Campeones del mundo
Anotaciones de un docto ignorante sobre la selección argentina y el sentir popular

Por Roque Farrán

Uso un dispositivo conocido para compartir citas, notas de lectura, reflexiones en torno a ellas, enlaces respecto a la coyuntura, breves teorizaciones, etc. Un modo de elaborar las afecciones y lo que sucede en acto, de poner en común una emergencia de pensamiento que no se pretende acabada pero se juega en sus afirmaciones y apuestas. En estos días no he podido ni querido sustraerme de la alegría colectiva que transmite nuestra selección, cómo ha ido mejorando y afirmándose paso a paso, contra viento y marea. Contrario a la impostura intelectual que se pretende distante del sentir popular y el pensamiento colectivo porque no ha encontrado la causa adecuada de lo que le afecta en función del común. Creo que lo que he ido escribiendo participa de ello a su modo.

 

Escribo en vivo y en directo, sin mediación del word siquiera. A veces corrijo, otras no. Luego puedo tomar lo que he escrito y, ahí sí, volver a trabajarlo en el procesador de textos pensando en una nota más amplia, en una vía de desarrollo teórico, en un análisis coyuntural, una composición o montaje. Me gusta que el acto de escritura sea transitivo al acto de pensar, al entrelazamiento cotidiano con lo que nos afecta, al modo de buscar su causa o despejar su cauce. Trato además que sea reflexivo para mostrar cómo se trama, no hay misterio ni saberes sofisticados, pero hay que exponerse y jugarse; hay cierto riesgo de fallar. Y se falla. Sin embargo, otros tienen sus criterios de evaluación para la escritura exitosa: creen en algo así como la originalidad, desprecian el ensayo que se juega, enaltecen los distanciamientos desafectados o las afectaciones sobre marcaciones admitidas. No es que me importe mucho, porque no me canso de forzar todos esos estándares, pero quisiera contagiar un poco más, animar un poco más, mostrar que es posible hacerlo de otro modo. Nadie sabe lo que puede un cuerpo de escritura que se sustrae a las normas y expectativas banales de su medio. Por eso comparto ahora mis notas en un medio más amplio, tal cual emergieron, con apenas una breve contextualización.

 

En medio de la divulgación de los chats que exponían en un lenguaje tan ordinario como soez, comprensible para todos, las promiscuas relaciones de poder entre medios hegemónicos, terratenientes extranjeros, miembros del poder judicial, ex-espías y funcionarios del gobierno de CABA, el entusiasmo popular por la selección hacía notar aún más el contraste con el modo de gobierno anímico ejercido desde los medios. Después del partido contra Holanda, anoté en mi muro: “Con el árbitro en contra, con la mufa de Clarín y La Nación, y sus asociados, con toda esa locura siniestra que quiere bajarnos el ánimo, ganamos. Alegría popular. // Pero tenemos que saber algo. No es solo un problema ideológico: que sean cipayos y vendepatria. No es solo un problema moral: que se crean mejores y habilitados a señalar incorrecciones cuando no dan el ejemplo en nada. Es mucho peor, resulta ostensible y repugnante cómo gobiernan a través del desánimo y los afectos: saben muy bien que tienen que inocular tristeza una y otra vez, no pueden permitir que el pueblo se levante a festejar, se alegre y afirme en sí mismo. Ellos lo saben muy bien, nosotros tendríamos que saberlo también.” (10/12/2022)

 

Dos días después, antes de la semifinal, en condiciones físicas y mentales bastante disminuidas por el Covid, la afectividad a flor de piel que manifestaba el sentir popular me llevaban a afirmar una confianza incondicional por esta selección y a captar lo que estaba en juego (algo que luego del partido, en una hermosa nota que se hizo viral, también le transmitiría Sofía Martínez a Messi: “un momento de felicidad tan grande que le hiciste vivir a tanta gente que ojalá te lo lleves en el corazón, porque es más importante que una copa del mundo, y eso ya lo tenés”). Registraba por mi parte: “Con Covid, calor, cansancio, en aislamiento, pero con alegría y confianza en la selección. No estaba muy entusiasmado al principio, pero han mostrado que se están bancado todo con fuerza y coraje, que han sabido sobreponerse a la derrota, al mal arbitraje, a las patoteadas, a la mala onda de los medios, están sacando una garra impresionante estos pibes. Me gusta mucho cómo se ha ido formando el equipo ante las pruebas reales. Para mí ya ganaron.” (12/12/2022)

 

Cuando llegó el día del partido contra Croacia, y se exponían cada vez más las extrañas cábalas adoptadas, me vino una iluminación spinoziana acerca de la naturaleza de la repetición y los hábitos, una comprensión de la superstición que no la condena en absoluto. Medio en broma y medio en serio, escribí: “Estaba algo preocupado porque no podía repetir las cábalas anteriores: no me daba el presupuesto para viajar en avión cada vez que juega Argentina. Pero la última vez ganamos y las condiciones fueron distintas. Quizá la repetición pase entonces por otro lado. Pensaba en Spinoza, no para combatir supersticiones sino para entender su efectividad. Para el filósofo, el hábito no es el comportamiento que se adquiere por repetición, sino la potencia del cuerpo para unir, desde las primeras experiencias, dos afecciones distintas. El hábito es una potencia que recomienza y se actualiza cada vez. Pensaba que lo mismo ocurre con la cábala: solemos creer que es un comportamiento ritual que repetimos, tratando de reproducir las condiciones de una escena primitiva en la que tuvimos suerte, cuando en realidad puede ser esa disposición misma del cuerpo y el alma a unir varias afecciones. Encontrar la cábala en cada gesto, como la belleza en la más ínfima parte de la naturaleza, quizá sea parte de la sabiduría popular que puede conectar infinitas afecciones, con conocimiento de causa. Un cuerpo colectivo no es otra cosa que esa potencia de unir infinitas afecciones. ¡Vamos Argentina!”. (13/12/2022)

 

Luego de aquel triunfo y ante la final inminente, con un fervor popular desbordado al que ni los medios hegemónicos podían ya contrarrestar, escuché que alguien quería aprovecharlo para dar una rápida lección moral dirigida al campo político. Me pareció apresurado e inoportuno, no porque política y fútbol no se puedan componer de ningún modo, sino porque es necesario abrir el tiempo-espacio justo para que esa composición pueda ser efectiva; no instrumentada. Primero hay que saber disfrutar de lo que nos ofrece la singularidad de cada práctica, pasar por esos vaivenes afectivos y comprender su causa. Luego veremos si esa disposición afectiva ayuda a visibilizar mejor el campo mayor y las fuerzas en juego. El post, antes de la final, muestra entonces su carta: “Noto cierta ansiedad por traducir lo que sucede en la cancha al plano político, pero no es fácil. Tendríamos que replantearnos primero en qué juego está cada uno, y cómo lo jugamos, en lugar de apresurarnos por amonestar a los otros. El ejemplo a seguir se da en la propia cancha. El juego en equipo que potencia las aptitudes individuales, la experiencia que apoya y da vuelo a lo nuevo, la desinhibición juvenil que alienta a redoblar el esfuerzo de los más viejos, la inteligencia que sabe cuando replegarse y cuando pasar al frente, que sabe leer la situación, que sabe confrontar y consolar, que sabe porque se ha curtido el pellejo y goza en su ejercicio. Muchos factores se tienen que conjugar para que un equipo funcione en toda su potencia. Hay una historia, hay una genealogía, hay un encuentro singular, hay una confianza sosegada y un placer en el juego que implica el sufrimiento pero lo excede hacia la alegría. Sobre todo, hay el apoyo de un país (más de uno) que opera a la distancia justa. Saber mantener también la distancia justa para que el aliento colectivo no empañe la visión del juego, para que el mal aliento de unos pocos no nos distraiga, para plegar y subvertir las relaciones de poder en el propio campo. Si hablamos del campo popular, tenemos mucha historia y variados elementos para poder hacerlo, solo nos falta encontrar el tempo.” (14/12/2022)

 

Pero el mismo día de la final, en el que por cábala ya nadie quería decir nada, arriesgué una última meditación: “No es lo mismo que gane Argentina o que gane Francia, ¡por supuesto! Como no es lo mismo decir sí que decir no. El binarismo funciona a cierto nivel, indudablemente, cuando las alternativas éticas y políticas son excluyentes. No nos hagamos los bobos (“andapallá”). Claro que podemos cuestionar la binariedad en un sentido ontológico: no somos más que multiplicidades anudadas de manera tal que si una se elimina el conjunto se destruye; nuestra potencia aumenta en la medida en que nos componemos más y mejor con otros, etc. Pero entender que no es lo mismo ganar o perder, decir sí que decir no, no nos conduce al bilardismo o resultadismo obtuso. Porque si captamos la causa que nos moviliza, podemos aceptar la pérdida y apreciar el proceso; podemos escuchar la diferencia y afirmar quien somos. No necesitamos refugiarnos en gatopardismos o ambigüedades afectivas, por temor a los nacionalismos o exitismos. Hacemos del ser acontecimiento cada vez que nos jugamos en serio.” (18/12/2022)

 

Reescribo a Goytisolo para expresar lo que sucedió después (el mismo dispositivo me lo recuerda, una cita de hace más de diez años): “Desde hacía días no había tenido un momento de reposo. El ritmo de vida de la ciudad se había alterado bruscamente y en la cara de los hombres y mujeres que cubrían calles y aceras se leía una resolución distendida, llena de felicidad. Una solidaridad bulliciosa nos unía a todos. Habíamos descubierto que no estábamos solos y, después de tantos años de vergüenza, el descubrimiento nos asombraba. Nuestras miradas se cruzaban y eran miradas de complicidad. Los gestos más insignificantes de la vida diaria -el simple hecho de caminar, cantar o bailar- revestían un carácter insólito y milagroso. La gente hacía distintos trayectos a los habituales soplando cornetas o gritando, y este ruido no intimidaba.” (19/12/2022)

 

Roque Farrán, Córdoba, 19 de diciembre de 2022.

 

 


Roque Farrán: Filósofo, investigador Independiente del Conicet, entre sus últimos libros: La razón de los afectos, El giro práctico.

Comentarios: