Pensamientos de coyuntura
Impresiones de un presente desquiciado

Por Roque Farrán

Una serie de tiempos e impresiones dispares se arremolinan en este presente, sin dudas out of joint. Me siento un tanto melancólico, pero quisiera darle una vuelta más a este sentimiento para exponer su materialidad. Me llegan una serie de invitaciones a publicar textos sobre la revolución de octubre, sobre psicoanálisis y marxismo, está el coloquio de mis amigos althusserianos, etc., y aunque me simpatiza la idea de practicar cierto anacronismo, siento que estamos al borde de un abismo, que todos los recursos han sido explotados y agotados hasta la náusea, incluida la imaginación, que ya no es posible ningún retorno -a Freud, a Lacan, a Marx- y que los impulsos innovadores son parte de lo mismo (los sucesivos giros: morales, afectivos, especulativos, etc.); la eterna pregunta “¿qué hacer?” no encuentra siquiera condiciones de posibilidad para su formulación. Apenas ayer proponía ante algunos amigos la combinación de métodos, aunque ya la terrible imagen benjaminiana del ángel de la historia que ve arremolinarse los restos del pasado a sus pies, mientras el futuro lo atrae de espaldas como un tornado incontenible, también está gastada. Se insiste en traducciones críticas, cuidadas, de diversos autores, clásicos y no tanto, se quiere conformar a especialistas y a hijos de vecinos por igual, se practica cierta erudición divulgativa, se publican libros, etc. Quizás, simplemente sigamos insistiendo en gestos insensatos, hasta el final. Eso es todo.

1. ¿A quién interpelar? ¿Por dónde pasa la efectividad de un decir?

Tres deseos que se escriben ligeramente diferente y pueden afectar no obstante un mismo cuerpo: Deseo político, Deseo de filosofía, Deseo del analista. El primero es el más intenso y vibrante, se infiltra por todas partes y se afirma axiomáticamente, pero, por eso mismo, no se deja ver con claridad, opera como causa inmanente de todas las cosas. El segundo hace uso del doble sentido del genitivo, es decir, es subjetivo y objetivo a la vez, por eso abre a la potencia del pensamiento que es impropiamente deseante, deseo de deseo. El tercero abre sigilosamente al vacío de la función y si opera, en efecto, queda sujeto bajo condición de la demanda y la transferencia a producir esa diferencia absoluta que hace a cada quien singular. Los tres deseos, bien entrelazados en sus modos irreductibles, hacen al sujeto del tiempo presente, “out of joint”, lo nombran. Mi idea es que cada vez más practicantes se sientan interpelados a responder allí, en y desde ese cruce imposible de filosofía, política y psicoanálisis.

2. ¿Con qué contradicciones, debilidades y persistencias fantasmáticas tratamos al presente?

Un amigo refiere a la falta de disciplina, puntualidad y organización, en eventos que convocan a artistas marciales pero están organizados bajo la lógica del espectáculo nocturno. No debería sorprender, allí no hay maestros ni disciplina, solo rufianes y lucro. Sin embargo, tales eventos sirven para publicitar y mostrar lo que se logra con un entrenamiento serio. Un desliz de quien esto contaba quiere poner como epítome de la máxima autoridad y disciplina, casi como al pasar, ¡nada menos que a Hitler! Hago notar que se podrían dar ejemplos más felices y luego pienso por qué el nefasto personaje fascista sigue representando en cierto imaginario común algún tipo de autoridad, cuando todo el mundo debería saber ya que se trataba de un mero personaje construido desde la pantomima publicitaria y carecía en verdad de cualquier autoridad o dominio de sí. No sospecho inclinaciones fascistas de quien habla pero interpreto el síntoma porque noto que, en suma, más bien somos hablados. Tan es así que la ideología dominante impide hacer la simple conexión lógica que liga a rufianes de poca monta dedicados al lucro y la explotación, con la añoranza de modos de organización disciplinados que habiliten el funcionamiento colectivo en lugar de la dispersión individualista, y la pantomima o espectacularización de la autoridad a la que se apela descaradamente. Todos están en la misma matriz de producción. Invertir la valencia de cada uno de esos tópicos, rozando siempre el riesgo de reafirmarlos patéticamente, es lo que nuestras tradiciones plebeyas de pensamiento político habrán finalmente ensayado y fracasado en sostener durante los acontecimientos más significativos del siglo pasado; reactivar esos legados implica asumirlo abiertamente en cada lugar, pero saber-hacer-allí a partir de esos errores y fracasos irreductibles. Despejar la función del líder y, así, cómo sus gestos no pueden no evocar cierta espectacularización, pero, además, tiene que haber cierto dominio de sí, cierta forma creíble y confiable de transferir el gobierno de sí al gobierno de los otros y que eso redunde en formas disciplinadas y abiertas de organización colectiva.

3. Cierta pregunta sobre la transferencia y los deseos cruzados retorna, ¿cómo orientarse allí?

En estos días aciagos he vuelto a leer el Seminario 10, La angustia, para confrontarme de nuevo al deseo del Otro y volver a darle, así, una vuelta más a esa proximidad constitutiva que asume, quizás, las posición ética y discursiva más valiente: la función del analista. Uno se pregunta siempre si, al nivel más amplio de lo social, existe acaso esa misma valentía de ir a ver allí lo que se presentifica cuando, en el vacío circunscrito, aparece un resto ominoso; estamos acostumbrados a llamar político a ese nivel, pero no es seguro: yo creo que opera en cualquier parte. La traducción ético-política de la máxima freudiana, en la cual se expone el coraje de la verdad, sería: “allí donde ello era, nosotros debemos advenir”. Allí donde los restos aparecen, fuera del marco simbólico; allí donde cínicos e imbéciles salen a mostrar la hilacha de su deficiente constitución ética; allí mismo, nosotros, debemos advenir. La pregunta por ese nosotros es un enigma, claro, pero si retrocedemos ante el deseo del Otro, el costo será altísimo.

4. No retroceder ante el deseo, ni condescender al goce del Otro, bajo ninguna circunstancia; el movimiento nodaléctico continúa. ¿Cómo se despliega?

El anudamiento de filosofía, política y psicoanálisis, supone que en cada una de estas prácticas las otras se encuentran co-implicadas. Es decir, sin que sean lo mismo ni respondan a iguales procedimientos, la inmixión entre ellas hace que en ciertos puntos nodales aparezcan sobredeterminando (condensando y desplazando) los contenidos y formas respectivas de cada una. Así, la filosofía encuentra en su práctica aspectos irreductibles que la detienen en su deriva conceptual, puramente teórica, para abocarse a la constitución efectiva del sujeto que (se) piensa. En este sentido, la recalificación de la filosofía antigua como práctica de sí o ejercicio espiritual, llevada a cabo por Hadot o Foucault, resulta clave pero no suficiente; el psicoanálisis muestra un modo de proceder que ha atravesado la modernidad y el desafío que la ciencia moderna arroja como saldo de saber sobre el sujeto: el indestructible deseo inconsciente. Por tanto, no basta tampoco con identificar allí el efecto de la ideología; el tratamiento político y el psicoanalítico no se confunden. A su vez, el marxismo también ha mostrado que existe un plus valor irreductible al mecanismo por el cual se instaura el lazo social alienante, y Foucault que las relaciones de poder son constitutivas y pueden ser invertidas. Por otra parte, el psicoanálisis mismo recibe iluminación retroactiva de estas genealogías filosóficas que le muestran que su modo singular de circunscribir al sujeto del deseo participa de antiguas tradiciones de pensamiento y su rigurosidad no le debe nada a las teorías cognoscitivas actuales. También se entiende que el psicoanálisis toque la dimensión irreductiblemente política que atañe al sujeto; de allí el apotegma lacaniano: el inconsciente es la política. Porque en torno al deseo del Otro las posiciones subjetivas pueden defeccionar, quedar horrorizadas ante la angustia, inmovilizadas ante la inhibición, o girando en círculos viciosos ante el síntoma; nada garantiza que ante el agujero abierto en lo real, la llamada grieta, se responda decidida y sosegadamente con un acto implacable. Por último, la política entendida como práctica de organización colectiva no puede soslayar los procedimientos que hacen al sujeto, es más, encuentra allí el modo más efectivo de producir verdaderos enlaces que respeten la singularidad y su potencia, junto a los modos más rigurosos de practicar cognitiva y afectivamente la reflexividad.

5. Despleguemos este movimiento de pensamiento en el plano del discurso (pro)medio, el discurso corriente, ¿cómo implantar allí la pregunta, la posibilidad misma de interrogarse?

Si tuviese que hablar con un argentino medio y necesitara apuntar a las condiciones de posibilidad en la que prenden determinados discursos, muy peligrosos, plantearía las siguientes preguntas. ¿Por qué no apelar al nacionalismo en serio, a la unidad de los argentinos de verdad? ¿Por qué no señalar como enemigos internos a extranjeros de la talla de Benetton y Lewis en lugar de hacerlo con los ostensiblemente más vulnerables mapuches? Dejemos de lado las dudas sobre su origen ancestral, las especulaciones sobre redes internacionales, y vamos a lo práctico. Quienes conocen el sur saben que las comunidades mapuches son mucho más hospitalarias en cuanto al ingreso a las tierras que ocupan y al trato en general con los visitantes, que aquellos grandes terratenientes que cierran con alambrados los accesos a ríos, lagos y tierras, y defienden con hombres armados sus propiedades, ¡en suelo argentino! Entonces, ¿por qué en determinado momento la reivindicación nacionalista -que puede ser legítima- se fija en atacar al más vulnerable, en lugar de dirigir todas sus fuerzas contra el poderoso? ¿Es cobardía moral u oportunismo de esclavo? ¿Por qué los obreros alemanes identificados al nacionalsocialismo señalaron, en el siglo pasado, a los judíos en general (pobres, ricos, corruptos o no) como la causa última de sus males, en lugar de atacar a los capitalistas (de los cuales, por supuesto, algunos eran judíos)? Hay algo en la lógica de los conjuntos que falla al trasladarlo a la lógica política, y no me queda claro si es un problema lógico, moral o político. Quizás se sitúe en esas múltiples dimensiones al mismo tiempo. En todo caso, se puede reivindicar la unidad nacional, pero entonces se debe tener a la vez el coraje de señalar quiénes son los verdaderos culpables de generar la desunión, la desigualdad, y de que los argentinos no trabajemos juntos en torno a esa potencia genérica que nos constituye (con abundantes tierras, recursos e historias de migraciones y cruces culturales riquísimos).

6. Sin embargo, este esfuerzo de entendimiento y re-unión no puede desconocer aquel resto irreductible que, por momentos, retorna de manera mortífera y nos interpela sin que podamos responder. ¿Qué decir del silencio? ¿Qué decir ante el silencio?

Videla al menos se esforzaba por definir cínicamente el estatuto del desaparecido, Macri ni se molesta: un silencio ensordecedor, que vale más que mil palabras, se eleva desde la ya bastante disminuida investidura presidencial. Vamos aprendiendo así, sobre la marcha, las nuevas modalidades discursivas cruentas que toma esta continuación de la dictadura por otros medios. Ahora empiezo a entender: el macrismo no es nada sustancial, no tiene programa ni ideología definidos, ni siquiera hay que atribuirle inteligencia o intención alguna, es un fenómeno inercial y relacional que se vincula con todas nuestras debilidades y contradicciones: las corrupciones, las defecciones, los moralismos, los utopismos, los olvidos, las injusticias, los narcisismos, etc. Todo se muestra en la superficie: el macrismo es nuestro inconsciente político expuesto a través del fantasma común, el temor ante el goce del Otro, el retroceder ante el deseo del Otro. ¿Qué analista se situaría justamente para efectuar el corte interpretativo? ¿Quién le supondría saber para luego destituirlo y hacerse cargo del resto? Es la pregunta por el sujeto político, la que deseo instalar.

7. Habilitar discursos que soporten lo real y generar imágenes de pensamiento. Multiplicar el campo de intervenciones. ¿Un gesto femenino?

Me desperté la otra noche pensando y tensando -tensando un arco temporal que se distiende en un sueño repetido- unas palabras amigas, un gesto: enmarcar el marco. Y me vinieron de repente otras imágenes, otros gestos: “marca tus marcas”, “la escena dentro de la escena”, etc. Pensé: es interesante que en ellas ya no opere el genitivo (¿el generador?, ¿el género?), como en otras que tanto me gustan: “deseo de deseo”, “estructura de la estructura”, “idea de la idea”, etc. Porque, dejando de lado la ambigüedad del mismo, su carácter subjetivo-objetivo, directamente marcan lo que hay que hacer, un gesto de duplicación casi insensato, ni por arriba ni por bajo: no hay detrás de escena, es ahí mismo, donde se bordea lo imposible, que hay que realizar sin premura el trazo: arrebatarle a la angustia su certeza. No creo que haya nada más femenino que eso, nada más amoroso y, a la vez,  tanto valiente como político. Es que nada hay de retorcido en el corazón humano, simplemente somos hablados por el Otro: la gente repite dichos sin saber ante el malestar común que atraviesa. No todos han aprendido a tomar la distancia adecuada ante la falta del Otro, ni todos podemos hacerlo en todo tiempo y lugar. Si fuésemos algo así como terapeutas sociales, tendríamos que intervenir en cada caso singular en que alguien es hablado y dice cosas como: “Walt Disney”, “Hitler”, o “hay que matarlos a todos”, no explicándoles o censurándolos, sino reflejándolos impasiblemente, mostrándoles la mueca, llevándola hasta el paroxismo, hasta la inconsistencia, marcando sus marcas, ayudándoles a enmarcar sus marcos, es decir, a circunscribir su angustia; solo ese acto ético-político, quizás, los haría despertar del sueño donde se encuentran -y nos encontramos todos- atrapados. Las explicaciones que se ensayan, apelando a lo viejo y la repetición (servidumbre voluntaria) o a lo nuevo y la mutación (antropológica o sociológica), están bien, son inevitables, pero no nos orientan respecto a lo crucial: ocuparnos de nosotros mismos en los bordes de los saberes, los poderes y los modos de cuidado que nos constituyen. Esa sigue siendo la tarea, la práctica de los imposibles: pensar, educar, gobernar, psicoanalizar. Hasta que seamos impecables en nuestros actos y lo demás no importe nada.

 

Imagen de portada: escultura de Pablo Reinoso.

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