Ciencia y Tecnología
“Así no se puede seguir”

Entrevista a Mario Pecheny
Por Dolores Amat

Mario Pecheny es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Paris III y sus estudios sobre políticas y derechos en material de salud, género y sexualidades, son una referencia ineludible tanto para quienes investigan sobre esas problemáticas como para aquellos que toman decisiones en diversos ámbitos. Actualmente es Profesor Titular Regular de Sociología de la Salud de la Carrera de Sociología, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, y Profesor Titular de Ciencia Política en el Ciclo Básico Común. Además, es Investigador Principal del Conicet y recientemente fue elegido para ser miembro de su directorio. En esta entrevista, Pecheny señala algunos puntos fundamentales de una política científica integral y virtuosa, y analiza el creciente deterioro del sistema científico argentino, que volvió a ser tapa de los diarios en los últimos días por la renuncia de Dora Barrancos al directorio del Conicet y por la llamativa participación de una investigadora de trayectoria en un concurso televisivo de preguntas y respuestas, con el objetivo de recaudar dinero para llevar adelante su trabajo. Esos acontecimientos tuvieron lugar luego de que se llevara adelante esta entrevista, razón por la cual los comentarios de Pecheny sobre ellos (recogidos con posterioridad) se consignan al final.

 

Amat: A mediados de abril se reunieron en Córdoba 140 directores de institutos y centros que dependen del Conicet para discutir la situación actual del sistema científico nacional. ¿Podrías comentar el espíritu del encuentro y resumir las conclusiones que sacás de los debates que allí se dieron?

 

Pecheny: La sensación compartida por todos y todas es que así no se puede seguir. En términos literales, diría. Los institutos que han sido desfinanciados no logran funcionar, sobre todo los que hacen ciencias experimentales, algunos no logran pagar siquiera sus servicios básicos. Llegado este punto nos autoconvocamos con una amplísima receptividad para decir “bueno, nosotros queremos seguir investigando, necesitamos seguir investigando y las condiciones actuales no lo hacen posible.” Pero este encuentro no es aislado. Desde el año pasado o el anterior venimos movilizándonos desde Conicet (menciono al Conicet porque es la entidad señera, pero este proceso abarca a toda la comunidad científica y técnica, que excede con creces a ese organismo). Venimos reconociéndonos como trabajadoras y trabajadores cuyas tareas tienen sus encantos (uno hace lo que le gusta, lo que es un privilegio) pero cuyas condiciones salariales, de trabajo en general y en términos de derechos, se fueron degradando sustancialmente.

Y no se trata solamente de un deterioro económico sino de una situación mucho más amplia. Te pongo el ejemplo de una situación que me concierne a mí directamente. El Conicet tiene una estructura con una presidencia y un directorio. El directorio está formado por ocho miembros, cuatro representan a sectores corporativos (los ministerios y secretarías de ciencia y técnica de las provincias, los rectores o rectoras de universidades nacionales, la industria, el agro) y el resto a las grandes áreas en las que está estructurado el organismo (las Ciencias Sociales y Humanidades, las Ciencias Biológicas y de la Salud, las Ciencias Exactas y Naturales y las Ingenierías). Cada dos años los investigadores e investigadoras de cada gran área eligen a su representante en este directorio. Hace unos 3 años fue el turno de las áreas de Ingenierías y Ciencias Exactas y Naturales, y la sorpresa fue que por primera vez el poder ejecutivo, que es quien nombra a los candidatos o candidatas que resultan más votados en esa elección, no hizo el nombramiento. Así, Roberto Salvarezza (que en la gestión anterior había sido el presidente del Conicet) nunca fue nombrado para ocupar su lugar en el directorio (NdR: la situación fue finalmente judicializada y se resolvió recién cuando Salvarezza ya había asumido como diputado nacional). Esto es un antecedente grave, dado que no se respetan las reglas mínimas de la democracia y la situación se repite: hace un año se votó en las otras dos grandes áreas (Biológicas y de la Salud, y Sociales y Humanidades) y todavía ninguno de los dos candidatos más votados fuimos designados. Ni siquiera hay fecha cierta de cuándo esto podría acontecer.

Este es un tema grave de vida institucional que no tiene ninguna relación con el presupuesto. No hay ninguna razón económica que impida una designación de los candidatos de elecciones cuyos resultados se conocieron hace un año. Y es un tema de gravedad institucional porque simplemente hay un cuerpo con dos miembros que tienen el mandato vencido.

 

Amat: Si las razones de esta falta no son económicas, ¿qué explicación encontrás vos?

 

Pecheny: Las causas de esta situación hay que preguntárselas a quienes no proceden. Eso hizo Salvarezza, que es diputado nacional, en el Congreso. El jefe de gabinete, Marcos Peña, dijo en esa ocasión que se están siguiendo los tiempos y procedimientos normales. Entonces ahí la pregunta que podría hacer un periodista es “¿qué quiere decir normales?

Porque no parece haber razón para tener demorado un expediente que refiere a una elección que tuvo lugar en mayo de 2018 y que está en el Ministerio de Educación (porque ahora no hay más Ministerio de Ciencia y Técnica) desde enero de este año (NdR: el expediente pasó a la Secretaría Legal y Técnica luego de que esta entrevista tuviera lugar). Si tuviera que analizarlo externamente, creo que es un daño gratuito como muchos otros que se hacen desde este gobierno, que no tienen ninguna razón de ser. Yo no estoy de acuerdo, por ejemplo, con la reducción presupuestaria, pero puedo entender, desde la lógica económica del gobierno, que prefieran pagar la deuda externa que financiar la ciencia y la técnica. Ahora bien, esto no tiene ninguna racionalidad. ¿Se trata de desidia, de desinterés? O quizás se busca abrir frentes para que la comunidad científica se tenga que movilizar cada vez por más motivos: por los presupuestos, por las reglas de juego, por las condiciones de trabajo, y además ahora por que el Conicet tenga un directorio normalizado.

 

Amat: Junto con el tuyo está suspendido el nombramiento de Alberto Kornblihtt, elegido por el área de Ciencias Biológicas y de la Salud en el mismo momento…

 

Pecheny: Sí, puedo decir sin falsa modestia que con Alberto Kornblihtt hemos logrado concitar en la campaña electoral una movilización de la comunidad científica que nos excede y nos precede, pero que fue logrando articular a investigadores de todas las disciplinas en una idea de recuperar al Conicet y recuperar al directorio como instancia política de gestión. Y el Conicet es central porque aunque no financia el grueso de la investigación de este país, sí marca estándares (las becas, por ejemplo, funcionan como parámetro para las universidades nacionales cuando lanzan sus propias convocatoria). Además, el Conicet da a la juventud la posibilidad de concursar con reglas claras (aun con ambivalencias y ambigüedades) para construir un camino de investigación. Al menos así fue hasta ahora.

 

Amat: Hablando del resto de las instituciones que son importantes en el desarrollo de la investigación que se hace en el país, ¿qué lugar te parece que deberían ocupar las universidades nacionales en una política científica integral?

 

Pecheny: Yo soy de los que piensan que el sistema científico tecnológico y el de la educación superior deberían que estar articulados. Es impensable uno sin el otro. Una frase tonta que solía repetir en la campaña electoral es “las universidades le dicen al Conicet ‘yo formo a tus investigadores’ y el Conicet les dice a las universidades ‘yo financio a tus doctorandas y doctorandos’”. Pensada de esa manera la relación es ridícula, es contraproductiva, es un juego de suma cero. Por el contrario, tiene que haber una sinergia desde el Conicet y el resto del sistema científico con las universidades nacionales. E incluso con las universidades privadas y todos los centros donde se hace investigación. Yo creo que hay que apoyar la investigación allí donde se hace y por la historia argentina hay instituciones de las más variadas, no tenemos un modelo único.

El problema es que hoy los presupuestos de las universidades se dedican a salarios y a veces a  salarios de personas que se dedican a la enseñanza casi exclusivamente. Pero el viejo principio de la reforma universitaria, que vincula docencia, investigación y extensión (o integración con la comunidad) sigue siendo válido. Incluso creo que el Conicet también podría adoptar estas banderas. De hecho en Córdoba, un poco en serio, un poco en broma, hablábamos del manifiesto del ’19. La idea de co-gobierno que en la universidad pública tenemos como uno de nuestros principios reformistas que compartimos casi todos y todas, en el Conicet no existe. Ahora sí se toma en cuenta cada vez más, hay que reconocer, el valor de la docencia, que antes no se exigía ni se esperaba de parte de los que nos dedicamos a la investigación. La extensión, por otra parte, está traducida a un esquema completamente neoliberal que se limita a la vinculación tecnológica, al apoyo a empresas o a prácticas con utilidad inmediata. Pero aunque ésta no es la visión que uno quisiera, sí está al menos la idea de buscar que lo que uno investiga se convierta en respuestas a necesidades de los distintos ámbitos. El tema es que el modo en el que el Conicet y la política científica actual están haciendo eso (responder a necesidades) es un “como si”. Es decir, con una beca o una tesis doctoral no se responde a una necesidad social ni tecnológica. Una tesis responde a los requisitos para alcanzar un doctorado, entonces no se va a promover la nanotecnología o mejorar la escuela media con que un estudiante de doctorado haga su tesis y en cinco o seis años la defienda. El impacto va a ser sobre todo en su formación. Lo mismo con un ingreso a carrera: no es un individuo aislado el que va a generar un impacto. El impacto se consigue con políticas orientadas que tengan fondos y que cuenten con los mejores equipos. Me acuerdo de la película Philadelphia, cuando dicen que si uno tiene una batalla muy difícil manda al mejor piloto. En ese sentido, si querés avanzar en nanotecnología o mejorar la escuela media, llamá a los mejores equipos, no a una persona que se está formando y no va a tener todavía recursos. Por eso digo que hoy en día se hace ‘como si’.

Volviendo al tema de las universidades, creo que se tiene que ir dando esta discusión. Para poner un poquito de pimienta al asunto: la impugnación de la investigación como actividad válida no viene sólo de los neoliberales, también hay cierta idea que voy a calificar de populista que dice ‘nosotros arremangamos la camisa y damos clase para sostener el grado y ustedes están cómodamente instaladas e instalados en la investigación’. Bueno, esta idea también existe como un cierto sentido común en las universidades, en las que se piensa a veces “esta gente hace su doctorado y después viene a concursar los cargos”. Eso también está pensado como un juego de competencia y no de complementariedad, que es lo que debería ser: que las y los docentes investiguen y los investigadores den clases. Que es además lo que hacemos la inmensa mayoría de nosotros. Yo doy clases en el ciclo básico, en el grado, en doctorado, trabajo con la comunidad y además investigo y en general estas actividades se potencian.

Por otra parte, la crisis que vivimos hoy se hace más dramática en términos individuales porque las universidades nacionales están muy bloqueadas para las y los jóvenes en formación. Al no existir dedicaciones exclusivas para docencia e investigación, el Conicet se transforma casi en la única salida para quienes se dedican a la vida académica.

Podría decir esto, aunque sea un poco injusto: si se reduce el número de ingresos al Conicet, uno puede aprender a subsistir con un número más exiguo de ingresos y después retomar la senda del crecimiento, que es lo que todos pensamos que debería pasar, pero al no haber ninguna otra opción, esto se vuelve dramático. Porque uno podría decir “bueno, entro a la universidad, voy al INTI, al INTA”, pero el tema es que no hay casi puertas abiertas. Y es un desperdicio de recursos, no sólo de ilusiones, porque quienes no se inserten se van a insertar en otro lado. La gente que está mejor formada va a encontrar otro trabajo, probablemente en otro país. Entonces volvemos al viejo círculo en el que Argentina forma excelentes profesionales que luego trabajan en otros países y después vuelven ya de viejas y de viejos a devolverle al país lo que el país les dio, pero ya no hicieron su carrera acá, no formaron gente y sus descubrimientos quedaron en otra parte.

Foto: Télam
Foto: Télam

 

Amat: Mencionabas la participación de la investigación en el desarrollo del país y en las respuestas a las necesidades de la comunidad, ¿cuál te parece que puede ser el lugar de las ciencias sociales en este caso?

 

Pecheny: Voy a darte un ejemplo. El año pasado o el anterior hicimos una investigación a pedido y organizada por el Ministerio de Salud sobre el acceso al dispositivo intrauterino, DIU o espiral, en relación con el problema de los embarazos no deseados o no buscados. Cualquiera que tenga una amiga o ella misma o su pareja o su hermana o su hija haya quedado embarazada sin buscarlo sabe que esos embarazos no dependen en la mayor parte de los casos de la calidad técnica del anticonceptivo utilizado o de cuestiones de la ingeniería del dispositivo que se utilice. Tiene que ver con las relaciones entre varones y mujeres, con la ambivalencia de los deseos, con la violencia de género, con el acceso al sistema de salud, con la accesibilidad de los dispositivos de prevención… Bueno, todo eso lo investigamos desde las ciencias sociales.

Lo mismo con el tema de los accidentes de tránsito. El airbag, el cinturón y la calidad de las rutas hacen a la posibilidad o no de morirse o de quedarse estropeada o estropeado en un accidente, pero todo el resto (por qué nos cuidamos o no nos cuidamos, por qué somos imprudentes, por qué se sigue la regla o no de no tomar alcohol al manejar, por qué se decide usar o no el cinturón) es social: tiene que ver con los valores, con los códigos, con las interacciones.

Y estos dos ejemplos, los embarazos no deseados o los daños producidos por accidentes de tránsito, son asuntos que afectan a cada una y cada uno de los argentinos y los seres humanos de este planeta. Y eso lo investigamos quiénes hacemos ciencias sociales y humanidades. A veces no investigamos puntualmente “el uso del cinturón en la ciudad de Buenos Aires”, a veces estudiamos cosas que pueden parecer muy abstractas, como por ejemplo “cuándo se siguen o no las reglas” o “qué te hace ser mejor varón o mejor mujer”. Y uno podría preguntarse qué tiene que ver. Bueno, a veces el varón se constituye como varón asumiendo riesgos, no queriendo parecer cobarde, no queriendo parecer sumiso (estoy hablando de una forma súper esquemática). Entonces alguien que estudia la construcción de la masculinidad puede parecer metido en algo muy abstracto, pero sin embargo después puede retomar esas investigaciones para entender, por ejemplo, por qué alguien fuma o no usa un cinturón de seguridad o un preservativo, o consume tal droga. Son ejemplos simplificados, pero cualquiera de los problemas que uno puede tener en la cabeza tiene alguna respuesta tecnológica, científica, y respuestas en términos de investigación social. Esto lo entiende cualquiera. Es decir, el cáncer (otro tema de gran interés social) es algo que sucede a nivel de las células, pero varios estudios relacionan sus causas con lo que fumamos, con lo que comemos, con la actividad física que hacemos o no, con los problemas que nos abruman.

 

Amat: ¿Podrías resumir algunos de los puntos más importantes a tener en cuenta a tu criterio para diseñar políticas públicas capaces de potenciar el sistema de investigación argentino?

 

Pecheny: Una de las características de las políticas públicas es que necesitan continuidad y previsibilidad. En el caso de la política científica esto es aún más claro que en otros ámbitos porque las investigaciones llevan tiempo y las colaboraciones (con instituciones de otros países, por ejemplo) son por años y nos por semanas.

Nosotros no sólo tenemos en este momento pocos fondos sino que además no sabemos cuándo van a llegar ni cuánto tiempo van a durar. Por eso una de las reivindicaciones que estamos movilizando desde la comunidad científica es que haya una ley de financiamiento en ciencia y técnica como existe para la educación (con la Ley de Financiamiento Educativo). Se discute el porcentaje del PBI, cómo debe gastarse ese presupuesto, eso lo dejo a las legisladoras y los legisladores, pero en todo caso saber con cuánto se va a contar de manera previsible es clave.

Entonces, como primer aspecto, creo que hace falta una ley, una normativa que haga de nuestra actividad algo previsible, que no dependa del humor de los gobernantes o del mercado. Segundo aspecto: confiar en la propia dinámica científica, que va creando sus líneas de trabajo. Es muy difícil imponer desde afuera los temas.

El otro día el ministro de educación dijo algo así como que el Estado no tiene por qué dar becas para que la gente piense lo que quiera pensar. Pero no es un tema de capricho individual, nadie que postula a una beca, a un ingreso a carrera o a un fondo va a obtener algo para un proyecto que la propia comunidad de pares de su disciplina o de otras consideren irrelevante. Cualquiera que sabe de esto lo sabe y los que somos parte del sistema lo hemos padecido incluso, no es fácil instalar temas nuevos. Yo cuento que yo hice mi tesis de doctorado sobre el aborto como cuestión política. La empecé en el año 1993 y me miraban con cara de “cuál es el interés científico de trabajar este tema que no le interesa a nadie?” (más allá de su posición respecto de la legalización). Bueno, al año siguiente fue la reforma constitucional y el tema del aborto fue una de las cuestiones importantes y hoy sigue siendo una de las grandes cuestiones, todavía más. Pero en ese momento, yo tenía una beca del gobierno francés, acá me dijeron ‘no es importante, hay que estudiar otra cosa’. Y bueno, es que ese campo de estudio, como el de los derechos de las mujeres, todavía no tenía, voy a usar la expresión, un derecho de ciudadanía.

Obviamente se puede orientar. Si al Estado argentino le interesa, por ejemplo, qué es lo que están consumiendo los que consumen paco, puede y debe hacerlo. Yo colaboré hace unos años como jurado de un concurso sobre este tema. Se hicieron proyectos de investigación orientada, de equipos multidisciplinarios. Bioquímicos analizaban qué era eso que se estaba consumiendo, porque el paco podía usar combinaciones químicas de distintas cosas, no se sabía bien; desde la neurología y las neurociencias se estudiaban los efectos sobre el sistema nervioso; y los investigadores en ciencias sociales y humanas estudiaban los patrones de consumo, quiénes se acercaban, quiénes no, quiénes pedían ayuda, los efectos en las vidas. Entonces desde el Cedronar y el Conicet se hizo una convocatoria porque al Estado le interesaba saber eso. Y está perfecto. Le dieron los fondos necesarios al mejor laboratorio, al mejor equipo de neurólogas y a la ONG más integrada a la comunidad  de usuarios de drogas para poder saber eso. Entonces es un juego doble. Por supuesto que el Estado puede establecer prioridades y financiarlas, pero sin pensar que eso agota el trabajo. Porque cada disciplina tiene su propia dinámica, que va abriendo líneas de trabajo, que a veces no son prioritarias o están incluso a contrapelo de las prioritarias.

 

Amat: Por último, ¿Qué crees que se puede hacer desde el directorio del Conicet para favorecer y proteger al sistema científico nacional?

 

Pecheny: La idea es que el directorio recupere el papel político, pero no politiquero, sino en el sentido de discutir y habilitar la discusión sobre la política científica. Creo que mucho se puede hacer desde el oficio. Yo creo mucho en la idea del oficio: yo trabajo de esto, postulo investigadores en formación, evalúo postulantes, someto proyectos a concurso. Conozco aquellas cosas que nos facilitan la vida y aquellas que nos entorpecen el trabajo, y creo que el directorio debe asumir ese papel desde el oficio, desde la realidad de los becarios, los investigadores, los equipos, las instituciones, promover reglas de juego que sean ecuánimes y adecuadas para nuestro trabajo. Y todo esto que acabo de decir todavía no habla de dinero. Es decir que con los mismos recursos podemos hacer, por ejemplo, convocatorias de ingreso a carrera que sean menos productoras de sufrimiento y daño que la última. Yo creo que el número de ingresantes debe ser considerablemente mayor y tengo razones para ello, pero incluso con el mismo número, se puede favorecer la investigación de una manera más eficaz y a la vez cuidadosa de los miembros de la comunidad. Un ejemplo menor: si tenés un resultado, dalo a conocer, no esperes dos meses, porque la gente está esperando, porque tiene que organizar su vida, porque eso no tiene que ver solamente con lo que va a poder investigar, sino también con el dinero con el que va a contar para pagar el alquiler, o con la decisión acerca de si se muda de lugar  de trabajo o de país. Hay pequeñas cosas de maltrato que tienen efectos muy claros en las vidas de las personas. Otro ejemplo: los modos de evaluación. Hacer reuniones con las distintas disciplinas para ver qué es lo que funcionó. Todo eso no cuesta dinero o cuesta poco y puede tener un efecto muy beneficioso.

En la reunión de Córdoba, volviendo al tema inicial, se discutió por ejemplo el tema de las comisiones que evalúan. En el último llamado las comisiones no tenían la posibilidad de poner “recomiendo que esta persona entre” o “no recomiendo”. Esto evita el conflicto político que se dio hace un par de años, cuando varios “recomendados” no entraron a Conciet por cuestiones presupuestarias. Pero para evitar ese conflicto se da otro problema: el sistema meritocrático pierde parte de sus herramientas y de su información. No sólo por la recomendación, que establece claramente que alguien está en condiciones de entrar al Conicet, sino también por el caso contrario: no recomendar a una persona es parte de las posibilidades de una evaluación y es importante poder decirlo. Entonces se está viciando todo. Porque de estos 2500 que se presentaron la última vez (en realidad son un poco menos porque hay algunos que se presentaron en 2 convocatorias) no sabemos cuántos merecían entrar. El criterio terminó siendo un criterio de vacantes y perdimos información valiosa. Esta manera improvisada de pensar la política científica deterioró en este caso incluso la exigencia. Para tratar de evitar un conflicto político se desvirtúan ciertos principios importantes. Además, el conflicto existe de todos modos, porque de hecho no fueron retenidos por el sistema científico centenares de investigadoras e investigadores jóvenes. Insisto para que se entienda bien lo que estoy queriendo decir: el deterioro de las reglas de juego no sólo atenta contra una política inclusiva del Conicet, deteriora hasta a la política más meritocrática. Deteriora todo porque no sabemos hoy ni siquiera cuánta gente valiosísima quedó afuera, no existe el dato.

Igual hay una realidad que salta a la vista y que es muy preocupante. Hay provincias enteras en las que no entró nadie al Conicet en ninguna disciplina. Si estamos hablando de desarrollo y política científica, el área metropolitana de Buenos Aires y quizás Córdoba y un poco Rosario concentran todo. Porque al haber pocos recursos dejamos a las provincias sin investigadores, sin equipos, sin posibilidad de contribuir a que las universidades sean centros de excelencia. De esta realidad preocupante hablamos también el mes pasado en Córdoba y seguimos hablando hoy.

Foto: www.feduba.org.ar
Foto: www.feduba.org.ar

 

Comentarios finales

 

Amat: El 9 de mayo Dora Barrancos presentó su renuncia al Directorio del Conicet, después de ocho años de representar allí al área de Ciencias Sociales y Humanidades. Explicó que lo hacía como una manera de poner en evidencia la negligencia del gobierno actual, que al no nombrar a los directores electos lleva al organismo a una situación de irregularidad dañina. ¿Cómo interpretás ese gesto?

 

Pecheny: Dora Barrancos había anunciado su decisión ya en marzo, en la celebración colectiva que hicimos en su honor en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, y que llamamos «Verbena para Dora Barrancos». Lo que hizo ahora fue simplemente cumplir con su palabra, con una actitud democrática y respetuosa de la institucionalidad, que busca no convalidar una situación irregular. Desde la denuncia de Dora Barrancos, la Comisión de Gran Área de Ciencias Sociales y Humanidades, así como las directoras y directores de Institutos, se manifestaron por la urgente normalización del Directorio, que hoy no cuenta con representante de nuestras disciplinas.

 

Amat: Justo antes de la renuncia formal de Dora Barrancos, Marina Simian, doctora en Ciencias Biológicas e investigadora independiente del Conicet, se presentó en el programa de televisión “¿Quién quiere ser millonario?”, con el objetivo de recaudar fondos para el grupo de investigación que lidera en la Universidad Nacional de San Martín. Su participación llamó la atención de la opinión pública sobre la difícil situación que atraviesa la comunidad científica argentina, y condujo al presidente Mauricio Macri a invitarla a una reunión en la Residencia de Olivos. Simian concurrió a la cita y llevó una lista de temas importantes para la ciencia que considera deben ser tratados por el gobierno con celeridad. Entre ellos está tu incorporación y la de  Alberto Kornblihtt al directorio del Conicet.

 

Pecheny: Sí, es cierto, el episodio puso en el tapete la situación de la ciencia de la que ya hablamos en la entrevista. Pero lo que más llama la atención a mi criterio es la actitud del gobierno: si el presidente quisiera conocer la situación de la comunidad científica, si se tomara en serio el problema de la ciencia, hablaría (o habría hablado antes) con las autoridades institucionales y con los representantes gremiales, que pueden darle una visión global, de conjunto. Además, de esa forma procedería de una manera respetuosa de la institucionalidad. Pero no fue esa su actitud, ante el impacto de lo sucedido, prefirió responder de urgencia a una cuestión de imagen.

 

Mario Pecheny dirige en la actualidad un proyecto que estudia y reflexiona sobre la espera: “Las escenas de espera y el poder de hacer esperar. Un estudio en tres ámbitos de la vida social: salud, dinero y amor”. Y aunque algunos rumores indican que este mes será incorporado finalmente al directorio del Conicet, le toca por ahora seguir esperando.

 

 

 

 

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