París 2024
Los Juegos Olímpicos de un mundo convulsionado

Por Juan Bautista Paiva

Hoy es la ceremonia de apertura oficial de los Juegos Olímpicos de París 2024, en donde las delegaciones de deportistas de más de 200 países participarán del tradicional desfile y el encendido de la llama olímpica. En esta nota, Juan Bautista Paiva, doctor en Comunicación por la Universidad Nacional de la Plata, recorre los desafíos con los que debe lidiar los JJOO en relación con la geopolítica, el género, el racismo, y la apuesta por integrar la ciudad con el deporte, desplazando a los estadios como los escenarios centrales de la competencia.

 

Cada Juego Olímpico es una postal que permite comprender las transformaciones del deporte y el mundo de cada época. En este caso, los Juegos de París 2024 se realizarán en un mapa geopolítico convulsionado por conflictos bélicos, el avance de expresiones políticas de extrema derecha a través del voto popular y por reposicionamientos de Estados que advierten del fin de la hegemonía de Estados Unidos para dar paso a un mundo multipolar.

El movimiento olímpico es una institución que no es ajena a estos sucesos globales. Si el deporte “tiende a seguir el camino del capital”,[1] en los Juegos Olímpicos se pueden “rastrear y encontrar hacia dónde se dirigen los procesos políticos que proponen las potencias del mundo, qué cuestiones son las que se pretenden dejar atrás y qué nuevas problemáticas aparecen en escena”.[2]

En este marco, París 2024 afronta múltiples desafíos relacionados a la geopolítica, las corporalidades, el género, el racismo y la salud. Estas cuestiones representan un reto para las intenciones del Comité Olímpico Internacional (COI) en su afán de exhibir a París en su esplendor a partir de una celebración urbana, festiva y despolitizada.

La calle, el nuevo escenario

En los Juegos de París 2024, el COI buscará desarrollar una narrativa deportiva presentando una sinergia entre el deporte y la ciudad. Durante la última década, el movimiento olímpico ensayó nuevas formas de organizar sus competencias con una idea: desplazar los deportes de los estadios hacia el centro de las ciudades. En otras palabras, el movimiento es salir del gimnasio a la calle.[3] Las primeras experimentaciones de este formato se presenciaron en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, donde se construyeron Parques Urbanos para albergar las competencias.

En París, la mayoría de los escenarios serán en lugares emblemáticos. Por ejemplo, las competencias de break dance, el skateboarding o el básquet 3 x 3 serán en la Plaza de la Concordia; el beach volley se desarrollará al aire libre a metros de la Torre Eiffel; y las pruebas de equitación serán en los jardines del Castillo de Versalles. En este sentido, lugares como el Musée du Louvre (Museo del Louvre), Château de Versailles (Palacio de Versalles) y en el Centre Pompidou (Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Po) estarán al servicio de crear el ambiente de los Juegos Olímpicos, en una clara intención de remitir a una época en la que Francia era uno de los imperios más poderosos del mundo

Este desplazamiento también incluirá nuevas formas de integrar al público, como la creación de espacios de celebración gratuitos para que puedan ir a festejar los triunfos con las y los atletas. Asimismo, las nuevas disciplinas de la grilla olímpica favorecen esta idea. El BMX, el break dance y la escalada deportiva surgieron en espacios públicos y se realizan en escenarios que no son los tradicionales.

En los Juegos Olímpicos de París 2024 se mostrarán distintos deportes como un fenómeno intrínsecamente vinculado a los espacios urbanos y se creará un clima festivo. Aunque poco tenga que ver con la realidad de la ciudad. En las vísperas al inicio, se llevó adelante una “limpieza social” para remover a las personas en situación de calle, con el objetivo de ocultar las existentes desigualdades sociales de París.

Los desafíos del deporte olímpico

Actualmente, el deporte olímpico está en tensión y crisis por distintas transformaciones culturales, políticas, tecnológicas y urbanísticas que se incrementan en las sociedades. Ante esto, el COI desarrolla esfuerzos para abrazar estos cambios que se desprenden de las agendas del Norte Global. A continuación, se proponen una serie de interrogantes sobre este momento de transformaciones del olimpismo.

En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020+1 quedó en evidencia que la salud, el género y el racismo son problemáticas que aún no tienen una respuesta por parte del COI. El retiro de la gimnasta Simone Biles de las competencias para cuidar su “salud mental” o los brazos cruzados de la lanzadora de bala Raven Saunders[4] dieron testimonio de demandas políticas que aún no han sido resueltas por el movimiento olímpico. ¿Qué herramientas se les brinda a las y los atletas para que sus trayectorias no sean vulneradas por este tipo de cuestiones? ¿Cómo se pueden crear espacios seguros para erradicar situaciones de ansiedad, angustia y depresión?

Recientemente, la World Athletics anunció que pagará 50.000 dólares por cada medalla dorada de atletismo en París 2024. ¿Las competencias olímpicas serán pagadas? ¿Este será el final del ya difuso y solapado espíritu amateur con que Pierre de Coubertin resurgió los Juegos Olímpicos modernos?

Por otro lado, la reciente lucha de la nadadora transngénero estadounidense Lia Thomas[5] por competir en las pruebas de natación femeninas abrió debates y discusiones a las cuales el COI parece querer escapar, delegando las decisiones en las federaciones deportivas internacionales. ¿Los juegos Olímpicos incorporarán a atletas trans? ¿Continuarán sosteniendo un modelo deportivo basado en una mirada patriarcal y heteronormativa?

Meses atrás se conoció que veintitrés integrantes de la delegación china en los Juegos Olímpicos de Tokio en 2021 dieron positivo de doping. En un sistema deportivo donde estos casos son cada vez más frecuentes. ¿De qué forma el olimpismo diseña los estándares biomédicos sobre las sustancias permitidas y las rechazadas? ¿Qué hará el COI frente a estas situaciones? Sobre todo considerando que quedó demostrado como estos casos son utilizados como una carta habilitada para sancionar a quien se deba disciplinar, sean atletas o países.

Mientras que la delegación rusa no pudo utilizar su bandera en Tokio 2020+1 por los dopajes, el caso de la estadounidense Simone Biles quedó amparado bajo excepciones terapéuticas. ¿Por qué el movimiento olímpico modifica la rigurosidad de las normas de doping dependiendo la nacionalidad del atleta o el país involucrado?

En las vísperas de Río de Janeiro 2016, el COI creó el Equipo de Refugiados Olímpicos con la idea de que atletas en situación de refugio pudieran ser parte de un Juego Olímpico. En el último tiempo, incorporó a un atleta cubano a este equipo, lo que habilita a preguntarse. ¿Qué entiende el COI por la condición de refugiado? ¿Cuáles son los criterios para construir una delegación de atletas bajo esta condición?

En este contexto, el COI pareciera enfocar sus esfuerzos en la incorporación de las nuevas tecnologías que permitan espectacularizar aún más el deporte olímpico. En abril anunció el lanzamiento de la Agenda Olímpica de Inteligencia Artificial y, a días de comenzar los Juegos de París, aprobó la creación de los Juegos Olímpicos de los esports que serán en Arabia Saudita en 2025. Pero, de qué maneras estas tecnologías pueden revertir el actual escenario de asimetrías de las y los atletas del Sur Global, que no tienen las mismas condiciones de infraestructura ni de calidad que poseen quienes desarrollan sus trayectorias en el Norte Global y, que son las y los protagonistas de los Juegos Olímpicos cada cuatro años.

Reflexiones finales

Los intentos por instalar una narrativa deportiva urbana, festiva y despolitizada se enfrenta a múltiples desafíos. Una de las principales preguntas es saber si las demandas políticas expresadas en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020+1 encontrarán una continuidad y cómo esto convivirá con el clima de festividad que se desea mostrar. Con respecto al protagonismo de las nuevas disciplinas, como el BMX freestyle o el breakdance, resulta interesante preguntarse si este aspecto implica dinámicas deportivas más democráticas o si tienen las mismas lógicas excluyentes que se hallan en los deportes que se entrenan en los lugares tradicionales, como la natación o el atletismo.

La actual situación del deporte olímpico abre interrogantes y discusiones sobre el proyecto del COI que, como quedó demostrado en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020+1, no pudo ser detenido ni siquiera por una pandemia que afectó a toda la globalidad. Ante la propagación del COVID-19, el COI no se mostró compungido por poner en peligro la salud de las y los atletas con tal de evitar la suspensión de estos Juegos que le hubiesen significado pérdidas por 35.600 millones de euros.

Esta situación totalmente anormal abrió la pregunta sobre qué tipo de deporte se propone como deseable en los Juegos Olímpicos, qué intereses económicos están detrás de la organización y a quiénes se relega del evento.

Desde su resurgimiento moderno, los Juegos son profundamente patriarcales y heteronormativos, exacerbadores de las perspectivas meritocráticas de superación, excluyentes de todas aquellas identidades que no ajustan a los modos varoniles, elitistas más allá de su convocatoria popular, contienen narrativas bélicas y violentas que abrazan como deseable el sufrimiento y son disciplinarios con atletas, países y naciones que no se encuadran dentro de la agenda del Norte Global. A contramano de la narrativa que busca instalar el COI, no son un acontecimiento destinado a la paz, sino a la celebración del sistema mundo surgido al calor de la modernidad que estableció las relaciones de poder y dominación del mundo contemporáneo.

Los lineamientos que el COI establece para cada Juego Olímpico marcan el rumbo de hacia dónde va el mundo a través de narrativas deportivas, políticas, tecnológicas y urbanísticas que se presentan como deseables. En esta ocasión, hay una clara intención de mostrar al País como epicentro de una globalidad desvanecida de la conflictividad política de un reparto global desigual.

El caso de los Juegos Olímpicos de París 2024 será una nueva oportunidad de observar cómo se incorporan tecnologías y elementos que puedan aumentar la espectacularización de las competencias y definir las maneras aceptables de experimentar las prácticas deportivas. Sin embargo, será en un momento histórico donde la figura olímpica y el deporte olímpico se encuentran en crisis. Las demás políticas expresadas en los últimos Juegos Olímpicos dan cuenta de la necesidad de pensar formas más vivibles de transitar por el deporte.

 

 


Juan Bautista Paiva es doctor en Comunicación graduado en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Licenciado en Comunicación con orientación en Planificación Comunicacional graduado en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (FPyCS) de la UNLP. Docente en la Cátedra II de Culturas Populares y Deporte de la Tecnicatura Superior en Periodismo Deportivo (FPyCS-UNLP).

 


[1] Besnier, N., Brownell, S. y Carter, T. F. (2018). Antropología del deporte. Emociones, poder y negocios en el mundo contemporáneo. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, p. 17.

[2] Paiva, J. B. (2024a). El deporte olímpico como material de la cultura: los Juegos Olímpicos de Tokio 2020+1 desde la comunicación. [Tesis doctoral]. Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Recuperado de https://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/164543 p. 221.

[3] Paiva, J. B. (2024b). Los Juegos Olímpicos de París 2024. Del gimnasio a la calle. Perspectivas de Investigación en Educación Física, 2(4). Recuperado de: https://www.pef.fahce.unlp.edu.ar/article/view/PIEFe031, p. 9.

[4] En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020+1, la lanzadora de bala estadounidense Raven Saunders subió al podio a recibir su medalla de plata y posteriormente alzó sus brazos en cruz en representación de “todas las personas oprimidas” como una inspiración para “el colectivo LGBTIQ+, a las personas con enfermedades mentales y a las minorías negras”.

[5] En abril de 2023, el caso de la estadounidense Lia Thomas, la primera persona abiertamente no binaria en participar en las competencias de la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (NCAA, por sus siglas en inglés) abrió debates públicos y mediáticos sobre si las personas no binarias y las personas trans pueden competir en categorías “biológicamente femeninas” o si es necesaria la creación de “categorías abiertas”.

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