¿Un gobierno tripartito para el AMBA?
La ciudad concentrada

Entrevista a Matías Landau por Mariana Percovich y Bárbara Ohanian

Desde el inicio de la pandemia fue notoria la relevancia de la articulación entre la Nación, la provincia de Buenos Aires y la ciudad de Buenos Aires. La concepción del AMBA y las decisiones tripartitas parecen haber sido el enfoque correcto. Sin embargo, con el correr del 2020, la relación se agrietó, el vínculo se trabó. Y los padecimientos de escuchar a una orquesta sonar desafinada alcanzaron a toda la población, ya de por sí cansada de las restricciones de la cuarentena y la caída de la actividad económica. ¿A qué se debió el cambio de estrategia? ¿Cómo se juega políticamente la figura del Jefe de Gobierno en su intermedio entre intendente y gobernador? 

El sociólogo Matías Landau, investigador del CONICET y autor de Gobernar Buenos Aires analiza las cuestiones históricas, sociales y políticas que entraron en juego. En esta entrevista Landau plantea el desafío de revertir la balcanización del AMBA, los desequilibrios regionales (históricos pero acrecentados en las últimas décadas) y encontrar una forma de gobernanza para el área metropolitana de Buenos Aires, donde vive el 37% de la población argentina. 

 

 

Mariana Percovich y Bárbara Ohanian: ¿De qué modo la pandemia hizo emerger miradas históricas de la porteñidad? 

 

Matías Landau: La pandemia vino a poner en el debate público algo que desde el año ‘96 estaba en un segundo plano: cuáles son las atribuciones gubernamentales -las incumbencias- del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, hasta dónde llega su autonomía, cuál es la concepción de esa autonomía y cómo debe ser la relación con el gobierno nacional. Hubo un primer momento, en el 2020, donde se vio claramente que había un problema que era al mismo tiempo un problema de la ciudad de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires, porque comparten un territorio metropolitano; y de la Nación como coordinador federal de lo que sucede en el país y al mismo tiempo como la sede donde residen las autoridades nacionales, que es la Capital Federal. ¿Cuáles eran las incumbencias de cada uno? En el 2020 eso no se discutió. Ante el miedo, el temor y la novedad del coronavirus hubo una relación bastante armónica y colaboradora. Recordemos las primeras conferencias de prensa en las que Alberto Fernández trataba a Rodríguez Larreta de “mi amigo Horacio”. Con el correr de los meses, hubo cierto cansancio. Apareció una tensión que se fue constituyendo y al mismo tiempo diversas perspectivas o posicionamiento sobre cómo enfrentar el coronavirus. 

 

La campaña electoral para la renovación de las bancas en el Congreso empieza a tomar forma, al menos para los políticos, ¿Cómo prevés que va a jugar la “porteñidad”, la autonomía porteña en estas elecciones? ¿Qué discursos pensás que van a operar? 

 

En los últimos meses apareció una diferencia política muy clara entre el gobierno de la Provincia Buenos Aires y el de la Nación, por un lado, y el de la Ciudad de Buenos Aires, por el otro, sobre cómo posicionarse frente al coronavirus. Es una diferencia política asociada a una concepción respecto de cómo gobernar la sociedad y específicamente también en lo que sucede con el coronavirus. Esto llevó a debatir algo que desde 1996 no se había discutido de esta manera: los alcances de la autonomía. El problema con las clases presenciales llegó a la Corte Suprema, que dijo que la Ciudad de Buenos Aires tiene que ser tratada como una provincia. Así, saldó el tema, me parece a mí, de manera provisoria por lo menos porque no es la única forma de pensarlo desde el punto de vista jurídico. Eso tiene enormes consecuencias jurídicas y políticas porque le da un estatus a la ciudad que la equipara con el resto de las 23 provincias de la nación. De todos modos, más allá de este conflicto puntual, yo creo que ese debate no va a influir directamente en términos políticos en la campaña. Va a influir en términos gubernamentales. En las campañas, y más en esta campaña en la que no se elige jefe de gobierno, se discuten aspectos generales vinculados a problemas del país, a lineamientos económicos. Lo que se va a poner en juego en estas elecciones de medio término es una aprobación o desaprobación de la gestión del gobierno de la Nación. En la ciudad de Buenos Aires no creo que vaya a haber tanta discusión respecto de aspectos puntuales y locales, porque eso me parece que tendería a tener un efecto bastante nulo en términos políticos. Me parece que el clivaje ahí es básicamente político-partidario que excede a la ciudad de Buenos Aires. 

 

¿Qué consecuencias te parece que puede traer el fallo de la Corte en el largo plazo en el plano educativo, institucional, judicial, administrativo? 

 

Uno puede pensar que el proceso de autonomización de la Ciudad de Buenos Aires fue un proceso conflictivo. Cuando uno ve todo lo que sucedió entre el ‘93, año del Pacto de Olivos y el ‘96, año en que se sanciona la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no estaba claro para todo el arco político a qué refería esa autonomía: cuáles eran sus alcances y cómo esa autonomía reflejaba fielmente la letra de la Constitución. Por eso, me parece que desde el momento que se sanciona la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hasta ahora siempre ha habido, y creo que seguirá habiendo, una puja o un conflicto sobre la interpretación de los alcances de su autonomía. Si bien hubo algunos sucesos previos, donde esto se puso en evidencia, siempre fueron sucesos menores. Lo que pasó con la presencialidad escolar fue que tomó tal estado público y al mismo tiempo se vinculó con algo tan cotidiano como las clases y en un momento muy importante como el de la pandemia, que hizo que eso tuviera un alcance realmente muy diferente a todo lo que sucedió anteriormente. Creo que  el fallo de la Corte tiene una consecuencia, que no sé cuánto se extenderá el tiempo, pero tiene una consecuencia muy grande desde el punto de vista jurídico. Lo que la Corte Suprema vino a decir es que hay que tratar a la ciudad de Buenos Aires como si fuese una provincia más. En ese sentido tiene las mismas potestades (aunque no es una provincia desde el punto de vista estricto, pero es como si lo fuera) que el resto de las 23 provincias de la nación. Eso hace que la injerencia de los poderes federales sea limitada. Al mismo tiempo la necesidad de articular con la provincia de Buenos Aires se plantea cada vez de una manera más acuciante, sobre todo en el área metropolitana de Buenos Aires. En el largo plazo no sé cuáles son las consecuencias porque puede pasar que cuando cambien las coordenadas políticas y judiciales de nuestro país esa interpretación respecto de la autonomía sea otra. De hecho, mi interpretación es que la Constitución de la Nación de 1994 no plantea la autonomía tal y como terminó estableciéndose en la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el año 1996. En ese momento se planteaba que Buenos Aires tendrá un estatus especial con un gobierno autónomo y facultades propias de legislación y jurisdicción, pero la discusión era si lo autónomo era la ciudad o era el gobierno. La diferencia es sustantiva que implicaría justamente pensarla o no en una forma equiparable a la de una provincia. 

 

¿Juntos por el Cambio, desde el GCBA busca “crear” un sujeto político, un colectivo donde no lo había, que sean “los porteños” con características propias? 

 

Me parece importante señalar una distinción. Yo no creo que la identidad del PRO y la identidad de Juntos por el Cambio sea una identidad necesariamente porteña. Si bien es cierto que el PRO es un partido que surge en la ciudad de Buenos Aires y que tiene su núcleo más importante, tanto de votantes como de dirigentes, en la ciudad de Buenos Aires, me parece que no hay en el discurso una idea de un porteñocentrismo, por decirlo de alguna manera. Creo que la apuesta ha sido y sigue siendo otra, similar, pero otra, que tiene que ver con posicionarse como una fuerza que, desde el primer momento, se planteó como un partido político cercano a los vecinos: que resuelve de manera eficiente los asuntos de la ciudad, que escucha, que tiene una cercanía. En ese sentido, lo que hizo la ciudad de Buenos Aires fue darle un territorio que por las características vinculadas con su nivel socio económico, sus características urbanas, su nivel presupuestario fue propicio para mostrar un tipo de gestión muy vinculada al desarrollo de esos aspectos que hacen a los pequeños espacios de la vida urbana -de las bicisendas, las ferias, las plazas-, y menos espacio a aspectos vinculados con la gestión de lo social, como la salud, la educación, etcétera. Esto hace que buena parte de la población de la ciudad de Buenos Aires, por sus características, se sienta muy cercana al PRO y explica buena parte de sus victorias electorales desde el 2005 para acá. Cada dos años el PRO ha ganado una elección en la ciudad. Esto también hizo que, en determinado momento, sobre todo cuando Macri comenzó con su ambición presidencial en el año 2015, el modelo que proponía Cambiemos fuera llevar el modelo de gestión de la Ciudad de Buenos Aires al resto del país. Todos sabemos que la historia terminó con una pésima gestión. Le fue muy mal. Pero me parece que también lo que es interesante analizar es de qué manera esa forma de pensar la gestión del PRO en la ciudad tiene o no posibilidades de ser trasladada a otros espacios municipales o provinciales con características muy distintas de la ciudad de Buenos Aires. Es decir, ¿cómo es la gestión del PRO en distritos pobres del conurbano? Evidentemente será muy distinta, en la medida en la cual esa situación socio-urbana no está planteada. Esa es la limitación me parece a mí que tiene el PRO para ir a gobernar territorios que desde el punto de vista socioeconómico y socio territorial distan mucho de la ciudad de Buenos Aires. 

 

Está remarcado en la retórica que la ciudad de Buenos Aires es autónoma, sin embargo, los ciudadanos se siguen dirigiendo al GCBA como si fuera un gobierno municipal, pidiendo pavimento, mejores plazas, macetas, con una lógica de gobierno municipal ¿Sobre qué se asienta este comportamiento? 

 

Hay que señalar una característica particular del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que tiene que ver con el Jefe de Gobierno. Esta es una figura que de alguna manera condensa en una sola persona dos funciones que en el resto de las jurisdicciones están claramente separadas: la función política de gobernador y la función municipal de intendente. Podría decirse que el Jefe de Gobierno es al mismo tiempo un gobernador y un intendente. Es un gobernador porque como dijimos recién si bien no es una provincia desde el punto de vista estricto tiene un estatus que -y más a partir del fallo de la Corte Suprema de Justicia- la emparenta a una provincia más. Por lo tanto, tiene esa legitimidad política y ese lugar en el pacto federal que hace que pueda ser considerado un gobernador más. De hecho, en la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se plantea el propio nombre de gobernador o gobernadora que se podía usar indistintamente al de jefe de gobierno. Entonces, por un lado, es un gobernador. Al mismo tiempo, el jefe de gobierno es un intendente en el viejo sentido de la palabra intendente, que es en la resolución de los problemas que hacen a la ciudad: la resolución de los problemas que hacen a la vida en los barrios, a la cotidianidad de los vecinos. Esto le genera desde mi punto de vista una ventaja respecto del resto de los mandatarios provinciales. Por un lado, tiene todas las ventajas del punto de vista político de la figura de gobernador, pero también todas las ventajas del punto de vista de la gestión de la figura del intendente. Esto no sucede en ninguna otra jurisdicción porque obviamente los gobernadores de las provincias gobiernan territorios infinitamente más grandes que la ciudad de Buenos Aires con todas las complejidades sociales que eso supone. Y además, porque lo hacen desde lugares mucho más remotos y alejados del poder central. Lo que sucede en la ciudad de Buenos Aires es que tenemos un jefe de gobierno que tiene un poder similar a un gobernador y que puede al mismo tiempo jugar el juego de cercanía del intendente, y hacerlo en una posición de mucha cercanía desde el punto de vista territorial con el presidente de la Nación. Esto se vincula también con la retórica del vecino. Los gobernadores si bien pueden fortalecer las políticas de proximidad municipal, no dejan de ser una figura que no es una figura urbana. En cambio, la del jefe de gobierno sí lo es. Y por lo tanto esa retórica de vinculación directa con el vecino, de escucha, de cercanía, de participación vinculado con la gestión no-política y no-conflictiva es algo que es un plus que tiene la figura del jefe de gobierno y que el PRO desde que está gobernando la ciudad, de 2007 para acá, ha sabido realmente sacarle mucho provecho. 

 

La politóloga María Esperanza Casullo remarca que en medios, redes y hasta en el Poder Ejecutivo se le da un peso desmedido a lo que sucede en el AMBA. ¿Coincidís? ¿Es una continuidad histórica o el fenómeno se incrementó en el último tiempo y cada vez más las personas del mal llamado “interior” se ven alcanzadas por una agenda pública que los desconoce? 

  

Yo creo que hay un fenómeno que es histórico que tiene que ver con la primacía de la ciudad de Buenos Aires respecto del resto del país, que como todos sabemos está presente en toda nuestra historia como nación, que durante todo el siglo XIX llevó a enfrentamientos continuos y que se resolvió luego de una guerra. A veces se olvida que hubo una guerra, que termina en 1880 federalizando la ciudad de Buenos Aires y creando de alguna manera las bases para el Estado moderno y la Argentina moderna. Desde entonces yo creo que la ciudad de Buenos Aires no sólo no ha mermado su peso, sino que lo ha potenciado respecto del resto del país. Esto es un problema que va a haber que resolver en el siglo actual porque genera desequilibrios de todo tipo. Económicos, con una concentración cada vez mayor en la región -de la ciudad y del conurbano de la provincia de Buenos Aires y de toda la zona pampeana. Hay una concentración también desde el punto de vista mediático. Los medios de comunicación están centrados en los temas de la ciudad de Buenos Aires. Y hay una concentración política. Efectivamente la política nacional se ha jugado y se juega en gran medida en lo que sucede en la ciudad de Buenos Aires, en las calles de la ciudad de Buenos Aires, en las instituciones políticas federales que están en la ciudad de Buenos Aires, en el Congreso de la Nación, en la Casa Rosada, en la Quinta de Olivos. Por lo tanto, hay en ese sentido una concentración en la ciudad de Buenos Aires que impide que puedan desarrollarse núcleos del resto del país. 

 

¿Alguna/s elites de las provincias pueden disputarle poder a la elite porteña? 

 

Si uno ve en la actualidad las principales figuras políticas, la mayor parte de ellas tienen o han tenido una relación con la ciudad de Buenos Aires. Uno puede hacer el recorrido por las principales figuras del Frente de Todos y por las principales figuras de Juntos por el Cambio y rápidamente verá que en algún momento han tenido alguna relación con la ciudad de Buenos Aires. Creo que cada vez es más difícil para los políticos provinciales posicionarse sin esa relación con la ciudad de Buenos Aires, aunque no se descarta que pueda aparecer alguna figura que provenga de provincias periféricas como fueron los casos de Carlos Menem y de Néstor Kirchner. Aunque cuando uno ve la historia argentina, sobre todo de los presidentes que fueron electos de Yrigoyen para acá, todos salvo justamente Menem y Kirchner han tenido una relación con la ciudad de Buenos Aires, ya sea porque eran porteños, o han sido diputados nacionales o senadores o por algún tipo de participación en algún gobierno nacional. Son por lo tanto muy escasas las posibilidades de saltar directamente desde una provincia periférica a gobernar los destinos de la nación. Eso es un desafío para equilibrar al país desde el punto de vista social, cultural, territorial porque el desarrollo de un país no puede centrarse, no puede estar sustentado en tamaña desigualdad regional. Si uno ve en los países desarrollados, incluso en otros países de nuestra región, tienen más de un centro de importancia. Creo que en nuestro caso el gran desafío es potenciar esos otros núcleos que no estén dentro de lo que es la región pampeana. 

 

El gobierno nacional actual tenía en mente cuando asumió, antes de ser arrasado por la pandemia, la cuestión de los desequilibrios territoriales al menos con relación a la iniciativa de las capitales alternas y el gabinete federal. ¿Qué opinás de esta iniciativa? ¿Podría ser un puntapié para mitigar desequilibrios o es un formalismo que no transforma el problema sustantivamente? 

 

Yo creo que el tema de las capitales alternas, por como lo había planteado Alberto Fernández en su momento, apuntaba fundamentalmente a descentralizar las capitales provinciales y que el gobierno tuviera la posibilidad de hacer reuniones -como dice el título- en capitales alternativas. Por ejemplo, en Santa Fe hacerlas no solamente en Santa Fe sino en Rosario; en Córdoba hacerlas no solamente en Córdoba sino en Río Cuarto y así en todas las provincias. Creo que eso siempre es bueno, pero me parece que no apunta a resolver el mayor problema que es un desequilibrio entre la zona metropolitana de Buenos Aires y el resto del país, inclusive respecto de esas mismas capitales. El desbalance desde el punto de vista territorial, político, social, económico es muy grande y me parece que en realidad la única forma de resolverlo es descentralizar todo lo que está concentrado en la ciudad de Buenos Aires. No es una tarea sencilla, quizás es una de las tareas más complicadas que tiene nuestro país, pero me parece que es un desafío necesario para poder generar un desarrollo que sea equilibrado en todo el país. Esto resolvería no solamente los problemas de buena parte de las zonas más alejadas o con menos posibilidades, sino también le quitaría un problema a la ciudad de Buenos Aires y el conurbano que cada vez genera mayor cantidad de población. 

 

La coparticipación federal es un tema que sigue sin resolverse desde la reforma constitucional del ‘94. Su judicialización a partir del conflicto entre el GCBA y el gobierno nacional el año pasado, ¿obstaculizó una posible solución más de fondo? La presencialidad de las clases se resolvió por vía judicial, la puja por la coparticipación también va en ese camino. ¿Las sentencias son parches, un patear la pelota para adelante o se pueden construir consenso y soluciones definitivas a partir de ellas? 

 

Respecto de la coparticipación no me voy a meter en cuestiones técnicas porque no es mi materia. Pero sí es interesante pensarlo desde el punto de vista histórico y político porque está asociado con este proceso de la autonomía de la ciudad. No es exactamente igual la puja que se dio respecto de la presencialidad que la puja que se dio respecto de la coparticipación. ¿Por qué? Porque desde el punto de vista de la presencialidad escolar lo que estaba en juego y que tuvo que decidir la Corte era las incumbencias gubernamentales de la ciudad de Buenos Aires: hasta dónde tenía autonomía para poder decidir sin tener que hacer lo que mandaran de alguna manera – ya sea por decreto o por ley – los poderes federales o nacionales. Eso fue lo que falló la Corte Suprema de Justicia. El tema de la coparticipación es un tema distinto. Viene de una ley que se sancionó en 1987, momento en que la ciudad de Buenos Aires no existía como ciudad autónoma. Por lo tanto, en esa ley, donde se estableció el porcentaje que le correspondía a cada jurisdicción no estaba la ciudad de Buenos Aires y era de los propios recursos de la nación que se le giraba a la ciudad de Buenos Aires. Luego, lo que sucedió fue que ese porcentaje fue cambiando en función de las necesidades que tenía la ciudad, en este último caso con el traspaso de la policía. Macri aprovechó esa ocasión para pasarle un porcentaje mayor de coparticipación. Y lo que hizo Alberto Fernández fue revisar la cuenta, retrotraer y decir “lo que necesitan para la policía es menos de lo que se les pasó, y esto por lo tanto tiene que volver a Nación y Nación tiene que destinar eso para lo que quiera.” En ese caso fue llevarlo para la policía de la provincia de Buenos Aires. Por lo tanto, acá lo que apareció otra vez es cómo la figura de Buenos Aires ha quedado desde el punto de vista jurídico en muchos puntos en un gris, en una situación no definida. Los conflictos de alguna manera vienen de esta indefinición de la ciudad de Buenos Aires. En este caso, ni más ni menos que de la Ley de Coparticipación Federal. 

 

¿Cómo caracterizarías el AMBA?¿Cuál considerás el modelo teórico más útil para abordarlo? ¿Qué diversidad distrital presenta?  

 

El área metropolitana de Buenos Aires creo que es un tema realmente muy importante. Todos sabemos que en la región Metropolitana de Buenos Aires vive aproximadamente un tercio de la población del país. Es donde se concentra la mayor cantidad de industrias y por lo tanto se produce una buena parte de la riqueza, sobre todo la riqueza industrial. Es también donde se concentra gran parte de la riqueza y la pobreza en términos habitacionales. Es un territorio enorme, un territorio muy desigual y además un territorio muy fragmentado desde el punto de vista de las jurisdicciones. 

Entonces me parece que hay un desafío y es cómo gobernar esa situación. Nosotros tenemos una particularidad a diferencia de otras ciudades y es que no tenemos una región que englobe a la ciudad. En otros casos, por ejemplo el caso de Madrid, en Madrid tenemos lo que es el ayuntamiento de Madrid y lo que es la comunidad de Madrid. Lo mismo sucede en Santiago de Chile, Ciudad de México, Londres. Es decir, en muchas ciudades lo que tenemos es que la ciudad, por un lado, tiene cierto nivel de autonomía, pero al mismo tiempo está dentro de un gobierno que la contiene. En nuestro caso eso no sucede. Entonces hay un mayor desafío de coordinación entre las distintas jurisdicciones que en muchos casos no ocurre. Tenemos, por un lado, los poderes nacionales -por ejemplo, con los ferrocarriles- por otro lado, los poderes municipales o el de la ciudad de Buenos Aires, y el poder provincial de la provincia de Buenos Aires. Todo eso genera una situación muy compleja que hay que resolver. Para mí a partir de un eje y un objetivo que es el de reducir o mitigar la desigualdad social en el área metropolitana de Buenos Aires. El área metropolitana condensa, por un lado, los sectores más pobres – es donde están los mayores asentamientos populares, las villas de emergencia- y al mismo tiempo los barrios más ricos, los barrios cerrados -Nordelta etcétera- ¿Cómo se hace para que esa situación vuelva a generar cierto sentido de integración y que no prime esa balcanización o diferenciación social? Es un gran desafío. Sería bueno pensar en establecer algún tipo de gobierno metropolitano institucionalizado. Habría que ver desde el punto de vista jurídico y político cómo se podría hacer. Un gobierno que tuviera la capacidad para pensar, para regular el área metropolitana de Buenos Aires. A lo largo de la historia hubo muchos planes que se plantearon gobernar esa región metropolitana pero lamentablemente ninguno tuvo ni la fuerza política, ni la continuidad como para poder regular de alguna manera esa situación. 

 

¿Podrías desarrollar algunos de esos planes que circularon y no se lograron instalar o que a vos te hayan parecido interesantes? 

 

Hay una cosa que me parece importante señalar. En Buenos Aires no hubo nunca -y esto tiene que ver con ciertas limitaciones institucionales, jurídicas, propias del federalismo argentino- una institucionalización de un gobierno metropolitano que sea a la vez un gobierno urbano, social y político. Es decir, un gobierno que tenga algún tipo de representación y de incumbencia más allá de las propias jurisdicciones. Porque lo que ocurre es que nosotros tenemos la ciudad de Buenos Aires y los municipios, la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, la ciudad de Buenos Aires y el gobierno nacional. Entonces la única forma de resolver aspectos urbanos es a partir de los acuerdos que se hacen en distintas jurisdicciones y esto genera muchas dificultades. 

Lo que ha habido a lo largo de la historia son planes desde el punto de vista urbanístico, nada más. Uno puede hacer una historia rápida y ve cuando la ciudad de Buenos Aires empieza a crecer a partir de la década del ‘30 y sobre todo del ’40 que el urbanismo deviene en planificación. Empieza a aparecer en la década del ‘30 la primera iniciativa que fue el Plan Director para Buenos Aires que configuró Le Corbusier entre 1937 y 1938 junto con Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan, pero que no llegó a establecerse de una manera prolongada en el tiempo. Pensemos también todo lo que tuvo que ver en nuestro país con las continuas interrupciones a los gobiernos por golpes militares. 

Hay un segundo momento muy importante respecto de cómo pensar desde el punto de vista urbanístico la región metropolitana que es a partir de la década del ’60. En 1958 se crea la Organización del Plan Regulador dentro de lo que es “la era de la planificación” que no es solamente económica sino también urbana. En 1960, se aprueban en la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires dos ordenanzas para autorizar acuerdos con la provincia de Buenos Aires con el fin de crear un área de planeamiento con el gobierno nacional para coordinar actividades en conjunto. Esto permitió la creación del Plan Director de la Capital de 1962 que se proponía, entre otras cosas, superar el desarrollo monocéntrico de la ciudad. Un poquito más adelante, a fines de los sesenta, se va a crear lo que se llamó la Oficina Regional del Área Metropolitana, dependiente de un organismo que era la CONADE, y se va a elaborar el Esquema Director del año 2000 que va a incorporar la idea de la planificación regional urbana, se va a criticar que los planes reguladores sean de cada una de las municipalidades y se va a pensar a la región como unidad. Igual estas cosas quedaron en proyectos que, con distinto nivel de alcance, fueron siguiendo como pudieron el crecimiento exacerbado del conurbano. Ya a partir de la década del ‘70 y del ‘80 fundamentalmente se olvidan, dejan de pensarse esos planes regionales metropolitanos y empieza lo que los urbanistas denominaron “la era del fragmento” donde los proyectos están concentrados en pequeños fragmentos de ciudad. Entonces comienza a primar la lógica del fragmento, la lógica de la diferenciación urbana que es lo que nosotros conocemos en la actualidad. Son zonas del conurbano donde por un lado hay riqueza y por otro hay pobreza al lado, y no se genera una unidad. 

 

¿Te imaginas un armado institucional que gobierne a esta jurisdicción tripartita que hoy llamamos AMBA donde vive el 37% de los argentinos? ¿Qué competencias debería tener? 

 

Creo sería interesante algún tipo de armado para gobernar esta jurisdicción tripartita. El problema es que no veo cómo se puede hacer por varias razones, por razones constitucionales, políticas, sociales. Creo que habría que pensar de alguna manera en cómo establecer políticas conjuntas que tienen que ver con la vida urbana en sociedad. No hay que olvidarse que, cómo pensaban los primeros urbanistas, las ciudades surgen y crecen por el desarrollo de relaciones de interdependencia sociales en un territorio dado. Y esas interdependencias llegan hasta donde llega el territorio. En el área metropolitana de Buenos Aires uno no puede pensar desconectado lo que sucede de la General Paz hacia dentro de la ciudad de Buenos Aires que hacia afuera. Es la misma zona urbana y tiene que ser gobernada como tal. ¿Cuáles serían las competencias? Deberían ser competencias de transporte, de regulación de todo tipo, aspectos vinculados a la urbanización, a la educación, a la salud. Ahora se ha visto que lo que no sucedía en otro momento en situaciones críticas es necesario, por ejemplo, trasladar pacientes de la ciudad a la provincia y viceversa. Eso supone que hay que pensarlo conjuntamente como una gran unidad socio-urbana. Y encontrar la manera para poder articular política y socialmente esa situación.  

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