Entrevista
“Estuvimos bajo la bota del Fondo demasiados años y hemos sufrido mucho”

Entrevista a Noemí Brenta
Por Dolores Amat y Mariana Percovich 

 

Noemí Brenta

Noemí Brenta es Doctora en Economía, investigadora de la UBA y UTN FRGP, y del CONICET. Se desempeñó como Consultora del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, estudia las relaciones económicas internacionales y acaba de reeditar su libro “Historia de la deuda externa Argentina. De la dictadura hasta nuestros días”. Su análisis del último acuerdo que firmó la Argentina con el Fondo Monetario escapa a las dicotomías, plantea matices, se enmarca en la coyuntura y recupera la historia.


Dolores Amat y Mariana Percovich: La firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) generó fuertes controversias dentro de la coalición de gobierno y fuera de ella. ¿Podrías decirnos en qué se diferencia este acuerdo de otros anteriores? ¿Se parece a alguno que haya tenido lugar en el pasado?

 

Noemí Brenta: Lo más parecido a este acuerdo de servicio ampliado (en adelante EFF, facilidades extendidas, por su traducción del inglés) de 2022, es el que firmó Néstor Kirchner en septiembre de 2003. Fue un acuerdo stand by que por un año tuvo desembolsos netos cero, en forma parecida pero no igual al acuerdo actual. Quiere decir que la plata que desembolsaba el Fondo se usaba para pagarle al Fondo. Los pagos recién comenzaban a partir del año siguiente, en septiembre de 2004. Pero como Kirchner vio en ese momento que tenía una buena situación de reservas internacionales en el Banco Central suspendió el acuerdo, para salir del cepo de las condicionalidades del FMI y renegociar la deuda pública con las manos libres. Y en enero de 2006 le pagó la totalidad de la deuda, de 9.800 millones de dólares.

Otra similitud entre el acuerdo con el FMI de 2022 y el de septiembre de 2003 es que en los dos casos la deuda era heredada del gobierno anterior, se había usado para sostener programas económicos inviables y fuga de capitales. Argentina estaba sobreendeudada y el FMI había provisto dólares para financiar la fuga de capitales antes del default de 2001 y de la devaluación, y también en 2018-2019.

Por eso, el EFF de 2022 es similar al de 2003, porque se usa para pagar un acuerdo anterior, una deuda que este gobierno no contrajo. Y también porque los vencimientos van empalmados con los del stand by previo. Los primeros desembolsos del EFF son mayores que el monto que tenemos que pagar para fortalecer las reservas del Banco Central. De esta manera, se busca lograr cierta estabilidad cambiaría, que ayude, al mismo tiempo, a anclar la inflación.

Por otra parte, el nuevo acuerdo EFF trabaja sobre la base de lo que dejó el stand by firmado con el FMI por el gobierno de Mauricio Macri. Entre junio de 2018 y julio de 2019 (¡en solamente 13 meses!) el FMI  desembolsó 44.500 millones de dólares. Así, el stand by de Macri requería, para 2022, pagos por 19.000 millones de dólares. Y para 2023, otro monto similar. Como el FMI desembolsó el stand by tan rápido, los vencimientos estaban muy acumulados en el tiempo y era imposible para la Argentina pagar, desde el punto de vista de las cuentas fiscales y de las cuentas del sector externo.

Además, el Fondo le prestó a la Argentina mucho más de lo que según sus propias reglas podía prestarle. Podía darle hasta 4.35 veces la cuota de la Argentina en el FMI y le otorgó un monto mayor de 11 veces esa cuota.

Todo esto fue reconocido por la evaluación ex post del stand by de 2018 que hizo y publicó el propio organismo en diciembre de 2021: admitieron que asesoraron mal al gobierno de Macri, que deberían haberle sugerido que restructurara la deuda porque ya tenía un bajo nivel de sostenibilidad. Además, aceptan que buena parte se usó para financiar la salida de capitales, finalidad prohibida por el Convenio Constitutivo del FMI, art. VI.

 

DA y MP: ¿Qué te parece la propuesta de pagar la deuda con capitales fugados y no declarados?

 

NB: Me parece una muy buena idea, para que la deuda la paguen quienes se beneficiaron de ella y tuvieron conductas ilegales, y no el pueblo argentino, como siempre.

Por otra parte, la evasión fiscal es una cuestión muy seria, y ligada con la erosión de la base imponible y también con el lavado de dinero, muy perseguida internacionalmente. Incluso Estados Unidos con el tema del financiamiento al terrorismo es muy insistente con la cuestión del lavado. En este mismo acuerdo de facilidades extendidas, el equipo técnico dice que hay que fortalecer los dispositivos para vigilar más estrechamente y combatir el lavado de dinero. Así que está totalmente en regla con la línea de las políticas estadounidenses, con lo que ellos llaman “las políticas hemisféricas”, que son muy condicionantes en nuestro país, en especial en vigencia de programas del FMI.

También hay que mirar la correlación de poder entre los que fugaron ilegalmente los capitales y sus aliados, y el resto de la sociedad. Es cierto que en este momento ellos controlan la mayoría de los medios de comunicación masivos, legisladores y jueces, y tienen representaciones en todos los sectores productivos y algunas organizaciones sociales, pero es necesario sumar fuerzas y construir poder para enfrentarlos. Porque sabemos que la deuda hay que pagarla con recursos presupuestarios. Es decir que para pagarla hay que comprimir la participación de todos los demás gastos (salud, educación, investigación, por ejemplo), y eso afecta directamente la vida de la mayoría de la población.

En ese sentido, sería excelente recuperar los fondos extraídos del país de modo ilegal. Si la voluntad política está, se puede. No hay que resignarse, en todo caso es una lucha que hay que sostener. La ley ya fue aprobada en el Senado, con el voto negativo de la derecha, por cierto que muy pobremente fundamentado, y ahora pasó a la Cámara de Diputados, donde la oposición pretende trabarla, pero hay que insistir y hacer una gran campaña en el país y en el exterior para formar conciencia y opinión, y lograr que la ley se apruebe y se implemente, y que los jueces adictos a los poderes fácticos no la puedan invalidar.

 

DA y MP: Como el FMI torció sus propias reglas al hacer el acuerdo con el gobierno de Macri, se discutió la posibilidad de acudir a tribunales internacionales para denunciarlo. ¿Te parece que era una alternativa viable?  

 

NB: Me parece que en el momento en que se firmó el EFF la correlación de fuerzas y la situación económica no daban para no pagar, denunciar el acuerdo y contener la corrida cambiaria, el traslado de la devaluación a precios, y la explosión social, atizadas por una oposición inescrupulosa y una ayudita del norte, como ocurrió en Bolivia en 2019. De todos modos, hay que seguir accionando, reclamando y difundiendo en todos los foros locales e internacionales el comportamiento irregular del FMI y del gobierno de Estados Unidos en el stand by de 2018, otorgado para que el gobierno de Macri ganara las elecciones, como declaró el funcionario estadounidense Mauricio Claver Carone.

Por otra parte, el FMI está muy blindado a los reclamos de los países miembros, porque responde principalmente a los intereses estratégicos de Estados Unidos. Es un brazo ejecutor de su política exterior y EE.UU. tiene asegurado su control. El Convenio Constitutivo del FMI establece un mecanismo propio de solución de controversias con sus miembros, que se resuelven internamente, primero en el Directorio Ejecutivo, y luego en la Junta de Gobernadores, quien crea una comisión ad hoc. En ambos órganos la capacidad de voto de Estados Unidos le otorga poder de veto, y sesga las decisiones. Estados Unidos es también un actor principal en los tribunales internacionales, por ejemplo, siempre hay un estadounidense entre los quince jueces de la Corte Internacional de Justicia, actualmente presidida por una estadounidense. Esto no significa que Estados Unidos acate sus fallos, si no le gustan, como en el caso de Nicaragua en 1986, simplemente los incumple, sin consecuencias a la vista. Es decir que los dados están cargados de movida.

Pero aún si, muy hipotéticamente, ese tribunal, u otro, acogiera la denuncia del stand by de 2018 y emitiera una opinión o dispusiera una medida favorable a nuestro país, los tiempos de la economía argentina corren a velocidad de liebre y los de la justicia, si llega, a paso de tortuga.

Un proceso de esa naturaleza no se resuelve de un día para el otro y el país estaba en una situación económica, política y social delicada. La Argentina no podía pagar al FMI los vencimientos de 2022, y si no pagaba, con las reservas del Banco Central bajas como estaban, probablemente los sectores que manejan el mercado de divisas iban a provocar una corrida cambiaria. En esas condiciones, el Banco Central no iba a poder responder y sabemos que una corrida cambiaria enseguida se traslada a los precios. Mi impresión es que podían provocar una situación de caos y que a la larga iba a firmarse un acuerdo en peores condiciones. Sea porque este gobierno se debilitaba mucho, sea porque le hacían un golpe blando. Y si este gobierno caía con una crisis de ese tipo, posiblemente el poder fuera a parar a manos de la derecha, que haría un ajuste puro, duro y cruel.

Por otro lado, se hubiese disparado una cuestión de default cruzado. Si la Argentina no le pagaba al FMI y no había un nuevo programa, comenzaban a operar mecanismos que ponían en riesgo los acuerdos con los acreedores privados, el financiamiento de China y de otros organismos internacionales, como el Banco Mundial y el BID, y la renegociación con el Club de París.

También, no definir la situación con el FMI le retrasaba al gobierno la posibilidad de lanzar una política productiva y anunciar nuevas medidas.

Y está el tema del que hablaban todos los diarios de la derecha: la traba de la inversión externa directa. La inversión externa directa es poca. Es importante si trae innovación tecnológica, si crea empleo de alta calidad, si constituye plataformas exportadoras con bienes de alto valor agregado. Pero en realidad es poca, es de entre el 1,2% del y 1,6% del PBI, no llega al 2% del Producto Bruto. Entonces, no es que nos vamos a estancar si no vienen inversiones externas directa o si vienen pocas, pero es necesaria en sectores estratégicos donde necesitamos tecnología.

Es muy condicionante tener un acuerdo con el Fondo. Pero no acordar con el Fondo en estas circunstancias trababa muchas otras cosas, y lo que debe lograrse es salir lo más rápido posible del acuerdo. En su momento Néstor Kirchner firmó también un acuerdo y no lo hizo porque fuera un traidor a la patria o porque quisiera ajustar, lo firmó porque no le quedaba otra opción, y después encontró una salida. Y este acuerdo es comparable en ese sentido.

 

DA y MP: ¿El acuerdo supone un ajuste?

 

NB: Las proyecciones macroeconómicas publicadas en la documentación del EFF muestran un ajuste moderado, de sintonía fina, cuentas que se retuercen al máximo para que agregando por aquí y cortando por allá, más o menos fundamenten cierto crecimiento económico con cierta solvencia fiscal y externa. Pero el cumplimiento de las proyecciones depende no solo de las medidas sino de otras variables fuera de control de los hacedores de la política económica, como los precios externos de las materias primas o las tasas de interés internacionales, o las conductas de los actores domésticos concentrados y las respuestas de los afectados, de manera que la intensidad del ajuste se irá viendo sobre la marcha.

Por ejemplo, según el acuerdo con el Fondo el gasto público va a ir decreciendo en relación al Producto Bruto. A la vez, el Gobierno dice que el gasto público real va a aumentar ligeramente, y que el Producto Bruto va a crecer más que el gasto público. Es decir que el gasto consolidado bajaría un poco en relación al PIB; pero en términos reales, en moneda constante, sería un poco más alto. Por ejemplo, si el Producto crece el 4%, el Gasto crecerá un 2%, excepto el Gasto en subsidios a la energía que según las proyecciones va a disminuir, pero según la realidad del aumento de los precios de los hidrocarburos a partir de la guerra en Ucrania, aumenta.

 

DA y MP: En la situación de guerra entre Rusia y Ucrania, el mundo se está reconfigurando. ¿Qué puede pasar con la situación de deudora de la Argentina en un mundo con menos multipolaridad?

 

NB: El mundo va a seguir siendo multipolar. China en pocos años será la primera economía mundial. Tiene el mayor ritmo de cambio tecnológico, y Asia tiene el mayor crecimiento del producto. Rusia podrá eclipsarse por un tiempo (aunque vamos a ver cuándo termina la guerra y cómo), pero si la OTAN ampliada no le deja salida, la mandan directo a los brazos de China. Por otro lado, la India está tomando una posición en esta guerra que no es la que se esperaba. Me parece que el mundo multipolar continúa, Estados Unidos todavía es muy poderoso y no cederá fácilmente la hegemonía pero ya no puede sostener la unipolaridad que tuvo en la post guerra fría.

El economista y sociólogo italiano Giovanni Arrighi analiza los ciclos hegemónicos en un libro que siempre recomiendo: “El largo siglo XX”. Arrighi parte de preguntarse si estamos asistiendo a la transición de un ciclo hegemónico a otro, de Estados Unidos a China, y estudia las regularidades en los ciclos hegemónicos del pasado, desde España en el siglo XV, pasando por las ciudades-Estado italianas, Holanda y Gran Bretaña. Él sostiene que en los momentos en que la economía hegemónica pierde las ventajas que le confieren ese poder central, siempre hay un momento en que la economía del país hegemónico se financiariza y hay una crisis-señal. Entonces cabe preguntarse si la crisis de 1973 fue la crisis-señal de la hegemonía estadounidense. Pero la verdad es que Estados Unidos se fortaleció desde ese momento. ¿Habrá sido la crisis de 2009 la crisis-señal? En todo caso, varios años después de esa crisis siempre se presenta una crisis terminal, en la que el hegemónico termina desplazado en el contexto de una guerra.

No sabemos qué mundo viene, cómo será este nuevo mundo multipolar. Pero me parece que no estamos asistiendo a un renacimiento de la hegemonía estadounidense, sino a una reconfiguración de su poder. Al estar Argentina bajo su zona de influencia, corremos riegos porque sus políticas hemisféricas nos afectan mucho y hoy está volviendo a pretender imponer sus intereses en lo que considera su patio trasero, y para nosotros es preferible estar fuera de su mira.

 

DA y MP: Mirando la historia de la deuda externa Argentina desde 1976 hasta acá, ¿qué lecciones deberíamos sacar como ciudadanos de a pie? ¿qué es lo que tenemos que saber?

 

NB: En el final de mi libro Historia de la deuda externa Argentina de la dictadura hasta nuestros días están justamente las lecciones que creo que deberíamos aprender. Son varias. Una es que no hay que financiar el déficit fiscal con deuda en moneda extranjera. Que el Banco Central tiene que financiar el déficit fiscal por lo menos hasta cierto punto, y el resto en moneda doméstica. Que tenemos que estudiar la teoría monetaria moderna para entender cómo funciona realmente la moneda. Nos confunden los temas de la deuda, siempre son muy opacos para que se entienda poco, y el Fondo Monetario es más opaco que ninguno. Aunque históricamente el Fondo Monetario ha sido un acreedor de poca magnitud para la Argentina. Recién ahora es nuestro acreedor individual más importante, es la primera vez que el Fondo tiene casi un cuarto de la deuda externa argentina.

También creo que hay que problematizar la cuestión de la deuda socialmente. Explicar a la gente que para pagar la deuda el Estado achica todos los demás gastos: la educación, la salud, las jubilaciones, los sueldos, el bienestar social, la investigación, la innovación, y las condiciones de vida empeoran.

 

DA y MP: Mencionas también en el libro, como parte de las lecciones, el problema de la estructura productiva de la Argentina: depender tanto de las materias primas nos deja expuestos a los vientos del azar. En este sentido, en los últimos años se viene hablando de la posibilidad de fortalecer la economía a través de la investigación, el conocimiento y la innovación tecnológica.

 

NB: Eso es clave. Gracias por recordármelo. Un amigo me dijo hace poco “subrayé ese párrafo en tu libro. ”Los ingresos en dólares de los argentinos dependen de la lluvia, de la sequía. Dependen de lo mismo que dependían en el siglo XIX. Son muy inestables”. Argentina tiene un flanco muy frágil, que es la restricción externa. Cada tanto nuestras exportaciones bajan locamente y todo se trastoca. Es como si te bajaran el sueldo de golpe. Este mes ganás $84.000, pensás que vas a seguir ganando lo mismo y el mes siguiente te entran $ 70.000. Desbarajusta tu presupuesto. ¿Qué haces? Desahorrás o te endeudás.

La estructura productiva desequilibrada de la Argentina, de la que nos hablaba Marcelo Diamand, depende de un sector que tiene una productividad a nivel internacional muy alta y genera dólares. Ese sector no solo tiene poder económico, sino que también domina la cabeza de los argentinos, y pretende imponer sus intereses como si fueran los de toda la población. Porque tiene capturados a los medios y los formadores de opinión, a muchos políticos, y por largos años tuvo capturado al Estado. Por otra parte, en las épocas en las que su actividad no resulta rentable, sus actores grandes no pierden tanto porque tienen diversificadas sus inversiones, obtienen renta del sector financiero y siempre el Estado los termina rescatando. Los productores chicos y medianos no tienen estos comportamientos rentísticos.

La cuestión es que nuestras exportaciones fluctúan de manera impredecible. Por un lado, varían según la producción, que está atada a factores naturales, además de tecnológicos. Por otro lado, varían los precios según las condiciones del mercado internacional. Por ejemplo, actualmente estamos experimentando un alza de los precios de las materias primas por la guerra entre Rusia y Ucrania. Se trata de dos grandes productores de granos, como trigo, girasol, aceites comestibles, lo mismo que producimos nosotros, y también hidrocarburos, que hoy importamos. Semejantes fluctuaciones confieren gran inestabilidad a la economía.

Además, tenemos periódicamente gobiernos que hacen una apertura comercial (“que se importe lo que sea”, dicen) y financiera (“que entren capitales, no importa si son especulativos). En estas aperturas se van muchos recursos en renta especulativa y se generan efectos sobre la economía real que son desindustrializadores, que causan cierre de empresas, desempleo, recesión. Estos ciclos, que hemos tenido siempre, son de sobreendeudamiento. Y si coincide, además, con una plétora de capitales afuera que buscan colocación, y aquí generosamente les abrimos la entrada, se generan estas bolas de nieve de deuda que culminan con el despojo y la desposesión de los deudores, estatales y privados.

Ya perdimos muchísimas empresas y activos estatales con las reformas estructurales ligadas a la deuda. También hemos recuperado algunas, como Aerolíneas Argentina, la mitad del paquete accionario de YPF, el Correo, varias otras. Pero nos quieren quitar hasta los bancos públicos que no se privatizaron en los 1990. El Banco Nación siempre fue una joya codiciada por los bancos internacionales, o el Banco Provincia, de Buenos Aires, de lo poco que no se privatizó. Hasta la moneda nos quieren sacar. Ahora aparecen propuestas (como hubo durante toda la década de 1990 y en el 2001 y 2002) para dolarizar, lo que sería el desastre mayor para la Argentina.

 

DA y MP: Vos decís que la naturaleza también aparece entre las joyas de la abuela que se pueden rifar. En un mundo en emergencia ecológica y climática, ¿qué pasa con esta estructura productiva de la Argentina, que también resulta bastante extenuante para la naturaleza, para los recursos naturales que tenemos?

 

NB: El cambio climático nos está afectando también. Desde el gobierno hubo propuestas para ligar el cambio climático con la deuda. Hay distintos mecanismos, el bono verde, los derechos de emisión, aunque pueden ser armas de doble filo. Hay especialistas que trabajan seriamente estos temas, como Osvaldo Girardín.

Vi que en el acuerdo con el Fondo el tema de la eliminación de los subsidios de la energía también está ligado con la reconversión a energías limpias. Yo no sé cuánto de esto es pour la galerie, pero el tema está en el acuerdo. La Argentina se compromete a ir transformando su matriz energética con mayor participación de energías limpias.

El problema son las tarifas de la energía, que con una población tan empobrecida como la argentina, no pueden aumentarse mucho ni quitar de golpe los subsidios, como hizo el gobierno anterior, porque agravaría la pobreza y la recesión.

 

DA y MP: Cabe preguntarse, por ejemplo, si esa transición no va a utilizarse para que Argentina exporte el litio que necesita Estados Unidos para las baterías de los autos electrónicos.

 

NB: Hay muchas incógnitas. En Argentina hay hostilidad contra el FMI porque la pasamos  muy mal bajo sus programas, que duraron demasiados años. Somos el país de ingresos medios que más años ha permanecido bajo programas del Fondo, estuvimos bajo su bota demasiados años y hemos sufrido mucho. Por eso cuando se redactan acuerdos con países como la Argentina se intenta no decir nada muy atacable, se usa la retórica para no herir susceptibilidades. Yo le digo a la gente “cuando lean ‘se toma está medida para tal cosa’, tachen ‘para tal cosa’, y presten atención a lo que se va a hacer, después interpreten ustedes para qué es.” Es como cuando alguien te dice “es por tu bien” o “a vos te conviene”. Bueno, en esos casos es mejor escuchar con cuidado y desconfiar si la situación es ambigua.

 

DA y MP: ¿En el contexto de crisis ecológica de hoy, tiene sentido seguir pensando en términos de crecimiento económico? ¿No habrá que empezar a pensar un modelo que no se base en el crecimiento indefinido?

 

NB: Argentina tiene más del 40% de la población en la pobreza y la mitad de los chicos viven en la pobreza. Tiene que haber lugar para el crecimiento. Tiene que haber un cambio de estructura productiva con más industrialización y con una mejor distribución de ingreso. Y con una reforma tributaria también, incluso relacionada con la crisis ecológica, se puede. Se puede, por ejemplo, castigar las energías más contaminantes y exigir la adopción de métodos para el tratamiento de los residuos, entre otras muchas cosas. Pero, insisto, no soy especialista en temas ambientales. El sistema tributario tiene que rediseñarse también para ser mucho más progresivo y basarse en los impuestos directos, en la capacidad contributiva, y mucho menos en los impuestos indirectos, como el IVA, que pagamos todos por igual, que son tan injustos y regresivos, porque no tienen ninguna relación ni proporción con los ingresos y con el patrimonio.

 

DA y MP: ¿Podrá el Estado Argentino dejar de ser deudor alguna vez?

 

NB: Lo importante es que no esté sobreendeudado. El Tratado de Maastricht de la eurozona, por el que los países se comprometen a mantener una moneda única, lo cual es bastante nocivo para los de baja productividad, admite hasta un 3% de déficit fiscal sobre el Producto Bruto y hasta un 60% de deuda sobre el Producto Bruto. Es decir, hay ciertos niveles de déficit fiscal y de endeudamiento que no afectan la estabilidad económica y a veces son necesarios. El Estado tiene una función anticíclica y en recesión no puede bajar el gasto para reducir el déficit, aunque sus ingresos fiscales disminuyan, porque agravaría la situación. En estos casos cabe aumentar la deuda pública.

Nos habíamos desendeudado en moneda extranjera de 2005 a 2015. La deuda en moneda extranjera había alcanzado un porcentaje muy reducido en relación con el Producto Bruto y lo que quedaba se podía pagar tranquilamente. Tampoco éramos un gran deudor, y la deuda ya no era un problema importante. Pero el gobierno siguiente dio vuelta la situación.

¿Cómo podemos dejar de ser grandes deudores? Diría que votando bien, distinguiendo las políticas que nos van a llevar al endeudamiento. Sabemos que los sectores que sobreendeudan al Estado vociferan que van a bajar el déficit fiscal, que van a bajar el gasto, que van a echar a todo el mundo y van a aniquilar al Estado, pero ellos mismos se aprovechan de ese Estado. Se aprovechan del Estado para redefinir las reglas, para beneficiarse, para permitir y fomentar las rentas extraordinarias que se generan en los períodos de desregulación financiera, de vía libre a los movimientos de capitales, de apertura comercial descontrolada.

De hecho, el gobierno de Macri eliminó todos los mecanismos macroprudenciales. Hubo durante dos años seguidos (2017-2018) un déficit de la cuenta corriente cercano al 5% del Producto Bruto. Eso es lo que se financió sobre todo con dólares que entraron por la colocación de deuda del tesoro y deuda del Banco Central. Como las famosas Lebac, que pagaban unas tasas altísimas, y generaron una inestabilidad tremenda. Cada martes vencía media base monetaria.

De ese tipo de política que nos llevan al sobreendeudamiento tenemos que cuidarnos. No necesariamente de cualquier deuda. Si no estamos endeudados, mejor, pero tampoco tiene sentido lanzar anatemas contra toda deuda, especialmente si la deuda es en moneda doméstica y de niveles manejables.

 

DA y MP: Hace años que estudias las relaciones económicas internacionales y en particular la historia de la deuda argentina. ¿Cuál fue tu primera lectura frente al acuerdo firmado por Macri, que significaba la vuelta del FMI a la Argentina?

 

NB: Me pareció una tragedia para todos los argentinos. Para nuestras familias, para todas nuestras actividades, y especialmente para los más vulnerables, los chicos y los mayores, los que dependen de jubilaciones, los que tienen enfermedades crónicas. Porque cuando el Estado se ve forzado a recortar el gasto baja la calidad de la salud, de la educación, de todo lo que no sea atender la deuda. También me sorprendió que no hubiera una reacción más fuerte de parte de la población. La mayoría estaba en contra, en las encuestas salía que el 70% rechazaba volver al FMI. Pero no se consiguió generar suficiente movilización. Claro que ellos tenían el aparato represivo del Estado, los medios de propaganda y el marketing, que saben hacer muy bien.

 

 

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