Crisis de la estatalidad
Huellas psicoanalíticas en el estado

Por Ayelén Dománico

Ayelén Dománico se presenta en este ensayo como residente de psicología de un hospital público del segundo cordón del conurbano bonaerense, el Hospital Mi Pueblo, de Florencio Varela. A partir de allí, su texto busca explorar la historia, la actualidad y el porvenir del psicoanálisis en la estatalidad de nuestro país, desde la coyuntura singular en la que no sólo trabaja sino que se encuentra también inmersa. En este contexto, aborda una pregunta que resuena con otras que ella escuchó formular a sus docentes durante su formación y que también coincide con interrogantes que aparecen desde diferentes espacios de la función pública: ¿cómo habitar el Estado en condiciones de crisis o incluso de destrucción de la estatalidad?

 

Historia, condiciones de posibilidad y experiencias de la práctica psicoanalítica en operatorias estatales

Por obvios motivos resulta vital discutir el futuro. Por cuestiones de azares y logaritmos, me topé con un video en el que la psicoanalista Silvia Bleichmar plantea que las grandes revoluciones científico-políticas se producen no cuando cambian las respuestas sino cuando lo que cambian son las preguntas. Nos dice que nuestra cuestión es cómo formular nuevas preguntas frente a las nuevas realidades que enfrentamos. Para ella es indudable que hay una oscilación en todxs nosotrxs entre capturar lo nuevo como si fuera lo viejo o pensar lo nuevo como si lo anterior no hubiera existido. Agrego que, en paralelo, hay una añoranza que nos empuja a los ideales del pasado y que, por momentos, también nos toma la ventisca de recitar fragmentos de seminarios y teorías. Como residente de psicología de un hospital público del segundo cordón del conurbano bonaerense me pregunto, entonces, ¿cómo hacemos para formular nuevas preguntas entre tanto traqueteo memorioso?

La sola intención no alcanza para inventar tal interrogación, habrá que encontrar un método. Michel Foucault nos brindó la investigación genealógica como instrumento para la escritura de la historia del presente. De este modo, en un primer intento propongo revisar las condiciones de producción del psicoanálisis en nuestro país para ver si es posible captar algo de los saberes, discursos y poderes que conformaron su genealogía en el ámbito público. En esos términos, pero con una disposición mucho más breve ya que se trata de un ensayo, historizar su ascendencia y descendencia cual árbol genealógico. La historia del psicoanálisis se traduce en nuestras prácticas cotidianas del hoy y, quizás, nos permita proyectar un futuro en el campo de la salud mental. ¿Habrá un más allá que nos oriente en algo? La idea inicial sería apropiarnos de los archivos del psicoanálisis, surcados por algunas huellas eurocéntricas, pero sin desecharlas ni sustituirlas (al decir de Jorge Alemán) sino localizando las creatividades que ha impreso la impronta argentina en el mismo. Eso anterior cuya raigambre se sostiene al día de hoy. Ese fenómeno que sorprende a lxs historiadores del psicoanálisis, el llamado “caso argentino” por Alejandro Dafgal, donde la proliferación y el arraigo de las disciplinas psi en nuestras tierras se dio con una mayoritaria presencia del psicoanálisis como disciplina de la subjetividad. Mientras el psicoanálisis nació en una Viena post-imperial que cambiaba de siglo, nosotros lo practicamos en un conurbano post-pandémico de otro milenio. Las diferencias son pintorescas, algo más debe haber. El psicoanálisis que Argentina supo cultivar ha sido con la particularidad de un elemento que marca la diferencia en su devenir: su presencia en los campos de la salud y educación públicas.

Si buscamos rastrear el origen del psicoanálisis y nos vamos a Viena, primero nos obnubilará la majestuosidad de aquella ciudad y luego nos encontraremos con la eliminación sistemática y organizada del psicoanálisis como campo de saber junto con el conjunto de otras ciencias que corrieron la misma desgracia bajo la tragedia del nazismo. Casi medio siglo de oscurantismo extirpó el nombre, legado y saber fundado por lxs primeros psicoanalistas en ese país. Al día de hoy el psicoanálisis fue eliminado de la universidad, sus libros cerrados, sus instituciones borradas. Cuenta Élizabeth Roudinesco que en 1938, cuando Freud dejó Viena por Londres, se llevó con él la historia de los orígenes del psicoanálisis. Al punto tal que en 1957, cuando el historiador Henri Ellenberger fue a la calle Berggasse con la esperanza de poner una placa en recuerdo de Freud, la inquilina de la casa le dijo: “Es aquí, sí, pero no hay nada para ver. Todo ha cambiado. No podemos mostrarle nada”.[1]

Al otro lado del charco la historia ha sido distinta. Entre 1932 y 1941 lxs psicoanalistas freudianos de la primera y segunda generación abandonaron Europa. Una minoría se instaló en Sudamérica, fundamentalmente en Argentina y Brasil. En 1942, mientras en Europa ocurría el nazismo y se erradicaba el psicoanálisis de Viena, en Argentina se funda la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Firman el Acta Inagural lxs psicoanalistas Ángel Garma, Celes Cárcamo, Arnaldo Rascovsky, Enrique Pichón Riviere, Marie Langer y Enrique Ferrari Hardoy. El sello de tales nombres marca todo un legado y resulta de importancia ya que, mientras las lógicas capitalistas de posguerra influían en la producción de saber occidental, quienes se ubicaron como referentes psi aquí contaban con un baluarte político cultural que fue determinante para que entendamos a la psicología como una disciplina del sentido y no como una ciencia natural. Dafgal da cuenta de cómo las características sociales, culturales y políticas de aquellos años fueron determinantes para la proliferación del psicoanálisis en nuestro país a través de la creación de las carreras de psicología en las universidades públicas (principalmente la UBA, UNLP y UNR), la inserción de la disciplina en los hospitales públicos y su amplia expansión en los ámbitos intelectuales de la época. Tal propagación no fue vía copia calcada. Lxs fundadores del psicoanálisis en Argentina en numerosas ocasiones se desmarcaron del rol clásico, vivido como demasiado técnico y aislado, aggiornándolo a los espíritus de la época en nuestro país.

Así, Pichón Riviere comienza su práctica en el Hospital de las Mercedes (actual Hospital Borda) a fines de los años 1930 luego de que un loco degollara a su primer jefe de servicio. “Confrontado a la realidad angustiosa de la locura y el encierro, siempre trató de producir respuestas innovadoras. Ante la falta de atención terapéutica de los alienados, recurría a un arsenal de métodos alternativos y no ortodoxos, desde el fútbol hasta el psicoanálisis, por no mencionar la formación grupal de los enfermeros”,[2] dice Dafgal en su libro. Cuenta la leyenda que cuando Pichón llegó al hospital había 4500 pacientes, de los cuales el 60% se encontraba abandonado. Para mejorar sus condiciones de vida, realizó grupos de enfermeros organizados en torno a una tarea y luego formó a los pacientes en mejores condiciones para el trabajo de enfermería. Al respecto Pichón diría que sus contactos con la cultura guaraní, su conocimiento de los quilombos y de la vida nocturna de Buenos Aires, como sus estudios sobre Lautréamont y Artaud, y su amistad con Roberto Arlt, por ejemplo, le fueron muchas veces tan útiles, para enfrentar la enfermedad, como sus conocimientos sobre Freud o la medicina en general. En la misma sintonía, Langer, Grinberg y Rodrigué llevaron adelante una renovación del kleinianismo en el año 1957 a partir de la formalización de la psicoterapia de grupo. Tomando distancia teórica de los ingleses, interpretaban al grupo entero en el aquí y ahora, corriéndose de la lógica individual dirigida a lo grupal.

De esta manera, los inicios del psicoanálisis en nuestro país no fueron con una traducción descontextualizada y a la letra de los textos importados de Europa sino que tomando aquellas ideas, se articulaban con prácticas propias de la escena argentina. No hubo una reproducción idéntica, una repetición técnica sino una desterritorialización y posterior territorialización. A uno y otro lado del Atlántico los pueblos han hecho usos distintos del psicoanálisis. Mientras en Austria el psicoanálisis fue barrido por un exterminio político e intelectual que derivó en una migración, en Argentina fue semilla cuidadosamente ubicada en la educación y salud públicas que todavía no ha sido extinguida. Ha hecho síntesis con los caminos de transformación cultural a lo largo del siglo XX e incluso ha sobrevivido a dictaduras, gobiernos neoliberales, persecuciones políticas y avances masivos internacionales de la medicalización y la necropolítica capitalista. ¿Cómo hizo?

Tuvo su ethos, su actitud. Hipotetizo que hubo una suerte de práctica nacional en los términos del pensamiento nacional, de la epistemología de la periferia, de un pensamiento de y para la periferia. Fermín Chávez, uno de los estudiosos del pensamiento nacional, plantea que “si uno percibe sin una conciencia real de la situación que ocupa como sujeto, el conocimiento que obtiene es parcial, es incompleto. En ese sentido, la simple absorción acrítica de ideas o doctrinas sin conciencia de los factores económicos, filosóficos, políticos, etc. que determinaron su creación, como así también la falta de conciencia de aquellos factores que nos condicionan al momento de conocerlas, nos puede conducir hacia una desconexión entre reflexión y realidad”.[3] Resulta claro que lxs fundadores mencionadxs no eran teóricxs del pensamiento nacional. Estos modos de nombrar y significar son posteriores, nosotrxs podemos hacer uso de estas nominaciones après-coup. Lo que sí podemos decir es que fueron personajes atentos a la coyuntura y deseosos de transformarla.

Continuando con el recorrido histórico, que hace mella en la actualidad, Ana Berenzin cuenta que la gracia del psicoanálisis durante la última dictadura cívico militar fue el hecho de poner el cuerpo y la escucha haciendo de la atención terapéutica una respuesta humanizante frente a la crueldad; que el restituir a la palabra y al silencio el lugar de vehículo hacia la empatía en una situación de cuidado y respeto fue una forma de resistir los efectos del terrorismo de Estado. Uno de los mayores objetivos de los genocidas y de los poderes dominantes fue que quedáramos paralizadxs frente a la injusticia, la opresión, la destrucción de la vida y de lo humano, como víctimas desoladas, arrasadas por siempre, abarcando en su intención a las generaciones futuras.[4] La psicoanalista mencionada propone que, al contrario, debemos impedir que el daño psíquico singular y colectivo nos conduzca a quedar fijados en una identidad que nos paraliza en el sufrimiento, en la inacción, en el terror.

De esta forma, si seguimos nominando a posteriori lo acontecido, podemos decir que la articulación entre psicoanálisis y derechos humanos en los términos en los que es una respuesta humanizante es intrínseca al origen y se mantiene al día de hoy. El psicoanálisis es parte de la salud pública y solemos hablar de nuestras figuras de doble agentes. En los espacios de formalización de la clínica pública resuenan los artefactos donde producimos condiciones de posibilidad para que emerja un decir singular. Tomando palabras prestadas de Ignacio Lewkowicz, apostamos a situar condiciones de escucha, a producir puntos para que emerja una voz. En esta tensión entre lo singular, particular y universal que teorizamos usualmente, puede plantearse que esos puntos son más bien bastante nuestros, de nuestra cultura popular: silencios, sonrisas, caminatas por parques y patios internos, canciones, literaturas, gestos que humanizan, confidencialidades, humor, miradas, pan, juegos, asambleas, cigarrillos, mates; esas apuestas de hospitalidad. Es decir, nuestro ethos.

Lxs residentes intentamos dar cuenta de aquella voz del psicoanálisis como práctica singular de la palabra y productora de lazo social. Generalmente, insistimos con aquella pregunta acerca de cuál es el rol del practicante del psicoanálisis en determinado dispositivo. Nos justificamos. Ahora bien, en una apreciación personal, considero que esa pregunta es heredera de las problemáticas originarias del psicoanálisis por instalarse institucionalmente. Con esto no niego que existan avances tecnocráticos de otro tipo en el campo de lo público y que aún es necesario recordar una y otra vez que lo específico de la posición analítica es encontrarse en una postura opuesta a toda voluntad de dominio y que por eso es indispensable en el campo de la salud mental. Pero considero que no podemos quedar detenidxs allí porque el psicoanálisis como disciplina es contingente y no es inmune a los contextos, su presencia no va de suyo. Son necesarias ciertas irreverencias. No se trata aquí de posiciones defensivas, legitimantes o conservadoras. Nos situamos en el campo de lo público y ese terreno hoy está completamente en disputa.

Considero pertinente, entonces, retomar una pregunta que Diego Carames nos formuló en una clase en una universidad pública del conurbano inspirada por las lecturas de Ignacio Lewcowicz: ¿Cómo habitar el Estado en tanto analistas y agentes estatales en condiciones de desfondamiento de la estatalidad? Nos plantea así una pregunta ética cuya respuesta propone que solo puede ser dada por un pensamiento estatal que piense en situación. Hoy los términos de aquella pregunta se agravan ya que las condiciones no son de desfondamiento sino de destrucción de la estatalidad. Eso nos concierne en tanto agentes del Estado.

Ante el desafío de alejarnos de posiciones de meros ejecutores de normativas o guardianes de la moral, de abandonos o vigilancias institucionales, y considerando, a su vez, que el terreno donde hacemos pie tiene algunos topos subterráneos, surge el interrogante de cómo pensar un porvenir en la estatalidad. La pregunta insiste. En el intento de responder, el psicoanálisis nos insta a apartarnos de todo ideal y el carácter situacional nos aleja de todo intento de universalización. Mantener imaginarios del Estado nos desbalancea la brújula, pero ignorar los cimientos también resultaría un problema. Entonces, en estos apuntes que ensayan una reflexión, no podemos desconocer que en Argentina, a diferencia de otras regiones, existe una matriz igualitarista en la cual no se da por natural ninguna desigualdad. Allí donde hay un deseo, las mayorías están dispuestas a traccionar para conquistar eso que desean. ¿En qué compete esa matriz a la salud mental? ¿Eso quiere decir que el psicoanálisis forma parte de la salud pública? ¿Que quién se acerca a algún espacio de salud busca una pregunta y que cualquiera que consulte puede ser sujeto del inconsciente bajo una escucha analítica?  ¿Es una oferta, una demanda, una oferta que crea demanda?

¿Retomando los inicios de este ensayo, cómo hacemos para pensar la época actual sin asimilarla automáticamente al pasado, y sin descartar por completo lo previo, cómo encontrar algún matiz allí? Al conversar con compañerxs y colegas vemos que los límites entre lo posible y lo imposible se están desdibujando. Lo antes impensable, ahora sucede. Con las herramientas que contamos, con nuestras herencias y tradiciones, pareciera que no alcanza para caracterizar el presente y menos aún proyectar un porvenir. Resulta un escollo. Pues bien, las generaciones que nos antecedieron tampoco contaban con las nominaciones particulares que tenemos en la actualidad. El campo de lo público, la estatalidad, los derechos humanos son significantes que resuenan en lo contemporáneo. De este modo, con lo que me encontraba al escribir este ensayo es que las palabras para nombrar aparecen luego. Quizás, generacionalmente incluso, no nos correspondan. Lo que nos compete es habitar las preguntas para procurar las condiciones de posibilidad para un decir que anime un futuro. ¿Qué es posible y qué es imposible en el campo de la salud mental en el Estado hoy?

 

 


Ayelén Dománico es licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), psicoanalista y residente de psicología clínica del Hospital Mi Pueblo de la Provincia de Buenos Aires. Diplomada por el Centro de Estudios Psicoanalíticos de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) en Estudios Avanzados en Psicoanálisis. Ha dado clases en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Salta sobre temáticas de género.

ig: yayedomanico

 


[1] Roudinesco, E. (2018). Viena. En Diccionario amoroso del psicoanálisis (pp. 376-383). Madrid: Penguin Random House, p. 397.

[2] Dafgal, A. (2009). Entre París y Buenos Aires. La invención del psicólogo (1942-1966). Buenos Aires: Paidós, p. 107.

[3] Chávez, F. (1982). Historicismo e Iluminismo en la cultura argentina. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

[4] CELS (2024). Salud mental: la historia del trabajo del CELS. Recuperado de www.cels.org.ar.

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