De esta forma, el objetivo es alargar el fin del proceso electoral mediante todo tipo de herramientas judicializables para poder profundizar toda una campaña política y mediática que no sólo quiere revertir el proceso electoral, sino que ya a estas alturas lo que intenta es desconocer el resultado para deslegitimar al gobierno democráticamente electo de Castillo. 

En vísperas del Bicentenario se quiere herir de muerte a las instituciones democráticas por intereses personales. Secuestran el ejercicio de la libertad de la ciudadanía al impedir acceder al poder a Castillo, a quien el pueblo ejerciendo ese derecho democrático seleccionó como próximo presidente. 

Entendemos lo que se juega Keiko Fujimori en esta contienda, su carrera política y su libertad: en la actualidad es un cadáver en descomposición política, al no tener inmunidad presidencial se enfrenta a un juicio por lavado de dinero, organización criminal y obstrucción de la justicia (se la acusa de recibir más de 15 millones de dólares en secreto y en efectivo para sus campañas electorales de 2011 y 2016).  

Pero lo que realmente está en juego con esta alianza, con o sin Keiko, es la permanencia del status quo, del enquistamiento de la derecha y las elites peruanas en la toma de decisión gubernamental y la primacía del modelo extractivista sin distribución social. 

La naturaleza fluida de los conflictos 

En la actualidad nos enfrentamos tanto en Perú como en América Latina a conflictos que son fluidos, al tener una rápida capacidad de transformación del conjunto de todos los componentes o actores que se dan en ese proceso. Sin embargo, existen elementos que se mantienen intactos. La actual crisis político institucional no se circunscribe solamente a los últimos años, sino que, al igual que en muchos países de nuestra América Latina, diversos factores afectan a la vida pública desde la vuelta a la democracia: entre otros, los altos índices de corrupción sistemática (no sólo en la clase política sino también de la sociedad) y un bajo sentimiento de representatividad de los ciudadanos con la clase política, lo que se refleja a la hora de votar (de acuerdo a un estudio de IEP en la segunda vuelta electoral el 71% de los ciudadanos anularon su voto, lo que demuestra el distanciamiento existente entre la sociedad y su clase política). Otro factor es la fragilidad de las instituciones democráticas junto con la presencia de una elite encapsulada en las instituciones de gobierno. Estos factores retroalimentan los procesos de crisis institucionales. 

Así, la conjunción de factores sistémicos que impactan y retroalimentan al conflicto de naturaleza fluida dificulta los análisis prospectivos. En otras palabras, esta capacidad de transformación hace muy difícil poder establecer escenarios futuros en el desarrollo de los conflictos. 

Hecha esta aclaración, consideramos importante no caer en lecturas románticas sobre el proyecto político de Castillo, pero también romper con los análisis cargados de prejuicios. Castillo es un profesor rural de izquierda, rondero (se denomina así a quienes participaron en las rondas campesinas luchando en territorios rurales contra Sendero Luminoso), sin mayor experiencia en las altas esferas políticas limeñas, aunque sí en la defensa sindical en el ámbito municipal, que necesita  mostrar liderazgo para poder construir su proyecto, no sólo político sino también de país, en base a la construcción de alianzas. Y necesita hacerlo ya, porque su gobierno nace debilitado y con muchas trabas puestas por la alianza golpista para la futura gobernabilidad del país. 

Asimismo, la capacidad de gobernabilidad de Castillo va a estar relacionada con el talento que tenga a la hora de formar un gobierno plural para poder neutralizar a la oposición, definir su gabinete económico para disminuir la incertidumbre y acercarse a Veronika Mendoza, lideresa del partido de izquierda Nueva Perú, con un alto conocimiento del funcionamiento del Congreso. Esto es particularmente importante porque se enfrenta a un Congreso adverso y no cuenta con una mayoría parlamentaria que apoye sus proyectos. Ese dato no es menor, ya que el Congreso es un órgano con una presencia muy fuerte en la arena política peruana, debido al uso de una figura legal poco definida y conocida como “proceso de vacancia”, que permite destituir presidentes por “incapacidad moral”. 

Que Castillo asuma en pocos días la presidencia ya es un hecho porque todas las herramientas antidemocráticas han fallado, pero tendrá que enfrentar un gran aparato de deslegitimación de su gobierno. 

 

 


Fernanda Daniela Díaz es Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP), profesora de RRII (UNLZ) y Periodismo internacional (UNDAV) e investigadora sobre conflictos en América Latina (UNLZ/ IRI-UNLP). Entre los libros y artículos que ha publicado se encuentra “Por el camino del Neosenderismo. Crimen organizado en el Perú:  Neosenderismo en la región del Valle del Río Apurímac y Ene”. 

 

 

 

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