Memoria, Verdad y Justicia 
Recuperar el pasado para proyectar un futuro

Por Nayla Santisteban y Leandro Ariel Fernández

En los últimos años nos encontramos frente a un incremento de discursos violentos, que hasta hace poquito circulaban en redes sociales pero ahora también se enuncian desde el propio Estado. Reivindicar los lazos comunitarios y organizacionales de las personas detenidas desaparecidas, dicen Santisteban y Fernández, puede ser uno de los modos de proyectar nuevos futuros 

 

Desafíos, reflexiones y propuestas ante la amenaza del negacionismo 

Introducción 

¿Cómo se explica el ascenso de un movimiento político decidida y abiertamente negacionista y neofascista, que ya desde la campaña presidencial del año pasado impulsaba un revisionismo en contra de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia? ¿Es posible pensar en una democracia plena en medio de un clima de intensa hostilidad y  violencia política, en el cual se califica al Congreso de la Nación como un “nido de ratas”, y en el que se persigue a detractores bajo la calificación pretendidamente denostativa de “zurdos” y “comunistas”? 

¿Será que todavía hay debates que perviven respecto de lo ocurrido en nuestro país entre 1976 y 1983? 

A riesgo de introducirnos en el terreno de las afirmaciones temerarias, no es tan descabellado afirmar que en un sector importante del progresismo local existen ciertas bases de nuestra existencia política, social y cultural que parecieran no ser ya materia de debate. Son 30.000. Fue un genocidio. Fue una dictadura cívico-eclesiástico-económico-militar.  

En parte, pueden explicarse esas bases desde la potencia de la reconstrucción democrática que tiene como expresión paradigmática a la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Con las Rondas de las Madres cada jueves desde 1977. Con la Causa N° 13/84 y el mundialmente histórico “Juicio a las Juntas” —ya convertido en un producto por Amazon Prime—. Con los procesos judiciales que arrancaron en 1998 con los “Juicios por la Verdad” y continuaron a partir de 2003, con la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final. Con un presidente bajando los cuadros de Videla y Bignone y pidiendo perdón en nombre del Estado en la Ex-Esma. Con el activismo de Derechos Humanos y las políticas públicas de Memoria, Verdad y Justicia. Con múltiples expresiones culturales, políticas y sociales se constituyó la base fundamental para sostener la expresión “Nunca más”, no sólo como un deseo de jamás volver a los crímenes contra la humanidad cometidos por el Terrorismo de Estado, sino también para reparar el enorme daño que se provocó en el tejido social.  

Todo esto constituye un canon que muchos creemos universal y que, en realidad, pareciera tener distintos grados de adopción en la ciudadanía, desde adhesiones tímidas hasta la mera indiferencia por tratarse de materias de un pasado al cual no se desea recapitular. Es sobre esta base que, a pocos días de conmemorar un nuevo aniversario de la última dictadura cívico-eclesiástico-económico-militar, consideramos oportuno realizar ciertos cuestionamientos que pretendemos que puedan contribuir al contexto socio político actual, pero especialmente para intentar abordar un desafío tan complejo como ineludible: cómo recuperar el pasado para proyectar un futuro en un contexto como el de la actualidad. 

La reconfiguración de la batalla simbólica: de Twitter a Balcarce 50 

Durante una buena parte del último lustro, cuando en el ámbito de la discusión pública se escuchaba o leía la palabra “zurdos“, la reacción variaba entre la ironía, la jocosidad e incluso, por qué no, cierto grado de ternura. Parecía tratarse simplemente de un grupo de marginales que andaban a los gritos por los medios de comunicación (redes sociales, canales de noticias pertenecientes a holdings hegemónicos, etc.), y cuyo mayor riesgo (ganar terreno sustancial en la contienda política transformándose en vehículo de la bronca comprensible de amplios sectores populares) recién pareció detectarse cuando ya era demasiado tarde. 

Los cuestionamientos respecto a lo sucedido durante la última dictadura tuvieron su inicio durante el gobierno de Mauricio Macri (actual aliado político del oficialismo). Podemos identificar las primeras expresiones en los dichos de Darío Lopérfido, siendo funcionario en Ciudad de Buenos Aires. En ese entonces, estas declaraciones le valieron su cargo. Otro punto alto fueron las declaraciones de quien entonces era presidente relativizando el número de los detenidos desaparecidos1. Estos hechos nos ubican en lo que fue la campaña presidencial del año 2023 donde la preocupación ante la escalada de violencia simbólica tomó tintes reales y concretos. Porque una cosa es expresar la palabra “zurdos” como apelativo en abstracto para designar a un otro que presuntamente pertenece a un colectivo político adversario, y otra cosa es enunciar un amenazante “zurdos, van a correr2. 

Más acá en el tiempo, podemos ver que desde que Milei asumió como presidente de la Nación, junto con su vicepresidenta negacionista que visitó a diferentes condenados por lesa humanidad, no sólo que se amplificó la utilización del significante “zurdo” para apuntar a cualquiera que opusiera una mínima crítica o resistencia al paquete de ajuste brutal llevado a cabo por la actual administración del poder ejecutivo nacional. Más aún: se consolidó como parte del andamiaje discursivo de Milei y su contingente de seguidores: un cambalache de comunismo fantasmagórico que incluye a figuras tan disímiles como Mikhail Gorbachev, Vladimir Lenin, Horacio Rodríguez Larreta, o periodistas como Ernesto Tenenbaum o Alejandro Bercovich. 

Léase: antes se decía en un tweet desde el llano. Ahora, se expresa desde el Estado.  

Y en esta deriva autoritaria presidencial que muestra cada vez más elementos de fascismo aspiracional —como lo denomina Federico Finchelstein3— se puede observar que el resultante despliegue de armamentismo simbólico no es para nada inocuo. Más que nada en redes sociales —pero de ningún modo limitándose a ellas—, la amenaza latente del escrache funciona como un instrumento de disciplinamiento al estilo de un “no te metas” del siglo XXI.  

En efecto, ya desde la época pandémica podemos observar el accionar, ante la disidencia —incluso mínima—, de un ejército de fascistas aspiracionales, cuya composición varía en forma indeterminada entre meros trolls de call center que operan a salario y personas pedestres que, alimentadas en muchos casos por la actividad de los primeros, parecieran acumular niveles de agresividad y odio pocas veces vistos. Todo esto provoca, en definitiva, un fuerte miedo a que esas amenazas, esos escraches, se transformen en acto.   

Ahora, es importante resaltar que en este esquema intimidatorio ya se dieron varios pasos más en el sentido de un avance autoritario, un avance entre el fascismo aspiracional (al estilo de Bolsonaro, Trump, etc.) y la aplicación efectiva de un régimen fascista que incluya el cierre del Congreso de la Nación, el aprisionamiento de disidentes, y el nombramiento de funcionarios defensores de acusados de delitos de lesa humanidad4. Piénsese, por caso, la detención llevada a cabo por la Policía Federal de un joven acusado de amenazar de muerte al Presidente de la Nación5. En el sitio web oficial del Ministerio de Seguridad de la Nación, se detalla  que, luego de recibir una denuncia realizada por un hombre que protagonizó una discusión con el acusado a través de la red social Instagram y que en un momento determinado de la disputa el involucrado amenazó con disparar en la cabeza al denunciante y al presidente Javier Milei, “los efectivos federales realizaron diversas tareas de campo para establecer la identidad y el paradero del involucrado. A partir de las investigaciones se pudo determinar que el agresor residía en el barrio porteño de Chacarita y, mediante el relevamiento de sus redes sociales, se determinó que demostraba tener un pensamiento ideológico muy apegado a la propaganda política de la ex Unión Soviética. Además contaba con vínculos con grupos comunistas que podrían llegar a realizar acciones que atenten contra el orden público” (los destacados nos corresponden). 

Como puede verse, ya no se trata solamente de una persecución en redes o un ataque de trolls, método paradigmático de Milei para castigar a la discrepancia opositora desde la campaña presidencial. Esto evidencia un avance hacia la persecución ideológica en el plano físico. Como dijimos antes: una cosa es tipear “zurdos” en la pantalla del teléfono celular y publicarlo en Twitter, y otra cosa es perseguir desde el aparato estatal, incluso aplicando poder punitivo, a personas con ideologías opuestas a la del propio presidente. 

Políticas públicas apologéticas, reivindicatorias y negacionistas 

Pero además, existe un conjunto de decisiones tomadas desde el Poder Ejecutivo Nacional, enmarcadas presuntamente en una política pública de intenso ajuste fiscal, que en realidad pueden interpretarse como pasajes al acto dotados de algún grado de sofisticación mayor que el de un escrache en redes sociales o un golpe de puño en la vía pública. 

Hablamos en este caso del desmantelamiento y/o persecución de espacios colectivos de resistencia: comedores, merenderos, INADI, Télam, etc. Es que, en un contexto donde hay infancias con hambre, el oficialismo decide dejar de enviar alimentos a espacios icónicos de la historia de nuestro país como son los comedores y merenderos populares donde asisten miles de argentinos/as. En estos espacios existe organización colectiva y resistencia diaria a los embates de este anarcocapitalismo. Misma suerte corren agencias gubernamentales a las cuales se las desfinancia, se las “elimina” o se le quita funciones despidiendo a sus trabajadores/as. El INADI es un organismo gubernamental cuya funcionalidad se basa en la prevención y protección contra la discriminación a aquellos colectivos vulnerables. Dentro de sus competencias puede encontrarse la recepción de denuncias ante situaciones de violencia. Finalmente, nos encontramos con la realidad de Télam, agencia gubernamental de medios de comunicación que fue vaciada, cerrada, y sus trabajadores/as despedidos/as. La agencia de medios tiene 79 años de trayectoria y es una de las fuentes de archivo y cobertura periodística  más importantes del país. 

Todos estos ejemplos nos llevan a pensar que no existen decisiones casuales por parte del Ejecutivo, sino que nos encontramos con una fuerza política que deliberadamente ataca espacios que se caracterizan por la participación social desde una perspectiva colectiva. Para decirlo con claridad, su fin es atacar espacios donde prima la organización popular que sostienen espacios de protección contra sus medidas económicas y sociales. La finalidad no es solamente el abandono de las obligaciones básicas como Estado Nacional sino también la implementación de un discurso de persecución y sospecha sobre los/las integrantes de estos lugares. 

De esta manera, se tiende a la “empresarialización de las relaciones sociales6 eliminando los lazos de solidaridad, participación, oposición, y resistencia de parte de nuestra sociedad. La metodología utilizada no es para nada novedosa en su uso, pero sí en su intensidad. Desde el presidente, el vocero presidencial, hasta sus ministros, instalan semanalmente discursos de profunda persecución (mediante redes sociales, programas televisivos, poder judicial, etc.) y sospecha sobre aquellas personas que cuestionen estas medidas. 

En este sentido, existe un paralelismo entre las acciones políticas llevadas a cabo por el actual gobierno y los procesos simbólicos reorganizadores genocidas cuya finalidad es la reconfiguración de la sociedad a partir de la ruptura de los lazos sociales7. Existe una necesidad de generar desconfianza entre los integrantes de nuestra sociedad, romper los lazos de compañerismo y solidaridad y fundamentalmente performar un nuevo sujeto social. 

En atención a este contexto, cabe detenernos sobre la siguiente cuestión ¿Qué pasa si, en materia de lo ocurrido en 1976-1983, la actual administración del Poder Ejecutivo Nacional pone en práctica políticas públicas negacionistas? 

Si retomamos los interrogantes del inicio, consideramos que no pueden pensarse las democracias actuales sin reflexionar acerca del negacionismo, término utilizado para describir a un fenómeno cultural, político y jurídico, creciente a nivel mundial, que se manifiesta en comportamientos y discursos que tienen en común la negación, parcial o total, de la realidad de los hechos históricos percibidos por la mayor parte de la población como hechos de máxima injusticia y, por tanto, objeto de procesos de elaboración científica y/o judicial de las responsabilidades que se derivan de ellos8. 

De esta manera, integrantes del actual gobierno vienen llevando a cabo —incluso desde tiempos anteriores a la campaña electoral del 2023— tanto acciones de índole marcadamente negacionista vinculadas al cuestionamiento de la cantidad de víctimas de la última dictadura cívico militar, como así también expresiones referidas a la teoría de los dos demonios. La defensa de este aparato discursivo se anclaba en la libertad de expresión (lo cual, inevitablemente, nos remite a la paradoja de la tolerancia de Popper9), desde un presunto “pensamiento crítico” carente de sesgos político-partidarios (“el curro de los DDHH”), etc. 

Como ejemplo de negacionismo podemos agregar lo ocurrido en la última apertura de sesiones del Congreso Nacional, en donde el actual presidente hizo referencia a la pandemia del covid y habló de 30.000 muertos de “verdad”. Esto, en clara alusión a la cifra de detenidos desaparecidos por la última dictadura militar10, con una liviandad tan sorprendente como repudiable para un primer mandatario de Estado. Ahora, corresponde puntualizar que el cuestionamiento respecto de la cantidad de víctimas no es algo exclusivo de nuestro presidente, sino que este tipo de discursos también se llevaron a cabo, por ejemplo, en la negación de la cantidad de víctimas del holocausto11 

En similar orden de consideraciones podemos ubicar las continuas expresiones de la actual vicepresidenta, con un público activismo en favor de la liberación de los genocidas y por la continua exigencia de una pretendida “memoria completa”, reeditando así la teoría de los dos demonios12. Posicionamiento que no encuentra ningún tipo de sustento en la reconstrucción de los hechos y su posterior juzgamiento. En ninguno de los 342 juicios de lesa humanidad con sentencia firme pudo sostenerse y/o demostrarse la existencia de una guerra, enfrentamiento, o situación similar.13  

Teniendo en cuenta que quienes llevan a cabo este tipo de expresiones son nada más y nada menos que las máximas figuras del poder ejecutivo es que podemos afirmar que nos encontramos ante situaciones de negacionismo estatal14 

Conclusiones 

Nos encontramos ante una escalada de violencia simbólica y política que nos lleva a la necesidad de formular estrategias que permitan aportar a una democracia mucho más robusta que la que actualmente tenemos. Máxime cuando, en general, las instituciones democráticas se encuentran bajo una intensa interpelación por parte de las más altas instancias del Poder Ejecutivo —considérese, para el caso, el infame y flagrantemente inconstitucional proyecto bicéfalo conformado por el DNU 70/2023 y la naufragada ley ómnibus—. Pero en particular, cuando desde las mismas instancias del Poder Ejecutivo se sostiene un aparato retórico reivindicatorio y hasta apologético de un momento histórico de nuestra Patria caracterizado por un profundo tinte antidemocrático. Así, surge el desafío: ¿cómo recuperar el pasado para proyectar un futuro en este contexto tan adverso’ 

Es que, sin dudas, el relato de lo acontecido en el pasado es motivo de disputa permanente. La virulencia que fue hasta aquí expuesta y las expresiones negacionistas son demostraciones cabales de que, para ciertos sectores de la sociedad, los debates siguen abiertos. Así es que, por más doloroso que pueda resultar en algún punto de nuestra conciencia política militante, quizás resulte necesario aceptarlo: las discusiones sobre el Proceso de Reorganización Nacional siguen activas, las disputas sobre el Genocidio no están saldadas y algunas de las heridas que dejó ese Proceso en el tejido social quizás no terminaron (y es probable que nunca terminen) de curar. En ese sentido, acaso un pragmatismo prudente resulte adecuado para distinguir dónde hay terreno fértil para hallar espacios de consenso y es allí donde habrá que profundizar en nuestras herramientas argumentales para profundizar en la consolidación de nuestras posiciones. Esto, para evitar embarrarse en tiroteos argumentales que sólo aumentan los niveles de conflictividad y violencia, ya de por sí muy cercanos a lo irrespirable. 

Que quede claro: lo anterior no significa de ninguna manera poner nuestras banderas a media asta ni resignar el dispositivo de la denuncia como herramienta para la defensa contra la agresión despiadada, el odio virulento y los atentados directos contra la propia existencia. No obstante, es posible que remojar las barbas con cierta agua de reflexión y autocrítica sea una táctica saludable. Dicho de otro modo: que prácticamente 6 de cada 10 sufragios hayan favorecido al ascenso al poder de un movimiento político como La Libertad Avanza no transforma automáticamente al 60% de la población en neofascista, pero de esa expresión en las urnas algún mensaje deberíamos extraer. 

Por otro lado, en un plano un tanto más concreto, es preciso reforzar la defensa de los ámbitos de actuación política en general, pero en particular de aquellos donde se manifiesta de modo más cristalino la interdependencia de esos ámbitos con la defensa de las instituciones democráticas que tanto costó recuperar a partir de 1983.  

Al respecto, se torna imprescindible rechazar —con el mayor de los énfasis— el vaciamiento y desmantelamiento de los espacios colectivos como los comedores, merenderos, sindicatos, organismos estatales como el INADI, Télam, entre muchos otros cuya existencia y funcionamiento se encuentran en serio riesgo. En este sentido, es indispensable evidenciar el sustrato simbólico y antidemocrático de esos procesos de vaciamiento y desmantelamiento. Ante tamaño escenario de hostilidad e incertidumbre, resulta imperioso proteger y reforzar esos espacios territoriales de integración comunitaria. 

En un nuevo aniversario, creemos que una buena manera de homenajear y conmemorar a los/las compañeros/as detenidos/as desaparecidos/as es reivindicar sus identidades políticas, sus lugares de resistencia, y fundamentalmente retornar a aquellos lazos sociales colectivos que en la actualidad tanto se esfuerzan por romper. Retornando a sus valores, sus creencias y sus sueños es que honramos sus memorias y quizás así podamos aproximarnos a la sociedad del pasado pero intentado reconstruir nuestro actual futuro. 

Con Memoria, Verdad y Justicia. Ahora y siempre. 

 

 


Nayla Santisteban y Leandro Ariel Fernández: Observatorio Memoria, Verdad y Justicia — UNPAZ 


1 INFOBAE (2016). Mauricio Macri: “No tengo idea si hubo 30 mil desaparecidos”. Recuperado de https://www.infobae.com/politica/2016/08/10/22-definiciones-de-macri-en-su-entrevista-en-buzzfeed/  

2 BERCOVICH, A. (2024). “Zurdos“. Recuperado de https://youtu.be/7YyyNK41K00?si=lq05LkfTJ1CgcNDS . 

3 BRAVO REGIDOR, C. (2023). Los populismos de extrema derecha, ¿una vuelta al fascismo?. Recuperado de https://gatopardo.com/noticias-actuales/federico-finchelstein/ . 

4 BERTOIA, L. (2024). “Patricia Bullrich oficializó a Carlos Manfroni como su jefe de gabinete”. Recuperado de  

https://www.pagina12.com.ar/700913-patricia-bullrich-oficializo-a-carlos-manfroni-como-su-jefe-    

5 MINISTERIO DE SEGURIDAD DE LA NACION (2024). “La Policía Federal detuvo a un joven acusado de amenazar de muerte al presidente de la Nación“. Recuperado de https://www.argentina.gob.ar/noticias/la-policia-federal-detuvo-un-joven-acusado-de-amenzar-de-muerte-al-presidente-de-la-nacion  

6 DALMAU, I. G. (2023). El neoliberalismo como gobierno mediante y para la desigualdad. En M. BENENTE;D. CONNO, Las formas de la democracia: a cuarenta años 1983-2023 (pp. 211-224). José C. Paz: EDUNPAZ. 

7 FEIERSTEIN, D. (2007): El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina. Buenos Aires, FCE 

8  THUS V. (2017). “Negacionismo y políticas públicas. ¿Encarna Argentina un negacionismo estatal?“. Recuperado de https://revistes.ub.edu/index.php/CriticaPenalPoder/article/view/19949  

9 POPPER, K. (2012). The Open Society and Its Enemies. Londres: Routledge. 

10 INFONEWS COOPERATIVA (2024). Stand up en Congreso: Milei se burló de los desaparecidos y habló para los fansRecuperado de https://infonews.com/stand-up-en-el-congreso-milei-se-burlo-de-los-desaparecidos-y-hablo-para-los-fans.html     

11 THUS V. (2017). Op. Cit. 

12 ÁMBITO (2023). Victoria Villarruel: Estela de Carlotto ha sido un personaje bastante siniestro para nuestro país. Recuperado de https://www.ambito.com/politica/victoria-villarruel-estela-carlotto-ha-sido-un-personaje-bastante-siniestro-nuestro-pais-n5812741   

13 SECRETARIA DE DERECHOS HUMANOS DE LA NACION (2024). “Los juicios en datos“. Recuperado de http://www.juiciosdelesahumanidad.ar/juicios-en-datos   

14 THUS V. (2017). Op. Cit. 

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