Sociología argentina
Gino Germani, “ferviente antifascista”

Por Juan Ignacio Trovero (UBA/IIGG)

Algunas notas a 40 años de su fallecimiento

Introducción

Este año se cumple el 40º aniversario del fallecimiento de Gino Germani. Muchas palabras se han escrito en su nombre a lo largo de estas cuatro décadas. Sin embargo, hasta hace unos cuantos años, la mayoría de ellas (claro, no todas, no siempre) sólo se limitaba a enaltecer o discutir su figura en términos “institucionales”; o bien a conjurar, de formas más o menos ponzoñosas, su supuesta vinculación con el “estructural-funcionalismo” estadounidense y, por extensión, con el “imperialismo yanqui”. Con manifiesta intencionalidad o sin ella, su nombre permaneció largamente vinculado a estas dos percepciones. Su legado intelectual es, todavía hoy, una laguna plagada de supuestos. Al menos hasta hace algunos años, cuando todavía transitaba las aulas de “MT” como estudiante (es decir, la sede de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA en la que se cursaba la carrera de sociología), todxs repetíamos y reproducíamos el mito, escuchado en algún pasillo o de boca de algún profesor. En la carrera de sociología (al menos en la UBA, que es la que conozco), sus textos eran raramente leídos. Todo esto, creo, es más una consecuencia (¿deseada o no deseada?) de una interpretación sesgada de Germani, que la conclusión de un trabajo sistemático con sus textos, archivos y documentos.

Afortunadamente, aunque todavía sin poder penetrar en el “sentido común sociológico” pero generando importantes mellas en sus bordes, en los últimos años han aparecido una serie de estudios que evidencian una fuerte revitalización de la obra de Germani a la luz de “nuevas interpretaciones”, preocupadas por revisar, releer, re-problematizar algunos de sus aspectos olvidados, silenciados o no profundizados. Desde el cambio de milenio a esta parte, se ha empezado a prestar mayor atención en la bibliografía especializada, no sólo al derrotero de su intervención en las disputas dentro del campo intra-sociológico argentino, sino sobre todo a la revalorización de su producción académica y la complejización de sus posicionamientos político-epistemológicos. Entre los principales estudios al respecto, los de Alejandro Blanco y Diego Pereyra han sido pioneros en profundizar en el rol que tuvo Germani en el proceso que condujo a la institucionalización de la sociología como disciplina universitaria en la Argentina; mientras que Ana Germani, su hija y más profunda biógrafa, además de reconocer el lugar de privilegio que supo tener su padre en el entramado de relaciones dentro y fuera de la UBA a mediados de siglo XX, supo identificar el “hilo rojo” que atraviesa los intereses más profundos de su padre: su “ferviente” compromiso con el antifascismo y la sociología.[1]

Desde ya, el trabajo que resta por hacerse es mucho. En esta oportunidad me interesa presentar algunas notas generales acerca de la biografía vital y académica de Germani; a modo de homenaje, sí, pero también con la esperanza puesta en estimular la ruptura con tal “sentido común sociológico” asociado a su nombre y legado. En resumidas cuentas, propongo una reflexión-homenaje de quien supo convertirse en el “padre fundador” de la sociología (científica) argentina. Pero, más aún, invito a la (re)lectura de una obra que, cuanto más nos adentramos en ella, más paradójica e inclasificable, heterodoxa y original, se nos presenta.

El confino o el exilio

En marzo de 1930, la Policía Política del régimen fascista de Benito Mussolini sorprende en Roma a un grupo de personas distribuyendo folletos que convocaban a una manifestación en contra de la desocupación y los impuestos. Al ser interrogados, los miembros del grupo negaron uno a uno tener conocimiento de dicha manifestación; a excepción de uno, el “gran idealista y cabeza dura” Germani, que no vaciló en declararse abiertamente como “ferviente antifascista”. A los pocos días fue apresado y luego condenado a cuatro años de confino en la isla de Ponza. Si bien la sentencia se cumplió, la pena se vio considerablemente reducida. Tras sólo un par de meses, gracias a las gestiones de sus familiares y amigos, pudo conseguir que le redujeran la pena a dos años bajo el régimen de “amonestado político”. Esto significó la posibilidad real de volver a la ciudad de Roma, pero a expensas de una constante vigilancia policial, lo que redundaría en la efectiva dificultad para conseguir empleo y, desde ya, la imposibilidad de manifestarse en oposición al régimen. Dentro de la familia Germani, ya agobiada por las dificultades económicas y con un hijo viviendo bajo el yugo de la constante amenaza de volver a ser encarcelado, comienza a germinar la idea lanzarse “hacia la América”, como lo habían hecho ya hacía tiempo parientes y conocidos suyos. Con la muerte de Luigi Germani, padre de Gino, en 1931, esta idea germinal no hace más que convertirse trágico destino. Es así como su madre, Pasqualina Catalini, comienza a gestionar un permiso para que se le permita a su hijo viajar a (es decir, exiliarse en) Buenos Aires, donde se encontraba instalada su tía hacía un tiempo. Este permiso, luego de un largo proceso burocrático, es finalmente otorgado en 1934. En dicho año Germani se embarcó hacia “la América”, arribando a Buenos Aires a bordo del buque “Neptunia” el día 30 de julio; no sólo cargando con algunas pocas pertenencias personales, sino, sobre todo, con la experiencia del totalitarismo en sus vísceras, que lo acompañará por el resto de su vida. Su estadía en la ciudad portuaria se extenderá por unos largos y agitados 30 años. Este será el período en que comenzará a participar en diversos espacios de formación académica, cultural, profesional y política que terminarán por tallar su personalidad.

Antifascismo y sociología

Al poco tiempo de llegar a Buenos Aires, comienza a relacionarse con los círculos antifascistas de la época, contribuyendo en varias oportunidades en sus periódicos. En estos años, se destacan las contribuciones (a veces bajo el seudónimo de Giovanni Frati) en L’Italia del Popolo, La nuova patria degli italiani e Italia Libre, todos de carácter abiertamente antifascista, en línea con el socialismo democrático. Asimismo, estuvo vinculado a la organización Giustizia e Libertà, fundada, entre otros, por Carlo Roselli y Emilio Lussu. Sus contribuciones con estos y otros órganos de difusión antifascista, no cesarán con el paso del tiempo, ni, por tanto, su compromiso la libertad y la democracia. Sin embargo, su carrera profesional se dirigirá hacia otras direcciones.

En 1937 ingresa al Ministerio de Agricultura a trabajar en una oficina que se ocupaba de elaborar estadísticas sobre el Mercado Consignatario de Yerba Mate. Este empleo le otorga una relativa estabilidad laboral. Pero, fundamentalmente, le permite hacerse con el tiempo y los recursos ―todavía escasos― para comenzar a darle rienda suelta a algunos de sus intereses más profundos: la cabal comprensión de los regímenes totalitarios, las vicisitudes de la democracia en las sociedades modernas y los procesos de cambio que estaba atravesando el país que lo acogió. Hacia el final de este mismo año, Germani ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, lo que sin dudas deja una huella imborrable tanto en su carácter como en su biografía académica. El contacto con un mundo universitario en todo diferente al que supo conocer en su Italia natal termina por atraerlo sobremanera. Paralelamente a sus estudios, en el año 1941 comienza sus labores como auxiliar de investigación en el Instituto de Sociología, lo que también signa el destino de la historia venidera: allí tiene su primer contacto con la investigación en ciencias sociales. Entre todo esto, sus estudios avanzaban a ritmos sostenidos, logrando hacia mediados de 1944 el título de Profesor de Enseñanza Secundaria Normal y Especial en Filosofía.

El “exilio dentro del exilio”

La “década peronista” (1946-1955) tendrá en la biografía académica de Germani un impacto muy profundo. Ante todo, por la irrupción en la arena pública de lo que se convertirá luego en uno de sus intereses de investigación más profundos y que más controversias despertaría: el “fenómeno peronista”. Pero también por la situación en la que se vio inmerso, a la que Ana Germani denominó el “exilio dentro del exilio”. Ni bien el peronismo asume el poder en 1946 Germani es desplazado del Instituto de Sociología y alejado de la UBA. Dos años más tarde pasará lo propio con su puesto en el Ministerio de Agricultura. A su vez, la intervención peronista de la Universidad tuvo su correlato en la todavía endeble, institucionalmente hablando, sociología. La denominada “sociología de cátedra”, de corte “ensayístico, especulativo, diletante y filosófico” y de tinte “católico” y “nacional” (todos epítetos, sesgados desde ya, puestos por el propio Germani), ganó lugar y terminó por ocupar la mayoría de los cursos de sociología durante los años del gobierno peronista. Durante esta década, Germani se refugia en el Colegio Libre de Estudios Superiores, institución que se convirtió en aquel tiempo en un bastión de la intelectualidad opositora disidente, convocando a figuras de la talla de José Luis Romero, Ernesto y Jorge Sábato o Jorge Luis Borges, entre otros. Asimismo, intensifica sus lazos con las editoriales Abril y Paidós, en donde se hace cargo de las colecciones de “ciencias sociales”. Finalmente, con el derrocamiento del gobierno democrático de Juan Domingo Perón, a manos de la autoproclamada “Revolución Libertadora”, en 1955, se concreta su retorno a la UBA.

Auge y caída de la “hegemonía germaniana”

En este marco, el nuevo rector interventor de la UBA, José Luis Romero, viejo conocido de nuestro autor, le confía la organización de la Carrera de Sociología y la reorganización del Instituto de Sociología. Estas tareas se encauzan institucionalmente hacia el año 1957. De allí en más, por unos diez años, su nombre y su proyecto de una “sociología científica” tomarán la primera plana de la “sociología argentina”, ensalzados por sus seguidores al tiempo que cuestionados por sus detractores. Sin embargo, la “hegemonía germaniana” en la UBA, tal como sostiene Alberto Noé, no duró mucho tiempo y se mantuvo en medio de no pocos enfrentamientos, conflictos y disputas. Un lustro después de fundada la primera carrera de sociología del país, para los años 1962-1963, comienzan a resquebrajarse sus alianzas internas con el movimiento estudiantil y la elite universitaria que conducía la UBA. El propio Germani comienza poco a poco a alejarse de la Universidad y acercarse al Centro de Sociología Comparada del Instituto Torcuato Di Tella. Esto se dio en un marco general en el que los fuertes posicionamientos políticos eran cuasi-obligatorios. Por aquellos años Germani recibió numerosas críticas, provenientes de los más diversos sectores. Desde la izquierda, fue criticado por difundir una concepción “científicista” de la sociología, “alejada de la realidad”, y acusado de “imperialista” e “importador del estructural-funcionalismo yanki” en el país. Bastante paradójicamente, al mismo tiempo, fue acusado por sectores asociados a la derecha de “agente del comunismo internacional”  o instigador de una “conspiración judía y anti-católica”.[2] Según recuerda Elizabeth Jelin, ex alumna y colaboradora cercana, a principios de los años sesenta “había muchos más ataques de la derecha que de la izquierda. Cabildo y Azul y Blanco [dos revistas ultranacionalistas y ultracatólicas] nos acusaban de vendepatrias, de pertenecer a la sinarquía internacional, de sionistas, de comunistas”.[3] En este marco, la hostilidad hacia el propio Germani fue en aumento: incluso la SIDE [Secretaría de Inteligencia del Estado] preparó un informe sobre Germani destacando su “peligrosidad ideológica” por ser consideradas sus ideas “atentatorias contra el ser nacional”, al tiempo que recibió amenazas en su propio domicilio. Según recuerda el norteamericano Joseph Kahl, quien conoció de cerca a Germani, le oyó decir en alguna oportunidad, en tono irónico, que “Los domingos, hasta los sacerdotes pronunciaban sermones contra nosotros”.

Goodbye and Good Riddance

Es así como en 1965 Germani decide nuevamente emigrar. Salta a la vista que el clima político-ideológico en Argentina, a nivel nacional y a nivel universitario, no era el más favorable a sus objetivos de enseñanza e investigación. Si bien es imposible saber si lo hizo intencionadamente o no, Germani logra adelantarse a los graves sucesos que vendrán, es decir, al Golpe de Estado de 1966 que derroca al gobierno de Arturo Illia, que tendrá nefastas consecuencias puntualmente sobre el sistema universitario argentino a partir de la tristemente célebre “Noche de los Bastones Largos”. Sin embargo, como recién mencionamos, ya desde comienzos de la década del sesenta, en un contexto de creciente agitación social y política, tanto su proyecto de una “sociología científica” como su (¿ambigua, paradójica, indefinida?) postura política venían siendo objeto de numerosas críticas. Estas provenían, en su mayoría, del seno íntimo de la carrera de sociología que había sabido fundar, de parte de sus propios docentes y estudiantes, muchas y muchos de ellos discípulos suyos, entre cuyos nombres más rutilantes se encontraban los de Eliseo Verón, Miguel Murmis, Silvia Sigal y Juan Carlos Marín. Hacia mediados de los años sesenta, entonces, con un país fuertemente convulsionado, sintiendo de cerca las operaciones de los servicios de inteligencia y una universidad que le daba (una vez más) la espalda, Germani se embarca en un nuevo viaje.

El destino en esta oportunidad será los Estados Unidos, país al que ya había sido invitado unas cuantas veces a impartir cursos y seminarios, ocasiones que le permitieron tejer buenas redes de contactos. Luego de un arduo y fatigoso proceso burocrático, consigue el visado (como no podía ser de otra manera, también se hicieron eco las oficinas migratorias estadounidenses de las sospechas de “comunista” que pesaban sobre él). Allí fijará residencia por unos diez años, impartiendo clases de sociología en la prestigiosa Universidad de Harvard, donde es distinguido como el primer Monroe Gutman Professor of Latin American Affairs and Sociology. En este período su producción académica es muy fructífera y su “nombre” comienza a circular por algunos de los círculos de la sociología mundial. Por aquellos años se afianzan sus vínculos académicos con importantes figuras como Irving Louis Horowitz, Shmuel Eisenstadt, Kenneth Organski o Alessandro Pizzorno, entre muchos otros. Es invitado a dar cursos por numerosas universidades estadounidenses, latinoamericanas, europeas y hasta del Oriente Próximo. Asimismo, participa en diversos congresos y eventos científicos de primera importancia como conferencista o incluso como su organizador.

Università degli Studi di Napoli

La vuelta a Italia

Finalmente, en 1975 se concreta la postergada vuelta a su Italia natal, para desempeñarse como profesor en la Università degli Studi di Napoli. Las razones de este viaje nos son desconocidas pero es un hecho que ya por aquel entonces Germani se encontraba con su salud un tanto deteriorada y con intenciones de (nuevamente) emigrar. Al parecer, la american way of life no le terminaba por convencer del todo. Aunque manifestó a sus más cercanos amigos sus deseos de volver a la tierra que lo vio nacer, hubiese sido otro su destino, se puede suponer, si el país que lo acogió en primera instancia hubiese presentado condiciones más favorables a sus intereses académicos y políticos. Por aquellos aciagos años setenta, Argentina se encontraba sumida en una escalada de violencia que halló su límite más nefasto en el Golpe de Estado que derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón, el 25 de marzo de 1976. Con la UBA intervenida y con la persecución política e ideológica de los disidentes como modus operandi por parte de la “junta militar”, el clima, definitivamente, no era el propicio para un confeso “ferviente antifascista” como Germani. Con todo, ya instalado en la ciudad de Roma, enseñará en la cercana Universidad de Napoli, a partir de 1975 y hasta sus últimos días, falleciendo en la capital italiana en 1979.

Puente y puerta

Los últimos estudios de Germani, vistos desde el presente, representan el corolario de las vicisitudes de una vida. En ellos, se centra en los fenómenos que más le preocuparon desde su más tierna adolescencia: la comprensión del autoritarismo moderno y los peligros que enfrenta la democracia. No casualmente su último texto, publicado en 1978, lleva el título de “Democracia y autoritarismo en la sociedad moderna”. En un tono pesimista y ciertamente trágico, pero también destilando un sutil dejo esperanzador, Germani abre su artículo sosteniendo que “paradójicamente la sociedad moderna, que ha ofrecido el marco necesario para desarrollar las formas democráticas hasta sus últimas consecuencias lógicas, encierra también, en su propia forma de integración, ciertas tensiones que en el pasado y presumiblemente en el futuro, llevan a la supresión de la democracia misma, a menos que se puedan intentar nuevos caminos, los que –en opinión del autor– son por ahora utópicos”. La historia se encargó, lamentablemente, de darle la razón.

Haber presentado a Germani como “padre fundador” y “ferviente antifascista”, no hace más que reproducir estereotipos, mea culpa. Sin embargo, ha sido con la intención de disputar, “en su propio campo”, las significaciones que reproduce sobre su figura un cierto “sentido común sociológico”, aún todavía extendido. En la vida y obra de Germani vamos a encontrar desplegadas, aquí y allá, contradicciones, paradojas, heterodoxias, eclecticismos. Según entiendo, todas estas figuras dan cuenta de la complejidad y riqueza de su legado, desafiándonos a interpretarlas, no como meras inconsistencias, sino como los desafíos –necesarios, urgentes, imprescindibles– del porvenir. Si estas notas están destinadas a servir de algo, que se conviertan en una invitación a discutir, re-pensar, re-visar, re-interpretar, una de las obras y legados más prolíficos y –al mismo tiempo– incomprendidos de la sociología argentina.

 

[1]  Entre la abultada bibliografía al respecto, ver: Germani, Ana (2004). Gino Germani: del antifascismo a la sociología. Buenos Aires: Taurus. Blanco, Alejandro (2006). Razón y Modernidad. Buenos Aires: Siglo XXI. Pereyra, Diego (2007). Cincuenta años de la Carrera de Sociología de la UBA. Revista Argentina de Sociología, 5 (9). Noé, Alberto (2005): Utopía y Desencanto. Creación e institucionalización de la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires: 1955-1966. Buenos Aires: Miño y Dávila Editores. Blois, Pedro (2018). Medio siglo de sociología en Argentina. Ciencia, profesión y política (1957-2007). Buenos Aires: Eudeba. Serra, Pasquale (2016). Sobre la crisis contemporánea. Un plan de investigación en torno a Gino Germani. Prismas, Revista de historia intelectual, 20. Grondona, Ana (2017). “Prima di tutto, antifascista”: juventud y anti/fascismo en Gino Germani. Leviathan. Cadernos de Pesquisa Política, 15. Para la escritura de esta nota nos hemos basado en buena parte de estos estudios así como en investigaciones personales y otras consultas bibliográficas.

[2] Borón, Atilio (2005). Para repensar a Germani. En Noé, Alberto, op. Cit., p. 20.

[3] Citado en Ana Germani, op. Cit., p. 228.

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