La extrema-derecha brasileña en el diván
“¿Qué pasará si Brasil para?”

Por José Szwako (IESP-UERJ)

El 27 de marzo, innúmeras ciudades brasileñas fueron tomadas por caravanas en defensa del “derecho a volver al trabajo”. Los manifestantes se oponían a la “cuarentena” aconsejada por la OMS y respaldaban la opinión del presidente Bolsonaro, de que la crisis del coronavirus no es más que una “gripecita” y, por ende, no se justificaba la “histeria” nacional. A menudo, estos militantes se dicen “muy preocupados por toda la crisis”, pero, así como el presidente, consideran que “el aislamiento es exagerado”. En FacebookWhatsApp y en las caravanas, reconocen “la gravedad del coronavirus, pero…” –el adversativo regresa– “no podemos olvidarnos de la economía”. Además, el negador afirma: “estoy enterado”, “yo leo, no sólo en el WhatsApp de mi familia, sino que leo información técnica real”, “información que la prensa no nos está mostrando”, haciéndose una vez más eco del presidente. 

En este ensayo, analizo chistes, memes y publicaciones difundidos por el discurso negador actual en Brasil.2 Utilizo el término “negador” en referencia a los discursos producidos y transmitidos por personas ordinarias, grupos, familias y/o autoridades parlamentarias, para quienes la mejor alternativa para Brasil hoy es “ir a trabajar”. Interpreto dicha producción discursiva a partir de sus metáforas e imágenes de la muerte, sacando a la luz la dramática avalancha de (des)información en el debate sobre el covid-19. Al analizar las bromas y ataques del discurso negador, la intención es destacar su economía libidinal, y esbozar una crítica de las inversiones pulsionales en estos mensajes. De esta manera, mi propósito es también contribuir, desde la frontera entre las ciencias sociales y el psicoanálisis, al debate sobre el anti-intelectualismo y, más específicamente, sobre los grupos y discursos en contra de la universidad y la ciencia, cuyos efectos políticos van más allá del escenario brasileño. 

A todo y a todos 

La crisis de salud global provocada por la fuerza de contagio del coronavirus, ha actualizado algunos de los leitmotivs del conservadurismo contemporáneo en Brasil: familia, patria y trabajo.3 No por casualidad, las reivindicaciones por el “fin del aislamiento” visten el mismo tono verde y amarillo de las protestas golpistas del 2016, y de la victoria electoral del presidente, en el 2018. La justificación más recurrente es salvar al “mercado”, a la “economía”, a la “producción” que “no puede parar”. Una publicación refuerza las declaraciones y bromas del presidente: “Cálmense, amigos, Bolsonaro no obliga a nadie a trabajar… Esto es sólo para quienes les gusta [trabajar]”. “¿Qué pasará si Brasil para?”se pregunta otro meme, y sigue: “Queremos trabajar. Bocinazos 27/03. Aislamiento vertical”. Así, trabajar y una cuarentena “vertical” son las medidas propuestas por el discurso negadorSintomáticamente, uno de esos mensajes no ofrece respuesta: si Brasil “parara”, ¿qué pasaría? 

Los enemigos imaginarios o reales del discurso negador son los que defienden “quedarse en casa”, considerados “simplistas” o “reduccionistas”. Según la discusión en un grupo negador de Whatsapp, el debate debe tener “buen sentido, honestidad y no partidismo”. “Rechazamos a las antiguas oposiciones”se lee en el mismo día en que circula una foto de la camiseta de fútbol del así llamado “Covid Sport”; en dicha camiseta, los logotipos de sponsors (quienes supuestamente financian al “Covid Sport”) son los blancos de la extrema-derecha brasileña: la bandera de China, el logotipo de Rede Globo y los símbolos de los partidos de izquierda (o centro-izquierda), PSOL y PT. 

Otra imagen movilizadora, igualmente atravesada por los ejes anti-político y anti-prensa, es la foto de casas en situación de extrema pobreza, en frente al desagüe a cielo abierto. Bajo la foto, se enumeran enemigos: “Quédate en casa. Dicen artistas, políticos, alcaldes, gobernadores, periodistas y otros llenos de buena voluntad… Después recuperamos la economía, dicen”. 

En esa primera capa de racionalización distinguida por su ideal del mercado, se nota una preocupación con “las familias”, “los pobres” y “las vidas”. En el discurso “pro-economía”, figuras de género y de desigualdad se cruzan para emprender una “defensa” de la “vida”. Un mensaje de Whatsapp afirma que “es difícil defender la cuarentena cuando la despensa está vacía y, si no trabaja, no hay pago, trabaja durante el día para comer en la noche”. 

Inspirado por metáforas familistas, otro mensaje anti-político pide “no fomentar la división”, pues “discutir política durante una pandemia es como discutir el divorcio en un incendio”. Negando el conflicto político, un presentador de televisión advierte que “el hambre está por venir antes que la enfermedad. No es hora para guerra política”. En respuesta, la base de negadores, reafirma: “Bolsonaro tiene razón. Acéptalo”. El negador no sólo piensa ser “razonable”, sino que le parece mentalmente imposible que no tenga “razón”. La crisis actual disloca al anti-feminismo de los negadores, que dicen: “si aumenta la violencia en contra de las mujeres, ¿por qué no volver al trabajo?”. Los familistas no están solos. “He vivido”, se lee en un mensaje natalista, “para ver abortista afirmar que la vida es lo más importante”. 

Metáfora semejante también es dirigida a los medios hegemónicos de comunicación. “Esto se llama corona-hambre”, dice la foto con dos niños abandonados en la calle, y sigue: “[pero] como no es business, eso los medios no lo muestran”. Un congresista de extrema-derecha cuestiona: “¿Qué prensa es ésta? ¿Sólo muestra noticias que inspiran el pánico?”. Más allá del WhatsApp de su familia, el negador se cree “crítico” de la Rede Globo y de Folha de São Paulo. “No creo en nada”, se lee. Él “sí” sabe, a diferencia de los “simplistas”, pues “prefiere informarse”. Cuando la OMS afirma que el virus avanza rumbo “a las familias”, manifiesta un casi pánico: “a trabajar”, protesta. Sin embargo, según el mismo titular, la OMS “refuerza la necesidad de aislamiento”.4

Salvar la economía es la salida propuesta por el discurso negador brasileño. El video del propietario de una red de supermercados es representación única de la fantasía negadora.v Así empieza: “También soy favorable a quedarse en casa, pero…”. Pero, en realidad, no. Y sigue: “Debemos hacer lo menos peor ahora. Vamos a pasar por esto luchando Cuento contigo. El lunes próximo, volvamos a la normalidad No escuchen a los que quieren la destrucción del país”. Este tipo de apelación se observa en innumerables chistes y mensajes que emplean pares opuestos como trabajadores-vagabundos, responsables-irresponsables. Dichas bromas en texto e imágenes han sido probablemente celebradas y difundidas por muchos medios y familias en todo Brasil. 

A primera vista, puede parecer que el negador pro-economía se guía por una relación erótica constructiva con el mundo. Afirma querer “salvar vidas”, proteger a “niños”, “mujeres”, “los pobres”, “la familia”, y evitar “la destrucción del país”. Todo muy admirable y edificante, si no fuera por las metáforas y referencias a la muerte que interpelan y dan sentido a este imaginario. El mundo representado en este discurso es el mundo del “menos peor”, el desagüe a cielo abierto, el incendio, la despensa vacía, niños abandonados… Esta es “la verdad destructiva” que los no-negadores “no ven”. La ambivalencia entre las pulsiones de vida y de muerte, a raíz de esta imaginación, se evidencia en la guerra declarada por el negador. “Vamos adelante, tenemos garra, somos guerreros. Tenemos una patria por la cual luchar, tenemos una misión que cumplir”. Y concluye: “Estoy con ustedes, vamos a la lucha”. El negador se ofrece al puesto de mártir y está dispuesto a morir al decir que “tal vez ni siquiera esté aquí” después. Sin embargo, quiere arrastrar con él a los demás, sus “colaboradores” y los consumidores del mercado, “a la lucha”, “para el lunes normal”. 

Considerándose a sí mismo altruista, el negador afirma, en su perversión, sólo querer ayudar; sus “enemigos” no están “llenos de bondad”, como supuestamente alegan. En cambio él quiere, trabajando, salvar “vidas” y “a los pobres”, salvar a todo y a todos. Pero le interesa, también, su propia muerte. “No me acobardaré, lucharé hasta el final mientras tenga fuerzas para ayudar”. No satisfecho con las representaciones de un mundo decrépito, su libido se regocija del coqueteo con la catástrofe y la muerte. Así, el presunto altruista desea sobrevivir pero también morir “por los demás”, trabajando “hasta el final”.  

Sin embargo, esa economía libidinal nos revela algo más. Si observamos, en un nivel más profundo, el estatuto del delirio aspirado por los negadores, veremos que su pulsión de muerte les exige que no mueran, al menos, que no mueran por ahora. 

Por encima de todo y de todos 

¿Qué pasará si Brasil para? La ausencia de una respuesta a dicha cuestión oculta algo sintomáticdel discurso negador brasileño actual. 

Las descripciones de cómo sería esta parálisis nos permiten atravesar el preconsciente negador y adentrarnos en algunos de sus deseos más primarios. Según la publicación de un “autor desconocido”, “quedarse en casa” conducirá al país a un escenario en el que “las personas morirán por la falta de dinero para la salud en general, el aumento de la delincuencia, el hambre, la depresión y el suicidio”. Los horizontes de futuro descritos en publicaciones y videos superan a cualquier distopía, de Mad Max a Bacurau. En su testimonio, el negador presenta una detallada historia sobre lo que “sucederá”, si “todo para”. En su imaginación, “los muertos en la calle, porque no hay nadie para recoger los cuerpos, ya se están descomponiendo. En el hospital, los que fallecieron hace dos días también se encuentran en un estado muy complicado”.  

Sin embargo, ese futuro no es solamente imaginado, sino, más bien, deseado por el negador. En estas descripciones morbosas, él representa de manera simbólica lo que inconscientemente espera que suceda. No es, por lo tanto, una distopía, sino más bien un sueño hecho realidad, un escenario utópico que, por fin, daría rienda suelta a las pulsiones y alucinaciones negadoras más íntimas. El futuro proyectado se asemeja a una película tétrica. “Unos pocos llegarán a sus casas, infectados por el virus, y van a estar junto a su familia. Otros, la gran mayoría, no lograrán llegar a casa, caerán en las aceras y se quedarán allí”. En un canal ultraconservador de YouTube, el comentario a un video negador señala que “el arma más poderosa de destrucción masiva es la psicológica”. Para el grupo de “zap” [WhatsApp], “es triste imaginar que esas verdades sólo serán comprendidas (o serían, Dios quiera) si hubiera una crisis de desabastecimiento”. No es necesariamente lo que sucederá, pero es lo que el discurso negador desea, de modo ni tan inconsciente, en caso de que el país “pare”. Así, dicho discurso niega su fantasía de ver realizados sus sueños de exterminio. Fantasía morbosa que el negador quisiera como decía Freud6  haber reprimido. 

En tono agresivo, el negador afirma que sólo habrá un futuro (no-negador) si tomamos, según él, “la decisión correcta”. Se considera a sí mismo “realista”, y a sus enemigos “ingenuos”. Es casi una defraudación simbólica. La afirmación en un mensaje pesimista sobre el coronavirus suena a una amenaza: “O llegamos a un consenso o igualmente vamos a sucumbir”. El acto fallido no falla: ¿vamos a sucumbir de todos modos? Cuando el titular afirma que “86% de los habitantes de favelas pasarán hambre”, se sabe que la solución es “trabajar”. En algunas discusiones de WhatsApp, no se les ocurre que, con o sin formas alternativas y civiles de solidaridad, el Estado brasileño pueda o deba asumir la responsabilidad y actuar en la crisis. Cualquier acción coordinada en este sentido es, para el negador, una burla. 

La utopía negadora es doblemente escatológica. Su deseo del fin del mundo es un deseo macabro, repleto de moribundos, putrefacción y basura. En su fantasía, la comida en mal estado “apesta”, el narrador quiere sacar la “basura”, pero dice: “El bote de basura está lleno. No hay empresas recogiendo la basura. Y es sólo el segundo día”. Esta habla desnuda lo que el discurso rechaza (es decir, quiere expulsar “hacia afuera”): la contrariedad interna de su propio deseo morboso y de un mundo morboso. Si acaso el sueño se realiza, el negador podrá tener, en ese (fin del) mundo deseado, una promesa de placer. Él podrá vocalizar un lapidario “Te lo dije” (que no se confunde con el inmovilizador “Te lo dije” de las izquierdas que, melancólicas, han anticipado críticamente nuestra realidad). El goce negador es postergado; quizás, después, él podrá reinar sobre sus enemigos reales e imaginarios. Sobre escombros, cadáveres y moribundos, por encima de todo y de todos, su delirio es de que podrá demostrar al mundo que la única salida “racional” y “realista” era “volver al trabajo”. 

La libido invertida en descripciones del fin deseado del mundo trae aspectos y efectos políticos. El discurso presidencial nutre su base política y se nutre de ella. Más que un cálculo, se trata de una apuesta política. Bolsonaro vislumbra que, al final de ese proceso, no importa la relación entre el número de muertes, de sobrevivientes infectados y de personas que podrían salvarse mediante una acción coordinada, él podrá culpar a otros, al virus o a los gobernadores, sea por “desastre en la economía” o por la “catástrofe de vidas perdidas”. En cualquier escenario se ve triunfando. Así, apuesta en las elecciones 2022 poniéndose a la delantera del chorus escatológico “Te lo dije”. Sin embargo, el presidente tiene que manejar una serie de contrariedades externas (sea China, Trump o los militares). Las contrariedades producen un cierto desacuerdo entre él y su base: si la base sigue descontenta y reluctante con el crecimiento exponencial de los casos, el presidente ha demostrado cierta sumisión a Ananké, indicando aceptar las condiciones impuestas al afirmar que adopta las recomendaciones de la OMS, al mismo tiempo en que las tergiversaba.7

El presidente y su base aparentan, de hecho, disputar quién es más “realista”, quién es más capaz de ignorar los desmentidos diarios de sus opiniones. Si la fake news tergiversó el discurso del representante de la OMS, luego desmentida por él,8 el negador se niega a reconocer la verdad. Si el FMI lo contradice,9 él lo reprime repitiendo que “no hay dilema entre vidas y empleos”. En todo caso, el ego negador no sólo edita la realidad (lo que podría decirse de cualquier pasión o neurótico sano): de modo perverso, ha elegido “informarse” y falsifica su propia falsificación sin desconocer su doble falsedad. Él no desconoce, por lo tanto, que la fake news es fake. 

Un rasgo análogo se observa en su lectura de los periódicos científicos y de difusión. En una lógica perversa de fijación en las rectificaciones normales a la construcción de la ciencia, aún más comprensibles en el contexto de crisis, el “discurso negador” no rechaza el discurso científico, sino su naturaleza controvertida. Para el negador, las rectificaciones son repulsivas: “los científicos ya cambiaron el discurso”, “nadie sabe de nada más”, “he leído”. “Escéptico” “porque siempre hay politiqueo”, falsifica la controversia y regresa a fuentes más infantiles y “seguras”: un pediatra “que reveló toda la verdad que los medios ocultan” en YouTube, el audio de un “médico en Río de Janeiro que asegura que nadie menor de 40 años morirá de eso”, y tantas otras a-versiones de algún “autor desconocido” en el zap. 

La negación extrema: no-desconocimiento y subjetividad 

“No conformarse” y “manos a la obra” son versiones de la propuesta negadora hoy en Brasil. El negador se presenta como un altruista pero, como cualquier persona, tiene un autointerés, cuya vena pulsante se hizo explícita en el WhatsApp por su crítica: “¿te quieres matar?”. En un nivel más profundo, se observa cierto desacuerdo entre la política presidencial y el rechazo perverso de la realidad científica esencialmente controvertida. El análisis de la pulsión mercadológica nos permitió desreprimir momentos de una catástrofe macabra simbólicamente representada. En ese sentido, la defensa apasionada “pro-mercado” no niega la “gravedad” de la situación; tampoco se trata de negar el discurso científico tout courtpues el discurso negador también se apoya en la ciencia. Más bien, ediscurso negador quisiera haber reprimido su utopía escatológica; niega, por ende, su sueño de destrucción masiva que tal vez (por la acción y la inacción humanas y no-humanas), en algún momento se vuelva realidad, cuando el negador podrá gozar por fin. 

Este ensayo ofreció pistas útiles otros diagnósticos, en particular, pistas de que el negador no es irracional ni desinformado. Él tiene sus propias fuentes. No es, así, un problema de raíz cognitivo-psicológica ni siquiera comunicativo. No le falta información calificada o verdadera; sus verdades abundan. El negador es rehén de su verdad y de la verdad de su perversión. No le falta razonamiento; clama por “sensatez” y, con su omnipotencia característica, rechaza otro camino que no sea el imaginario “punto intermedio”, “el más sostenible”.  

Una contribución de este examen del delirio negador ha sido traer al análisis capas de observación preconscientes e inconscientes. Dichas capas encierran implicaciones sociales y políticas, empezando por el hecho de que el negador no desconoce la realidad. Tal cual el infant el perverso, él desdibuja los indicios de lo real cuando la realidad no le es satisfactoria. Es decir, por lo tantoque él casi siempre la desdibujaEn todo caso, por detrás de este no-desconocimiento, vive la verdad de que, para los sujetos del discurso negador (así como para los que apuestan en la negación de la dictadura brasileña), la muerte, en sus imágenes y monstruosidades, les atrae demasiado. 

 

 


1 Agradezco a Victoria Irisarri por su generosidad afectiva e intelectual. Traducción de Beatriz Filgueiras. 

2 Cuando hablo de discurso negador actual estoy hablando específicamente de la negación de las evidencias científicas, alrededor de la crisis sanitaria disparada por el coronavirus en Brasil. Para evitar la repetición de la cualificación científico-sanitarista, utilicé discurso negador como elipsis sintética de la expresión discurso negador científico-sanitarista. 

3 Szwako, J. (2016). O fascismo contemporâneo brasileiro”. Recuperado de https://revistaescuta.wordpress.com/2016/05/18/escuta-especial-conjuntura-o-fascismo-contemporaneo-brasileiro-ou-o-mundo-segundo-o-conservadorismo/ 

4 https://g1.globo.com/bemestar/coronavirus/noticia/2020/03/30/oms-reforca-necessidade-de-isolamento-social-e-testes-para-conter-velocidade-das-transmissoes-de-coronavirus.ghtml 

5 https://www.facebook.com/valdir.cruz/videos/3669791936427898/ 

6 Freud, S. (2011). On Negation. En M. K. O’Neil y S. Akhtar (Eds.) On Freud’s “Negation. London: Karnac Books. 

7 https://oglobo.globo.com/brasil/bolsonaro-distorce-fala-da-oms-volta-pregar-retorno-ao-trabalho-24340661 

8 https://veja.abril.com.br/mundo/em-resposta-a-bolsonaro-diretor-geral-da-oms-insiste-no-isolamento-social/ 

9 https://valor.globo.com/mundo/noticia/2020/04/03/oms-e-fmi-afirmam-que-ha-falso-dilema-entre-vidas-e-empregos.ghtml 

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