Pasión de multitudes
Una historia mínima del fútbol argentino

Por Nemesia Hijós y Nicolás Cabrera 

El fútbol argentino nació en la segunda mitad del siglo XIX con las marcas del elitismoamateurismo y fair play, ¿cómo fue que para finales de los años veinte del siglo siguiente se convirtió en un deporte con rostro popular, masculino, masivo y mercantilizado? Nemesia Hijós y Nicolas Cabrera recorren los trazos de esa década en la que confluyeron acontecimientos clave que transformaron y marcaron el devenir del deporte hasta la actualidad. 

Hacia un montaje de la década del veinte 

Todos los recortes históricos son arbitrarios. Pero siempre hay momentos más propicios que otros para ejercer el derecho a la injusticia histórica. Los aniversarios o efemérides tal vez sean las fechas más comunes para proponer montajes. Y decimos montajes porque hablamos de hacer acoples y desacoples –entre lo escrito y lo visual– para proponer nuevos ensambles de lo aparentemente inconexo. Se cumplen 100 años de la década del veinte del siglo XX. Un decenio que, para el fútbol argentino, fue determinante en su estructuración en tanto espectáculo masivo, popular, mercantilizado y masculino. 

Hemos elegido tres ejes que no tienen un origen o un final marcado en la década del veinte, tampoco presentan trazos similares por lo largo y lo ancho del país, pero si de reconstruir una “historia social del fútbol argentino” se trata, sin duda hablamos de dimensiones ineludibles de una época insoslayable. Un decenio en el que se acelera el proceso de popularización del fútbol y su transformación en espectáculo masivo; donde las mujeres son excluidas sin pocos gestos de resistencia; y donde la profesionalización del fútbol empieza a tomar forma de la mano del amateurismo marrón”.  

Presentamos una superposición interactiva de procesos que hoy traemos a modo de ensayo, como primer intento, en pos de avanzar hacia atrás con miras hacia adelante. Un acoplamiento de textos e imágenes para discutir el fútbol argentino que tuvimos, para así poder imaginar el fútbol argentino que deseamos.  

El proceso de popularización del fútbol y su transformación en un espectáculo de masas 

El fútbol se introdujo en Argentina en la segunda mitad del siglo XIX de la mano de los agentes del capitalismo industrial y mercantil británico. Jugado inicialmente en el seno de sus clubs y public schools, pronto devino en un pasatiempo de la elite local. Desde los últimos años del siglo XIX su práctica empezó a interesar a jóvenes de los sectores medios y populares, en su mayoría estudiantes, pequeños comerciantes, profesionales y trabajadores urbanos, quienes progresivamente comenzaron a formar sus propias instituciones y competiciones para el despliegue del juego. Desde las zonas portuarias del país, el deporte se extendió por el resto de la Argentina siguiendo mayormente la expansión de la red ferroviaria. 

Los años veinte implicaron la consolidación del fútbol como uno de los principales entretenimientos de la población y sentaron las bases para su conformación como un espectáculo de masas. En esa época, caracterizada por una gran bonanza económica, crecimiento demográfico y expansión urbana de las principales ciudades del país, la población dispuso de mayor tiempo libre y recursos para acceder cada vez más masivamente al consumo de actividades de ocio –entre las que se destacaba el fútbol–. Al respecto, desde entonces se incrementó notoriamente de forma sustancial el número de jugadores que comenzó a participar tanto de las ligas oficiales locales como de los diferentes circuitos independientes del “fútbol aficionado”. Por citar un ejemplo, si en 1920 eran alrededor de 6 mil los jugadores inscriptos en los registros de la liga oficial de Buenos Aires (la Asociación Amateurs Argentina de FootballAAAF), hacia 1930 el número superaba los 25 mil. 

La selección argentina recibiendo al Barcelona FC en el estadio de Sportivo Barracas en 1928. 
Fuente: Archivo General de la Nación (AGN, Argentina).

Este fenómeno fue acompañado por una expansión asociativa de los clubes, que empezaron a incorporar nuevas actividades deportivas, sociales y recreativas para captar socios y socias. A su vez, se dio una mayor normativización, institucionalización y sistematización de sus estructuras y aparatos competitivos, lo que trajo aparejado la formación de nuevos mercados de consumo deportivo. Por ejemplo, en esos años se generalizaron los intercambios deportivos contra equipos y seleccionados del continente y Europa. En ese marco, se comenzó a extender el hábito de asistir a las canchas, lo que llevó a un aumento significativo de las recaudaciones. En el caso de Buenos Aires, los partidos más importantes de la época llegaron a convocar 50 mil personas. Para poder contener las asistencias multitudinarias, los clubes debieron mejorar sus infraestructuras edilicias, lo que dio lugar a la construcción de los primeros estadios de cemento del país. La prensa acompañó e imprimió nuevos alcances a ese proceso al ampliar y renovar su capacidad de cobertura y difusión de las prácticas deportivas. De esta manera, el fútbol se convirtió en un producto cultural de masas que afectó el repertorio identitario de la población y contribuyó a modernizar la sociedad. 

55 mil personas presencian el clásico San Lorenzo-Boca en el estadio de Avenida La Plata.  
Fuente: El Gráfico, 8 de septiembre de 1929.

La profesionalización (ilegal) de los jugadores varones 

Por más que la profesionalización del fútbol masculino se oficializó en la década del treinta (Buenos Aires fue el pionero en 1931), fue en toda la década del veinte cuando se extendió la práctica del “amateurismo marrón”, es decir, una especie de profesionalismo ilegal que consistía en el cobro por parte de los jugadores de una suma monetaria o algún otro beneficio material previamente consensuado con los dirigentes deportivos, pese a su prohibición reglamentaria1La retribución podía ser un pago periódico o por partido, un premio posterior a cada encuentro, un estipendio para viajes, vestimentas o la comida diaria. Otra forma de remunerar era colocar algún jugador en una institución pública. Finalmente, una última artimaña común de la época era “contratar” a los jugadores o sus familiares como empleados de empresas privadas para justificar pagos registrados. Muchas de estas empresas pertenecían a simpatizantes o dirigentes de los clubes. 

Más de una denuncia circulaba por entonces revelando que algunos jugadores de renombre en sus cuadros pedían a los dirigentes una fuerte asignación económica como condición para seguir vistiendo los colores del club; caso contrario, se marchaban a otra institución que les ofreciera mejores términos. El recurso al profesionalismo ilegal entraba en juego, entonces, cuando había que competir por la conquista de esos servicios, ya sea para retenerlo en las filas del club en el que militaba o para convencerlo de partir a uno nuevo. Este era un comportamiento combatido desde las páginas de los periódicos, quienes mantenían una campaña moralizadora contra los jugadores denominados “deshonestos” y los clubes que lo fomentaban. 

No obstante, el surgimiento del marronismo esta forma con la cual se denominaba el pago a los jugadores por fuera de los balances de los clubes– posibilitó que muchos jóvenes de los sectores populares pudieran dedicarse con mayor exclusividad a la práctica deportiva de alto rendimiento y la asociaran, por primera vez, a un medio de vida alternativo y a la posibilidad de una movilidad social ascendente. Si bien esta aspiración solo se materializó en pocos casos dado que, en su gran mayoría, las sumas en juego eran escasas, los jugadores más destacados emergieron en esta época como figuras de consumo cultural en función de sus méritos deportivos. 

Viáticos a los jugadores de fútbol.  
Fuente: El Gráfico, 4 de diciembre de 1926.

A partir de 1926, la FédérationInternationale de FootballAssociation (FIFA) reconoció oficialmente la existencia del amateurismo marrón y varios países comenzaron a legalizar el profesionalismo. En Argentina, este fenómeno se entrelazó pocos años después con el creciente malestar de los jugadores con los dirigentes por las restricciones contractuales a su libre movilidad y capacidad de disponer donde quisieran jugar. En ese marco, a principios de abril de 1931 un grupo de jugadores congregados en torno a la Asociación Mutualista de Jugadores de Football –la primera entidad en el país creada por los futbolistas para defender sus intereses corporativos– elevaron un petitorio a la AAAF en demanda del pase libre, es decir, de la posibilidad para cambiar de club con tan solo la aprobación de la entidad que lo pretendía. Ante la falta de respuestas de los directivos, los futbolistas se declararon en huelga, organizaron una marcha y pidieron la mediación de las autoridades gubernamentales, quienes vieron en la legalización de la práctica rentada una solución al asunto. 

Tal como reseña Julio Frydenberg, a fines de ese mes, la gran mayoría de los 36 clubes pertenecientes a la AAAF se decidió a favor del profesionalismo. Se reconoció a los futbolistas la posibilidad de obtener remuneraciones por su actividad a cambio de una mayor especialización y dedicación a la práctica. Esta nueva disposición no consiguió el aval de la asociación y 18 de los clubes más poderosos de Buenos Aires constituyeron su propia federación, la Liga Argentina de Football (LAF). Los clubes excluidos de la nueva entidad se agruparon en torno a la Asociación Argentina de Football (AAF). La LAF logró imponer la mayor jerarquía de sus clubes y firmó pactos de concordancia con las federaciones citadinas de Rosario, Córdoba y Santa Fe para regir los destinos nacionales. La necesidad de evitar la migración de los jugadores más talentosos de esas ligas a los equipos profesionales porteños allanó el camino para la posterior profesionalización del fútbol en estos lugares, lo cual implicó una nueva fase en la transformación del espectáculo deportivo.  

Fernando Paternoster, crack del Racing Club de Avellaneda y la selección argentina.  
Fuente: El Gráfico, 7 de septiembre de 1929.

 

Invisibilidad, exclusión, disputas y resistencias. El lugar de las mujeres en la historia centenaria del fútbol 

Aunque la historia nos muestra que espacios como el fútbol han sido de y para varones, las mujeres estuvieron siempre2. Antes de ser apartadas como acompañantes, hinchas y fanáticas, las mujeres argentinas jugaban en clubes, inspiradas por la popularidad de las “footballers” inglesas y francesas. Los primeros registros revelan la existencia de un equipo femenino en 1923 en Buenos Aires, llamado Río de la Plata. Sin embargo, a medida que el fútbol se convirtió en deporte nacional y pasó a ser parte de nuestra identidad, fue conllevando una única condición de género: un espacio casi exclusivamente jugado y contado por varones, donde se construyen y refuerzan masculinidades hegemónicas del que las mujeres han sido aisladas e invisibilizadas. 

Los medios masivos de comunicación son en gran parte responsables por el lugar de privilegio otorgado al fútbol masculino, con coberturas sexistas que enuncian deportes que están en concordancia con el sexo y que –hasta la actualidad– han ignorado casi por completo el juego de mujeres. Así, en las publicaciones de la época se fue configurando el tenis, el atletismo, el golf, la natación y –particularmente desde la década del veinte– el vóley y el básquet como deportes para mujeres, además de otras prácticas “adecuadas” como la pelota vasca y el pushball que hoy no tienen protagonismo. Los argumentos biologicistas promovidos por la perspectiva científica de la época, las premisas vinculadas a la salud y la fisonomía de las mujeres (“un cuerpo no preparado para este esfuerzo muscular”) junto con las presunciones de la falta de atracción como espectáculo (“no tendrán la fuerza que entusiasma al público”)3 eran los factores determinantes para apartar a las mujeres del fútbol, instalando modos de ser legítimos.  

Argumentos por los cuales las mujeres no deberían jugar al fútbol.  
Fuente: El Gráfico, 15 de enero de 1921.

Las representaciones de la época condenaron la participación femenina asociando la acción de juego con el lesbianismo y la sexualidad descontrolada (“los choques trataban a los jugadores en un abrazo lésbico inaceptable”)iv brindando razones supuestamente objetivas (ligadas a la ciencia y la salud) para alejar a las mujeres y respaldar juicios de que esta no era una práctica para ellas. Si bien en Argentina el fútbol no fue prohibido legalmente para las mujeres5, la eliminación se materializó en términos de representación6. Desde la prensa gráfica las mujeres son propuestas con imágenes ligadas a la vida familiar, al cuidado y al acompañamiento, postales que contribuyeron en la configuración de identidades femeninas y que modelaron los cuerpos, en los que los beneficios de la actividad física se presentaban asociados al cultivo de la belleza y de la buena salud. Paulatinamente, en revistas y diarios de los años veinte, las mujeres empezaron a ser representadas de modo pasivo. La “mujer moderna” era caracterizada por la debilidad física, intelectual y moral, así como exceso de sentimentalismo, mientras que sus funciones fundamentales eran la maternidad y el cuidado de la familia, que se creían constitutivas de su esencia.  

Encuentro entre Femina Sport Club de París y Dick Kerr de Preston de Inglaterra.  
Fuente: El Gráfico, 13 de junio de 1925.

La concurrencia de las mujeres a las canchas de fútbol y su rol como hinchas también se potenció, sin llegar a ser un estigma de un ambiente de “machos” que las invisibilizó y diluyó como ocurrió luego. Las coberturas periodísticas de fines de los veinte destacaban su pasión fervorosa, el conocimiento sobre jugadas y performances, sin omitir las labores esperables que conlleva el ser mujer (como el bordado de las banderas en los intervalos del partido) y el aporte de “elegancia” y “civilidad” que su presencia suponía. Este estado de excepcionalidad y las concesiones de permisos para las mujeres (hinchas) se interrumpía al finalizar el partido de varones. Como relata una nota de El Gráfico de 1929 sobre el perfil de la hincha de fútbol: “cuando ha cesado el match, recobrará su sexo y adoptará nuevamente su paso corto, discreto”, retornando al ámbito privado para nuevamente naturalizar la división de roles en la conformación histórica de modelos femeninos y masculinos. 

El perfil de la hincha de fútbol argentina.  
Fuente: El Gráfico, 14 de diciembre de 1929.

Un rostro popular, masivo, mercantilizado y masculino 

El fútbol argentino, nacido en la segunda mitad del siglo XIX con las marcas del elitismo, amateurismo y fair play, mostraba a finales de los años veinte del siglo siguiente, un rostro popular, masculino, masivo y mercantilizado. Fue en esa década en la que confluyeron una serie de fenómenos que marcaron el devenir del deporte hasta la actualidad. No hablamos de etapas secuencialmente estructuradas, sino más bien de procesos relacionalmente superpuestos. Tendencias que sufrirán marchas y contramarchas en períodos subsiguientes, pues “la historia” nunca está exenta de rupturas, desplazamientos, pausas, intermitencias o repliegues.  

A modo de cierre, nos quedan picando algunos interrogantes. Sabiendo que no hay temporalidades sin espacialidades, nos preguntamos ¿cuánto de esta “historia mínima” trazada peca de porteñocentrismo? ¿Qué otros procesos y tendencias se desplegaron en otras geografías del país? También sabemos que el fútbol siempre debe pensarse relacionalmente con otros campos, entonces ¿qué otras democratizaciones del ocio operaron durante aquella década para que la popularización y masificación del fútbol se concretara? ¿Cuánto tiene que ver la modernización urbana de aquella época con la institucionalización y expansión del fútbol? 

Queda pendiente un tema vital: la violencia en los estadios de la época. No es casual que en los primeros años del siglo XX, cuando aparecen los primeros grandes disturbios y muertos, la prensa gráfica comienza acuñar la noción de “barras” para colectivizar –bajo una fuerte vocación moralizadora– a los “hinchas fanáticos” que protagonizan episodios “antideportivos”, “incultos” o “vandálicos”. En consecuencia ¿cuánto tiene que ver el pánico moral creado desde la prensa con la popularización del fútbol? En otras palabras, ¿dicho pánico moral no supone un pánico de clase? 

También expusimos cómo la historia del fútbol en Argentina ha sido protagonizada y configurada desde una perspectiva masculina. Hubo –y hay– un deseo de neutralizar la presencia femenina a un espacio “de y para varones”. Hoy, casi cien años después de las primeras referencias de mujeres en el fútbol, ¿cómo son ellas representadas? ¿Cuánto nos hemos alejado de estas representaciones que ponen en circulación visiones sexistas y reproducen estereotipos? ¿Cuánto han cambiado los roles históricamente asignados a las mujeres en el deporte? ¿Cuánto falta para alcanzar un horizonte emancipatorio y liberador en términos de género? ¿Se están construyendo opciones alternativas en el fútbol? 

Son todas preguntas ineludibles que abren un camino a desandar por las investigaciones sociales destinadas a comprender el desarrollo alcanzado por el deporte a lo largo de su historia.  

 


1 Reyna, F. (2015). La difusión y apropiación del fútbol en el proceso de modernización en Córdoba (1900-1943). Actores, prácticas, representaciones e identidades sociales. Tesis de Doctorado en Historia. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba. 

2 Cabrera, N. e Hijós, N. (2020). Juegos de espejos: una historia mínima del fútbol femenino en Argentina y Brasil. En N. Hijós, V. Moreira y R. Soto-Lagos (Eds.), Los días del Mundial: miradas críticas y globales sobre Francia 2019 (pp. 42-46). Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO. 

3 Una de las representaciones tempranas fue la nota del jugador inglés Andy Ducat en El Gráfico (15 de enero de 1921). En el artículo “¿Por qué la mujer no debe practicar el football?” explica que, por naturaleza, “la mujer” es demasiado frágil para participar en un deporte tan “rudo” y que, al jugar este deporte de “machos”, corre el riesgo de ganar musculatura y transformarse en un “marimacho”, dejando así de “ser mujer”. 

4 Referencia del poema de Bernardo Canal Feijoó, “Fútbol de mujeres”, de su colección Penúltimo poema de fútbol de 1924. 

5 Por considerarse peligroso para el sexo “más débil”, al poner en riesgo el sistema reproductivo femenino, estuvo prohibido en países como Inglaterra (1921-1971), Brasil (1941-1979) y Alemania (1955-1970). 

6 Durante los primeros 50 años de la revista El Gráfico solamente el 10% de las tapas fue destinado a mujeres, y nada más que el 6% a mujeres atletas. 


Nemesia Hijós es antropóloga social (UBA) y Magíster en Antropología Social por el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) – (IDAES) de la Universidad de San Martín (UNSAM). Es becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y miembro de grupos de investigación sobre deporte y género en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (IIGG) y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Trabaja como docente ad-honorem en el Seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva de la carrera de Comunicación (UBA). Sus áreas de interés son la antropología y sociología del deporte, los procesos económicos y políticos en los clubes deportivos; cuerpo, mercado y consumo en el running. 

Nicolás Cabrera: Doctor en Antropología por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Sociólogo por la Universidad Nacional de Villa Maria (UNVM). Becario posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR- UNC). Especializado en temas vinculados a la violencia, seguridad, criminalidad y deporte. También se dedica a estudios comparados entre Argentina y Brasil. Además de sus tareas académicas trabaja como cronista y fotógrafo. 

 

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