La muerte de Francisco
Humo negro y humo blanco

Por Nicolás Dallorso

Si Francisco llegó para enfrentar una crisis de pastorado ¿qué elementos de su legado serán continuados institucionalmente a partir de ahora? En este artículo, Nicolás Dallorso caracteriza la crisis que atravesó la Iglesia Católica antes de la llegada de Francisco, los elementos principales de su legado y las figuras que hoy se erigen como protagonistas para definir su sucesión.

 

Crisis de pastorado y legado del Papa del fin del mundo

Ante el reciente fallecimiento del Papa Francisco, la Iglesia Católica se encuentra en un período de sede vacante, marcando el inicio de los preparativos para un nuevo cónclave. Esta hora plantea interrogantes inmediatos sobre la sucesión y la dirección futura del papado. El legado de Francisco, un pontificado que buscó responder a una “crisis general del pastorado” y cuyas reformas y enfoques han generado un debate significativo dentro y fuera de la Iglesia Católica, se erige como un telón de fondo esencial para analizar la elección de su sucesor. Así, con la inminencia de un próximo cónclave, la Iglesia se prepara para un momento de discernimiento donde la continuidad o el cambio respecto al camino trazado por Francisco se perfilan como elementos centrales en la designación del nuevo pontífice.

La llegada de Francisco ante la crisis del pastorado

La crisis general del pastorado se hizo particularmente evidente con la inesperada renuncia del Papa Benedicto XVI en 2013. Este acontecimiento, inusual en la historia de la Iglesia Católica, reveló problemáticas profundas y preexistentes que afectaban a la vida eclesial a nivel local y global.

Entre los factores que contribuyeron a esta crisis, se encontraba una tensión significativa en torno a la implementación del Concilio Vaticano II[1]. Durante los últimos cónclaves (en 1978, cuando se eligieron a Juan Pablo I y Juan Pablo II; en 2005, cuando se eligió a Benedicto XVI), se manifestó un debate entre cardenales con posturas diferentes sobre cómo llevar adelante las reformas conciliares. Esta discusión se polarizó entre quienes abogaban por acelerar y profundizar las directrices del Concilio, a menudo denominados progresistas, y aquellos que preferían una implementación más lenta y cautelosa, identificados como conservadores. Esta división marcó significativamente los cónclaves que precedieron a la elección de Francisco. Sin embargo, entiendo que el clivaje central en el próximo cónclave podría desplazarse hacia la evaluación del legado del Papa Francisco más que a la clásica disputa sobre el Concilio Vaticano II.

Otro elemento para comprender la crisis general del pastorado que eclosionó en 2013 fue la proliferación de escándalos sobre abusos sexuales que involucraron a miembros de la jerarquía eclesiástica. Estos casos de abusos de menores, que golpearon fuertemente en diócesis muy importantes e involucraron a figuras de alto rango, y el manejo que se les dio por parte de las autoridades deslegitimaron la autoridad eclesial ante los fieles y la sociedad en general. La confianza en las instituciones de la Iglesia se vio severamente dañada, contribuyendo a una percepción de crisis en la forma de conducción del pueblo de Dios.

Además de estas cuestiones, la crisis general también se manifestó en una burocratización de la Curia Romana (y un desmanejo financiero), en los desafíos del crecimiento del catolicismo en Asia y en África, regiones donde la mayoría de la población no es católica, contrastando con el declive de la iglesia europea (decrecimiento de fieles, reducción de la asistencia a oficios religiosos, reducción de bautismos, laicización, inmigración de poblaciones no católicas), lo que erosionó la cristiandad europea. El rol de la Iglesia Católica en Estados Unidos, donde el catolicismo es profesado por una parte significativa de la población,[2] también se vio tensionado por los escándalos y la necesidad de respuestas pastorales adecuadas. Todo esto puso en crisis los modelos de conducción del pueblo de Dios, es decir, una crisis general del pastorado que se hizo indisimulable a partir de la renuncia de Benedicto XVI.

En lo que hace a la elección de Francisco en el cónclave de 2013, se ha interpretado que los cardenales le encargaron reparar la Iglesia, de manera análoga al mandato dado a San Francisco de Asís.[3] En otras palabras, se esperaba que Francisco saldara la crisis con una nueva propuesta o un nuevo modelo de pastorado. Su papado, por lo tanto, puede entenderse como un intento de ofrecer respuestas a esta compleja situación de crisis generalizada.

El legado del papado de Francisco como respuesta

El papado de Francisco se ha caracterizado por una serie de iniciativas y énfasis que puede ser interpretada como respuestas a la profunda crisis general del pastorado que precedió a su elección. Esta crisis, como se mencionó anteriormente, comprendía el estancamiento del camino conciliar, los escándalos sobre abusos sexuales perpetrados por miembros de la jerarquía eclesial, la burocratización de la Curia, el desafío de la expansión del catolicismo en África y Asia y el declive en Europa, así como, el rol de la Iglesia Católica en Estados Unidos. El legado de Francisco, que creemos que podrá ser un clivaje central en un futuro cónclave, abarca diversos ámbitos de la vida eclesial y busca restaurar o reparar la Iglesia. A continuación, detallo los siete puntos centrales de este legado, que a mi criterio constituyen la respuesta a dicha crisis:

  1. Sinodalidad: Este término, derivado de la palabra griega “sínodo” que significa “caminar juntos”, se refiere a un estilo de Iglesia más deliberativo y consultivo. Un sínodo es un encuentro o asamblea donde los obispos se reúnen con el Papa para intercambiar información y compartir experiencias en la búsqueda de soluciones pastorales. Los sínodos fueron instituidos por el Papa Pablo VI en 1965, Francisco le otorgó gran importancia, buscando hacer más participativa la conducción de la Iglesia Católica a través de numerosos sínodos como el de la juventud, la familia, la Amazonía y el de la sinodalidad. La participación de laicos y mujeres con derecho a voz y voto en los últimos sínodos ha sido un tema de gran discusión. El Papa Francisco impulsó la ampliación del sínodo más allá de la participación de obispos. Consideramos que la continuidad de esta metodología de conducción será un punto de debate al elegir un sucesor.
  2. Reforma de la Curia: La Curia Romana, el aparato administrativo del Vaticano, ha sido objeto de una importante reforma bajo el pontificado de Francisco. Entre otras cosas, se ha abierto la posibilidad de que laicos, incluyendo mujeres, ocupen las máximas autoridades de los dicasterios (ministerios de la Santa Sede). También se buscó una desburocratización y una reforma en materia de finanzas. Se promovió la transparencia y la rendición de cuentas. Francisco impulsó la austeridad y que el centro de este aparato administrativo sea la evangelización de los pueblos. La profundización o aceptación de esta reforma será otro punto a considerar para el futuro de la Iglesia.
  3. Deseuropeización de la Iglesia: Si bien Europa ha tenido un rol histórico en la cristiandad, se evidencia una disminución de católicos en el continente, mientras que el catolicismo crece en África, Asia e incluso Estados Unidos. El Papa Francisco ha puesto un énfasis en pensar la Iglesia no centrada únicamente en Europa, con un claro discurso sobre las periferias. Ha realizado numerosas visitas apostólicas a países de minoría católica y a lugares alejados de Roma. El aumento de países representados entre los cardenales electores (de 50 en 2013 a 70 actualmente) es otro indicador de esta tendencia. La continuidad de esta perspectiva será un punto a debatir en el cónclave.
  4. Opción preferencial por los descartados: Este punto se refiere al compromiso del Papa Francisco con los pobres, los migrantes y los ancianos. Si bien la doctrina social de la Iglesia ha sido sistemática desde León XIII a fines del siglo XIX, Francisco ha puesto un énfasis particular en una “iglesia pobre para los pobres”, incorporando a los migrantes, los presos, los desplazados y los ancianos como sujetos preferentes de sus mensajes.
  5. Cuidado de la Casa Común: La encíclica Laudato Si’ y la exhortación Querida Amazonia son documentos clave donde se plasma la preocupación e incorporación de la inquietud ecológica dentro del magisterio petrino, constituyendo una innovación en su papado. Un aspecto relevante es que, según el magisterio del Papa Francisco, el cuidado del medio ambiente debe integrar un planteo social, uniendo la justicia a las discusiones ambientales, escuchando tanto el clamor de la Tierra como el de los pobres. La continuidad de esta característica del legado también será discutida en el próximo cónclave.
  6. Iglesia Inclusiva: Se refiere a una iglesia que da la bienvenida a quienes se sienten distanciados geográfica, pastoral e ideológicamente, especialmente en materia de moral sexual. Sin cambiar la doctrina, el pontificado de Francisco se caracterizó por un cambio de énfasis, priorizando el acompañamiento pastoral, la cercanía y la ternura sobre el rigor doctrinal y la condena. La frase del Papa Francisco “¿quién soy yo para juzgar?” marca una distancia con un magisterio que enfatizaba el rigor doctrinal. El Sínodo sobre la familia y la exhortación Amoris Laetitia, donde se plantea integrar a todos y ayudar a cada uno a encontrar su manera de participar en la comunidad eclesial, generaron gran discusión. La integración de divorciados vueltos a casar es un ejemplo. Este énfasis pastoral es visto por algunos conservadores como una erosión de la doctrina de la fe. Esta “iglesia inclusiva” es un punto clave del legado en discusión.
  7. Actitud de escucha y diálogo: El pontificado de Francisco se caracterizó por abrir debates que estuvieron cerrados en papados anteriores. Ejemplos son la ordenación de mujeres diaconisas, la ordenación sacerdotal de varones casados (discutida en el Sínodo de la Amazonía), la bendición de parejas homosexuales y la comunión de divorciados vueltos a casar. Si bien estos debates no se saldaron, se abrieron en su pontificado.

Además de estas líneas centrales, el Papa Francisco ha dado continuidad y ha profundizado iniciativas de pontificados anteriores como el diálogo interreligioso, la política de tolerancia cero contra la pedofilia clerical (iniciada por Benedicto XVI), la doctrina social de la Iglesia y una activa diplomacia de la Santa Sede en diversos asuntos internacionales. Su rol en la mediación de conflictos, como entre Estados Unidos y Cuba, en Sudán del Sur, la búsqueda de soluciones pacíficas a las guerras en Siria y entre Rusia y Ucrania o su gestión del acuerdo con China para la designación de obispos, son ejemplos de esta diplomacia activa.

El legado del papado de Francisco, marcado por estos siete pilares, representa un intento de responder a la compleja crisis que enfrentaba (¿sigue enfrentando?) la Iglesia Católica. La continuidad o el cambio de rumbo respecto a este legado será, previsiblemente, el principal punto de discusión y el clivaje determinante en el próximo cónclave.

Hacia la elección de un nuevo Papa: el cónclave

Dado el reciente fallecimiento del Papa Francisco, la atención se centra ahora en el próximo cónclave, el proceso mediante el cual el Colegio Cardenalicio elegirá a su sucesor. Este colegio se reunirá y deliberará en secreto y solo los cardenales menores de 80 años al momento de la convocatoria podrán participar como electores. La atención se dirige inevitablemente hacia quien podría sucederlo y los elementos que moldearán la elección. Si bien el legado de Francisco ciertamente actuará como telón de fondo para las discusiones, ahora podemos concentrarnos en los nombres que circulan y las dinámicas que podrían definir el futuro del papado.

Un aspecto significativo a considerar es el origen nacional, con la creciente posibilidad de que un italiano recupere el liderazgo de la Iglesia Católica después de varias décadas. El grupo más numeroso dentro del colegio cardenalicio elector es el de los italianos, con 18 miembros. En este contexto, dos figuras emergen con perfiles distintos. El cardenal Pietro Parolin, actual Secretario de Estado del Vaticano y número dos del Papa Francisco, se presenta como un candidato con una vasta experiencia en la Curia Romana y un profundo conocimiento de sus mecanismos internos. Su rol como mano derecha del pontífice lo convierte en una figura familiar para muchos cardenales y su perfil diplomático podría hacerlo aceptable para diversos sectores, incluso aquellos más conservadores. Por otro lado, el cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, encarna un perfil más pastoral y cercano a las enseñanzas del Papa Francisco, siendo incluso descrito como un “bergogliano”. Su labor como asesor espiritual de la Comunidad de Sant’Egidio, una organización con un fuerte compromiso social y ecuménico, subraya su orientación hacia los marginados y su apertura al diálogo. Su experiencia como mediador en conflictos internacionales también añade una dimensión diplomática a su perfil. La elección entre Parolin y Zuppi podría representar una inclinación hacia la continuidad administrativa y una posible apertura a sectores más amplios (Parolin) o una profundización del enfoque pastoral y social de Francisco (Zuppi).

Más allá de los candidatos italianos, otras figuras atraen la atención. El cardenal filipino Luis Antonio Tagle, de 67 años, ya fue considerado “papable” en 2013, representa una voz importante del catolicismo asiático, alineado en general con la visión de Francisco. Su previa experiencia en la Curia Romana como Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos lo convierte en una figura conocida en los círculos vaticanos.

La edad del futuro Papa será otro factor determinante. Los cardenales deberán sopesar si desean un pontificado largo, eligiendo a alguien relativamente joven o un pontificado de transición, optando por un candidato de mayor edad. La edad promedio del actual colegio cardenalicio es de 70 años, lo que sugiere que la elección de un candidato significativamente menor podría tener implicaciones a largo plazo para las futuras dinámicas dentro de la Iglesia.

Finalmente, no se puede subestimar el papel de los llamados kingmakers, cardenales que, sin ser ellos mismos candidatos, podrían ejercer una influencia crucial en la formación de consensos y el direccionamiento de los votos. En este sentido, se ha especulado sobre el rol de figuras argentinas como el cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández, Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, considerado cercano al ala más “bergogliana” y con un peso teológico significativo. Su capacidad para liderar o contener al sector más afín al pontificado de Francisco podría ser clave. También se menciona al cardenal Leonardo Sandri, aunque mayor de 80 años y por lo tanto no elector, su larga trayectoria en la Curia Romana y su reciente reelección como vicedecano del Colegio Cardenalicio le otorgan una influencia considerable, especialmente entre sectores más conservadores. La interacción y posibles alianzas entre figuras con diferentes sensibilidades ideológicas y trayectorias eclesiales serán fundamentales para comprender el desarrollo del cónclave.

En definitiva, la elección del sucesor de Francisco estará marcada por una compleja interacción de factores que van desde el origen geográfico y la edad de los candidatos, hasta sus perfiles pastorales o curiales (diplomáticos) y su posicionamiento, explícito o implícito, frente al legado del pontificado que concluye. El cónclave se presenta, así como un momento de discernimiento para la Iglesia Católica, donde se definirán en gran medida los caminos a seguir en las próximas décadas.

Como hemos visto, se ha planteado la existencia de una “crisis general del pastorado” que se hizo más visible con la renuncia de Benedicto XVI. Esta crisis abarca diversos elementos, incluyendo el estancamiento del camino conciliar, los escándalos sobre abusos sexuales, la burocratización de la curia, los desafíos de la expansión del catolicismo en África y Asia y la situación de la iglesia en Estados Unidos.

El papado de Francisco se ha interpretado como un intento de dar respuestas a esta crisis. Su legado incluye puntos como la sinodalidad, la reforma de la curia, la “deseuropeización” de la iglesia, la centralidad de los descartados, el cuidado de la casa común, una iglesia más inclusiva y una actitud de escucha y diálogo.

Sin embargo, dentro del Colegio Cardenalicio no existe unanimidad en torno a este legado. Hay cardenales que se identifican como “pro-Francisco” y otros como “anti-Francisco”. Incluso entre los cardenales creados por el propio Francisco, no existe una adhesión unánime a sus propuestas.

En este contexto, el próximo cónclave se presenta como un momento definitorio donde se adoptará una dirección para la Iglesia Católica. El clivaje principal podría ser el legado de Francisco.

Con base en todo lo anterior, cabe preguntarse: ¿Será la crisis del pastorado finalmente abordada a través de una profundización de las propuestas “bergoglianas”, consolidando y expandiendo las reformas iniciadas por Francisco? ¿O, por el contrario, asistiremos a la emergencia de nuevas respuestas ante esta crisis, lo que podría implicar un retorno a posturas más tradicionales o la exploración de caminos diferentes a los trazados por el último pontífice? La respuesta la podremos vislumbrar después de la fumata blanca.

 


Nicolás Dallorso es politólogo (UBA), abogado (UNLZ) y Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Siguiendo la propuesta de Enrique Angelelli de “tener un oído en el Evangelio y otro oído en el Pueblo” analiza las relaciones de poder en la Iglesia junto a la mirada esperanzadora de los humildes.

 


[1] El Concilio Vaticano II fue una asamblea de la Iglesia Católica celebrada entre 1962 y 1965 que buscó actualizar la Iglesia para el mundo moderno promoviendo el diálogo interreligioso y reformas litúrgicas.

[2] Un porcentaje ligeramente superior al 50 % de los estadounidenses dice que la religión toma un papel «muy importante» en su vida, una proporción única entre los países desarrollados. Estados Unidos tiene la cuarta población más grande de católicos en el mundo, después de Brasil, México y Filipinas. La iglesia católica estadounidense, se ha convertido en la más grande confesión religiosa del país que ha visto aumentar su número de fieles a 68,5 millones de personas (23% de la población). La Iglesia católica es la segunda agrupación religiosa más grande del país, después del protestantismo. Si el protestantismo se divide en sus distintas denominaciones, la Iglesia católica es la iglesia individual más grande del país.

[3] San Francisco de Asís, tras su conversión espiritual, recibió en 1205 un llamado de Cristo desde la capilla de San Damián: “Ve y repara mi iglesia, que está en ruinas”. Inicialmente, Francisco interpretó este llamado como la necesidad de restaurar físicamente las iglesias, comenzando por la capilla. Sin embargo, con el tiempo, comprendió que la misión era más profunda: renovar la fe y la vida espiritual de la Iglesia. Este entendimiento lo llevó a fundar la Orden Franciscana, dedicada a vivir en pobreza, humildad y servicio, buscando así la renovación de la Iglesia desde sus cimientos, un proceso que comenzó a principios del siglo XIII.

 

 


Imagen de portada: https://www.youtube.com/watch?v=5aUGxHbqa38

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