El discurso de Macri
De Parque Norte al CCK

Por Sol Montero

El lunes 30 de octubre, cuando Mauricio Macri pronunció el que probablemente sea recordado como uno de los discursos más importantes de su gestión, el discurso en la cúpula del CCK, en las redes sociales se evocó inmediatamente el discurso de Alfonsín en Parque Norte. Fue Elisa Carrió quien puso el tema en la agenda cuando tuiteó que “La diferencia con Parque Norte de Alfonsín es que @mauriciomacri no solo tiene voluntad sino que ama la acción política”. ¿En qué se funda esa alegoría?

Quienes conocen los detalles del célebre discurso pronunciado por Alfonsín el 1 de diciembre de 1985 en Parque Norte pueden reconocer varios puntos de continuidad entre ambos discursos, pero también significativas diferencias. Vale la pena reponer algunos datos sobre aquel acontecimiento discursivo: ese domingo de diciembre, a menos de dos meses de haber obtenido una contundente victoria electoral y frente al plenario de delegados del Comité Nacional de la UCR reunido en el predio de Parque Norte, Alfonsín pronunció un discurso extenso y cargado de ideas sustantivas, titulado “Convocatoria para una Convergencia Democrática”. La elaboración del texto estuvo a cargo del llamado Grupo Esmeralda, conformado por asesores provenientes del campo intelectual (entre los que se encontraban Juan Carlos Portantiero y Emilio De Ipola), en un proceso de reflexión y redacción que incluyó mas de un encuentro con el propio presidente y que fue narrado en distintas ocasiones por sus protagonistas: “Le propusimos que pronunciara un discurso sustantivo, teóricamente fundado, que culminara con una propuesta política fuerte y, por supuesto, progresista”, contó De Ipola.

En su alocución Alfonsín convocó a una amplia convergencia democrática, sustentada en un conjunto de pactos. Se trataba de acuerdos fundamentales basados en tres grandes pilares: la democracia, la ética de la solidaridad y la modernización: “Frente al fracaso y al estancamiento venimos a proponer hoy el camino de la modernización. Pero no lo queremos transitar sacrificando los valores permanentes de la ética. Afirmaremos que sólo la democracia hace posible la conjugación de ambas exigencias. Una democracia solidaria, participativa y eficaz”.

Intentando tomar distancia a la vez de la izquierda tradicional, del populismo y del “liberalismo salvaje”, Alfonsín proponía, en palabras de Aboy Carlés, una doble ruptura temporal que anunciaba una verdadera refundación democrática: ese doble efecto de frontera situaba al alfonsinismo como un momento superador de la violencia estatal de la dictadura militar, pero también como una promesa democrática e institucional que se distinguía de un pasado mas lejano, el pasado faccioso e inestable de la política Argentina, donde quedaban incluidos el peronismo y el sindicalismo.

Una vez como tragedia, otra como farsa

Con el triunfo electoral del 22 de octubre Cambiemos no solo ratificó su proyecto en las urnas sino que obtuvo el impulso necesario para reformular las bases de su plan de gobierno. Eso es precisamente lo que vino a plasmar el discurso de Macri en la cúpula del CCK frente a un conjunto de funcionarios y gobernadores: los nuevos “pactos constitutivos” que el gobierno propone, su diagnóstico y su agenda futura a largo plazo.

En efecto, la perspectiva largoplacista y el componente programático son dos de los principales puntos en común entre Parque Norte y CCK. Otra continuidad refiere al carácter “pactista” de ambos discursos: si en 1985 Alfonsín proponía un gran acuerdo democrático y modernizador, treinta y dos años más tarde Macri formula un nuevo diagnóstico y un nuevo desafío para la Argentina.

Macri se inscribe en el legado alfonsinista desde el inicio mismo de su alocución y traza una línea de continuidad desde 1983 hasta el presente. En el marco de ese tiempo histórico, traza un diagnóstico en el que reconoce “muchas deudas” y la necesidad de cambios de fondo (y no meramente de forma): se trata de “desafiar el dogma melancólico y desesperanzado que cree que lo mejor sucedió en el pasado”. El principal compromiso y propósito del gobierno se sintetiza en el objetivo de “reducir la pobreza”, y ese es el criterio con el que el presidente pide que se evalúe su gestión. Tras la idea de “reducir la pobreza” se vehiculiza un imaginario liberal según el cual la pobreza esclaviza y su descenso “libera” fuerzas.

La perspectiva desde la que el gobierno propone liberar esas fuerzas tiene un nombre: “reformismo permanente”, concepto acuñado por el presidente que se asimila a “transformación”: “Reformar es crecer, transformarse es crecer, es evolucionar, es responder a las necesidades actuales haciéndole frente a las dificultades con recursos nuevos, el cambio es una actitud, el cambio es reformar instrumentos, transformar es lograr resultados”, dijo Macri. Ese reformismo implica, desde la perspectiva presidencial, necesariamente una mirada gradualista: “Las reformas, en las que tenemos que avanzar, exigen que cada uno tenga que ceder un poco, empezando por los que tienen más privilegios. Porque en el camino del gradualismo hay quienes no pueden esperar”.

En 1985 Alfonsín también tematizaba la cuestión del reformismo en oposición a la revolución y a la transformación: “Revolución es una etiqueta que los historiadores ponen al cabo de siglos a un proceso prolongado y complejo de transformación. Pero también se terminó la época de las pequeñas reformas, de la ilusión que con correcciones mínimas se podía cambiar el rumbo de una sociedad que, como la nuestra, fue empujada paulatinamente al desastre. No hablemos ya de reforma ni de revolución, discusión anacrónica. Situémonos, en cambio, en el camino acertado de la transformación racional y eficaz”.

¿Cual es el horizonte sobre el que se erige el imaginario de transformación para Cambiemos? Ese horizonte no es otro que la construcción de un “mundo compartido”: “A los argentinos nos ha costado construir un mundo compartido porque nos hemos mirado el ombligo permanentemente, muchas veces se pensó que el poder es algo que hay que apropiarse, una cultura que celebra la avivada, que es incapaz de construir instituciones”. Para ello el discurso, con tono refundacional, propone tres grandes consensos básicos:

Un pacto fiscal que supone un compromiso de “responsabilidad” fiscal que identifica a la inflación como el “gran enemigo” a combatir. En este punto el presidente considera el riesgo del endeudamiento pero este se considera menor a la emisión monetaria, que genera inflación.

Un pacto laboral que atañe, en un sentido amplio, a las “reglas de juego” de la relación entre empleados y empleadores, con el fin de crear empleo y de “bajar los costos laborales”. Pero a este concepto se añade otro, asociado, que es el de reducir la “burocracia estatal”.

Un pacto republicano e institucional: Macri afirma que “los argentinos ya han decidido que quieren vivir en una democracia republicana con instituciones respetadas, que también los respeten a ellos”. Para ello, se propone un amplio proceso de “modernización del Estado” que transparente las instituciones, condene la corrupción y promueva la “decencia”: “queremos un país en que la inflación sea intolerable; queremos un país donde la corrupción sea intolerable. […] hay que demostrar que se pueden ganar elecciones haciendo políticas con decencia”.

No obstante estos puntos en común, existen profundas diferencias entre la alocución del CCK y el histórico discurso de Alfonsín. En lo que hace a las “condiciones de producción” de los discursos, puede decirse que una de ellas está dada por el entorno intelectual del presidente. Si en los 80 grandes pensadores proveyeron material a Alfonsín para elaborar una propuesta sólidamente fundamentada en perspectivas teórico-políticas, actualmente el entorno de asesores presidenciales no parece estar ocupado primordialmente por personas provenientes del campo académico sino por funcionarios cercanos, expertos en marketing y consejeros de estilo. Aunque varios han reconocido en este discurso un cambio en la calidad de la oratoria presidencial y en el contenido mismo del mensaje, no quedan en el texto huellas claras de una elaboración intelectual sólida y coherente. En efecto, el discurso del CCK deja abierta la pregunta acerca del sustento filosófico-político del modelo presidencial: ¿cuál es el “marco teórico”, por decirlo así, que da fundamento y proyección al gobierno?

La segunda gran diferencia entre 1985 y 2017 está dada, indudablemente, por el contexto de su enunciación: las divergentes condiciones de producción de ambos discursos inciden en su credibilidad y en sus efectos. Si en 1985 el fantasma de la dictadura estaba todavía latente y la democracia en pañales, en 2017 el consenso democrático parece estar consolidado, pero al mismo tiempo bajo amenaza. La reciente aparición del cuerpo de Santiago Maldonado, desaparecido durante 80 días en el marco de una protesta con intervención de las fuerzas de seguridad, sumada al encarcelamiento de algunos exfuncionarios kirchneristas bajo dudosas garantías procesales, configuran un telón de fondo que explica —en gran medida— los silencios, las omisiones y las contradicciones del discurso macrista. De hecho, no parece casual que sea precisamente el imaginario alfonsinista el que se evoca justo cuando, en distintos ámbitos académicos, se comienza a hipotetizar sobre el debilitamiento del “consenso alfonsinista”, el pacto colectivo que da sustento a nuestra democracia y nuestro Estado de derecho, que habla el lenguaje de los derechos humanos y según el cual ninguna muerte política es tolerable.

La puesta en escena, la verdad y la épica

En el discurso de CCK del 30 de octubre parecen delinearse las bases de una suerte de imaginario liberal, reformista, procedimental y modernizador que ve en el “cambio” el motor de la liberación de las fuerzas sociales e identifica, en el miedo a ese cambio, “una mirada reaccionaria y conservadora”. Para llevar a cabo ese cambio los medios (es decir, las formas) importan tanto como los fines, de allí su impronta procedimental: “cómo elegimos vincularnos unos a otros es casi tan importante como el resultado final. La única manera de dar vuelta la página y sanar las heridas del pasado es diciéndonos la verdad, es construyendo confianza, que es la base de un vínculo duradero y genuino”.

Se sabe que el valor de “decir la verdad” se recorta como uno de los grandes pilares sobre los que se monta el discurso macrista. Una verdad que es develamiento y a la vez expresión de inevitabilidad. Pero la verdad del discurso macrista no apunta solo a “develar” algo oculto sino, sobre todo, a mostrar el carácter artificioso —y por lo tanto falible y frágil—de la intervención política. Algo de esa exhibición se plasma en una suerte de metadiscurso que suele revelar el “detrás de escena”: la presencia de Durán Barba en el escenario la noche del triunfo electoral del 22 de octubre —como el “metteur en scène” que aparece en el escenario al final de la obra—, la cámara en mano en los timbreos y los videos que acompañan las actividades presidenciales son solo algunos ejemplos.

En el CCK, en cambio, la pretensión de verdad estuvo, en este caso, mas “dicha” que “mostrada”: la disposición escénica fue la de un tradicional discurso de atril dirigido a funcionarios y a un destinatario vasto que configura un colectivo amplio —como suele suceder en los discursos triunfales—, un destinatario al que se invita sumarse a la “aventura de cambiar”: “Muchos dicen que esta propuesta de país ordenado le falta épica, no estoy de acuerdo, realmente no estoy de acuerdo. Qué aventura más excitante que hacer que una comunidad se desarrolle, más allá de los límites que creía tener; qué aventura más épica que la de un nuevo desarrollo, basados en consensos básicos deseados por todos. Eso es aventura, la aventura de cambiar”.

Comentarios: