Madres de la Plaza
40 años de lucha

Por Mercedes Barros (IIDyPCa/UNRN/CONICET)
Virginia Morales (UNVM/CONICET)

Hoy, 30 de abril, se cumplen 40 años del surgimiento de la Asociación Madres de Plaza de Mayo (AMPM) y de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora (MPMLF) -hasta el año 1986 unidas en una misma organización denominada Madres de Plaza de Mayo. Los inicios de cada década suelen ser momentos de reflexión en los que emergen nuevos debates y se reactualizan otros no tan nuevos. El 40 aniversario de las Madres se celebra en el marco de la reanudación de la confrontación con el Estado y de la reactivación de una serie de críticas que progresivamente cobran protagonismo y legitimidad. Los rechazos hacia las políticas gubernamentales manifestados el pasado 24 de marzo, las reiteradas expresiones de Hebe de Bonafini en oposición a Mauricio Macri y la reafirmación de la reivindicación de los detenidos-desaparecidos como militantes políticos reviven las acusaciones respecto de la desmesura inoportuna de las Madres y en torno al desvío de sus objetivos primigenios. De acuerdo a estas acusaciones, la politización fue el principal error en el que han caído estas organizaciones. Pero, ¿cómo y cuándo se politizaron las Madres? ¿Es este un aspecto impropio de su lucha, o por el contrario, parte constitutiva de su existencia? En estas breves líneas nos proponemos reflexionar en torno a las cuatro décadas de lucha de las Madres merodeando estas preguntas y sus posibles (y siempre arbitrarias) respuestas.

Madres de Plaza de Mayo reprimidas por la caballería (1982) Foto: Luis Longoni.
Madres de Plaza de Mayo reprimidas por la caballería (1982) Foto: Luis Longoni.

Un nuevo movimiento político de mujeres/madres/activistas

Ambas agrupaciones de Madres se remontan a un día como hoy del año 1977 para inscribir el momento fundacional de su proceder colectivo. Aquel momento estuvo decididamente anclado en la denuncia de una falta inasible que irrumpió en sus vidas con el secuestro de sus seres queridos, con los despojos y ultrajes que le siguieron y con los silencios, incertezas y faltas de respuestas de todos aquellos que teniendo la posibilidad de potenciar y expandir su palabra, eligieron silenciarla. Forzadas a un recorrido macabro de búsqueda infructuosa, se encontraron con otras, conversaron y planearon sus primeras acciones y reclamos colectivos. Esa incipiente organización les permitió descifrar su propia experiencia de despojo y capturar una primera imagen -entonces todavía borrosa- del modo de operar de la dictadura. A medida que se afianzó su andar, la imagen se volvió más nítida y sus reclamos se transformaron en contundentes denuncias. Para el fin de la dictadura, las Madres se habían convertido en visibles y férreas opositoras del régimen de facto.

Así pues, este colectivo inauguraría una forma novedosa de activismo en el país y en la región. Novedosa, respecto a principalmente dos cuestiones. En primer lugar, se trató de un activismo protagonizado mayoritariamente por mujeres. Si bien había otros familiares involucrados, tales como padres y hermanos, fueron en principio mujeres las que emprendieron las acciones colectivas de búsqueda y reclamo. Diversas interpretaciones han circulado en los claustros académicos sobre las razones de esta preeminencia femenina. Mientras que, por un lado, se rescata la fortaleza de las mujeres -a diferencia de los varones- para sostener la búsqueda, por otro, se resalta el comportamiento esperable de los roles de género pre-asignados por el patriarcado. Cierto es que, aun cuando estas mujeres pudieran haber confluido movidas por el mandato del cuidado familiar que las convertía en últimas responsables de la búsqueda de sus hijos e hijas, su aparición en tanto colectivo de mujeres/madres también resultó un proceder inesperado que no careció de astucia política. Frente a la mirada vigilante del gobierno dictatorial que asociaba la masculinidad con la política -y la subversión- y que relegaba a las madres y esposas al ámbito privado donde debían proteger a los suyos y vigilar el cumplimiento del orden familiar, estas mujeres lograron inmiscuirse -casi desapercibidamente en un inicio- en los pliegues del régimen, y lo hicieron precisamente apelando a esas posiciones de sujeto que el propio discurso militar exaltaba. Así pues, identificándose como mujeres/madres, este colectivo interpeló al gobierno de facto sobre el destino incierto de sus hijos e hijas y sobre la falta de “paz y orden” en sus hogares y en la sociedad argentina, precipitando una revuelta que parecía impensada en el universo de posibilidades de la dictadura.

Por cierto, estas no fueron las únicas palabras que las madres “tomaron prestadas” del régimen. En su accionar conjunto también se apropiaron de un léxico, que si bien era ajeno al gobierno militar, este se había visto forzado a utilizar a raíz de las crecientes acusaciones de la comunidad internacional respecto de la ilegalidad de la campaña represiva. De manera muy temprana, el gobierno tuvo que lidiar públicamente una y otra vez con las consecuencias de la llamada “guerra sucia”. Una de las estrategias adoptadas para tal fin consistió en la negación absoluta de las acusaciones y, al mismo tiempo, la reafirmación de su vocación democrática y respetuosa de la ley. Así, las referencias a los valores democráticos y a los derechos humanos se hicieron cada vez más frecuentes en los discursos militares al punto tal que, en términos de Videla, “fue en defensa de los derechos humanos de la mayoría del pueblo argentino que se luchó la guerra contra la subversión” (La Opinión, 15-09-1977).
Los ecos del discurso de los derechos humanos que resonaban en las críticas y respuestas sobre la represión fueron ciertamente cruciales para descifrar y traducir la experiencia de las Madres y demás grupos de familiares. Ampliamente transmitidas por los medios locales, las declaraciones enfrentadas colocaron en el centro de la escena política una lectura y entendimiento de la guerra contra el terrorismo que cuestionaba los métodos utilizados y las consecuencias producidas. En efecto, en el nuevo relato las escenas repetidas de la “guerra sucia” se desmarcaron del discurso contrainsurgente y se inscribieron en una nueva trama discursiva que las nombraba como persecuciones políticas y detenciones arbitrarias por parte del Estado, convirtiéndolas así en delitos de lesa humanidad. Esta trama ofrecía nuevas posibilidades para los grupos de familiares y, fundamentalmente, proveían un nuevo lenguaje de derechos humanos que allanaba la articulación y expresión de sus reclamos.
Este es el segundo elemento novedoso que trae el activismo de estas mujeres/madres  a la vida política argentina. No sólo en tanto incorpora, en tal escena, a un colectivo de mujeres/madres luchadoras que irrumpen el mundo marcadamente masculino de la política, sino también porque hacen suyo un lenguaje de derechos humanos que hasta entonces había ocupado una posición secundaria entre las fuerzas políticas y sociales vigentes. Aun cuando no cesan de resaltar su condición de madres de las víctimas, la apelación a los derechos humanos como medio para representar y simbolizar su demanda las sitúa cada vez más próximas a la posición de activistas y defensoras de los derechos humanos. Así, asentadas en un lenguaje que paradójicamente el propio régimen trae a la escena política, las mujeres/madres generan una movilización popular alrededor de los derechos humanos sin precedentes en el país y, ciertamente, subversiva en el universo discursivo de la dictadura. Sus apariciones inesperadas en diferentes ámbitos públicos, sus denuncias constantes ante autoridades locales y organismos internacionales, sus campañas de visibilización de los desaparecidos, convirtieron a esta movilización popular en uno de los referentes más importantes de resistencia al terrorismo de Estado.

Por tanto, la aparición de las Madres en la escena pública fue doblemente disruptiva en tanto inscribió un nuevo lugar de enunciación ocupado por nuevas protagonistas, y trajo aparejado un léxico novedoso que habilitó voces distintas y sonidos inéditos. A partir de su irrupción, entonces, se reconfiguraría el universo de los que pueden legítimamente habitar el lugar común de la política como así también los modos posibles de pensarla y ponerla en palabras.

Tapa del periódico de las Madres de Plaza de Mayo, Año 1, Nº 2, 02/01/1985. Fuente: Archivo Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Tapa del periódico de las Madres de Plaza de Mayo, Año 1, Nº 2, 02/01/1985. Fuente: Archivo Asociación Madres de Plaza de Mayo.

Las Madres ante el desencanto democrático

Durante la transición, las Madres lejos de mitigar su movilización alcanzaron altos niveles de participación. Sus reclamos adquirieron una significativa visilibilidad a nivel nacional y se tornaron una cuestión ineludible para las fuerzas políticas y sociales de aquel momento. El gobierno de la transición logró de manera verosímil articular la causa de los derechos humanos a su proyecto político centrado en el valor de la democracia. Aun cuando la relación entre Alfonsín y las Madres sufrió un rápido deterioro, a partir –principalmente- de la promulgación de  las leyes de la Obediencia Debida y Punto Final; el gobierno inaugural de nuestra actual democracia fue crucial para legitimar la interpretación que comprendía que los hechos acaecidos en la Argentina reciente constituían una consecuencia directa del terrorismo del Estado. La CONADEP y el juicio a las juntas militares contribuyeron a consolidar esa caracterización que las Madres venían impulsando. El momento de transición supuso así un proceso de amplio despliegue del activismo de estas mujeres. Democracia, derechos humanos y Madres se constituyeron como partes de una misma causa.

Pero como es conocido, el hechizo democrático, aquel que conjeturaba que esta forma de gobierno todo lo podía, pronto se desvaneció. Las expectativas de las Madres decayeron y su desencanto se tradujo en una desmesura que caracterizaría a su activismo de allí en adelante. En un período muy breve de tiempo, estas mujeres -y en particular aquellas que conformaron la AMPM- iniciaron una confrontación con el gobierno constitucional que se estructuró en torno al rechazo de la revisión del pasado que proponía Alfonsín. En este sentido, objetaron la interpretación de la violencia de los años anteriores en términos de un enfrentamiento entre el terrorismo de derecha e izquierda, repudiaron la equiparación oficial de sus hijos con los represores y demandaron la publicación de las listas con los nombres de los represores.

En este marco, las Madres comenzaron una nueva etapa de lucha contra la impunidad, en ella, se enfrentan a  las medidas del gobierno de la transición y rechazan los sentidos que daban forma a la democracia de aquel momento. Las mujeres/madres irrumpieron en el escenario político poniendo en duda la ruptura que Alfonsín pretendía encarnar respecto del pasado de horror. Esta confrontación y resistencia despertó una serie de críticas hacia su movimiento que proliferaron en diferentes ámbitos. Mientras que académicos y activistas sociales alertaban sobre el avance de un discurso antidemocrático en el interior del organismo, desde el oficialismo deslegitimaron sus acciones colocándolas en la esfera de los “enemigos de la democracia”. Así, “antinacionales”, “antidemocráticas”, “desestabilizadoras”, fueron algunos de los calificativos a los que apelaron para nombrarlas.

Marcha Jueves en la Plaza de Mayo durante el menemismo. Fuente: Archivo de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Marcha Jueves en la Plaza de Mayo durante el menemismo. Fuente: Archivo de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

El subsiguiente gobierno significó un revés importante para las Madres y para el discurso de los derechos humanos en nuestro país. Los indultos y la noción de pacificación nacional que auspiciaba el menemismo, puso en jaque lo alcanzado hasta ese entonces. Ante este panorama, la AMPM y las MPMLF profundizaron la confrontación con un Estado que definieron como el garante de la impunidad y comenzaron a establecer nuevas solidaridades con luchas populares del arco opositor a la formación política que hegemonizó la década del ‘90. Dos aspectos cruciales de la lucha de las Madres se consolidan en el marco de este contexto y de estas nuevas relaciones. Por un lado, cobra fuerza en ambas organizaciones la idea de que la impunidad de los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado forma parte de la profundización del modelo político y económico de exclusión social iniciado en los ‘70. Con lo cual, establecen una línea de continuidad entre la dictadura, los gobiernos que le sucedieron y las políticas que implementaron. Por el otro, los vínculos con sectores populares y militantes de izquierda afianzan la reconceptualización de los detenidos-desaparecidos iniciada en años anteriores. Sus hijos e hijas son reivindicados ahora como militantes políticos opositores a la dictadura que luchan por un país más justo e igualitario. Y precisamente en ese carácter de opositor político se identifica la causa de sus detenciones ilegales y posteriores desapariciones. Bajo este entramado, las Madres recuperan con -renovado vigor- los ideales de sus hijos y levantan como propias sus banderas de lucha.

Ambos aspectos, otorgaron legitimidad y relevancia a los organismos de Madres al interior de aquellos colectivos que se oponían al neoliberalismo y reconfiguraron la resistencia de las mujeres/madres. “Hambre e impunidad van de la mano”, “La lucha es una sola” y “La falta de trabajo es un crimen” fueron tres de las principales consignas que levantaron las Madres en apoyo a protestas organizadas por desocupados, docentes, jubilados, entre otros. Pero también enunciados destinados a visibilizar los límites y la arbitrariedad del orden social, marco en el cual, denunciaron cada jueves en la Plaza que la pobreza y el desempleo constituían consecuencias ineludibles de un sistema político sustentado en la generación de altos niveles de exclusión.

Frente a la enunciada necesidad de la pacificación y reconciliación entre los argentinos pronunciada desde el aparato gubernamental encabezado por Carlos Menem; el activismo de las Madres irrumpía nuevamente en el escenario público-político con un nivel de aparente desmesura que se volvía cada vez más inapropiado y una politicidad de origen que comenzaba a manifestarse de manera explícita en las voces de sus miembros. La negación de la condición de movimiento político de las Madres subyacía en las expresiones gubernamentales -y sectores afines- que situaron su desmesura en el orden del odio, la venganza y el rencor.

Represión a Madres de Plaza de Mayo (Diciembre de 2001). Fuente: Archivo Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Foto: Fernando Gens.
Represión a Madres de Plaza de Mayo (Diciembre de 2001). Fuente: Archivo Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Foto: Fernando Gens.

El después de una década inesperada

Sin duda, durante los gobiernos kirchneristas las Madres alcanzaron un inédito reconocimiento y pudieron cosechar sus mayores logros. El Estado hizo propia su interpretación sobre el terrorismo de Estado, sobre sus cómplices y sobre sus consecuencias hasta el presente. Ellas en tanto mujeres luchadoras fueron ubicadas en el centro de la escena política y su activismo en derechos humanos reivindicado como la militancia política más significativa desde los años ‘70.

La inclusión por parte de Néstor Kirchner de las demandas de las Madres entre los temas prioritarios de la agenda estatal alteró la percepción que estas mujeres poseían del Estado democrático. Inesperadamente, el enemigo seguía siendo el mismo, pero ya no estaba en la Casa Rosada. La relación estrecha entre el gobierno y ambos organismos de Madres se afianzó con cada uno de los avances en materia de memoria, verdad y justicia y se materializó en la participación protagónica que alcanzaron en las instancias de decisión e implementación de políticas públicas relacionadas con derechos humanos.

Así, las Madres ocuparon un lugar en el Estado, pero esto no aplacó uno de sus rasgos más significativos: su carácter disruptivo. Desde ese lugar que el mismo gobierno les otorgó, MPMLF y AMPM se convirtieron en veedoras del proyecto político kirchnerista. Sentadas en las primeras filas de los actos oficiales, las Madres no cesaron de acechar al gobierno. Pese a las críticas, fueron mucho más que simples seguidoras de un proyecto político. Con una mirada atenta, las mujeres/madres se posicionaron como último baluarte de la legitimidad del kirchnerismo. Recordemos las palabras de Cristina Fernández luego de conocidos los primeros resultados de su triunfo electoral en el 2011: “Y acá las queridas Madres que nos acompañan como siempre, las Abuelas, los Hijos, los nietos, gracias también. A mí me da mucha tranquilidad cuando ustedes están conmigo porque quiere decir que todavía no me mandé ninguna macana grande”.

Las madres en la primera década del milenio. Fuente: Archivo Nacional de la Memoria.
Las madres en la primera década del milenio. Fuente: Archivo Nacional de la Memoria.

Con la asunción de Mauricio Macri a la presidencia de la Nación el protagonismo inédito de estas mujeres se ve socavado. Desde la campaña electoral, las Madres identificaron al líder de la Coalición Cambiemos como parte de aquella ideología neoliberal y dirigencia política contra la cual habían resistido y luchado por más de dos décadas. Así pues, se reconstituye la línea de continuidad entre la dictadura y los gobiernos democráticos interrumpida por la década inesperada, y se reanuda la confrontación con el Estado. En este sentido, las MPMLF leyeron públicamente el 24 de marzo de 2016 el siguiente fragmento del documento consensuado entre los organismos de derechos humanos: “Porque los que desaparecieron a los 30.000 y pretendieron matar para siempre a todas las luchas son los mismos que hoy persiguen a los militantes. Son los mismos que empobrecieron al país con la deuda externa de sus empresas y dañaron con sus crímenes los que hoy vuelven a la Casa Rosada: los Macri, la Nueva Provincia y la Sociedad Rural Argentina. Son los mismos y persiguen el mismo objetivo: atacar al pueblo organizado”.

Repudio de la Asociación Madres de Plaza de Mayo a las medidas gubernamentales de Mauricio Madri (Febrero de 2017). Fuente: Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Repudio de la Asociación Madres de Plaza de Mayo a las medidas gubernamentales de Mauricio Madri (Febrero de 2017). Fuente: Asociación Madres de Plaza de Mayo.

La nitidez con la que las Madres exhibieron su carácter político durante la última década deviene, bajo el nuevo contexto político, en su principal fuente de castigo. No se perdona que se convirtieran en protagonistas políticas de aquella inesperada década, ni que se posicionaran como el último bastión de la democracia. Muy por el contrario, la coalición gobernante insiste en enviarlas al ámbito de la sociedad civil y de las ONG’s, en donde son un organismo más de derechos humanos. “Macri pará la mano”, claramente es la expresión de resistencia hacia ese desplazamiento y, en términos más generales, hacia el restablecimiento de un proyecto político-económico de país que, iniciado en dictadura, es continuado por los gobiernos democráticos posteriores.

La reanudación de la confrontación con el Estado vuelve -una vez más- a posicionar a las Madres en el lugar de la desestabilización del orden, de la contaminación política de su lucha, de la pérdida de su esencia en tanto “defensoras de los derechos humanos”. Pensar en torno a los 40 años de activismo de estas mujeres/madres no puede evadir la reflexión respecto de su politicidad y desmesura. Las Madres estuvieron politizadas desde el mismo momento de su emergencia, cuando redoblaron las palabras de la dictadura, cuando se enfrentaron a las decisiones de Alfonsín en el tratamiento de los legados del terrorismo de Estado, cuando resistieron a la reconciliación menemista e, incluso aún, cuando ocuparon las primeras filas del kirchnerismo. En ello reside su rasgo característico y la impronta singular que le han otorgado a la lucha por los derechos humanos en nuestro país. A contramano de una cultura global, pretendidamente universal de los derechos humanos, las Madres los hicieron y hacen nuestros, los articulan a luchas populares propias de nuestro contexto político social.

 

Foto de portada: Madres de Plaza de Mayo reprimidas por la caballería (1982) Fuente: Crítica Digital.

 

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