VIDA Y OBRA
José Ingenieros. Acepciones y usos del concepto de raza

Por Sergio Díaz

A cien años de la muerte de José Ingenieros, Sergio Díaz propone un recorrido por la obra de unos de los intelectuales más influyentes de Argentina y hace foco en la noción de raza, que marca sus reflexiones sociales, políticas y filosóficas. Así, presentando el modo en que el concepto de raza va variando a lo largo de la trayectoria de Ingenieros, el texto deja ver cómo se desarrollan en el país ideas que sugieren jerarquías sociales naturales y desprecian a algunos grupos y culturas presentes en el territorio. De esta manera, al volver sobre el pensamiento de un hombre que murió hace un siglo, Díaz no nos invita solamente a escuchar el pasado sino también a identificar los ecos de ese pasado en nuestro tiempo.

 

El 31 de octubre de 2025 se conmemoran los cien años de la muerte de José Ingenieros, uno de los intelectuales argentinos más importantes de su época. Fue un hombre multifacético: académico, funcionario público, editor, traductor, cronista, entre otras ocupaciones. Sus virtudes como escritor, además, le permitieron construir una vasta y diversa obra que le valió reconocimiento a nivel continental. Su versatilidad le posibilitó dedicarse a distintas disciplinas del conocimiento (psiquiatría, sociología, medicina, filosofía, teosofía) e interesarse por infinidad de temas, entre ellos, los vinculados a la raza, presentes en trabajos suyos producidos a lo largo de toda su trayectoria.

El abordaje que hace Ingenieros sobre los temas raciales tiende a ser heterogéneo. Esto se explica por su propia flexibilidad, pero también por las características específicas del concepto de raza. Un concepto que, en determinados contextos, cuenta con cierta aceptación, mientras que en otros genera rechazo, ya sea por la imprecisión que se le adjudica o por lo realizado en su nombre. Es importante tener presente que la raza, como idea, se distingue por ser compleja y resbaladiza, ya que se adecua a diferentes realidades, alcanzando distintos usos y significados, y por gozar de cierta ambivalencia al utilizarse como categoría de la práctica y como categoría de análisis.

La noción de raza circula en Occidente, al menos, desde el siglo XVI, para dar cuenta de un linaje, una estirpe o una descendencia de un ancestro común. A partir del siglo XIX, la raza se transforma en categoría científica, utilizada para definir tipos humanos con determinadas características físicas, psicológicas y/o conductuales. De esta manera, circularán, por un lado, discursos que asocien a la raza con fenómenos culturales y, por otro, discursos que harán de la raza una marca biológica grabada en los cuerpos. Paralelamente, en Europa, surgen las denominadas doctrinas “racialistas” que representan diferentes versiones de ideologías racistas con pretensión científica, basadas en múltiples presupuestos, como, por ejemplo, la jerarquía entre razas o la continuidad entre lo físico y lo moral.

Para Ingenieros, la noción de raza es versátil en sus usos y significados, aunque mayoritariamente resulte funcional a su mirada desigualitaria, jerárquica y racista de la sociedad. La perspectiva adoptada en la primera etapa en su trayectoria (1895-1898), en parte, está plasmada en sus textos elaborados para el periódico La montaña, que editaba junto a Leopoldo Lugones, y también en los artículos producidos en la órbita del Partido Socialista. Si bien, en los trabajos del período, las referencias al problema de la raza no son numerosas, se pueden rastrear menciones a temas vinculados a la raza que sustentan sus líneas argumentativas, como ser, la “selección natural”, la “supervivencia del más apto” o la “lucha por la existencia”, entre otros conceptos que fueron concebidos para el campo de la biología, pero que encontraron un lugar en las explicaciones vinculadas a las cuestiones sociales. Otra idea fundamental es la de “evolución” que permite justificar con argumentos biológicos la idea de progreso.

José Ingenieros en Suiza en 1912. Fondo José Ingenieros (CeDInCI). https://diccionario.cedinci.org/ingenieros-jose/

En el período siguiente (1899-1910), Ingenieros realiza una serie de desplazamientos. En primer término, abandona el Partido Socialista y modifica sus posiciones políticas. Su mirada se acerca a un “bio-economismo histórico”, similar al de Enrico Ferri. A diferencia del periodo anterior, ya no juzga de inmoral a la burguesía, ni identifica al capitalismo con una maquinaria explotadora; contrariamente, lo considera una estructura económica que ofrece un sinfín de ventajas. Según su lógica evolucionista y racista, la organización económica representa una traducción de la raza. A mayor evolución racial, mayor desarrollo económico.  Sigue creyendo que el socialismo representa un modelo superador, pero asume que es resultado de la prosperidad y no de la voluntad de los socialistas; cree, de hecho, que la cooperación entre clases es más eficaz que la lucha. En segundo lugar, como analista, se desempeña dentro de la “sociología científica” y bajo influencia del darwinismo, el evolucionismo y el positivismo (en especial el positivismo jurídico). En su lectura, lo social no forma parte de lo biológico, sino que “es” biológico; por ello, afirma que la sociología es una “ciencia natural”.

En esta clave, con el comienzo del siglo, publica trabajos como La simulación en la lucha por la vida (1903) o Simulación de la locura (1904), en los que se trasluce la forma en que clasifica y jerarquiza racialmente a los individuos y grupos, manifestando, incluso, su desacuerdo con aquellos autores que no consideran la variable racial en sus análisis, en nombre de una “absurda” universalidad.

En este período, además, Ingenieros expone sus preocupaciones relativas al problema de la nación. La raza, según cierta mirada de la época, sería indisociable de la misma, puesto que en la raza se encuentran ciertos elementos materiales y simbólicos relacionados con el origen y el destino nacional, al tiempo que la raza también formaría parte de los procesos necesarios para la imaginación de la identidad nacional.

Supo expresar Ingenieros que la formación de la nacionalidad argentina representa un “simple episodio de la lucha de razas”. En esta línea, se reconoció discípulo de Sarmiento, proponiendo que aquello que distinguió a las conquistas del sur y el norte de América se encontraba tanto en la raza de sus conquistadores, como en la forma en que estos se relacionaron con los conquistados. Los conquistadores de raza blanca que colonizaron el norte eran, a su juicio, en términos raciales, “superiores” a los españoles que llegaron al sur.

Por su parte, a diferencia de lo ocurrido en el norte, quienes llegaron al sur se mezclaron con los indígenas que ya habitaban el continente y con los africanos desplazados forzosamente como esclavos, dando lugar a una nueva raza mestiza o criolla distinta de la raza española. A esto hay que sumar, además, las condiciones naturales (territorio, ambiente, clima) que, según su mirada, incidían en la conformación y adaptación de las razas.

A diferencia de algunos de sus contemporáneos (esto incluye a los nacionalistas anti-positivistas, pero también a los cultores de la sociología biologicista como Francisco y José María Ramos Mejía), Ingenieros, no tenía una mirada favorable respecto a la primera ola migratoria, de origen español, pero era defensor de la segunda, de la que él y su familia formaban parte. Cree que, en la Argentina, y a diferencia de los países vecinos, se está dando una situación particular: el arribo de una importante cantidad de migrantes europeos de raza blanca con el fin de asentarse en un territorio cuyas condiciones naturales resultan favorables a su adaptación, llevándolo a concluir que Río de la Plata es el “centro de irradiación de una futura raza neo-latina”.

Entre 1905 y 1906, Ingenieros publica en La Nación una serie de crónicas remitidas desde Europa. Una de ellas se titula “San Vicente”, fue escrita tras su paso por Cabo Verde y representa una de las manifestaciones más repulsivas del racismo científico local. Allí, desacredita cualquier idea vinculada a la fraternidad universal. Según su lectura, la igualdad humana responde más a una idea de ficción, sentimentalista y filantrópica, que a evidencias basadas en la realidad. Por tal motivo, cree que carece de sentido formular leyes igualitarias y universales para regular la vida de individuos o grupos que son naturalmente desiguales. A su juicio, elevar el nivel de vida de los “inferiores” sería una acción contra natura y, a la vez, anticientífica. Su crítica llega al punto de justificar a la esclavitud como expresión de una relación social protectoria en la que hombres “superiores” se hacen cargo de la tutela de otros de condición inferior. Sus posiciones confrontan directamente con la visión de otros intelectuales que también transitaban los círculos socialistas, como Manuel Ugarte, Alicia Moreau o Juan B. Justo, y que, influenciados por autores como Jean Finot, se oponen tanto a la caracterización racial como al prejuicio sobre las razas.

En esta etapa de su vida, Ingenieros también se desempeña como académico y como funcionario en diferentes instituciones públicas. Dicho accionar lo acerca a quienes, interpelados por la “cuestión social”, se vuelcan hacia el ideario “reformista”. La “cuestión social” surge a fines del siglo XIX como una nueva forma de representar los conflictos y porque los derechos liberales considerados naturales y universales, en la práctica, no pueden ser ejercidos. Esta se vincula con problemas derivados de las migraciones, la urbanización y la industrialización (criminalidad, prostitución, vivienda, salud pública, alcoholismo, protesta obrera). Los reformistas confían en que, mediante la producción de conocimiento (sobre todo sociológico) y la intervención estatal, se podrán solucionar problemas urgentes en favor del orden liberal conservador. La raza, para los reformistas, es una variable fundamental que correlaciona, en distinto grado, a los diferentes grupos raciales con los distintos problemas sociales. En algunos casos, incluso, se propone a la raza misma como la causa de dichos problemas. Ingenieros, en diferentes trabajos del período (como los dirigidos a la legislación laboral), no solo reivindica al Estado, la política y la ciencia, sino que manifiesta que hay transformaciones que solo pueden ser realizadas por las personas idóneas en las instituciones adecuadas. El acercamiento de Ingenieros −y los reformistas en general− a la función pública, se justifica por cierta interpretación que se hace de la idea de evolución, en la cual, la perspectiva darwiniana cede el paso a la formulada previamente por Lamarck. En la propuesta de Darwin, los cambios son aleatorios y es la selección natural la que establece quién es apto y quién prevalece. La visión lamarckiana, en cambio, propone que, si se modifican las condiciones del medio, se puede favorecer la adaptación de los más desaventajados y orientar la evolución.

Según se observa, Ingenieros no puede evitar las contradicciones. Mientras que, como analista, afirma que las determinaciones biológicas sellan invariablemente el destino miserable de los hombres pobres de las razas inferiores, como funcionario público, trabaja en el diseño y la ejecución de políticas que apuntan a mejorar las condiciones de vida de esas mismas personas. La impronta “regeneracionista” expuesta por Ingenieros, entretanto, parece alimentarse de diferentes fuentes. Si bien prevalece la perspectiva biologicista señalada, también puede advertirse cierta sintonía con la significación que le daban algunos autores hispanistas que apelaban a una regeneración de tipo moral, política, cultural y educativa como un medio para salir de la decadencia social.

Entre 1911 y 1914, Ingenieros decide autoexiliarse en Europa. A partir de ese momento, además de elaborar trabajos en clave sociológica, produce textos en clave filosófica. En ambos casos se incluyen distintas aproximaciones al tema racial. Sobre el primero, por ejemplo, hay distintos registros dedicados a los hombres de la Generación del 37 a quienes considera precursores de la sociología local. Ingenieros, utiliza las ideas expuestas por estos reconocidos intelectuales para legitimar las suyas. A la vez, se asume como su principal heredero mientras busca ocupar su lugar actualizando científicamente la obra realizada por ellos.  Entiende que Sarmiento fue un adelantado al comprender la influencia del medio físico en los caracteres, los hábitos y las ideas de los habitantes de la Argentina, y en interpretar al conflicto social como conflicto racial. También destaca muchas de sus enseñanzas, por ejemplo, que las diferencias entre las revoluciones y posterior organización política y económica del norte y el sur de América presentan diferencias de orden racial.

Según Ingenieros, Sarmiento, además de identificar problemas, ofreció soluciones, como, por ejemplo, estimular la inmigración europea, fomentar la cultura y la asimilación de los hábitos vinculados al trabajo de los europeos o la educación pública. En ese contexto, las migraciones representan una variable nuclear en todo análisis sobre la realidad social. Para Ingenieros, el proyecto de una nación construida sobre el trasplante de “elementos étnicos europeos” capaces de regenerar racialmente a la población local, de raíz hispano-indígena, a partir de la mezcla, formó parte de los anhelos del conjunto de los precursores de la sociología argentina. Fue lo que imaginó Echeverría y, sobre todo, Alberdi. Pero Ingenieros va un poco más allá. Dice coincidir con Alberdi en que “europeización” equivale a “civilización” y con Sarmiento en que la inmigración europea es elemento de “orden” y “moralización”. Pero también concuerda con el autor del Facundo en que la mezcla incontrolada de razas es la causa de la “condición inferior” de la América hispana; por ello rechaza el mestizaje y propone la sustitución de población local por población europea de raza blanca.

En 1915, Ingenieros pronuncia una conferencia titulada “La formación de una raza argentina”. Allí, ofrece una definición de raza diferente de la que venía utilizando, aclara incluso que la misma se distingue de la utilizada por “zoólogos” o “antropólogos”, y detalla: “hablamos de ´raza´ para caracterizar una sociedad homogénea cuyas costumbres e ideales permiten diferenciarla de otras que coexisten con ella en el tiempo y la limitan en el espacio”, y explica que “cuando la etnografía habla de raza calchaquí o de raza araucana, da a la palabra `raza` un valor equivalente al que tiene en sociología: sinónimo de civilización o de nacionalidad natural”. Según se aprecia, de una concepción netamente biologicista, se desplaza a otra culturalista. Esto no significa una transformación radical en su posición, ya que en su concepción los fenómenos culturales no dejan de ser biológicos. A lo largo de su intervención, Ingenieros presagia un futuro venturoso para la Argentina. Expone que el país se está poblando con hijos de europeos de raza blanca que, progresivamente, adquirirán hábitos diferentes de los de sus padres, y que, mediante su adaptación al medio físico local, que es distinto al de los territorios de Europa, conformarán una nueva variedad racial. Explica además que la “nueva raza” adquirirá conciencia de su personalidad futura. Esta será la “argentinidad”, concebida como el “sentido nuevo que la raza naciente en esta parte del mundo podrá imprimir a la experiencia y a los ideales humanos”. También comenta que en Argentina hay una “tradición”, pero esta no habita en el pasado como proponen Ricardo Rojas y el resto de los nacionalistas; contrariamente, hay que buscarla en el futuro.

Entre los trabajos de orientación filosófica producidos por Ingenieros en este período, se destacan algunos enfocados en los problemas “morales”. Como expresión de esta directriz, en 1913, publica El hombre mediocre, la más difundida de sus obras. En este ensayo, el autor se adentra en las cualidades del “hombre mediocre”, tipo abstracto que representa una variante intermedia entre los mejores y los peores hombres. Estos hombres, cree, no tienen ideales propios ni personalidad, solo se adaptan para seguir al rebaño y padecer una vida rutinaria. No se destacan, no son genios ni tontos, pero conforman la mayoría. A lo largo del trabajo, Ingenieros analiza múltiples diferencias entre los “mediocres”, los “superiores” y los “inferiores”. Explica que, en la formación de la personalidad de cada individuo, operan tres elementos: la herencia biológica, la imitación social y la variación individual, y que todos heredamos al nacer los elementos para adquirir una personalidad específica. De igual modo, las características asignadas a los hombres “inferiores” suele presentarlas como determinaciones biológicas, mientras que las concernientes a los hombres “superiores” tiende a explicarlas por sus capacidades y singularidades.

El libro expresa una defensa inagotable en favor de los hombres “superiores”, llevando a Ingenieros, una vez más, a rechazar toda demanda igualitaria, al punto de proponer que “igualar todos los hombres sería negar el progreso de la especie humana. Negar la civilización misma”. Vale considerar que este trabajo es producido en el contexto en que se discutía la “Ley de sufragio universal, secreto y obligatorio” (1912), proceso al que Ingenieros se opuso, al punto de referir a la democracia como una “mediocracia”.

Por la misma senda, en 1917, publica Hacia una moral sin dogmas y, entre 1918 y 1923, una serie de sermones laicos que integrarán Las fuerzas morales. En el primer trabajo indaga sobre la relación específica establecida entre la ética, la moral, la religión y la raza en la evolución de los Estados Unidos. Por su parte, revisa el éxito que, según su lectura, obtuvieron los colonos ingleses por no mezclarse con los pobladores indígenas, cosa que los distinguió de los españoles y los franceses, y les permitió obtener mejores resultados. En el segundo, Ingenieros despliega diferentes ideas sobre la nación, inspiradas en la conceptualización de Renan, quien entiende a la nación como “un alma” y un “principio espiritual”, en el que se encuentran el “pasado” y el “presente”. Si bien, en el análisis, el problema de la nación es prioritario, el de la raza también se encuentra presente. Al igual que en “La formación de la raza argentina”, la raza aparece como un fenómeno cultural, salvo que, en este caso, y al igual que en los trabajos de Renan, raza y nación representan unidades diferentes. En los ensayos filosóficos, las referencias a la raza aluden a múltiples elementos que pueden representar, por ejemplo, rasgos del mundo social, valores inmateriales, un soporte identitario, un pueblo, una comunidad o un espíritu.

El desplazamiento de lo biológico hacia lo cultural que se registra en el orden discursivo no significa necesariamente una contradicción o negación de su visión biologicista; de hecho, en nuestro país, las ideas sociológicas se construyeron a partir de las filosóficas y ambas partieron de una matriz biologicista. De hecho, si se comparan los textos filosóficos de Ingenieros con sus trabajos sociológicos, se advierte que hay cambios en el lenguaje y en los argumentos, pero las conclusiones a las que llega suelen ser las mismas, y tienden a coincidir con sus explicaciones sustentadas en lo biológico.

Retrato de José Ingenieros (Casa A. Perrone – Productos Wander, 1916). Fondo José Ingenieros (CeDInCI). https://diccionario.cedinci.org/ingenieros-jose/

Antes de fallecer, Ingenieros escribe una serie de textos que verán la luz póstumamente. Allí, la raza adquiere otro sentido y es asociada a fenómenos como la “eugenesia”, entendida como un conjunto de técnicas y saberes que buscan el progreso favoreciendo la reproducción de individuos o grupos considerados valiosos, e impidiendo la de aquellos que son vistos como inferiores o indeseables. Hay que considerar que los años 20 funcionan como una bisagra en las discusiones vinculadas a la raza. Si hasta ese momento los debates se centralizaban en las migraciones, a partir de allí giran sobre la natalidad, la mortalidad infantil, la salud de madres y niños y todo aquello vinculado a la fortaleza física y moral de la raza nacional (sobre todo la futura). Para gobernar ya no alcanza con poblar, hay que hacerlo bien. La calidad de la población importará más que su cantidad. Muchos de estos trabajos se publicaron en Tratado del amor, y abordan los tópicos eugénicos convencionales como la procreación, la sexualidad o la maternidad, y otros menos comunes como el amor o el goce. Así como en Las fuerzas morales reflexiona sobre una sociedad futura, mejorada por los avances éticos y morales, en el Tratado del amor, la evolución responde a una superación desarrollada en los propios cuerpos y en la raza.

La idea de raza, según se expone, atraviesa toda la obra de José Ingenieros, ya sea como objeto de análisis, como un concepto que le permite categorizar grupos humanos o como una variable que tiene incidencia en diferentes fenómenos sociales. Sus explicaciones cambian; pese a ello, con recurrencia suele llegar a los mismos resultados. Cada hipótesis que formula opera como un puente que le posibilita llegar siempre al mismo destino. Ingenieros reflexiona sobre la forma en que la raza condiciona tanto el pasado como el futuro, transformando a la raza en un elemento fundamental para explicar la historia de la nación o su porvenir. Por lo demás, e independientemente de sus variantes, para Ingenieros la raza resulta un concepto eficaz para justificar y legitimar la jerarquización social y racial, el racismo, la desigualdad, el dominio de algunos y el sometimiento de otros.

 

 


Sergio Díaz es Profesor de Sociología, Licenciado en Sociología, Magister en Comunicación y Cultura, y doctorando en Ciencias Sociales (UBA). Se desempeña como docente en la UNPAZ. Correo electrónico: segiodiaz013@gmail.com

 

 


Imagen de portada: Ilustración de Bravo, 1931. Fondo José Ingenieros (CeDInCI). https://diccionario.cedinci.org/ingenieros-jose/

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