Podemos y feminismos
“Hay que hacer un feminismo mestizo, plural, poroso… pensado para las que faltan, y no para las que estamos”

Entrevista a Clara Serra
Por Giuliana Mezza (Politóloga y docente de la UBA, becaria del CEPC)

Clara Serra nació en Madrid en 1982. Es licenciada en Filosofía, ha publicado diversos artículos sobre teoría feminista y filosofía política moderna y contemporánea, y ha impartido seminarios sobre estas temáticas en la Universidad Complutense de Madrid. Desde los comienzos de Podemos ha militado en la organización y ha formado parte del Consejo Ciudadano Estatal, ocupando durante años la responsabilidad de coordinar el Área de Igualdad, Feminismos y Sexualidades del partido. Desde mayo de 2015 es diputada en la Asamblea de Madrid y presidenta de la Comisión de Mujer. Es autora de Leonas y Zorras, publicado recientemente por la editorial Catarata.

GM: ¿Qué valoración haces respecto del paro internacional de mujeres y de pensar el feminismo más allá de las fronteras nacionales?

CS: Yo creo que en España el movimiento feminista está avanzando mucho, está convenciendo a mucha gente y creo que ahora mismo es una cosa interesante por ejemplo para generaciones jóvenes que lo miran de una manera diferente, con un mayor interés. Creo que tiene que ver con una manera acertada de hacer las cosas por parte del movimiento feminista, y con que nos han llegado olas de otros países, Argentina entre ellos, que impulsaron bastante algunas de nuestras mejores movilizaciones. El paro del 8M vino con el reflujo de todo eso, de unos años en los que nos hemos levantado y donde las manifestaciones feministas han sido muy exitosas, lo que reforzó la percepción de que algo se está moviendo a escala internacional con las mujeres. No sólo porque fue un paro en el que sabíamos que muchas otras mujeres lo estaban haciendo en otros lugares del mundo, sino también porque en estos meses hemos visto movilizaciones del movimiento feminista en otros países; pienso por ejemplo en las mujeres contra Trump en Estados Unidos, en Polonia, en Rusia, que evidencian que hay una resistencia feminista súper fuerte y con muchísima potencia a escala global. Vivimos en un contexto en el que muchos países pueden perfectamente oscilar y caer del lado de proyectos reaccionarios que recogen el descontento de la gente con las políticas neoliberales y de recorte. El auge de la ultraderecha en Europa tiene mucho que ver con los cadáveres que han dejado por el camino las políticas neoliberales. Entonces en ese contexto europeo bastante aterrador y que nos deja inquietos, los movimientos feministas, los movimientos de mujeres resultan esperanzadores, siendo además los que dan una visión internacional de la resistencia a ese tipo de proyectos, y me parece súper importante.  El paro del 8 de marzo fue la constatación de que hay un movimiento feminista más allá de nuestras fronteras nacionales, que estamos en muchos países, que nos coordinamos y que estamos haciendo frente a distintas amenazas, que no son pocas. Y entonces pues, me parece  algo en lo que seguir construyendo. Y yo creo que el 8 de marzo dio un paso más en la seducción del feminismo hacia quienes no son feministas, hacia quienes no militan en el feminismo.

GM: Podemos es un partido joven que ha asumido la “feminización de la política” como un elemento esencial de su agenda de reivindicaciones. Como responsable del área de igualdad en los inicios del partido, ¿cómo ha sido encarar  esta tarea?

CS: En Podemos hemos tenido dos frentes de acción que vemos separados aunque estén totalmente relacionados; por un lado la cuestión del feminismo dentro del partido y cómo hacemos de Podemos una herramienta también para las mujeres –de dentro y de fuera de la  organización-, y por el otro cómo pensamos las estrategias feministas de intervención en nuestro país. En relación a la primera cuestión, hay mucha  gente que se sorprende y pregunta cómo dentro de Podemos, siendo un partido tan joven  que ha sido puesto en marcha por gente tan concienciada, pueden reproducirse dinámicas machistas. Pues bueno, es un partido que se ha construido súper rápido, y eso es enemigo de la corrección en general, de que seamos capaces de corregir inercias, porque  todo se ha dado aceleradamente, ha sido un partido que se ha construido con mucha informalidad. Entonces ha sido un partido que ha expulsado mucho a las mujeres y que les ha puesto muchísimos obstáculos. Otros partidos más tradicionales, como el PSOE, creo, que no siendo un partido que para mí sea más feminista que Podemos, sin embargo a nivel organizativo interno, nos lleva ventaja. Ha habido que pelear muchísimo. Y hemos conseguido avanzar en muchas cosas, por ejemplo ahora tenemos listas cremallera, órganos paritarios, pero cada cosa ha supuesto un gran esfuerzo. En eso hemos avanzado mucho. Respecto de la cuestión del feminismo en Podemos y los debates que las propias feministas tenemos entre nosotras, es claro que estamos totalmente de acuerdo en que queremos un partido igualitario y nos unimos a la hora de defender mecanismos de corrección dentro del partido, pero esto no ocurre a la hora de pensar cómo hacemos feminismo, y cómo ponemos en marcha estrategias de acción. Y aquí es donde yo creo que se da un debate político súper interesante; para quienes llevábamos el área de igualdad al principio. No sólo Podemos tenía que aprender del feminismo, tenía que incorporar al feminismo, sino que el feminismo tenía mucho que aprender de Podemos. Y en eso sí que ha habido una diferencia, porque otras compañeras han seguido reproduciendo maneras y estrategias de acción feminista, que a mi entender son tradicionales, y nosotros siempre hemos dicho que Podemos venía a darle un revolcón a la izquierda y también, como parte de la izquierda, a las feministas.

GM: En ese punto las líneas divisorias que de algún modo trazaron la interna, también tienen eco en el debate feminista.

CS: Sí, creo que hemos pensado mucho en tomar posición, en decir qué es lo justo, qué es lo correcto, y hemos pensado menos en cómo lo llevábamos a cabo. Entonces para mí, el debate político interesante en Podemos, que finalmente marca el pulso de la interna, es ése. Estamos los que pensamos que hay cosas que replantearnos sobre la izquierda y la manera que hemos tenido de intervenir políticamente, y quienes no se sienten tan interpelados por lo que nosotros identificamos como errores, y que son maneras de hacer las cosas que condenan a la izquierda a la marginalidad. Casi todos los que estamos en Podemos venimos de espacios militantes de la izquierda más radical, por lo que este replanteamiento también nos implica a nosotros mismos, pero de todas formas genera reacciones como si nuestra posición representara un ataque. Y este ha sido también el debate feminista, en realidad. Para nosotras, el feminismo dentro de la izquierda ha sido muchas veces un movimiento que ha multiplicado los vicios de la izquierda también en el sentido de la marginalidad; siendo finalmente algo marginal dentro de la izquierda marginal. Y entonces teníamos debates súper interesantes, porque nosotras pensamos que hay que hacer feminismo en terreno hostil, hay que hacer feminismo justo en esos lugares en los que el feminismo ha llegado menos. Más que en ningún otro. Y hay que hacer feminismo para mujeres que no son feministas. Porque si hacemos feminismo para mujeres que ya son feministas, y que ya están convencidas, vamos a estar muy convencidas pero es probable que no vayamos a convencer a nadie más. Entonces veíamos del otro lado una manera de hacer feminismo que hablaba a mujeres ya totalmente concienciadas, que usaba un lenguaje que sólo entienden las que ya son súper feministas, que tiene un nivel de beligerancia que hace que mucha gente se sienta expulsada y que no quiera pertenecer al feminismo porque se siente juzgada –no sólo hombres, también mujeres-. Y ese tipo de actitud, nosotras siempre hemos pensado que debemos replantearlas si queremos ampliar. Y siempre hemos tenido debates del tipo de ¿tiene una feminista que utilizar herramientas espurias? Nosotras siempre decíamos que sí, que teníamos que llegar a los lugares en los que nunca estamos, que teníamos que poner una pata en los lugares en los que no se nos escucha, que las feministas tienen que ir a la tele, que las feministas si consiguen llegar a una revista de mujeres y escribir un artículo feminista, pues mejor que mejor. Y que no tenemos que exigir que las herramientas a través de las cuales hablamos sean ya puramente feministas porque entonces no nos moveremos de nuestras propias herramientas y al final acabaremos en el centro social con nosotras mismas. Y claro, siempre ha habido por el otro lado una reacción y una crítica hacia nosotras de “en realidad os estáis moderando”, “en realidad estáis aceptando el sistema”, “en realidad no estáis siendo suficientemente críticas”, y nosotras sostenemos que lo verdaderamente radical es llegar a la mayoría de mujeres de este país.

GM: Claro, ahí anudan la cuestión del proyecto político con la discusión estratégica, porque lo que está en juego al fin y al cabo es a quién se está buscando interpelar.

CS: El debate fundamental es cómo construimos un proyecto de mayorías. Nosotras decíamos un “feminismo popular”, porque esa izquierda tan convencida de sus propias verdades pero tan incapaz de seducir hacia afuera, pues también ha sido la izquierda feminista. Y esa es una tarea pendiente. También nosotras siempre hemos defendido que la política nunca tiene una única estrategia, es decir, yo no creo que haya una manera correcta o verdadera de hablar en política. Y además no lo creo, porque inevitablemente es plural la gente a la que te diriges. Es decir, a mi no me parece que sean efectivas determinadas maneras de la militancia feminista más activista y más hermética, no me parece que sean efectivas porque por ejemplo no conecta con las mujeres mayores de este país, o las amas de casa de este país. Pero no es que nosotras propusiéramos un discurso más verdadero, lo que decimos es que hay muchos, porque tampoco te puedes dirigir a las amas de casa de la misma forma en la que te diriges a las chicas jóvenes adolescentes, es que también tienes que cambiarlo. No les importan las mismas cosas, no han vivido lo mismo, no tienen las mismas aspiraciones, no tienen las mismas frustraciones. Inevitablemente no hay un discurso verdadero porque hay distintas realidades con las que conectar. Entonces nosotras siempre defendimos que hay que hacer un feminismo mestizo, muy plural, muy poroso, pensado para las que faltan y no para las que estamos. Y bueno, ha habido fuertes reacciones por parte de compañeras que consideran que al hacer eso, estamos traicionando al feminismo. Nosotras pensamos que en realidad estamos haciéndolo más coherente, y esa es la discusión.

GM: Me recuerda a algunos artículos tuyos que refieren a cómo se construye, cómo se articula el deseo. Y a los debates que se dan en torno a las distintas maneras que las mujeres tenemos de vincularnos con el placer. Si el feminismo se erige como una nueva forma de decirnos cómo tenemos que ser, qué nos debe gustar y qué no, claramente no resulta emancipador, sino todo lo contrario.

CS: Totalmente. Es que claro, si sustituimos la censura patriarcal por una censura feminista, no vamos bien. El feminismo tiene que darse cuenta de que los espacios feministas a veces han sido agresivos para muchas mujeres, que no se han sentido cómodas porque no se sienten suficientemente feministas, porque no saben si van a meter la pata… y esto nos tendría que hacer pensar. Eso no puede pasar porque entonces estamos fracasando ¿Cuántas mujeres, feministas y de nuestra edad, alguna vez no han sentido que no eran correctamente feministas? Muchas. Eso indica que tenemos que reflexionar sobre esa manera de pensar las cosas. Y claro, tiene que ser el feminismo una cosa súper plural, que aglutine a mujeres muy distintas, y que no exija que para que alguien sea tu compañera feminista tenga que estar de acuerdo contigo en todo, porque no puedes considerar sólo feminista a alguien que piensa exactamente lo mismo que tú en todas y cada una de las cosas. En ese sentido Podemos nos ha revolcado a todos porque nos ha hecho pensar que la izquierda y los proyectos emancipadores no sólo tienen que ser morales, tienen que ser políticos. Eso quiere decir que una vez que tú sabes lo que quieres, lo que piensas, que sabes a dónde quieres llegar, sabes que el camino es muy enrevesado para llegar ahí. Y entonces muchas veces yo veo  al feminismo como muy centrado en decir lo que piensa, en hacer comunicados donde dice “esto está bien”, “esto está mal”, se pronuncia sobre las cosas. Pero es que comunicar muchas veces no es transformar la realidad.

GM: Bueno, es un poco esta idea del mandato de “decir la verdad”, que no mide estratégicamente qué cosas conviene decir y cómo conviene decirlas. Se soslaya por completo la dimensión política de contemplar qué consecuencias tiene eso que se está diciendo.

CS: De hecho decir la verdad a veces puede provocar reacciones contrarias a lo que pretendes.  Y a mí también hay una cosa que me preocupa aquí, porque cuando yo digo  a mis compañeras que hay que hacer más estrategia feminista, que tenemos que ser más estratégicas, ellas lo ven como si perdiéramos identidad, y veracidad y fuéramos menos contundentes. Sin embargo, muchos se han convencido de que Podemos tiene que ser feminista, y hemos logrado avances significativos en esa dirección porque hemos logrado construir al feminismo como un objeto de deseo, algo que por sí mismo tracciona. En vez de un refuerzo negativo, desde la bronca –que es lo que los tíos siempre utilizan para caricaturizarnos, articulamos un refuerzo positivo; creamos un movimiento, una identidad que es por sí misma deseable. Y eso resulta más efectivo, construye mucho más. Si el feminismo es siempre esa cosa de mujeres enfadadas –que tienen todo el derecho a enfadarse- pero que lo único que hacen es pronunciar su enfado, la estrategia va a estar en manos de hombres. Y los que van a encabezar los partidos, y las fuerzas políticas, son los que tengan visión estratégica, y yo quiero reivindicar que las feministas podemos tener visión estratégica. Nosotras cuando empezamos en Podemos, sabíamos que teníamos que hacer una operación hacia afuera, veníamos a hablarle al país, no a reproducir una estructura militante, y sabíamos que para ello íbamos a tener que dar muchos debates internos. Hoy nos resulta claro que el feminismo es un espacio potente, plural y movilizado desde el cual seguir pensando y transformando nuestra sociedad.

 

Imagen de portada: Dimitra Milan – https://dimitramilan.com/

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