Las causas de la pandemia
El virus y el meteorito

Por Guillermo Folguera 
Grupo de Filosofía de la Biología (UBA-CONICET)

Una metáfora 

Hace unas semanas, la noticia de que un meteorito pasaría cerca de la Tierra causó revuelo. El meteorito, de nombre 52768, pasó cerca, unos 16 veces la distancia entre la Tierra y la Luna. 52768 apenas fue nombrado por algunos medios de comunicación, en un contexto en el que los asuntos a comentar se limitaban al coronavirus y a la pandemia. Pero la imagen era fuerte: los desastres parecían superponerse, se apilaban, se acudía al plural. Un plural que sugería aspectos comunes para ambos fenómenos. Sin embargo, había una diferencia sustancial: mientras el meteorito sólo pasó cerca, el virus había impactado de lleno. Nos había impactado de lleno. 

Impactar 

Ahí nos detenemos. No se trata de una palabra elegida al azar, se trata de una forma particular de concebir esta pandemia. Una forma metafórica que al ser utilizada se hace mundo. Porque es cierto que las metáforas suelen ser herramientas significativas y a veces inevitables para comprender qué nos sucede. Pero cuando olvidan su origen, se hacen algo diferente. Se hacen “peligrosas”, tal como acuñó Milan Kundera.  

Impacto y coronavirus 

Las palabras que se hacen mundo, en general suelen estar asociadas a diferentes características. E impactar no es un verbo más. Emmánuel Lizcano describe la larga lista a la que, de manera explícita o no, se suele asociar la noción de impacto. Por ejemplo, en general lo que impacta es una cosa, no una actividad. Y una cosa definida, dura y activa. Una cosa que tiene potencia y dinamismo propio, y que una vez lanzada ha de cumplir su trayectoria. Impacta el meteorito, pero también la bala o el puño. En oposición, lo impactado es pasivo y vulnerable. La Tierra, la mejilla, el blanco, son algunas de las entidades que pueden ser impactadas.   

En el caso de la pandemia dada por la expansión del virus SARS-Cov-2, la enorme cantidad de voces impide plantear cualquier tipo de uniformidad. Sin embargo, tanto en términos de intervenciones gubernamentales, voces de áreas profesionales, como así también en los medios masivos de comunicación, los signos señalados por Lizcano no son ajenos. Tanto 52768 y SARS-Cov-2, como sus efectos, muestran una forma común de ser pensados.  

El escenario de los últimos meses aparece sintetizado en la frase “el virus nos impactó”. Dos entidades involucradas: virus y nosotros. Y un verbo conectando ambos, impactar. Pero qué significa eso, qué hay detrás-delante de esa imagen, qué mundo hay.  

a) Entidades y salud

El primer punto configura una forma particular de narrar lo que ha ocurrido durante estos meses. La estructura es simple. Apenas dos tipos de entidades: los virus y las personas. Cuando el virus impacta sobre las personas genera diferente tipo de perjuicio. En esta imagen la salud aparece como meramente lo que no es impactado. Uno de los problemas de describir de ese modo el escenario, es que omite la idea de que salud y enfermedad son fenómenos de interacción. Caben las palabras de Jaime Breihl cuando recuerda que la salud es un proceso siempre dialéctico, entre un estado saludable y condiciones que pueden vulnerarla. Un proceso dinámico que siempre se hace presente y que rompe además cualquier carácter de excepcionalidad. Para poder pensarlo en estos términos debemos poder responder a lo que se nos presenta. Pero a qué podemos responder. 

b) Activo y fuerte, pasivo y débil

La construcción anterior, asume que mientras una de las entidades hace, la otra meramente recibe. Del mismo modo, en la narrativa hegemónica la mera presencia de un patógeno parece ya vulnerar la integridad de personas y de comunidades que están indefensas. Al igual que en el caso original, en el que el meteorito se presenta activo y fuerte, y la Tierra vulnerable y pasiva, las comunidades sólo esperan la llegada del virus sin mayores herramientas colectivas ni individuales. Nada puede hacerse. Otra imagen que ha aparecido en diferentes intervenciones de estos meses es la de esperar una ola gigante. Mientras el virus actúa, nosotros esperamos. Y además, el que actúa (el virus) se presenta fuerte, mientras el que espera (nosotros) es débil. Esto se ha sostenido aún cuando los porcentajes de personas que tienen síntomas suelen ser bajos, y los casos de complicaciones y de mortalidad aún menores. De qué se trata nuestra debilidad, entonces. Cuándo y quiénes somos débiles. 

c) Inevitabilidad 

Hay un corolario de la metáfora del meteorito: ya liberado hacia la Tierra, el meteorito impactará, nada puede evitarlo. Del mismo modo, una vez que el virus apareció (poco importa aquí su origen zoonótico o en un laboratorio), su expansión y desastre también luce inevitable. El determinismo del desastre actúa como complemento de la fortaleza de un virus y de nuestra propia debilidad. Sin embargo, ese determinismo no explica las diferencias que se han reconocido tanto entre diferentes países, regiones y territorios. La determinación no siempre se efectiviza y a veces permanece como potencia y temor. Su actualización queda oculta. Las claves que pueden explicar dichas diferencias sólo excepcionalmente se recuperan. Por ejemplo, el proyecto demográfico en torno a las grandes urbes ha quedado expuesto en su fragilidad. Una fragilidad que queda oculta detrás de lo singular. Y el carácter singular sólo puede sostenerse con la homogeneización de las comunidades y los territorios.  

d) Homogeneidades

Todo el escenario descrito hasta aquí asume que hay una entidad que impacta y una entidad impactada. Entidades únicas, distinguibles y además homogéneas en su interioridad. Para el caso del virus se ha marcado su alta tasa de mutación y la aparición de diferentes cepas: un singular, biológicamente diverso en su constitución y en sus efectos. Y una forma similar de describir la otra entidad. El nosotros impactado, asume el singular Humanidad. Y el que menciona sin más Humanidad “está intentando engañar” dijo Carl Schmitt. La enorme diversidad de prácticas colectivas, costumbres, saberes, políticas públicas, formas de enfrentar una pandemia, han quedado ocultas. Grandes hacinamientos, diferencias en cuanto a las viviendas y a la exposición al virus, alimentación, falta de acceso a condiciones de higiene, todas variables que hacen jugar de diferentes modos los efectos del virus. Pero esta variabilidad no siempre se trae a cuento. De hecho, de todas las curvas que nos hemos entrenado a mirar, algunas son sólo excepcionalmente mostradas. Por ejemplo, la que está dada por la condición social es una de las más difíciles de encontrar.  

e) Una historia sin historia

El último punto se refiere a la historicidad de este fenómeno. ¿Cómo llegamos hasta acá? Pareciera que se puede narrar la historia del meteorito 52768 y del virus SARS-Cov-2 apenas en un par de oraciones. Una vez presente la amenaza, y con el determinismo y la inevitabilidad antes mencionada, lo único que podemos hacer es esperar que ocurra. Pero en el caso del COVID-19, las condiciones sociales y ambientales involucradas y que facilitan esa expansión permanecen ocultas, invisibilizadas, naturalizadas. No se menciona nada más. El listado de lo omitido es largo. El modo en el que los sistemas de salud fueron desfinanciados, la enorme desigualdad social, el profundo hacinamiento y los procesos migratorios masivos involucrados, la ya mencionada mala alimentación, los modos de producción de los alimentos. La historia que cuenta la historia suele silenciarse. No es apenas una forma de narrar, la historia sin historia invisibiliza causas y al igual que una mala película de Hollywood traslada lo único que puede hacerse a una salvación generada por un puñado de personas que nunca están aquí. Son otros los que nos salvarán. Una única solución para un único problema. Nadie dice que dicha solución sea imposible ni que no sea precisa su búsqueda. Pero no es una mera búsqueda. Búsqueda en singular, búsqueda de otros, búsqueda que busca salvar.  

Metáforas y políticas 

La metáfora del impacto no sólo actúa como una forma de nombrar. Se concatena con prácticas activas. Prácticas que se hacen políticas públicas por acción y omisión, de manera explícita o implícita.   

En principio, impone como primer aspecto visible la exterioridad de las causas. Así como el meteorito no tiene nada que ver con la Tierra, la pandemia no tiene nada que ver con las prácticas sociales. Tampoco con negocios de territorios y cuerpos. Y esto es falso, en el caso de la pandemia es otro muy distinto el escenario: hay causas visibles que explican tanto el origen como la expansión de la pandemia. Esas causas son de naturaleza variable y vuelven al listado que he señalado una y otra vez: las condiciones de vida, el deterioro de los territorios, la degradación ambiental, las formas de producción y consumo, la degradación en la salud de las comunidades, la mercantilización de todo. No hay exhaustividad posible en este listado.  

En todos los casos, ese listado de causas no puede ser nunca externo. No sólo sufrimos el problema, somos parte del problema. Eso no significa negar al virus, sino comprender que las defensas que tenemos (o que podríamos tener) para que no nos enferme han sido derribadas por nuestras propias prácticas. Y que ese nosotros también precisa ser visibilizado, desarmado, desagregado.  

La homogeneidad tampoco es tal. Uniformidad de expansión, de medidas y también de una capacidad de responder a estos problemas. Una homogeneidad característica de escenarios sin historias. A la vez, esta falsa ausencia de causas le da una ahistoricidad al fenómeno equivocada y falaz. La ahistoricidad silencia causas estructurales. Y silencia las posibilidades de las comunidades, en la medida en que se establece como acción principal la espera. No es posible ninguna acción a realizar. Al igual que el meteorito, no se puede evitar ni atenuar su impacto.  

Y así como a las causas se las presenta externas, también a las potenciales soluciones. Se propagandiza una solución externa y definitiva, una solución atemporal. El sistema de causas y de condiciones de posibilidad no es visibilizado, ni puesto en discusión, ni modificado. De este modo, el evento extraordinario y los nombres propios toman la posibilidad de volver a ocurrir en el futuro. Impactos futuros.  

 

 

 

Imagen de portada: jacqueline macou en Pixabay

Comentarios: