Por Luis Félix Blengino e Iván Gabriel Dalmau
A propósito del 40 aniversario de la muerte de Michel Foucault, los filósofos Luis Blengino e Iván Dalmau vuelven sobre dos temas fundamentales de la obra del filósofo francés y que hacen a su persistente actualidad: la crítica al neoliberalismo y el tema de la revolución iraní.
Entre la crítica del neoliberalismo y la cobertura de la revolución iraní
“Algunos dicen que las grandes ideologías están a punto de morir, otros que ellas nos sofocan con su monotonía. El mundo contemporáneo, al contrario, rebosa de ideas que nacen, se agitan, desaparecen o reaparecen, y que trastornan a las personas y las cosas. Este hecho no sólo se produce en los ambientes intelectuales o en las universidades de Europa Occidental, sino también a escala mundial, y, particularmente, entre las minorías o los pueblos a los que la historia hasta hoy apenas había acostumbrado a hablar o a hacerse oír.”
Michel Foucault, Les «reportages» d’idées.
Para quienes trabajamos en el campo de los estudios foucaultianos el año 2024 se encuentra signado por un doble aniversario. Por un lado, se conmemora el 40° aniversario de la muerte del filósofo; por el otro, se cumplen 20 años de la publicación curada de los cursos que el pensador dictó en el Colegio de Francia a finales de la década de 1970, abocados a trazar la genealogía de las formas de gubernamentalidad moderna y contemporánea[1]. Dichos trabajos cobraron gran relevancia en el campo académico de la filosofía política contemporánea y de las ciencias sociales debido a que, entre otras cuestiones, en ellos el pensador afina su analítica del poder, al problematizarlo como gobierno (en tanto conducción de conductas), explicita que el abordaje microfísico de las relaciones de saber-poder no es una cuestión de escala, sino de perspectiva, e introduce una caracterización novedosa respecto del liberalismo: en lugar de abordarlo como una ideología política o una teoría económica, lo analiza como una racionalidad de gobierno. Desde dicha perspectiva, destaca que el neoliberalismo, en ciernes en aquel entonces, no es una mera reedición del liberalismo clásico, ya que procura configurar una racionalidad de gobierno específica.
Ahora bien, si tenemos en cuenta que Foucault cuestiona los “lugares comunes” que permean el trabajo de la historia de las ideas, tales como autor, obra, tradición, influencia, mentalidad y recordamos que la noción de autor, en tanto fundador de discursividad, emerge como una función del discurso en determinado momento histórico, viene al caso formular la siguiente pregunta: por qué en la recepción de Foucault “como autor” el ámbito académico ha relegado la cobertura que realiza respecto de la revolución iraní, en el momento en que se aboca a trazar la crítica del liberalismo como racionalidad de gobierno. No parece simple azar que aquellos artículos que conforman el Dossier Irán no hayan sido aún traducidos al castellano y que, quienes poseen en Francia los derechos de publicación de la obra de Foucault, no autoricen la publicación castellana de los mismos. En efecto, es sorprendente que solamente exista una traducción completa y sistemática al inglés, como apéndice de un libro cuya finalidad desde el subtítulo es oponer la cuestión del género con la seducción del islam[2].
Es sabido el costo político que Foucault pagó en vida por haber publicado tales textos, pero resulta incomprensible el ostracismo al que se los ha pretendido arrojar en el contexto de su obra si no se sospecha que esta marginación no es otra cosa que la contracara de la operación hermenéutica hegemónica consistente en procurar convertir a Foucault en un defensor del neoliberalismo, si no directamente en un ideólogo de cierto anarquismo radical actual. En efecto, dicha operación, a todas luces sesgada, solo puede ser efectiva si se niega al público lector, incluso al especializado, el acceso a aquellos textos en que Foucault se permite pensar más allá de sus presupuestos y prejuicios lo que acontece allende de las fronteras de las academias centrales. Recordemos que en aquel manifiesto de trabajo con el que encabezamos nuestro texto y que sirve de fundamento a la labor filosófica periodística en Irán, Foucault señalaba que “hay muchas más ideas sobre la tierra de lo que los intelectuales a menudo se imaginan. Y estas ideas son más activas, más fuertes, más resistentes y más llenas de entusiasmo de lo que los políticos piensan. Hay que asistir al nacimiento de las ideas y a la explosión de su fuerza; y esto no en los libros que las enuncian, sino en los acontecimientos en los que manifiestan su fuerza, en las batallas que se libran en torno de las ideas, en contra o a favor de ellas”[3]. En síntesis, es de lamentar que aún a cuarenta años de su muerte se le niegue al público lector de lengua castellana el acceso a una edición sistemática de tales escritos. Es nuestra intención en este contexto de conmemoración poner en conocimiento tal situación y denunciarla, así como intentar restituir algunos de los puntos teóricos fundamentales de aquel Dossier Irán que lo hacen imprescindible para la comprensión de los cursos publicados hace veinte años.
En ese sentido, viene al caso también recordar que entre el dictado de los cursos mencionados, Foucault presenta ante la Sociedad Francesa de Filosofía la conferencia titulada “¿Qué es la Crítica?”, en la que caracteriza a ésta como el arte de la insubordinación reflexiva, ligada a la búsqueda de no ser gobernados, pero no “a secas” (como buscaría el anarquismo), sino “no ser gobernados por estos, de acuerdos estos fines, mediante estos medios”[4]. A continuación nos proponemos, entonces, revisar conjuntamente los aportes de la crítica foucaultiana del neoliberalismo y las pistas que pueden rastrearse en su lectura de la revolución iraní en la clave de auscultar las posibilidades de ser gobernados de otro modo frente al devenir hegemónico de la racionalidad neoliberal que caracteriza nuestra actualidad.
Foucault desarrolla su indagación sobre la emergencia del neoliberalismo a partir del trabajo de archivo sobre el discurso de economistas, juristas y filósofos vinculados al ordoliberalismo alemán, a la Escuela de Austríaca de Economía y a la Escuela de Chicago. Respecto de la formación del neoliberalismo en la Europa de entreguerras, se detuvo particularmente en el eje común que aglutina, más allá de sus pronunciadas diferencias, el encuadre desplegado por el ordoliberalismo y los economistas austríacos: la constitución de una forma de crítica inflacionaria del Estado, promotora de la fobia al Estado que se consolidaría en la Europa de la segunda posguerra. Justamente, es por una cuestión de moralidad crítica que el filósofo, que hizo del diagnóstico del presente su modo característico de concepción de la filosofía crítica, se ocupa de problematizar esta forma de crítica a la que denuncia como en boga cuando dicta el curso (y señala que quienes la reproducen deberían saber que “nadan a favor de la corriente”).
Ahora bien, ¿en qué consiste esa crítica inflacionaria del Estado? Este modo de ejercicio de la crítica, articulado por el discurso fundacional del neoliberalismo europeo, toma al nazismo como paradigma del Estado total y campo de adversidad, y señala que el régimen nazi es el punto de coalescencia en el que convergen las distintas formas de intervencionismo estatal sobre la economía, desde las políticas socialistas de redistribución progresiva del ingreso, hasta la planificación y el dirigismo de cuño keynesiano. En ese sentido, la crítica neoliberal se vale teleológicamente del Estado como un universal y, en una lógica de “descalificación general por lo peor”, muestra al nazismo como el punto de llegada al que tiende un presunto proceso de estatización de la sociedad. La articulación teleológica del par Estado-sociedad civil habilita una lectura en la que, en lugar de anclar el ejercicio de la crítica en la historia efectiva de las prácticas, promueve una visión conspirativa en la que el Estado, cual monstruo frío, avanzará indefectiblemente sobre la sociedad, oprimiéndola. La especificidad de los acontecimientos resulta aplanada. Las críticas inflacionarias del Estado conducen a una “elisión de la actualidad”[5]. Este aplanamiento de los acontecimientos habilita una forma de problematización en la que la seguridad social de los llamados Estados de Bienestar de la segunda posguerra resulta susceptible de ser criticada en tanto “invasión del Estado sobre las distintas esferas de la sociedad civil”, que constituiría una suerte de “antesala” del totalitarismo. De este modo, la naciente racionalidad neoliberal se apoya en el nazismo como enemigo táctico, de forma tal de –mediante una estrategia tan endeble epistemológicamente como peligrosa en términos políticos– socavar la legitimidad de las políticas de distribución progresiva del ingreso, la planificación económica y la búsqueda de la justicia social. Es decir que, esta forma de crítica agita el fantasma del nazismo para atacar a su enemigo estratégico: el bienestarismo, o Estado social como forma de dar cauce a las demandas de la clase obrera sindicalizada, ligada a las potencialidades del igualitarismo democrático.
En el camino del diagnóstico del presente que caracteriza su forma de concebir la filosofía, Foucault se detiene en la influencia que dicha racionalidad política ejercía en la política francesa en el momento en que dicta aquellos cursos. En dicho contexto, problematiza la propuesta de implementación de un impuesto negativo (de procedencia ordoliberal). Esto es, de un impuesto capaz de sustentar una política social que no sea distorsiva del juego económico, en la medida en que no debería garantizar universalmente el consumo colectivo de ciertos bienes como la salud o la educación. Por el contrario, se trata de un mero un subsidio temporal capaz de colocar nuevamente en la posición de jugadores a aquellos que hubieran caído por debajo del umbral de pobreza absoluta. Sobre este tema Foucault destaca una serie de cuestiones relativas al impuesto negativo y la pobreza. En primer lugar, apunta que la idea de un impuesto negativo tendrá por objetivo atenuar los efectos de la pobreza y no sus causas. A su vez, el filósofo señala que la separación de la política económica y de la política social, contracara de racionalizar el problema de la pobreza a partir de sus efectos y no de sus causas, trae aparejada no solo la elisión del problema de la desigualdad (pobreza o desigualdad relativa), sino además el abandono de la política de pleno empleo[6]. Al respecto, la producción activa de una población flotante a ser utilizada cuando se lo requiera permite captar que la manera en que el neoliberalismo problematiza la política social acarrea una instrumentalización económica de los sujetos integrados a una población dócil políticamente y útil económicamente.
Cabe recordar que dicha problematización es antecedida por el rastreo de la formación del programa de sociedad de empresa promovido por el ordoliberalismo alemán, que alienta la empresarialización de las relaciones sociales como contracara de la conversión de las distintas esferas de la vida en una situación de mercado. Para los neoliberales alemanes el mercado se basa en la competencia, que es un juego entre desigualdades, y que en tanto principio formal debe ser inscripto en lo real. En consecuencia, destacamos que la lectura foucaultiana aporta herramientas para problematizar el presente, signado por la consolidación hegemónica del neoliberalismo que tendría lugar tras el dictado del curso, ya que permite señalar que el aumento de la desigualdad que acarrean las políticas neoliberales no es un “daño colateral”, sino que es un objetivo programático inherente a su programa de sociedad. Asimismo, viene al caso recordar que el pensador dedica el resto del curso a la crítica de la teoría del capital humano desarrollada por el anarco-capitalismo estadounidense, que se basa en la aplicación de la grilla de cálculo de costo-beneficio a la totalidad de las prácticas sociales. Por ello sostuvo que la teoría del capital humano acarrea una radicalización de la racionalidad neoliberal.
Por último, viene al caso recordar que si bien en gran medida Foucault dedica el curso a reconstruir la especificidad de las distintas vertientes del neoliberalismo frente al liberalismo clásico, señala que hay punto de continuidad. Un punto focal de objeción. Cada una a su manera objeta la posibilidad de que pueda configurarse una mirada que sea capaz de totalizar el juego económico. En consecuencia, todas estas formas de racionalidad gubernamental de procedencia liberal operan como condición de imposibilidad del ejercicio de la soberanía económica.
Resultan evidentes los alcances y las potencialidades que poseen las herramientas forjadas por Foucault en aquel curso para problematizar nuestro presente, tras décadas de consolidación hegemónica de la racionalidad neoliberal como mainstream de la política pública a nivel global. En tanto que nuestra actualidad sociopolítica se encuentre signada por la trama formada por la reducción formalista de la democracia, el aumento de la desigualdad y el ataque a aquellas vertientes que pretenden cuestionar el lema thatcherista que reza que “no hay alternativa” al programa de sociedad neoliberal, el pensamiento de Foucault no perderá actualidad.
Sin embargo, en el marco del intento de diagnosticar el presente, así como los cursos publicados hace 20 años reconstruyen una cartografía de las relaciones de poder, el Dossier Irán constituye una exploración y experimentación teórica, abierta por un acontecimiento histórico singular, que permite comenzar a cartografiar las prácticas de resistencia y el desarrollo del proceso de la revolución.
En este sentido, a contramano de quienes pretenden hacer ver en Foucault un pensador posmoderno apologeta del fin de la historia y de las ideologías, que resultan desmentidos por la cita que hemos colocado como epígrafe, consideramos que el Dossier Irán tiene una importancia fundamental para comprender una práctica de oposición frontal ante el avance civilizatorio neoliberal. Por ello, en el marco de una conmemoración del legado del pensamiento foucaultiano, es oportuno recordar algunos fragmentos de su cobertura de la revolución iraní, en tanto “reverso de la trama” que permite no sólo analizar las tácticas y estratégicas de lucha revolucionaria, sino también auscultar formas de gobernar de otra manera. En efecto, en aquellas páginas se deja ver la preocupación teórica tanto por la formación y eficacia de la sublevación, como por el éxito y la consolidación del gobierno revolucionario. La respuesta de Foucault ante las numerosas críticas que recibía con la publicación de cada uno de los artículos es una advertencia y una declaración de principios de su disposición filosófica: “el problema del islam como fuerza política es un problema esencial para nuestra época y para los años que vienen, la primera condición para abordarlo con un mínimo de inteligencia, es no comenzar por llenarlo de odio”[7].
Desde los primeros escritos Foucault deja ver su entusiasmo ante el acontecimiento de un pueblo con las “manos desnudas” clamando en las calles por su líder espiritual en el exilio. Al potencial político de la religión como forma de ser y de organización de la comunidad, como articuladora de las resistencias, como garante del vínculo entre el líder y el pueblo y como motor de un movimiento de liberación nacional, Foucault lo llamará espiritualidad política. Refiriendo explícitamente a Marx hablará del “espíritu en un mundo sin espíritu”. En aquellos escritos, el impulso modernizador –como proyecto político y como forma de pensamiento y reflexión– ya no puede ocultar que conlleva una política de dominación que es en sí misma el verdadero arcaísmo, y no el islam. Quien “lleva cien años de retraso” es el proyecto neocolonial occidental. En palabras de Foucault: “Tuve entonces el sentimiento de comprender que los acontecimientos recientes no significaban el retroceso de los grupos más retardatarios ante una modernización demasiado brutal; sino el rechazo, de parte de toda una cultura y de todo un pueblo, de una modernización que es ella misma un arcaísmo. […] Sí, la modernización como proyecto político y como principio de transformación social es en Irán una cosa del pasado”[8].
En otro artículo Foucault sintetiza el antagonismo radical bajo la idea de “la fe contra el Shah”. No obstante, este antagonismo no debe obnubilar la complejidad propia de ambos bandos, pues si del lado del Shah confluyen una serie de intereses foráneos (occidentales, i.e. europeos y norteamericanos) que se proponen cambiar la geografía y los modos de vida al compás de la especulación financiera, inmobiliaria y agroindustrial, así como del trasplante poblacional; en frente suyo, contra ella, del otro lado, se halla el Islam como fuerza religiosa y política que tiene mucho más que un mero “valor de refugio” para los sectores populares, pues bajo la consigna “Islam, Islam”, “Jomeini, seguimos tus pasos” o, sencillamente, “gobierno islámico” logran articularse sectores sociales e ideológicos muy diversos que van desde ciertos “jóvenes estudiantes de izquierda” a los propietarios de bazares, pasando por trabajadores, artesanos, religiosos y otros. [9]
Podríamos continuar con la reseña de aquellas valiosas reflexiones, no ingenuamente silenciadas, pero basten estas pocas que hemos escogido para hacer justicia al pensamiento de Foucault en un contexto de conmemoración, y para intentar generar la curiosidad del lector sobre la actualidad del pensamiento del filósofo y de la disputa teórico-política que existe en torno suyo. A modo de cierre, dado que nos encontramos escribiendo este artículo desde el Cono Sur, querríamos destacar dos cuestiones. En primer lugar, cabe enfatizar que Foucault destaca de la revolución iraní su carácter anti-imperialista y el modo en que la puesta en cuestión de la dominación norteamericana trae aparejado un cuestionamiento respecto de la distribución de la renta petrolera. Por el otro, frente a quienes pretenden ubicar a Foucault del mismo lado de la trinchera que Hayek (de modo tal de despojarnos de una de las herramientas teórico-filosóficas más potentes con las que contamos para enfrentar a sus epígonos locales), no podemos dejar de recordar que mientras Hayek y los Chicago Boys apoyaban explícitamente a la dictadura de Pinochet, Foucault sostuvo que “gracias al cielo” en Irán no parecía muy probable una salida equivalente a la de los regímenes de Pinochet y Videla.
Luis Blengino es Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Profesor de Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Investigador Asistente de CONICET. Profesor Asociado a cargo de ‘Teoría Política II’ y Adjunto regular de ‘Filosofía del Derecho’ del Departamento de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM). Jefe de Trabajos Prácticos de ‘Filosofía’ de la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
Iván Dalmau es Doctor en Ciencias Sociales (UBA) y posdoctorado en Ciencias Sociales (UBA). Licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA), licenciado y profesor en Sociología (UBA). Investigador Asistente del CONICET (radicado en el IIGG-FSoC-UBA). Profesor Adjunto de Epistemología de las Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y Docente Auxiliar de Filosofía (UBA).
[1] Foucault, M. (2004), Sécurité, Territoire, Population. Cours au Collège de France. 1977-78, Paris, Éditions Gallimard SEUIL.
Foucault, M. (2004), Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France. 1978-79, Paris, Éditions Gallimard SEUIL.
[2] Afary, J. & Anderson, K. (2005) Michel Foucault and the Iranian Revolution: Gender and the Seductions of Islamism. Chicago: University of Chicago Press.
[3] Foucault, M. (2001b) Dits et Écrits II. N° 250: p. 707. Paris: Gallimard.
[4] Foucault, M. (2015), « Qu´est-ce que la critique? », « Qu´est-ce que la critique? » suivi de La culture de soi, Paris, Vrin.
[5] Foucault, M. (2004), Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France. 1978-79, op. cit., p. 192.
[6] Foucault, M. (2004), Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France. 1978-79, op. cit., pp. 191-220.
[7] Foucault, M. (2001b) Dits et Écrits II. N° 251: p. 708. Paris: Gallimard.
[8] Foucault, M. (2001b) Dits et Écrits II. N° 250: p. 707. Paris: Gallimard.
[9] Foucault, M. (2001b) Dits et Écrits II. N° 244: pp. 684-686. Paris: Gallimard.