Por Matías Farías
La cuestión Malvinas ocupa un lugar central en la cabeza y el corazón de los forjistas, y de Jauretche en particular. ¿Por qué? Para Matías Farías porque hacia el pasado permite denunciar la dominación británica, y hacia el presente y el futuro contribuye a luchar contra toda forma de colonialismo.
Debemos mucho a Jauretche habernos apropiado como pueblo del enunciado “las Malvinas son argentinas”. Pero aún le debemos más a la hora de pensar qué relación existe entre este reclamo soberano y otros modos de pensar la nación.
En efecto, si bien ya en el siglo XIX José Hernández sostenía que desatender el reclamo de soberanía argentina en las islas contribuiría a naturalizar cualquier injusticia dentro del continente “pues si la conformidad o la indiferencia del pueblo agraviado consolida la conquista de la fuerza, ¿quién le defenderá mañana contra una nueva tentativa de despojo, o de usurpación?”, lo cierto es que hasta la aparición de la Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina (FORJA), el enunciado “Las Malvinas son argentinas” todavía era pensado en el horizonte de “civilización y barbarie”. Prueba de ello es el exquisito libro de Paul Groussac, Les iles Moulines, para quien la usurpación británica de las islas, contraria a derecho, tenía algo de aleccionador, en la medida en que evidenciaba todo lo que le puede ocurrir a un pueblo una vez que confía sus destinos a “déspotas” como Rosas.
Junto con Scalabrini Ortiz y otros compañeros militantes, Jauretche puso en evidencia, en el contexto de la crisis de la nación liberal de los años treinta, que las Malvinas eran el símbolo más notorio de la situación neocolonial que atravesaba el país. De este modo, construyeron una nueva interpretación de la historia argentina que colocaba en el centro la denuncia de que el nuestro era un país dependiente o un apéndice del imperio británico. En la vertiente nacional y popular que FORJA inventó, el “revisionismo histórico” lanzó así una serie de críticas al liberalismo del siglo XIX que aún hoy permean nuestra conciencia histórica. Sobre todo para pensar Malvinas bajo la hipótesis de que la dominación política y económica que ejercía el imperialismo británico en suelo argentino resultaba posible en base a un profundo operativo de colonización cultural.
También los forjistas señalaron con toda contundencia que la ocupación británica de las islas Malvinas constituía otra prueba irrefutable del extravío histórico de las elites liberales argentinas. En este sentido, el descuido del territorio insular debía ser interpretado como el ejemplo concreto de una política que, en aras de perseguir el “crecimiento material”, había optado por la alianza comercial con el imperio británico antes que por la defensa de los intereses soberanos de la nación. En estos términos, Jauretche y los suyos invirtieron a pleno el razonamiento de Groussac.
Se comprende entonces el lugar central que ocupaban las Malvinas en los intelectuales de FORJA, que hacia 1935 se había presentado a la sociedad con esta consigna: “somos una Argentina colonial: queremos ser una Argentina libre”. En uno de los volantes repartidos por sus militantes durante un acto llevado a cabo el día 9 de diciembre de 1937, cuyo motivo era oponerse a la instalación de un monumento al funcionario inglés George Canning (considerado como un agente del imperialismo y como el fundador de un “nuevo coloniaje”), podía leerse que:
“Cien años después, la obra de dominación inglesa ha quedado completada y perfeccionada: Ingleses son los medios de comunicación y transporte. Inglesas las empresas monopolizadoras del comercio exterior. Inglesas en su mayor parte las empresas de servicios públicos. Inglesas las más grandes estancias de la República. Inglesas las mejores tierras de la Patagonia. Inglesas todas las grandes tiendas. Inglesas todas las empresas que rinden dinero y están protegidas por el Gobierno Argentino. Inglesas son las voluntades que manejan la moneda y el crédito desde el Banco Central. Inglesas son las directivas a que obedece nuestra política exterior e interior. Inglesas “son” las Islas Malvinas y las Orcadas. Los designios de Canning se han cumplido. Los negocios ingleses se han conducido y se conducen con “habilidad”. ¡POR ESO CANNING TIENE UNA ESTATUA EN BUENOS AIRES! Ciudadano: Reflexione que tal esclavización de un pueblo […] operada arteramente durante un siglo por Gran Bretaña, sólo ha sido posible por la permanente y traidora entrega del país, realizada por nuestra oligarquía. En consecuencia, nuestra lucha de argentinos debe ser doble: contra el enemigo extranjero que invade y contra el enemigo de adentro que entrega. Y mientras el fascismo intenta la sustitución del coloniaje británico por el de otras potencias, y el marxismo trabaja por destruir la Revolución Nacional, las direcciones de la Unión Cívica Radical, empecinadas en su oportunismo electoralista, se oponen a la línea de intransigencia y de luchas argentinas”.
El volante dejaba planteado no sólo un diagnóstico, sino también un programa en el que la recuperación de las Malvinas formaba parte de la liberación argentina de su situación neocolonial. Quedaba inaugurado así una línea de reflexión por la cual la liberación de las Malvinas constituía un capítulo destacado en la historia de la liberación de esta nación.
Por eso no sorprende el apoyo de Jauretche a la veintena de militantes metalúrgicos liderados por Dardo Cabo quienes, junto con Cristina Verrier, llevaron adelante el “Operativo Cóndor”, al desviar en 1966 un avión de Aerolíneas Argentinas con destino a Río Gallegos para aterrizar en las Malvinas. A su modo, los “cóndores” (varios de ellos, incluido Cabo, asesinados y desaparecidos en la última dictadura militar) hicieron suyo el legado forjista, al plantar siete banderas argentinas en las islas y definirse como “una generación que asume sin titubeos la responsabilidad de mantener bien alto el pabellón azul y blanco de los argentinos, y que prefiere los ‘hechos a las palabras’. En su célebre Manual de Zonceras argentinas, Jauretche entiende la defección del Almirante Guzmán, a cargo de lo que en aquel momento era el territorio nacional de Tierra del Fuego como el capítulo último de la “zoncera mayor”: la que pensaba, desde Sarmiento, que la “extensión” era el mal que aquejaba a la nación. Allí reproduce una escena que quería ser verídica:
“María Cristina Verrier, integrante del “comando”, le preguntó al Almirante Guzmán:
—”Señor Gobernador de las Islas Malvinas, ¿le gustaría pisar en las mismas?”
—”Sería mi sueño” —contesta el Almirante.
—”Le advierto que dentro de poco usted podrá hacerlo, pues en este momento el avión pone rumbo a las Islas”.
El Almirante Guzmán se entregó prontamente a las autoridades británicas. Dardo Cabo, en cambio, quedó arrestado en Ushuaia, donde se casó con Cristina Verrier. Luego formaría parte de una generación política que buscó la convergencia entre la Revolución y la liberación nacional.
Ese horizonte utópico, alcanzado por la tragedia del terrorismo de estado y de la guerra de 1982, sostiene aún la memoria de quienes combatieron por una Argentina capaz de desandar su destino neocolonial. Recordar a Jauretche significa, entonces, recuperar una vida y una obra en la que lo nacional tiene un preciso significado universal: el de la lucha contra cualquier forma de colonialismo.
Matías Farías. Doctor en Filosofía. Docente e investigador IDEPI-UNPAZ